Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las palabras,
llevadas hasta los titulares de todo el mundo, dichas por Marijn Dekkers,
consejero delegado de la empresa Bayer, han causado, más que revuelo, indignación
entre los que tienen las capacidad de indignarse con estas cosas. A los que
viven del cinismo empresarial y envueltos en él como una burbuja, les han
parecido como esas palabras que piensan siempre pero que no debes exteriorizar.
El mundo funciona de una manera, nos dicen los pragmáticos, pero a la gente le
gusta escuchar que es de otra.
Las
palabra de Dekkers se referían a la negativa del gobierno indio de proteger las
patentes de fármacos, según informa el diario El País:
En juego estaba la patente de su
anticanceroso Nexavar, un fármaco de última generación para tratar cánceres de
hígado y riñón. “No creamos este medicamento para los indios, sino para los
occidentales que pueden pagarlo”, saltó el consejero delegado de Bayer, Marijn
Dekkers. Y varios medios lo han recogido después.
Las
palabras de Dekkers son esas "verdades" que a nadie le gusta escuchar:
a la industria farmacéutica —y no es la única— no le interesa la salud de nadie, solo lo saludable de sus resultados económicos.
No se invierte para liberar al mundo del dolor,
sino para ganar todo el dinero posible para sus accionistas y directivos. Como
en cualquier otra empresa, dirán algunos. Y ahí comienzan los problemas: no
todas las empresas son iguales porque no son iguales sus negocios ni sus
efectos.
Las
diferencias políticas entre las personas se podrían establecer por el grado de uniformidad
que establecen en los negocios. En un extremo están los que consideran que
"todo" es negocio y en el otro los que consideran que "no todo
lo es" o incluso, más allá, los que consideran que "nada"
debería serlo, aunque de esos ya quedan pocos. Lo que haya entre esos extremos,
lo que cada uno ponga en un lado u otro, nos definirá. No siempre es fácil
porque una persona puede manejar criterios distintos sobre los límites del
negocio en cada campo. El señor Dekkers, por ejemplo, considera —dentro de su
pragmatismo— que su negocio lo
conforman los que pueden pagar su
medicamento y no los que se mueren
por no tener dinero para pagarlo.
Algunos
piensan que del "negocio" se deben excluir ciertas cosas que no deben
quedar a los aires del mercado y la ganancia, como puedan ser la defensa y
seguridad, la sanidad o la educación. El Estado indio sostiene que su
obligación es evitar la muerte o el sufrimiento de la mayor parte posible de
sus ciudadanos y decide no proteger la patente de un medicamento cuya factura
no puede ser pagada. La rica empresa alemana se indigna porque no ha invertido
cientos y cientos de millones de euros para que se beneficien los
"indios" que no pueden pagarlo. Es su postura empresarial y desde
Alemania se verá a los indios como parte de los "PIGS". Pueden
compartir la "i" con los italianos.
El
señor Dekkers, que tiene carita de no haber roto nunca un plato sin haberlo
pagado, se ha dado cuenta rápidamente del efecto nocivo de sus palabras sobre
todos los mortales, con dinero o sin él. Se puede ser egoísta, pero no se debe
exhibir demasiado; se puede apabullar pero no mostrarse prepotente. Las
personas responsables de la imagen de la empresa le habrán hecho ver que esas ideas
tan claras son para exponerlas en las reuniones ejecutivas o en los servicios
de la planta noble, pero no en debates
o simplemente en público.
Siguiendo
el principio comunicativo de que el que mete la pata sale después a dar la
cara, el señor Dekkers —la "cara exitosa" de la Bayer— ha "aclarado",
más que lavado, su palabras:
“Lamento que lo que una rápida respuesta en
el marco de una discusión haya salido a la luz de una manera que yo no
pretendía. No puede ser más contrario a lo que yo quiero y lo que hacemos en
Bayer”, dice Dekkers. Como compañía “queremos mejorar la salud y calidad de
vida de las personas, independientemente de su origen o ingresos”. “En
cualquier caso, estaba especialmente frustrado por la decisión del Gobierno
indio de no proteger la patente del Nexavar que nos había concedido la
autoridad en patentes del país. Estoy convencido de nuestra capacidad para
innovar y en una abierta discusión en la reunión, mientras expresaba mi
frustración fundamental, tenía que haber aclarado esto”.*
La
"pieza aclaratoria" es un magnífico ejemplo de sutileza cosmética sin
bajarse del burro del mercado. El "lamento" de la frase inicial no es
por lo dicho, sino porque "saliera a la luz", sinceridad que hay que
alabarle. La segunda frase es de una ambigüedad calculada y no sabemos bien si
a lo que él y su empresa, la Bayer, son contrarios es a lo dicho o a que "saliera
a la luz". El "querer mejorar la salud y la calidad de vida",
debido a "origen" o "ingresos" es una fórmula que no logra
compensar el fuerte matiz racista y despectivo de que los medicamentos que
ellos investigan y desarrollan no están hecho para los "indios" sino
para los "occidentales que pueden pagarlo". Que en la India se puedan
irritar con las palabras del señor Dekkers es solo una parte, porque el condicionamiento
se extiende a aquellos "occidentales" que no puedan pagarlo. Si se
piensa con detenimiento, el ejecutivo excluyó una posibilidad que estaba encima
de la mesa: los "indios que puedan pagarlo". El hecho de excluir a la
totalidad de los indios —ricos o pobres— nos muestra que lo que le salió espontáneamente
en su "frustración" (como él la llama) fue racismo más que clasismo,
pues los metió a todos en una categoría. ¡Qué malos son los enfados!
Aunque
el señor Marijn Dekkers estuviera no "frustrado" sino
"especialmente frustrado" que es un grado superior, aunque no sabemos
en qué sentido o escala, lo cierto es que se manifestó como lo hizo. Podía haber
dicho "me frustra que mi empresa no gane más dinero", en cuyo caso
habría quedado como simple defensor del insolidario mercado farmacéutico y de
sus leyes de oferta y demanda. Pero no lo hizo, sino que introdujo en sus
frustración elementos despectivos, racistas y clasistas.
Uno
puede pensar que la empresa tiene sus razones y que se mueve por el negocio o
puede, por el contrario, considerar inaceptable que se pueda negar un fármaco a
una población que no puede pagarlo. Pero las palabras de Marijn Dekkers no son
sobre esa cuestión, solo son su justificación por decirlas. Son
insultantes y crueles, sean o no producto de la rabia que le produce que las
inversiones en investigación no se recuperen de la forma que a él le gustaría.
La compañía Bayer tiene abiertos muchos más frentes por todo el mundo que no puede pagar. Como compañía muy diversificada, tiene problemas con medicamentos o con el arroz, por poner otro ejemplo. Este
problema ya se ha planteado antes con otro países que no pueden pagar estas
facturas multimillonarias que la empresa les exigen para que los medicamentos
puedan llegar a sus ciudadanos. Ocurrió con el SIDA y ahora ocurre con el cáncer. Me suelo irritar bastante cuando escucho o leo los argumentos que se usan para justificar ciertas investigaciones: promete la curación universal y la gente confía en ello. La triste realidad es que a esos costosos tratamientos fármacológicos se les aplicará el principio de Dekkers: son solo para los que puedan pagarlos.
En
ciertos sectores —los alimentos, los fármacos...— los problemas del mercado ya
no son los de la oferta y la demanda, sino las muertes o el sufrimiento de la propia
"demanda", que es de carne y hueso. El contundente "no creamos
este medicamento para los indios, sino para los occidentales que pueden pagarlo"
no requiere de la "aclaración" de nadie porque está perfectamente
claro. No se parte ni de la ofuscación, ni de la frustración. Es la pura y
sucia verdad. Lo demás es cosmética.
* “No
creamos medicamentos para indios, sino para los que pueden pagarlo” El País
23/01/2014
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/01/23/actualidad/1390497913_508926.html
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