viernes, 14 de junio de 2019

Zonas de conflicto o las guerras de Trump

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario El País clasifica como "baja amistosa" la salida de la Casa Blanca de Sarah Sanders. La administración de Trump es lo más parecido a una serie de guerras internas, medias y externas que forman un espectro. Las internas suponen un diverso grado de profundidad y van de los asuntos domésticos (¿son los adulterios públicos causa de conflicto o de tranquilidad en casa?), las luchas dentro de la Casa Blanca y su equipo a los republicanos. En los dos primeros niveles Trump tiene poderes especiales porque es un entorno que diseña con sus deseos, quita y pone. No sucede lo mismo en el bando republicano, en teoría el suyo, pero donde los afectos son repartidos del amor al odio. Eso se verá con más intensidad conforme se acerque el tiempo de la reelección. Me imagino que habrá bastantes republicanos que no jueguen la baza Trump. El respaldarlo o no para la reelección va a poner a los republicanos contra la espada y la pared. Hacerlo supone respaldar lo que está haciendo en su integridad y eso es muy difícil de asumir. Las salidas constantes de la Casa Blanca, con diferentes grados de hartazgo, son una muestra de ello.



Las guerras medias son las que Trump ha abierto en los Estados Unidos. Su lucha en este campo es con los demócratas, con los alcaldes de las ciudades, con las cámaras en las que ha perdido el apoyo y que le cercan o desobedecen cada día más. El ejemplo de las ciudades santuario es claro. Otro frente importante, vinculado con lo anterior, es el de los jueces que son los que han frenado muchas de sus iniciativas internas declarando inconstitucional sus intentos y manejos. Este estrato, el judicial, será decisivo en el caso de que se produzca una ofensiva intensa desde cualquier otro frente de batalla. Es en esta zona de guerra donde está el peligro del "impeachment", algo que sigue rondando y en lo que no cejarán al presentarse a la reelección.
Junto a los jueces, las guerras de las zonas intermedias han sido marcadas con sus enfrentamientos con la prensa. Nunca creo que haya habido un presidente (casi de cualquier país) en una batalla abierta tan gigantesca con los medios. Exceptuando a la FOX, la mayor parte son medios menores los que le apoyan o los que lo hacen en temas puntuales.


Las guerras con la CNN, The New York Times o The Washington Post han tenido momentos como el conflicto con Jim Acosta, el corresponsal de la CNN en la Casa Blanca, un ejemplo de las tormentosas ruedas de prensa.
Los medios tienen un porcentaje elevado (habría que medirlo en unidades de algún tipo) de su tiempo y espacio dedicado al análisis de la penúltima del presidente. Los informativos se abren y cierran con él, pues es muy probable que entre el principio y el cierre haya mandado algún tuit, insultado a alguien (de Merryl Streep a Nancy Pelosi, del alcalde de Londres al presidente Macron), o amenazado a algún país.
Los medios no saben cómo escapar de esta atracción trumpiana. Han debatido en columnas y editoriales la necesidad de alejarse, pero Trump se mueve en esa guerra, que es su favorita, arrastrando a parte del pueblo norteamericano al odio contra la prensa, el enemigo del pueblo.
Una a una, Trump ha ido dejando en carne viva a las instituciones y personas que le son adversas. No deja a nadie sin despellejar y sus palabras atentan cada vez más contra los principios de la convivencia, por un lado, y de la constitución por otro. El gran demagogo ha llegado; el hombre que pisaría los pilares democráticos del diálogo, del respeto a los valores, está en el ojo del huracán permanentemente arrastrando a su paso  todo lo que encuentra, dejando en ruinas a la República.


La tercera de las zonas de guerras es la exterior. Trump usa las guerras exteriores con retroalimentación de las interiores. Le sirven para acallar voces o ser jaleado en el interior por los que le siguen y han adoptado su estilo. ¿Cuál es este? Evidentemente el del poder bruto, descarnado, insultante. Para Trump solo existe la amenaza o el negocio. Por supuesto, uno y otro son caras de la misma moneda: se amenaza para ganar en los negocios. Sus relaciones internacionales son motivo de preocupación internacional porque causan incertidumbre en los mercados y en las situaciones bélicas.
Trump no entiende el equilibrio internacional. Tampoco le interesa porque para él, pensar y evaluar son solo reacciones de los débiles. Cuando se tiene poder, hay que ejercerlo y este se muestra como ganancia, por un lado, y sumisión por otro.


Lo que ha hecho con las amenazas a México con subir los aranceles es un ejemplo claro. También sus insinuaciones de que existen cláusulas secretas. Eso solo puede entenderse como un dejar caer sobre el asunto que le obsesiona: qué México pague la construcción del muro. Es una obsesión enfermiza. Seguramente, comenzarán las veladas alusiones a que se podrá realizar el muro con el pago de alguna forma. No va a dejar de intentarlo.
La humillación a México solo es comprensible desde ese supremacismo que caracteriza su pensamiento manifiesto e insinuado las más de las veces. Trump necesita reforzar el populismo nacionalista con la idea que Estados Unidos es la superpotencia hegemónica y que nadie discutirá sus deseos. Pero el deseo de Trump pasa siempre por el insulto y la humillación, por la creación de la discordia, como no ha dejado de hacer con el tema del Brexit y otros derivados de la Unión Europea. El hecho de que se hayan enfrentado a él en la cuestión de un Ejército europeo para la defensa de la Unión, le ha irritado y ha dejado al descubierto sus estrategias: primero amenaza con puntos de fricción alrededor de Europa y después impone el gasto militar que debe llegar a sus bolsillos a través de la industria armamentísticas, como hace en Oriente Medio.


La guerra comercial con China ha desbordado el concepto de "comercio" jamás se ha visto una maniobra tan monopolística sobre las comunicaciones mundiales como lo ocurrido con Huawei. El lanzamiento de todo tipo de informaciones, sin fundamentación alguna, como han reconocido países como Alemania o reino Unido, muestra cómo al al igual que le gustaría recibir información sucia de sus rivales a la presidencia de países extranjeros, es capaz de producirla sin rubor, creando esos focos de duda, que van de la detención de la hija del presidente de Huawei a las acusaciones de espionaje futuro.
Hoy Trump ha abierto conflictos con todo el mundo, de Oriente Medio a México, de China a Turquía o Irán y Rusia. Cualquier movimiento ya solo es posible mediante amenazas o creación de ambientes turbulentos. La venta de armamento a Polonia (aviones) y el traslado de soldados de Alemania a Polonia forma parte de sus formas de negociación Ha metido una cuña en las relaciones europeas, que es de lo que se trata. Con sus enviados especiales por Europa, la cosa se plantea difícil, ya que se dedica a la organización del sentido antieuropeo de las fuerzas populistas.


Su gusto por los gobiernos autoritarios, de Egipto a Hungría o Arabia Saudí, etc. hace que no haya líder mundial democrático quiera estar a su lado. El gusto por los dictadores refleja su propio sentido autoritario. Esto ha intensificado otros conflictos, ya que se han sentido respaldados por Trump, como han señalado múltiples analistas. El caso del asesinato de estado del periodista Jamal Khashoggi ha sido clarificador, poniéndose del lado del príncipe de Arabia saudí y contradiciendo los informes de la propia CIA, que le señalaban como responsable. 
Todas estas zonas bélicas son recorridas transversalmente. Se producen interacciones entre los niveles. Cuando le aprietan en casa, Trump dispara en el exterior o crea nuevos conflictos dentro o fuera. El punto de convergencia es él. Él es el ojo del huracán.


Los ataques a los petroleros en el estrecho de Ormuz son un nuevo punto caliente que puede aumentar la fricción hasta llegar a niveles muy peligrosos para la situación del mundo entero en cuestiones de seguridad y de incertidumbre económica por las subidas de los precios del petróleo. La zona ya es bastante complicada, pero no la única. Los mares de Asia Pacífico también nos cuentan de peligros o el acercamiento a Irán de nuevos buques.
Hay otra zona importante de conflicto más allá de la guerra o la economía: es el efecto del cambio climático sobre el planeta en el que vivimos. La idea, digna de Trump, dada por Mike Pompeo sobre que el deshielo podrá servir para tener nuevas vías para el comercio es una de las más necias escuchadas. Revela algo más que estupidez; es un desafío a la inteligencia, a la comunidad científica. No se debe ignorar esta zona porque afectará a los conflictos (provocando hambrunas por sequías o riadas, nuevas migraciones y nuevos conflictos fronterizos provocados por el cambio). Trump no vive en un planeta; cree ser su dueño y que puede verse favorecido por catástrofes que serán bienvenidas para la economía norteamericana. Cuando arda al completo California habrá que preguntarle. Pero California es un estado adversos a sus políticas. Ya se apañarán.
No sabemos lo que pasa por la cabeza de Trump, pero pocas veces será bueno para el mundo a la vista de su historial. Demasiados conflictos y un mundo interconectado en el que todo cuenta. Los temores crecen. Cada nuevo conflicto es una tensión de una cuerda invisible. ¿Cuánto resistirá?



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