Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nada repugna más a la mentalidad totalitaria que el ver
representada su ineficacia, criticados sus errores o que se pueda crear una versión
alternativa de la realidad a la que su mente imagina, en sueño o vigilia. En las
mentes totalitarias solo existe una fuente de derecho, lo que ellos piensan.
En Egipto, el partido salafista Nour, que tiene el 24 por
ciento de los votos, ya ha mostrado en varias ocasiones su visión del mundo y
de lo que es la “democracia” para ellos, concepto que debe ser cuidosamente revisado
por su peculiaridad de interpretación y aplicación. Ante los acuciantes y graves problemas que hoy tiene Egipto, han pedido que se
presente una ley para el control de los medios de comunicación. El diario egipcio Al-Masry Al-Youm señala:
“Many journalists don’t care for
the country’s interests, and have sensational approach. They push MPs to attack
the Interior Ministry in order to defend a few protesters who want to overthrow
the government,” said MP Mohamed Abdel Rasoul.*
Es característico de la mente totalitaria asumir el punto de
vista del conjunto, en este caso “los
intereses” del país, para acusar a los demás de ir contra ellos. El
razonamiento posterior ya es delirante pues necesita justificar su proceder.
Los manifestantes presionan a los medios, los medios presionan a los diputados, los
diputados presionan al ministro y el ministro tiene que hacer declaraciones, con lo que de nuevo
vuelve la pelota a los medios. Todo, como se ve, poco edificante. Los diputados deben limitarse a aplaudir a los ministros, que para eso están.
Habría que preguntarle al diputado Rasoul quién debe decidir
la manera de informar, aunque para él,
los criterios están muy claros. La respuesta nos llega de otro de los
diputados:
MP Abdel Aziz al-Aqra requested
that parliamentary sessions not be broadcast live. “It’s irreligious to let
people see government officials insulted,” Aqra said.
El debate parlamentario tampoco les parece a los salafistas
un buen ejemplo de lo que las personas
piadosas deben ver. Nos les parece ejemplar que se critique a un gobierno
que solo da pruebas de debilidad e inutilidad, pero eso, para los salafistas, es
“irreligioso”. Y no existe nada peor, claro. Su totalitarismo justifica la
autoridad como tal autoridad, por
encima de otras circunstancias. La autoridad debe ser respetada —en español
decimos “religiosamente”— y solo criticada en el caso de que ella misma se
volviera “irreligiosa”. Lo demás, según parece, es irrelevante; es la gente, que se pone delante de las balas. ¡Cómo cambia la mentalidad cuando te sientas en un parlamento!
Abdel Moneim a´-Shahat |
Los diputados del Nour también se enfadaron cuando los
medios de comunicación se hicieron amplio eco de las declaraciones televisivasde otro de sus diputados, Abdel Moneim al-Shahat, señalando que el islam prohibía felicitar por las fiestas a los cristianos,
algo que causó gran revuelo y fue, afortunadamente, ignorado por la mayoría de
los egipcios que no ven inconveniente en alegrarse por la alegría de los demás.
Pero la alegría y las felicitaciones también deben estar reguladas como tantas
otras cosas, entre las que se incluyen todo tipo de circunstancias pues es
característico de la mentalidad totalitaria regular o legislar sobre todos los
aspectos, por mínimos que sean, de la realidad.
Pero que además de que le parezcan criticables los medios
por informar, también le parezca reprobable que las sesiones parlamentarias se
puedan retransmitir por televisión y hayan pedido que se interrumpan es grave
en sí mismo y en la posible tentación mayoritaria que puedan establecer con el otro
cincuenta por ciento de la cámara parlamentaria, con los Hermanos Musulmanes.
Nos hicimos eco, hace ya varios meses, de la llamada de un general a la
televisión señalando que no le gustaba lo que se decía allí. La convergencia de
crítica a los medios con los militares, la molestia que les producen, no es
casual.
Está claro que el salafismo es incompatible no solo con la democracia, sino con el simple futuro de Egipto o con algo digno de ser llamado así. Y es deseable que todas estas manifestaciones y aspiraciones de control sobre lo que les rodea sean lo suficiente aireadas como para que el pueblo egipcio se vaya percatando. El episodio de las peluquerías —del que ya dimos cuenta— en el que grupos salafistas entraron para tratar de interrumpir las labores de peinado y de donde fueron sacados a bastonazo limpio por las clientas, ya fue significativo. Su intento de imitar las policías morales, características, de Arabia Saudí —un ejemplo de democracia—, con patrullas ciudadanas no es algo trivial y requiere respuesta.
La mentalidad totalitaria puede ir avanzando en un terreno
ya trabajado y acostumbrado a los excesos de la dictadura anterior. No todas
las dictaduras llevan uniformes militares. Totalitarismo y autoritarismo
convergen en el recorte de las libertades o negación derechos de los ciudadanos, convirtiéndolos en
presos encerrados en cárceles o en una niñez eterna que les impide crecer y
pensar por sí mismos. Ambos ofrecen padres
tiránicos. El papel de los medios es esencial para dejar en evidencia el camino
que prefieren y por el que les gustaría llevar a la totalidad de un pueblo
convertido en rebaño.
Cuando los salafistas la toman con los medios de
comunicación, que les molestan profundamente, revelan su visión de un mundo en
el que solo se les escuche a ellos, en el que desaparezcan cualquier tipo de
divergencia. Solo existe un mundo y es el suyo.
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