Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Abandoné
a la mitad dos dramas en los que psicópatas asesinos se dedican a acosar
familias. Por alguna extraña casualidad, la segunda de las películas derivó por
la misma senda que la primera. Puedo pensar que es alguna fatalidad o que el
género se ha ido extendiendo más de la cuenta. Para no tener que aguantar más
amenazantes llamadas nocturnas, pasos junto a las ventanas, parejas asustadas y
estallidos de tensión final, me fui a lo seguro y decidí terminar la noche con Pistoleros de agua dulce (Monkey Businnes 1931). Entre tanto
pistolero, me quedo por supuesto con los Marx.
Esperaba
sobre todo la llegada de la secuencia del desembarco del barco que siempre me
ha resultado divertida: aquella en la que aparecen con un pasaporte robado supuestamente
a Maurice Chevalier e intentan salir del barco haciéndose pasar por él con el
simple disfraz de un canotier. Uno a uno van realizando sus
imitaciones, interpretando la canción "You braught a new kind of love to
me" ("If the nightingales could sing like you / They'd sing
much sweeter than they do / For you brought a new kind of love to me..."), un gran éxito del cantante francés, entonces en
su apojeo, compuesto por Sammy Fain. Sigue siendo una secuencia delirante —junto a otras, como la
del guiñol de Harpo—, por la que merece la pena verla de nuevo.
Terminada la película, me fui a los extras que acompañan al
DVD compuestos por tres fragmentos de las intervenciones televisivas, dos de
comienzos de los 60, en el programa Today, y otra posterior. La primera, de
1961, es una actuación de Harpo promocionando su reciente biografía, "Harpo
Speaks!", gracioso título que hace tanto referencia a su personaje "mudo"
como a la promoción de Greta Garbo cuando pasó al sonoro (Garbo Speaks!). La segunda entrevista es a Groucho en el mismo
programa, en 1963. La tercera es de 1983, con el hijo mayor de Harpo con motivo
de la reedición, veinte años después, de la biografía que su padre había
presentado anteriormente en Today.
En este tercer fragmento se incluyen algunas escenas de
películas caseras que nos muestran a Harpo, y ocasionalmente a Groucho, en su
vida familiar. Son solo unos segundos, apenas unos fotogramas, pero son
documentos valiosos para recordar de una forma distinta a unos cómicos que
lucieron siempre, incluso en las entrevistas que podemos ver ahora, las
máscaras de sus personajes. Harpo, por ejemplo, no dice una sola palabra
durante su intervención en el programa y va adornado con una peluca rizada. Sus
palabras, no la voz, se introducen en la entrevista a través de la lectura de
fragmentos del libro. Harpo fue el "mudo" hasta el final.
Durante el programa de 1983 le preguntaron a su hijo William
cómo sonaba la voz de su padre. Explicó cómo su hablar era suave y prolongando
las vocales. No le escuchamos, sino a su hijo mostrando como diría él palabras
como "oil". El presentador manifestará en otro momento su sorpresa
por verle aparecer sin su peluca característica. No se debían haber visto con
anterioridad esas películas que el hijo de Harpo llevó al programa dentro de la
promoción de la reedición de su biografía. Cuando es preguntado por cómo les
llamaban a sus tíos, si "Julius" o "Groucho", el hijo
responde "Tío Groucho".
En el corte del programa del Today de 1963 con Groucho, no
se percibe distancia alguna con su personaje. Al igual que ocurría con Harpo,
Groucho actúa como se esperaría de Groucho, mostrando ese tránsito a la vida
del personaje que creó y viceversa. No sabemos muy bien si Julius creó a
Groucho o si Groucho se apoderó de Julius, como ocurre con Harpo. Lo estable de
sus personajes cinematográficos y teatrales —lo definido y constante de sus
caracteres— hizo que los pudieran mantener en la vida pública fuera de las
pantallas.
En la entrevista a Groucho —dirigida por John Charles Daly,
como la anterior—, después de hacerle realizar el "paso del pato"
tras la periodista a la que se le hace caminar delante de él, explicar el
título de su libro autobiográfico "Memorias de un amante sarnoso", y
hablar sobre cómo contrataron a Marilyn Monroe —"...la habitación se movía
a su paso"— para la primera película en la que apareció, el tercer entrevistador
en la mesa le pregunta: "¿No cree que difamó a sus hermanos al decir que
Harpo y Chico eran unos tahúres con las cartas?". A lo que Groucho le
contesta:
—¡Pero es que lo eran! Le puedo
contar una historia que no está en el libro...
—¿En serio?
—¡Es muy buena! Vivíamos en
Chicago... ¿Nos queda tiempo? —pregunta Groucho,
Y entonces comienza ese momento temido en las televisiones y
radios:
—¿Cuántos
segundos nos quedan?
—¡Oh, no!
—se oye exclamar a Pat, la entrevistadora.
—Aquí
cortamos mucho las cosas —dice el presentador.
—¡Como en los restaurantes
chinos! —replica, sin inmutarse demasiado, Groucho.
—Nos gustaría seguir con tus
historias, pero tenemos que pasar a los anuncios. El reloj es "inexorable"...
Buscaré qué significa después de la pausa —dice el presentador, contagiado por
Groucho.
—[Jack] Benny lo utilizó y no
sabía lo que significaba —apostilla Groucho muy serio dándole la razón.
Después las imágenes grises de aquel programa de Today Show de 1963 se convierten en
negro y se pierden en el vacío. Esperas que regresen y no lo hacen.
Pasados cincuenta años nos quedamos con las ganas de conocer
aquella "buena historia" sobre lo tramposos que eran Harpo y Chico
Marx, aquella historia que no podremos leer en las memorias de Groucho y que la
conjunción de los anuncios y lo "inexorable" del reloj —las dos caras de la misma moneda— nos han
impedido conocer.
¿Cuántas historias interesantes se han quedado fuera por lo
inexorable del reloj? ¿Cuántas veces se ha quedado lo más interesante en la
punta de la lengua porque esa guillotina ha caído inexorablemente?
Ese "aquí cortamos mucho las cosas" debería, como
en el infierno de Dante, ponerse en la entrada de los edificios de todas las
televisiones del mundo.
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