Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El aceite y el agua no se mezclan |
Nunca había pasado algo así en la República y hacen bien en
acabar rápidamente con un político por el que no se consideran representados en
un sentido profundo, el que va más allá de su legitimidad electoral. Los votos se depositan en las urnas cada cuatro años, pero
cada día está el plebiscito de la representación, la honestidad y la efcicacia.
Los alemanes lo saben:
“Responder de manera poco sincera
a muchas cosas, no es posible para un jefe de Estado alemán…, ser la caricatura
que hace reír en todas las emisiones, no es conveniente para un jefe de
Estado”, señala una alemana.*
No son declaraciones de nadie en particular, no es ningún
filósofo político ni un sociólogo, simplemente son las palabras de una ciudadana alemana
consciente de lo que significa ser “ciudadana”
y “alemana”. Ese conocimiento es más eficaz que las fábricas alemanas o sus patentes,
porque es lo que realmente está detrás de su éxito, algo previo a todo lo demás. En Alemania no hay “milagros”:
hay seriedad.
Esta ciudadana que se detiene ante un micrófono lo explica con claridad, cualquier alemán lo entiende. A lo mejor otros no, pero ellos sí. Por eso dimitió el ministro Karl-Theodor zu Guttenberg, porque los alemanes no soportaban que un ministro de defensa fuera conocido como “Googleberg” o “doctor corta-y-pega”. Un ministro del que se duda de si ha hecho o no su tesis doctoral no puede ser ministro alemán. No en Alemania, no puede representarles.
Esta ciudadana que se detiene ante un micrófono lo explica con claridad, cualquier alemán lo entiende. A lo mejor otros no, pero ellos sí. Por eso dimitió el ministro Karl-Theodor zu Guttenberg, porque los alemanes no soportaban que un ministro de defensa fuera conocido como “Googleberg” o “doctor corta-y-pega”. Un ministro del que se duda de si ha hecho o no su tesis doctoral no puede ser ministro alemán. No en Alemania, no puede representarles.
Hemos visto hace unos días aquí un caso, el de los
expedientes académicos “engordados” o retocados por algunos políticos españoles. Ese es el
salto que debemos dar: de meternos con unos o con otros, a considerar
intolerable que un representante del Estado español envíe un currículum
retocado a instituciones europeas u otro haya estado varios años haciendo creer
que era licenciado en medicina. A los alemanes se les cae la cara de vergüenza,
sean del partido que sean. Aquí nos hace gracia o no según el partido. ¡Y
maldita la que tiene!
Es preocupante que la política atraiga cada vez más a personas que lejos de servir a los demás se sirven de sus puestos para conseguir fortunas para ellos y sus familias o amigos, para tener privilegios en los créditos o conseguir que les invite. Aunque las distancias son grandes con las dictaduras, cada vez aparecen más casos de estos en las democracias consolidadas o jóvenes, como la nuestra. Por aceptar invitaciones, privilegios, tratos de favor, etc., ya han cesado o dimitido ministros en Francia, Alemania, Reino Unido. No me molesto en comentar el caso de Italia con Berlusconi. En Brasil, la presidenta Rousseff lleva aceptadas siete dimisiones por corrupción desde que llegó al poder, todo un récord. Esto es en los sitios donde por estas cosas se dimite, claro. En otros es el pan de cada día.
La política es algo muy serio, algo más allá de la socorrida capacidad de gestión, liderazgo, etc. Exige honestidad y servicio, palabra que incluye muchas renuncias y no solo a la vida familiar, como algunos señalan compungidos. El político se debe sentir honrado por ser elegido y los electores se deben sentir honrados por sus actuaciones. El político tan solo preocupado por permanecer en el poder o sus antesalas no es un buen ejemplo ni, muchas veces, un buen político.
Hace mucho tiempo, hablamos en este blog de la importancia
del ejemplo en la política frente a
la artificialidad de la imagen, de la
necesidad de incorporar personas ejemplares
a la política. Ejemplares significa
que actúan bien y que mueven a otros a actuar igual.
Cuando el presidente alemán no da ejemplo a su pueblo, su
pueblo le da ejemplo a él exigiéndole su dimisión y recordándole que está ahí
para representarles y no para convertirlos en el hazmerreír internacional.
La caricatura del comienzo —del Frankfurter Allgemaine— nos muestra a un Christian Wulff intentando mezclar la corrupción del aceite con la transparencia honesta del agua en una copa. No es mal simbolismo.
La caricatura del comienzo —del Frankfurter Allgemaine— nos muestra a un Christian Wulff intentando mezclar la corrupción del aceite con la transparencia honesta del agua en una copa. No es mal simbolismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.