Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
nueva y divertida versión de "Muñeco diabólico" (Child's Play, Lars Klevberg 2019) estrenada el viernes en nuestros
nos muestra a un autómata asesino (como en todas las versiones) con las novedades esta vez que Chucky ha salido de una explotadora cadena de montaje en
Vietnam, está conectado a la "nube", tiene acceso a todos los
dispositivos de la casa y aprende de los que le rodean. Es un Chucky 5G. Ya no hace falta recurrir a
los espíritus. El muñeco es tan diabólico
como el sistema que le ha creado da de sí. Un Chucky interconectado es más
terrible que un Chucky poseído.
La
celebrada película "Nosotros" (Us,
Jordan Peele 2019) también ironizaba sobre las casas automatizadas y sus fallos
en los momentos decisivos. No servían de mucho los asistentes automatizados. Una bonita voz
no garantiza un buen servicio.
El
excesivo protagonismo de las máquinas, desplazando el contacto, las
interacciones humanas, está empezando a provocar una reacción en muchos
sectores. Los procesos de automatización son cada vez más intensos y desplazan
a las personas. En ese mismo cine, nos ofrecen en la entrada una aplicación
especial para no tener que pasar por taquilla. Ya se pueden sacar las entradas
por internet, claro, pero esta es otra vuelta de tuerca. Pero yo quiero poder
charlar con mis amigas taquilleras y comentarles qué tal estaba la última
película. No podré hacer eso y no instalaré en mi teléfono la app que me
ofrecen. Tampoco la del lugar donde como un par de veces por semana. Por si
quiero pedirlo a través del teléfono, me dicen. Vivo enfrente. Prefiero, de
nuevo, charlar con las personas. Mi vida se construye con palabras, dialogando.
No es
el "futuro"; son dos sistemas en competencia por hacerse con parte
del negocio. Lo malo es que ese negocio es a costa de las reducciones del
material más caro y débil, las personas. Nos advierten que los lugares de
trabajo se desmaterializan, que se puede teletrabajar (ya no tienes que salir
de casa para realizar tu trabajo). Ellos se ahorran el espacio, tú el transporte.
El cine también dio una descripción irónica en La asesina de la oficina (Office Killer, Cindy Sherman 1998).
El
diario El País nos trae una nueva noticia de rebelión contra las máquinas con
el siguiente titular "Rebelión contra Zuckerberg en colegios de EE
UU". La cuestión no es nueva y se puede rastrear en la prensa norteamericana desde noviembre del año pasado en que comenzaron a protestar las familias. Nos cuentan:
La protesta empezó en Cheshire, (Connecticut,
Estados Unidos) uno de esos condados residenciales que atraen a las familias
por la calidad de sus escuelas públicas. La oferta era golosa. Un nuevo modelo
para las clases, la última tendencia en educación. Serían pioneros. Habría ordenadores
gratis para todos. Lecciones a la medida de cada alumno, enseñanza
personalizada para maximizar cada potencial. Silicon Valley llegaba a las
escuelas de este tranquilo distrito de la costa Este. Pero no tardaría en irse
por donde había venido.
“Era un programa piloto llamado Summit
Learning. Cuando empezamos a ver cómo funcionaba, nos rebelamos. Comenzó en
grupos de padres y pronto se convirtió en un movimiento en toda la ciudad.
Apenas había interacción entre profesores y alumnos. Los padres se empezaron a
preocupar por qué pasaba con la información de los niños que se metía en el
sistema”, recuerda Mary Burnham, educadora, que fue una de las líderes de la
movilización. “Recogimos firmas, pero al principio los colegios no nos
escuchaban. Entonces un padre vio que los niños habían tenido acceso a
contenido inapropiado, explícitamente sexual. En un día, se sumaron 500 firmas.
El distrito escolar ya no podía ignorarlo más. Al volver de Navidad, ya habían
quitado el programa”, prosigue.*
La
queja va en tres direcciones: 1) la falta de interacción; 2) qué se hace con la
información generada; y 3) el acceso a contenidos sexuales. En una sociedad
puritana como la norteamericana, el paso definitivo ha sido el tercero, pero no
nos dejemos engañar. Es el más fácil de solucionar y el de efecto más relativo
ya que todos esos jóvenes disponen también de acceso a todo tipo de materiales
desde sus propios dispositivos, ordenadores o teléfonos inteligentes. Pero el
sexo siempre se vende bien, especialmente como excusa. Si los dos primeros
argumentos falla, el tercero no.
Son
mucho más preocupantes, desde el punto de vista educativo, los dos primeros
puntos. La falta de interacción y la producción de información y su acceso a
ella.
En cuanto
al primero de ellos, la interacción, las instituciones educativas y las
políticas han derivado hacia un modelo educativo básico enfocado hacia el trabajo
(un bien escaso) prescindiendo de las personas. Somos piezas en el sistema
productivo y la dimensión humana se ha reducido al par consumo / producción.
Desde el punto de vista político, lo que importan son los cálculos para la
sostenibilidad del sistema, ya sea por el problema inicial de la formación, el segundo de la ocupación y el tercero de la jubilación. El sistema ha visto en los
sistemas automatizados un gran negocio para la formación (infancia, juventud y
reciclado), en el segundo a través del teletrabajo o de la sustitución de la
mano de obra por automatismo; y en el tercero ve una gran oportunidad de
negocio en la asistencia y monitorizaciones a distancia.
La rebelión
en los colegios que El País nos cuenta sobre la percepción de los padres
respecto a los dos problemas, conocimiento y privacidad:
Los padres descontentos se quejan tanto de la
calidad del currículo que ofrece como de la cantidad de tiempo que los niños
deben pasar ante las pantallas, y no escuchando al profesor. “Cuando mi hijo
venía a casa, yo miraba su ordenador y me daba cuenta de que había estado horas
en YouTube, Facebook o Vine. Se pasaba el día ante la pantalla. Se reunía con
su tutor solo una vez a la semana. Al principio los alumnos estaban muy
emocionados, pero al final del curso mi hijo, que era de los mejores en
matemáticas, estaba llorando porque no sabía hacer los ejercicios”, asegura
Bethany Berry, una madre de un alumno del condado de Lincoln, en Kentucky, que
introdujo este curso Summit en las escuelas y se enfrenta a una contestación
creciente de los padres.
También hay preocupación por la gestión de la
privacidad de la información que proporcionan los alumnos, teniendo en cuenta
que el principal financiador de la plataforma ha creado un imperio a base de
recoger y capitalizar económicamente datos de sus usuarios. Desde Summit aseguran
que la privacidad es una de sus “más altas prioridades”. “Estamos profundamente
comprometidos con la privacidad”, explica Catherine Madden, portavoz de Summit
Learning. “Los datos de los alumnos no se venden y se usan solo para propósitos
educativos. Cero excepciones”.*
La
estrategia, como en otros campos, es ir adentrándose en el sector. El resto es
cuestión de tiempo. La percepción de las familias de que sus hijos acceden a
informaciones, pero eso no significan que aprendan, concepto que necesitaría
una reformulación profunda dadas las campañas y distorsiones que se producen.
Lo contando sobre el "tutor semanal" como sustituto de los profesores
es un elemento clave en la construcción del sistema. No es que desaparezcan los
maestros o profesores, sino que cambia totalmente su formación y función. El
perfil requerido es otro.
Este
perfil ya se modela en todos los ámbitos mediante los sistemas de puntuación,
que premian a los que van en el sentido correcto (desde el diseño previo) y
penalizan a aquel que tiende a formar su propio estilo o un currículum propio.
El profesor, como el alumno, no son más que dos productos complementarios.
Por
otro lado, la enseñanza online abre la entrada en el negocio de la enseñanza a
muchos agentes. Todos los que pueden hacerlo se introducen en este mundo en el
que se les dice que pueden vender su "know how" a través de
plataformas online y profesionales que prestan su imagen e información. Se
trata de virtualizar para
comercializar. No hay límites.
La
respuesta de los colegios norteamericanos a lo realizado por Zuckerberg y su
fundación es importante. Es necesario repensar lo que estamos haciendo con la
educación y no solo con sus costes, como parece que se hace.
Hay que
establecer un ideal humanizado y humanizador de educación. Lo que se
lleva haciendo desde hace décadas es la reducción curricular, la fragmentación
de los saberes para transformarlo en "unidades", paquetes de
información que puedan circular y ser aprovechadas.
Hace
mucho que se perdió la idea inicial de aprovechar una nueva tecnología para
mejorar el sistema y se decidió sustituirlo. Las universidades han desarrollado
programas, herramientas y sistemas sin tener en cuenta los efectos reales sobre
la formación. Se les dijo que se podía vender el conocimiento de esta forma.
Resolvían así parte del problema económico de la financiación de la educación
en unas sociedades cada vez más marcadas por la competencia y con menos lugar
para la cultura, sustituida por el "entretenimiento". Hasta el mismo
entretenimiento ha sido modificado para poder ser adaptado a los nuevos
sistemas.
Lo que
suponía que debía ayudarnos nos ha convertido en apéndices del
sistema. El profesor ha pasado a ser supervisor de la cadena de montaje educativa. Las sociedades que infravaloran o desprecia la educación pagan sus consecuencias, si no las estamos pagando ya sin darnos cuenta. Cada vez que hablamos de un problema social o cultural grave, apuntamos a la educación como solución. Sin embargo, la deterioramos al considerarla como un negocio más. No lo es.
*
"Rebelión contra Zuckerberg en colegios de EE UU" El País 29/06/2019
https://elpais.com/sociedad/2019/06/29/actualidad/1561832269_832729.html
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