Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
cierre de la urnas del referéndum egipcio que se produjo durante los dos
últimos días no es el cierre del proceso, sino un paso más en una dirección
incierta. No me refiero a que no se sepa dónde
se quiere ir, sino a lo que se van a encontrar por el camino. Nuestras
intenciones son una cosa y lo que ocurra cada día otra.
La
Revolución del 25 de enero de 2011 fue un hartazgo común, una frustración
histórica acumulada, y un deseo confuso de futuro. Por decirlo así: primero se
actuó y después se pensó. Quizá eso muestra lo genuino de la revolución
egipcia, su raíz popular, un grito coral más que una idea común. Pero lo que es
suficiente al principio, no lo es para continuar.
Pronto
se demostró que el proceso era complicado porque el aparato administrativo del
Estado no es solo una maquinaria poderosa, sino un estado mental. No sé si es
el Estado el que ha hecho la mentalidad egipcia o es la mentalidad egipcia la
que ha hecho al Estado. Por un lado tienen un gran respeto por las
instituciones, pero por otro desconfían profundamente de ellas. Son institucionalistas y personalistas a la vez. Creen en Egipto,
como pueblo y estado, pero a la vez buscan su personalización constante, encarnarlo. Eso es complicado
políticamente y es la transposición de la experiencia cotidiana de ineficacia
del estado: es la institución quien te rechaza y es la persona quien te abre la
puerta o la cierra, si así lo desea pues suyo es ese poder. Eso crea una
dependencia y una confianza en la persona, sobre la que acaba girando todo.
Lo que
ocurra desde el momento en que se den los resultados está abierto a varios
procesos externos e internos. Los cambios de actitud de la UE y de los Estados
Unidos respecto al camino emprendido por Egipto en estos últimos días no es
porque estén satisfechos con lo que ocurre allí, sino porque han entendido que la
mejor forma de actuar es desde la proximidad que desde el distanciamiento.
A todo
esto no es ajeno el agravamiento de las acciones yihadistas por todo Oriente Medio, donde ya no
se están produciendo atentados sino "ocupaciones" de zonas que quedan
bajo el control de "grupos terroristas", categoría que debería
empezar a cambiar para poder enfrentarse estratégicamente al problema en su
verdadera dimensión. La guerra doble en Siria está sirviendo para demostrar que
no se trata de "grupos" sino de ejércitos que usan estos conflictos
como campos de entrenamiento y que buscan alcanzar el poder en la zonas con las
que se hace mediante la violencia. Los analistas ya están avisando del problema
de que muchos de ellos provienen de Europa y de América. Veremos qué ocurre al
regreso.
La
guerra actualmente declarada de Egipto
contra el terrorismo en el Sinaí permite controlar una zona que había quedado
demasiado franca durante el gobierno de Morsi. El empeoramiento del Líbano,
contagiado por la guerra siria, no hace aconsejable abrir frentes políticos que
aumenten el riesgo de la crisis abierta en la zona. Este empeoramiento se está
aprovechando para despejar el camino
egipcio. No es un aliado al que se pueda desperdiciar. Si en su momento Mubarak
utilizó los acuerdo con Israel para tener manos libres internas, se corre el
riesgo de que ocurra algo similar ante la estrategia frente al terrorismo en
Oriente Medio.
Es
difícil que el futuro político se pueda calmar sin derroteros de convivencia
democrática. Pero la estabilidad y deseo democrático de un país está en función
del grado de división profunda existente. Hablo de división "profunda"
cuando los modelos políticos que existen en la sociedad son incompatibles.
Cuando se analiza con cierto detenimiento y entrado en aspectos de
idiosincrasia, más allá de los tópicos incluso más allá de los hechos, se
comprende que la violencia desatada es el resultado de una serie de
contradicciones internas en los caminos emprendidos.
El
drama egipcio —como pueblo, como sociedad— reside su necesidad de encontrar un
camino compatible entre historia y futuro, compatible además con una vocación
de ingreso en una sociedad globalizada. Ese futuro
idealizado es muy diferente para todos por las grandes diferencias sociales,
económicas y educativas acumuladas. Hay muchos mundos dentro de la sociedad
egipcia, muchas aspiraciones y modelos distintos como para poder tener un
modelo de mínimos aceptable sin más. El modelo islamista de la Hermandad no ha
satisfecho las aspiraciones de muchos egipcios, que salieron a la calle a
decirlo ante la indiferencia de Morsi y su gobierno que consideraron que haber
llegado al poder era el objetivo y final de su camino. Que el rechazo se haya
producido en apenas un año puede interpretarse de muchas formas, pero una ellas
es que forzaron la máquina en exceso en su ocupación del Estado.
La
aprobación de la Constitución enmendada es solo un primer paso. Puede ser interpretado
como parte de un camino, pero corre
el riesgo de convertirse en plebiscito y utilizarse de forma indebida, como una
patente de corso que no solucione más problemas sino que los cree. Egipto
necesita más que nunca de políticos en su sentido pleno. No necesita carisma
sino inteligencia constructiva para garantizar la estabilidad real, no la pacificación momentánea.
Hace
apenas unos minutos se acaban de publicar en la prensa egipcia los resultados
provisionales del escrutinio del referéndum y, como se pronosticaba, los votos
son abrumadores —incluso por encima de los esperado— en favor del sí a la
Constitución.
El dato
más relevante, en cambio, será el de la participación, que deberá confrontarse
con el de la constitución elaborada por los islamistas en el poder. A simple
vista, con algunas excepciones de zonas significativas, como Suez, parece que
se ha dado un aumento variable en la votaciones. Los totales provisionales son 17.456.097
frente a los 16.232.017 de 2012. Estas cifras son más complicadas de lo que
parecen pues una gran mayoría de los que votaron "sí" entonces han
vuelto a votar "sí" ahora. Y probablemente una parte de los que
votaron "no" entonces votaron ahora "sí" o siguieron
votando "no". Esas cifras indican que el texto ha tenido gran
refrendo en términos relativos (98%) y un aumento de votantes de más de un
millón. Siguen siendo pobres en cuanto a la participación general de una
constitución, 33,1 frente al 32% de participación, pero esto forma parte de la
propia situación egipcia. Será tarea sacar a esa parte de su población de la
indiferencia o el desconocimiento político para llevarles a la vida activa en
términos de ciudadanía. Ni el islamismo ni el gobierno actual ha conseguido
movilizarlos porque viven en una esfera mental o cultural distinta.
La gran
cuestión política a la que se enfrenta Egipto hacia su futuro se ramifica en
varias: identidad, constitución de una sociedad civil con mentalidad de
ciudadanía, y la creación de una clase política limpia y comprometida con los
destinos de su país más allá del mesianismo o la personalización. Todo
movimiento en Egipto (la cultura, la educación, la economía...) choca con barreras,
con una resistencia inaudita al cambio, con una tendencia a la repetición
inmovilista. Y Egipto, en cambio, lo que necesita es de cambios, mentales y
legales, sociales y administrativos, dar suelta a la creatividad y energía que
el país posee potencialmente, perdida por esas resistencias.
La Constitución
aprobada no soluciona lo que las partes
no quieran solucionar, solo lo lleva a otro terreno. Con todo, es importante
haber llegado hasta aquí por lo que supone de que se está avanzado, aunque la
dirección pueda parecer incierta y esté sembrada de unos problemas que hay que
intentar resolver con más inteligencia que la demostrada en muchos momentos.
Las próximas hora serán importantes porque podremos ver las respuestas e interpretaciones, en palabras y hechos, que todos —dentro y fuera del país— dan al paso de los egipcios por las urnas. Serán lecturas diferentes, pero instructivas que orientarán sobre los límites laterales del futuro.
Las próximas hora serán importantes porque podremos ver las respuestas e interpretaciones, en palabras y hechos, que todos —dentro y fuera del país— dan al paso de los egipcios por las urnas. Serán lecturas diferentes, pero instructivas que orientarán sobre los límites laterales del futuro.
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