Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La formación puede ser un problema en Alemania, por ejemplo,
en donde les hacen falta doctores e investigadores. En España la “formación” no
es el problema. Apunten a otro lado.
En las condiciones actuales el sistema educativo queda
atrapado entre tres posibilidades: se dedica a formar exclusivamente para
aquello que hay (poco) empleo, creando grandes bolsas de trabajadores que
compiten por lo mismo; apuesta por formar en aquellos campos para los que no
hay empleo, pero podría haberlo en algún momento; y forma en campos en los que
será difícil que existan puestos de trabajo. En el primer caso, tienes
asegurados bajos salarios por la gran oferta de empleo; en el segundo, tienes
parados a la espera de que arranque el sector y puedan emplearse y a los que puedes dar más formación; y finalmente
formas personas cuyas mejores opciones son la emigración a lugares en los que
haya oportunidades reales para lograr puestos de trabajo acorde con especialidades. El
principal problema que tenemos es que no hemos sido capaces de diversificar
nuestro mercado laboral que absorbe poco empleo y lo hace en el sector servicios. Si el gran parón va ligado a la burbuja inmobiliaria y a que el turismo es un sector especialmente sensible a las crisis internacionales, entonces la formación no es el problema.
Hay una cuarta opción: el sistema educativo no se preocupa
del porqué de la formación y, considerándola como un negocio más, se preocupa
de sí misma. Vive del desempleo masivo, que es su clientela potencial. Cuando
la gente no tiene trabajo, continúa formándose, es decir, invierte lo que tiene (o le prestan) en matrículas de cursos que piensan que le abrirán posibilidades
de futuro. La formación continua es un interesante concepto que no se refiere
al “qué bonito es aprender”, sino al mucho más duro de tienes que invertir parte de lo que ganas y de tu tiempo en defenderte de los
reajustes permanentes de las empresas en las que estés. Tu empresa puede ir
muy bien, que estén muy contento con tu trabajo, pero han encontrado un lugar
en el mundo en el que hacen lo mismo un 20% más barato. Adiós. La formación continua no es más que la respuesta a la destrucción continua de empresas y puestos de trabajo en un mercado competitivo.
La extensión global de la economía hace que tu capacidad de
desarrollar sectores de trabajo sea relativa. En realidad, según la teoría, es
el capital el que decide ofrecer en
un lugar concreto unos puestos de trabajo porque es allí donde se da la
conjunción de condiciones más rentables. Eso incluye los costes de producción, entre
los que se encuentra, claro, la mano de obra. Cuando se produce un
encarecimiento, se deslocaliza y se lleva
a otro sitio donde sea posible producir en las mejores condiciones, que suelen
ser las peores a otros efectos: bajos salarios, explotación, contaminación, etc.
Los datos que nos ofrecen hoy —bajo el directo titular "Las rentas empresariales superan por primera vez a las salariales en España"— son muy claros al respecto:
La globalización, que presiona a
la baja sobre los salarios, el creciente número de trabajadores que pasan a ser
autónomos, el declive de la industria en favor de los servicios, y un sistema
que privilegia el beneficio a corto plazo confluyen en la misma corriente de
fondo: las rentas de los asalariados pierden peso en el reparto de la riqueza,
al tiempo que los excedentes empresariales ganan protagonismo. El empujón final
lo ha dado la enorme destrucción de empleo acumulada en los últimos
tres años. Por primera vez, las rentas empresariales superan a las salariales
en el reparto del valor añadido que genera la economía española.*
En un párrafo se resume perfectamente la evolución desastrosa
de nuestra situación. Esa “presión a la baja” es la que marca nuestra pérdida
de nivel de vida, es decir, ya no se pueden mantener muchas cosas que van
dentro de nuestra idea de progreso o de calidad de vida. La teoría parece decir
que o te empobreces o dejas de ser atractivo,
laboralmente hablando. La importación de mano de obra inmigrante practicada por
el empresariado español era una alternativa al traslado de las empresas porque
nuestros tres puntales son intrasladables: construcción, turismo y agricultura.
Los tres están ligados a la tierra, por más que las empresas se puedan ir a
construir casas a otro sitio, poner hoteles en Cuba, etc. Los trabajadores se
quedan. España es nuestro suelo para construir
casas, tomar el sol, visitar la Alhambra o plantar pepinos y tomates. Unas cosas
son exportables y otras no. El mazazo dado ayer por el parlamento europeo a la agricultura española nos demuestra cuáles son los intereses que prevalecen. Más salarios a la baja para poder hacer competitivos los salarios ¡con los de Marruecos! Y nosotros que queríamos ser suecos o alemanes. Cuando la agricultura deje de ser rentable, esos campos lo serán de golf y Europa podrá disfrutar de ellos tomando un zumo de tomate importado.
La forma de salir de ese círculo vicioso es la innovación, como señaló Schumpeter.
Puedes fabricar o puedes inventar y que otros fabriquen; puedes fabricar cosas
que los demás sean incapaces de fabricar porque no tienen tu capacidad
tecnológica y conocimientos. Alemania, Estados Unidos, Japón, innovan y fabrican.
Lo que les resulte más barato hacer fuera lo hacen, pero son ellos los que
retienen las patentes resultado de su investigación puntera.
Sin embargo, todos los datos que nos llegan nos hablan de lo contrario en España. No se avanza en al terreno de la investigación para salir de los males, sino que se apuesta por ese “corto plazo” que apuntaban, que viene a significar la prolongación de la agonía. Es como al náufrago al que no se le saca nunca del agua y se le arrojan alimentos desde la orilla.
La educación es necesaria, pero no es el problema. El
problema es que no se crean las condiciones para que esas personas formadas
tengan la posibilidad de desarrollar su potencial innovador. La proliferación
de autónomos es una de las piezas claves
más claras al respecto. Tienen que dejar de vendernos el autoempleo como
panacea o la autonomía como independencia, cuando la verdadera razón es la
incapacidad de crear proyectos colectivos fuertes, realmente competitivos. La
atomización laboral no es más que el reflejo de la desaparición de la empresa
capaz de realizar proyectos de envergadura. Es el búscate la vida porque no es que no se abran las puertas; es que ya
no quedan puertas a las que llamar.
Estos son los pactos sociales verdaderos que deben afrontar
los sindicatos, empresarios y políticos. Los demás es discutir por los males
sin afrontar los remedios. Tan mala como la pobreza es la pobreza mental que llevan
demostrando tres décadas.
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