Joaquín mª Aguirre (UCM)
Las más de 70 muertes y los mil heridos, resultado de la
batalla en el estadio de fútbol de Port Said, nos revelan, una vez más, los
entresijos y peculiaridades del mundo político egipcio y su revolución. La
respuesta unánime de políticos de diversas tendencias responsabilizando al
Ejército y a la Policía del desastre de orden público y de la matanza por desaparecer del mapa
durante los incidentes nos muestra el siniestro papel que están jugando los
restos omnipresentes del pasado, del régimen de Hosni Mubarak, incrustados como
garrapatas en todas las capas de la piel egipcia.
Para entenderlo desde otra perspectiva diferente, hay que
comprender el papel que los grupos de aficionados, los grupos denominados
“ultras”, han jugado como denuncia y protesta permanente contra la dictadura de
Mubarak antes y ahora enfrentados a la Junta Militar. En España estamos
acostumbrados al término “ultra” en los campos de fútbol con un sentido específico unido a la violencia. En
Egipto los grupos “ultra” van más allá del hooliganismo
y son los que han coreado en los estadios los cánticos contra la Junta Militar
y contra el mariscal Tantawi en particular. Han jugado también un papel especial en la
resistencia en las plazas y calles en la revolución.
Según recoge la prensa egipcia, pocos tienen dudas de que
esto haya sido una venganza organizada contra los seguidores del equipo de El
Cairo. Hay recogidas en la prensa advertencias y denuncias previas sobre la
actividad de matones y la presencia de armas entre ellos. Los propios
seguidores del equipo local aseguran no tener nada que ver con la agresión. Y dan un dato más: es la primera vez en mucho
tiempo que el gobernador no asiste a un partido de estas características, ni los
principales responsables de la seguridad, espectadores habituales de los encuentros*. Demasiado
raro todo.
La suspensión de la Liga de Fútbol quita de en medio a una
incómoda parte de la población que manifiesta su descontento contra la Junta
Militar en cada partido y cuyos cánticos y pancartas son distribuidos a través
de las imágenes de la televisión cuando captan al público.
Residents of Port Said, as well as some politicians and ultras
themselves, feel the group was the target.
"Ultras are very popular and respected among the
revolutionaries," said 45-year-old Port Said trader Ahmed Badr.
"The ultras were the target (on Wednesday). This was a setup for
them, a massacre. The military council and the security forces are the only
parties held accountable for such events."**
Las iras de todos van contra la retirada de la policía. La
historia posmubarak tiene poco margen
para la sorpresa. Casi siempre se repite el mismo patrón: conflicto de comienzo extraño, que acaba en enfrentamiento con muertos ante la ausencia o pasividad de la
Policía. No se puede ignorar que el
aparato represivo, espionaje, contrainformación, sabotaje, etc. del régimen de
Mubarak está intacto y funcionando a pleno ritmo, según parece. Y todo apunta
siempre en la misma dirección: el caos siempre beneficia al que promete el orden. Es la misma tesis sostenida por
Mubarak cuando se ofrecía como alternativa para mantener el orden frente al
caos democrático de las reivindicaciones. Aquí no hace falta recurrir a enemigos
exteriores porque los interiores están en el mismo lugar que estaban. Cuanto
mayor sea el caos, mayores prerrogativas y privilegios exigirá la Junta Militar
para fijar sus funciones y competencias. Justificará la neceaidad el orden interno y mostrará al mundo que
ellos son una alternativa razonable al caos y a los conflictos internacionales
derivados. Mostrarán al mundo que los coptos y musulmanes se matan si no están
ellos; que se asalta la embajada de Israel si no están ellos; y la gente se
mata en las calles por la cuestión más tonta si no están ellos. Lo malo es que todo esto ocurre cuando están ellos.
Lo hemos dicho muchas veces y, desgraciadamente, me temo que
habrá que repetirlo muchas veces más. El caos no surge solo. Tiene una función
muy precisa, evidente para cualquiera que conozca las tácticas del miedo.
Egipto lleva tiempo bajo presión intensa. No solo la
revolución produce angustia, sino el pensar en el futuro incierto. Ninguna herramienta
es más eficaz que la que convence al resistente de que es él quien está causando su propia
desgracia y la de los suyos por plantear sus demandas y reivindicaciones.
Ninguna más efectiva que convencer a los demás que los responsables de lo que
ocurre son otros, convertirlos en el enemigo.
La pirámide de las necesidades jerarquizadas de A.H. Maslow |
La psicóloga Dalia Danish, consultada por el periódico The Daily News Egypt señala —reivindicando el valor explicativo de la famosa pirámide de Abraham Maslow que
jerarquizaba las necesidades— que la gente dejará de preocuparse por
su libertad si no puede dejar de preocuparse por los niveles inferiores, los de
la seguridad y la supervivencia. La inseguridad física y económica harán olvidar las reivindicaciones políticas. Acontecimientos como los del estadio
de fútbol de Port Said contribuyen a acrecentar el estrés generando angustia y
creando una especie de síndrome de Estocolmo colectivo que lleve a reclamar la
salvación, casi pedir perdón, al que te está secuestrando la voluntad y tu derecho
a vivir en paz.
Con agudeza, señala Dalia Danish, cómo las peticiones se
acaban dirigiendo a quien no deben y causan el efecto contrario:
“People weren’t told that they don’t need a
leader and that they are in control of themselves. People are still making
demands from the Supreme Council of the Armed Forces, which is paradoxical
since SCAF got its power from the people,” she explains.***
Es un viejo principio: aumentas automáticamente el poder de
aquel a quien ruegas. Creas lazos de dependencia y subordinación, le reconoces el
poder de detener o aumentar tu sufrimiento: lo conviertes en poderoso y se afianza su autoridad.
Cuando Danish señala que a la gente no se le ha dicho que no necesitan líderes
para todo, está en lo cierto. Las demandas que se realizan a la SCAF son el
reconocimiento explícito de que la SCAF es quien tiene el poder. Evidentemente
no es tan sencillo aplicar las recetas individuales en el campo de lo social o
político. Pero sí que es evidente que los movimientos para producir caos tienen
como efecto que la gente le “pida” a los militares que “pongan paz”, “que
arreglen” los problemas, que “sigan allí” para evitar los desastres, etc. Como con Mubarak, el truco está en que todos te pidan protección, que se sientan seguros contigo.
Son muchos muertos y heridos, mucha incompetencia y demasiadas sospechas.
* “Activists,
politicians see more than hooliganism in football violence”. Al-Masry Al-Youm 02/02/2012 http://www.egyptindependent.com/node/633646
** “Ultras
football fans target ruling generals” Al-Masry Al-Youm 02/02/2012
http://www.egyptindependent.com/node/633806
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.