Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Con motivo de la concesión del doctorado Honoris Causa por la
Universidad Complutense, en 2004, a Muhammad Yunus, que recibió también el premio
Príncipe de Asturias (1998) y el Nobel de la Paz (2006), el economista de Bangladesh
pronunció una conferencia en Madrid con el título “Un mundo sin pobreza”. Yunus
ha sido —a través de su idea de los microcréditos y su aplicación a través del
Banco Grameen— una de las personas cambiaron los enfoques sobre el tratamiento
de la pobreza para buscar remedios y erradicarla. La experiencia de los microcréditos se ha mostrado compleja y complicada en su desarrollo y en los distintos países en los que se ha implantado. Pero ¿qué no lo es en este terreno? Que los pobres tengan más problemas para devolver sus créditos que algunos más ricos no debería extrañarnos.
Pero no se trata hoy de hablar de Economía, sino de unas
interesantes observaciones sobre la educación que realizó al hilo de su
intervención en nuestra Universidad. Escribe Yunus lo siguiente:
El profesor transmite su propia
mentalidad a los estudiantes. Mientras están en las aulas, éstos la cuestionan,
la ponen en entredicho, pero al final caen en la trampa y explican las cosas
tal como su profesor se las explicó a ellos y empezaron a creérselas. Cuando
salen de la universidad, todas sus dudas, todo lo que les pertenecía ya no existe;
se han convertido en los protectores de esas ideas heredadas que han trasladado
sin más desde su pasado, y desde allí explican las cosas y se comprometen con
ellas. Esto es algo para lo que tenemos que encontrar un modo de liberación,
habría que revisar una y otra vez nuestro sistema educativo en general —en
Bangladesh o en cualquier otra parte— para ver cómo puede liberarse a los
alumnos de la forma de pensar de sus profesores, de modo que puedan formar su
propio pensamiento, sin verse encajados en el modelo del punto de vista del
profesor, que les llevaría a convertirse en profesores de tal o cual escuela.
(14)*
Hay dos partes distintas en el problema que señala Muhammad
Yunus. La primera es el mecanismo psíquico que hace primero rebelarse y
después, en la distancia, aceptar. Y una segunda parte, que son las
consecuencias que esto tiene en el sistema de las ideas y su desarrollo.
La primera parte es un mecanismo que se da de igual forma en
las familias: los hijos se rebelan ante la autoridad de los padres y luego
reproducen muchos de los patrones y normas que a ellos les aplicaron con su
propia descendencia. Por alguna ley, avanzamos hacia aquello de lo que huimos.
Escapamos de una forma de autoridad para reproducirla en muchas de sus formas.
Aunque no se reproduzca exactamente, la tendencia es a recurrir a las formas de autoridad que aprendimos desde las formas que nos aplicaron. Tiene su
lógica; se reproduce el modelo al cambiar de rol, de posición.
En la enseñanza, sin embargo no solo se transmiten “formas”
y “actitudes” —que son importantes— sino ideas que han de ser revisadas para
mantenerlas vivas. La idea de “revisión” no es aceptada de forma general. Nos
atrevemos a decir que es precisamente la excepción. Todos nuestros mecanismos
sociales y psíquicos parecen diseñados para mantener un aprendizaje
reproductivo o mimético. Las sociedades son primero tradicionales, se basan en
la reproducción mimética. Solo muy recientemente se ha valorado el papel de la
“innovación” en las culturas o, por plantearlo en los términos de Yunus, la huida del
pensamiento de los mayores, que representan la autoridad. En casi todos los
órdenes de la vida, se tiende a rechazar lo nuevo, que solo sale adelante
demostrando unos valores muy claros respecto a lo viejo. Prejuicios y resistencias son las auténticas barreras sociales a la innovación.
Solo nuestra cultura reciente se basa en el cambio como
motor social. Hasta el romanticismo, ser original era ser excéntrico, es decir,
estar alejado del “centro” normativo, la tradición o el clasicismo. Nosotros hemos hecho, en gran medida, de
la extravagancia una norma y de la innovación una ley. Pero son leyes
antinaturales porque aunque la sociedad progrese por la innovación, la especie
avanza desde la imitación. Por eso las personas que se atreven a pensar de
forma excéntrica son las menos, ya que de otra forma viviríamos en el caos. El camino de los genios (los que siguen sus propias reglas) hasta el reconocimiento suele ser un auténtico calvario de resistencias. Las ideas nuevas lo tienen más difícil que las que ya están socialmente asentadas. Esto suele ser la norma. Y la educación transmite lo aceptado.
Para solucionar el problema educativo señalado por Yunus se
han diseñado asignaturas bajo la denominación de “Creatividad”, que están a
mitad de camino entre la Psicología y la Pedagogía, que tratan de desarrollar
métodos de aprendizaje que permitan alejarse de la repetición, que suele ser la
norma. Necesitamos un número suficiente de personas que sean capaces de pensar por ellas mismas. La cuestión está en cuántas está dispuesto el sistema a admitir.
La segunda parte de la cuestión, la que afecta al desarrollo
de la ideas, es el resultado de nuestra conciencia de lo incompleto. Desde que
terminamos con el concepto de "perfección", dejándolo del lado de la Utopía, las
ideas necesitan estar permanentemente en movimiento, revisadas para sacarles el
mejor provecho. Somos conscientes del gran valor de las ideas y, a la vez, de
lo efímero de su eficacia. Quizá esto nos haga ser injustos con algunas ideas
que siguen siendo válidas o, al menos, mejores que sus alternativas. Por eso se
produce muchas veces el retorno de algunas que son recuperadas porque se
liquidaron antes de tiempo. Buscamos desesperadamente ideas nuevas y no todas son siempre, por nuevas, eficaces.
Hay un segundo problema que Mohammad Yunus apunta en la
educación, que me parece más complejo. Señala que en nuestro deseo de abarcar y
conocerlo todo, reducimos el mundo a abstracciones y datos, que son los elementos
con los que operamos:
[…] eres como un ave que desde
arriba puede verlo todo y sabe dónde está lo que le convertirá en un erudito,
en un sabio, en una persona docta. Sin embargo, al realizar mis proyectos en
las cercanías de la aldea, empecé a tomar conciencia de que veníamos cometiendo
un error en nuestra enseñanza. Mientras yo era un ave que volaba alto, enseñaba
todo los que sabía sobre Bangladesh, todo lo que sabía sobre la vida de los
pobres de Bangladesh, pero al aterrizar comencé a darme cuenta de que todo lo
que había enseñado y aprendido estaba en mi imaginación, que eran
representaciones sobre la vida de la gente, sobre las reacciones de la gente, construidas
por nuestros libros de texto. Cuando te encuentras con los pies sobre la tierra
y tocas a las personas, hablas con ellas, adviertes que éstas no siempre se
ajustan al prototipo, al estereotipo que tienes en la cabeza. (14-15)
El problema es aquí de un orden distinto, pero también muy
dañino en sus consecuencias. Nuestra forma de producir “conocimiento” es a
costa de una pérdida importante de realidad. En el caso en el que nos
enfrentamos con grandes regularidades, como ocurre en las Ciencias, no es tan
dañino como en aquellos casos en los que abstracciones o generalizaciones
suponen la eliminación de muchas de las diferencias, algo que ocurre con
frecuencia en las Ciencias Sociales.
Muhammad Yunus es economista, una profesión en la que se
tiende a convertir las diferencias humanas en cifras, en magnitudes que
representen esas diferencias hasta hacerlas operables,
útiles en fórmulas que tiendan a explicar o describir el comportamiento humano.
Si estudiamos solo lo que podemos traspasar a un papel, estamos siendo esclavos
de nuestras propias ilusiones, la que generan nuestras clasificaciones y datos.
Pero hay muchas cosas que esos papeles
no recogen ni pueden recoger: las diferencias que hacen a los humanos distintos
aunque estén metidos en un mismo porcentaje. Por eso señala Yunus:
Ahora, en mis viajes, estoy en
contacto estrecho con la persona implicada, estoy abandonando la perspectiva
del ave, ya que he experimentado que cuando vuelas alto no puedes ver muy
claro, y cuando no puedes ver lo que necesitas o buscas, entonces lo creas con
la imaginación y empiezas a pensar que lo ves porque eres una persona sabia. Es
decir, lo que estoy haciendo es abandonar el punto de vista del ave y tratar de
adquirir la perspectiva del gusano. Ya saben, un pequeño insecto que camina
sobre la tierra.
El punto de vista del gusano es
para mí una opción mejor, ya que puedo observar claramente cualquier cosa que
veo. Es real, es concreto, y si me encuentro un obstáculo en el camino puedo
rodearlo porque lo veo —su forma, su tamaño, su naturaleza— y puedo dar media
vuelta y llegar a mi destino. (15-16)
Lo que hay en esa imaginación, lo que nos hace pensar que
somos sabios, pueden ser precisamente las ideas repetidas y sobre las que ya no
realizamos juicio crítico alguno. La reivindicación del punto de vista del
gusano frente al aparentemente más noble y completo del ave es esencial en los
casos en los que nos enfrentamos no a los datos sino a las personas. Yunus
tenía que decidir respecto a personas en la concesión de sus microcréditos y se
daba cuenta que una cosa es lo que uno se imaginaba desde los informes y otra
frente a las personas, en su propio territorio y no sobre un papel. Las teorías y datos recibidos a veces no dejan ver el bosque.
Estos dos problemas —los que afecta a la transmisión y
renovación de las ideas y los que posibilitan su mayor o menor ajuste a la
realidad— son el núcleo de las cuestiones educativas. Y lo son porque no son
problemas estrictamente educativos,
sino más amplios, derivados de nuestra propia naturaleza y comportamiento
social. Haríamos bien en tenerlos en cuenta siempre. O el pájaro acabará con
los gusanos.
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