domingo, 30 de junio de 2019

Chucky aprende o la cadena de montaje educativa

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La nueva y divertida versión de "Muñeco diabólico" (Child's Play, Lars Klevberg 2019) estrenada el viernes en nuestros nos muestra a un autómata asesino (como en todas las versiones) con las novedades esta vez que Chucky ha salido de una explotadora cadena de montaje en Vietnam, está conectado a la "nube", tiene acceso a todos los dispositivos de la casa y aprende de los que le rodean. Es un Chucky 5G. Ya no hace falta recurrir a los espíritus. El muñeco es tan diabólico como el sistema que le ha creado da de sí. Un Chucky interconectado es más terrible que un Chucky poseído.

La celebrada película "Nosotros" (Us, Jordan Peele 2019) también ironizaba sobre las casas automatizadas y sus fallos en los momentos decisivos. No servían de mucho los asistentes automatizados. Una bonita voz no garantiza un buen servicio.
El excesivo protagonismo de las máquinas, desplazando el contacto, las interacciones humanas, está empezando a provocar una reacción en muchos sectores. Los procesos de automatización son cada vez más intensos y desplazan a las personas. En ese mismo cine, nos ofrecen en la entrada una aplicación especial para no tener que pasar por taquilla. Ya se pueden sacar las entradas por internet, claro, pero esta es otra vuelta de tuerca. Pero yo quiero poder charlar con mis amigas taquilleras y comentarles qué tal estaba la última película. No podré hacer eso y no instalaré en mi teléfono la app que me ofrecen. Tampoco la del lugar donde como un par de veces por semana. Por si quiero pedirlo a través del teléfono, me dicen. Vivo enfrente. Prefiero, de nuevo, charlar con las personas. Mi vida se construye con palabras, dialogando.
No es el "futuro"; son dos sistemas en competencia por hacerse con parte del negocio. Lo malo es que ese negocio es a costa de las reducciones del material más caro y débil, las personas. Nos advierten que los lugares de trabajo se desmaterializan, que se puede teletrabajar (ya no tienes que salir de casa para realizar tu trabajo). Ellos se ahorran el espacio, tú el transporte. El cine también dio una descripción irónica en La asesina de la oficina (Office Killer, Cindy Sherman 1998).
El diario El País nos trae una nueva noticia de rebelión contra las máquinas con el siguiente titular "Rebelión contra Zuckerberg en colegios de EE UU". La cuestión no es nueva y se puede rastrear en la prensa norteamericana desde noviembre del año pasado en que comenzaron a protestar las familias. Nos cuentan:

La protesta empezó en Cheshire, (Connecticut, Estados Unidos) uno de esos condados residenciales que atraen a las familias por la calidad de sus escuelas públicas. La oferta era golosa. Un nuevo modelo para las clases, la última tendencia en educación. Serían pioneros. Habría ordenadores gratis para todos. Lecciones a la medida de cada alumno, enseñanza personalizada para maximizar cada potencial. Silicon Valley llegaba a las escuelas de este tranquilo distrito de la costa Este. Pero no tardaría en irse por donde había venido.
“Era un programa piloto llamado Summit Learning. Cuando empezamos a ver cómo funcionaba, nos rebelamos. Comenzó en grupos de padres y pronto se convirtió en un movimiento en toda la ciudad. Apenas había interacción entre profesores y alumnos. Los padres se empezaron a preocupar por qué pasaba con la información de los niños que se metía en el sistema”, recuerda Mary Burnham, educadora, que fue una de las líderes de la movilización. “Recogimos firmas, pero al principio los colegios no nos escuchaban. Entonces un padre vio que los niños habían tenido acceso a contenido inapropiado, explícitamente sexual. En un día, se sumaron 500 firmas. El distrito escolar ya no podía ignorarlo más. Al volver de Navidad, ya habían quitado el programa”, prosigue.*


La queja va en tres direcciones: 1) la falta de interacción; 2) qué se hace con la información generada; y 3) el acceso a contenidos sexuales. En una sociedad puritana como la norteamericana, el paso definitivo ha sido el tercero, pero no nos dejemos engañar. Es el más fácil de solucionar y el de efecto más relativo ya que todos esos jóvenes disponen también de acceso a todo tipo de materiales desde sus propios dispositivos, ordenadores o teléfonos inteligentes. Pero el sexo siempre se vende bien, especialmente como excusa. Si los dos primeros argumentos falla, el tercero no.
Son mucho más preocupantes, desde el punto de vista educativo, los dos primeros puntos. La falta de interacción y la producción de información y su acceso a ella.
En cuanto al primero de ellos, la interacción, las instituciones educativas y las políticas han derivado hacia un modelo educativo básico enfocado hacia el trabajo (un bien escaso) prescindiendo de las personas. Somos piezas en el sistema productivo y la dimensión humana se ha reducido al par consumo / producción. Desde el punto de vista político, lo que importan son los cálculos para la sostenibilidad del sistema, ya sea por el problema inicial de la formación, el segundo de la ocupación y el tercero de la jubilación. El sistema ha visto en los sistemas automatizados un gran negocio para la formación (infancia, juventud y reciclado), en el segundo a través del teletrabajo o de la sustitución de la mano de obra por automatismo; y en el tercero ve una gran oportunidad de negocio en la asistencia y monitorizaciones a distancia.


La rebelión en los colegios que El País nos cuenta sobre la percepción de los padres respecto a los dos problemas, conocimiento y privacidad:

Los padres descontentos se quejan tanto de la calidad del currículo que ofrece como de la cantidad de tiempo que los niños deben pasar ante las pantallas, y no escuchando al profesor. “Cuando mi hijo venía a casa, yo miraba su ordenador y me daba cuenta de que había estado horas en YouTube, Facebook o Vine. Se pasaba el día ante la pantalla. Se reunía con su tutor solo una vez a la semana. Al principio los alumnos estaban muy emocionados, pero al final del curso mi hijo, que era de los mejores en matemáticas, estaba llorando porque no sabía hacer los ejercicios”, asegura Bethany Berry, una madre de un alumno del condado de Lincoln, en Kentucky, que introdujo este curso Summit en las escuelas y se enfrenta a una contestación creciente de los padres.
También hay preocupación por la gestión de la privacidad de la información que proporcionan los alumnos, teniendo en cuenta que el principal financiador de la plataforma ha creado un imperio a base de recoger y capitalizar económicamente datos de sus usuarios. Desde Summit aseguran que la privacidad es una de sus “más altas prioridades”. “Estamos profundamente comprometidos con la privacidad”, explica Catherine Madden, portavoz de Summit Learning. “Los datos de los alumnos no se venden y se usan solo para propósitos educativos. Cero excepciones”.*

La estrategia, como en otros campos, es ir adentrándose en el sector. El resto es cuestión de tiempo. La percepción de las familias de que sus hijos acceden a informaciones, pero eso no significan que aprendan, concepto que necesitaría una reformulación profunda dadas las campañas y distorsiones que se producen. Lo contando sobre el "tutor semanal" como sustituto de los profesores es un elemento clave en la construcción del sistema. No es que desaparezcan los maestros o profesores, sino que cambia totalmente su formación y función. El perfil requerido es otro.


Este perfil ya se modela en todos los ámbitos mediante los sistemas de puntuación, que premian a los que van en el sentido correcto (desde el diseño previo) y penalizan a aquel que tiende a formar su propio estilo o un currículum propio. El profesor, como el alumno, no son más que dos productos complementarios.

Por otro lado, la enseñanza online abre la entrada en el negocio de la enseñanza a muchos agentes. Todos los que pueden hacerlo se introducen en este mundo en el que se les dice que pueden vender su "know how" a través de plataformas online y profesionales que prestan su imagen e información. Se trata de virtualizar para comercializar. No hay límites.
La respuesta de los colegios norteamericanos a lo realizado por Zuckerberg y su fundación es importante. Es necesario repensar lo que estamos haciendo con la educación y no solo con sus costes, como parece que se hace.
Hay que establecer un ideal humanizado y humanizador de educación. Lo que se lleva haciendo desde hace décadas es la reducción curricular, la fragmentación de los saberes para transformarlo en "unidades", paquetes de información que puedan circular y ser aprovechadas.

Hace mucho que se perdió la idea inicial de aprovechar una nueva tecnología para mejorar el sistema y se decidió sustituirlo. Las universidades han desarrollado programas, herramientas y sistemas sin tener en cuenta los efectos reales sobre la formación. Se les dijo que se podía vender el conocimiento de esta forma. Resolvían así parte del problema económico de la financiación de la educación en unas sociedades cada vez más marcadas por la competencia y con menos lugar para la cultura, sustituida por el "entretenimiento". Hasta el mismo entretenimiento ha sido modificado para poder ser adaptado a los nuevos sistemas.
Lo que suponía que debía ayudarnos nos ha convertido en apéndices del sistema. El profesor ha pasado a ser supervisor de la cadena de montaje educativa.  Las sociedades que infravaloran o desprecia la educación pagan sus consecuencias, si no las estamos pagando ya sin darnos cuenta. Cada vez que hablamos de un problema social o cultural grave, apuntamos a la educación como solución. Sin embargo, la deterioramos al considerarla como un negocio más. No lo es. 


* "Rebelión contra Zuckerberg en colegios de EE UU" El País 29/06/2019 https://elpais.com/sociedad/2019/06/29/actualidad/1561832269_832729.html

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