sábado, 1 de junio de 2019

Trump, Harriet Tubman y el billete de 20 dólares

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cuando se produjo la llegada de Donald Trump a la casa Blanca, los analistas norteamericanos tuvieron que afinar mucho las explicaciones para tratar de comprender cómo se podía pasar de Barack Obama al nuevo presidente, casi un negativo en todos los aspectos del saliente. En ocasiones, hablamos aquí de un anti programa de Trump, un plan de desmantelamiento de todo lo anteriormente hecho, una guía negativa. Trump se podría haber levantado cada día preguntándose qué habría hecho Obama y hacer lo contrario. Una gran parte de sus acciones se pueden explicar, por ridículo que parezca, de esta forma simple. Pero no se puede esperar mucho más de una persona sin sentido de la política, como es Trump.
Así se puede explicar mucho de Trump, pero no a sus votantes. ¿Qué llevó a votarle para la presidencia? La explicación racial ha ido ganando adeptos con el tiempo. Trump encarnaría las fuerzas anti Obama que se han sentido "humilladas y ofendidas" por la presencia de un presidente afroamericano durante dos legislaturas. Esto habría sido un factor aglutinante de las fuerzas de la "Norteamérica blanca", del supremacismo manifiesto o latente que no ha abandonado los Estados Unidos, que sigue enquistado en amplias zonas y mentalidades que se resisten a la pérdida de poder.


Más allá de otras consideraciones, la última frontera, escribimos un día, es la de la raza, aquella por la que no pasan y ante la que no ceden. El respaldo a Trump tiene ese fundamento interior. La "America First!" es blanca.
El columnista de The Washington Post, Dana Milbank ha publicado con el titular "New documents on the census confirm: Trump’s raison d’etre is white power" un artículo aclarativo sobre esta cuestión:


The Trump administration’s top lawyer, Solicitor General Noel Francisco, told the Supreme Court in April that voting-rights enforcement was “the principal benefit” of the proposed change. That was false. The “principal benefit,” we now see, is to increase white power. In my column about the Supreme Court argument in April, I wrote that “it is difficult not to be cynical” about the administration’s true motive. Now, the racist policy is spelled out in black and white.
This is shocking but not surprising. We tend not to realize how much of the president’s appeal is about race. Studies show the primary indicator of support for Trump isn’t economic insecurity but racial resentment. This doesn’t mean Trump supporters are torch-carrying racists; it means they fear losing their place. Racial tension has fueled our tribal partisanship, as party becomes a proxy for race and racial views.
This is largely why the daily mayhem of the Trump presidency has no discernible effect on support for Trump: not the petty (the White House ordering John McCain’s name covered on a Navy ship); not the ludicrous (the Energy Department rebranding liquid natural gas “molecules of freedom”); not the insidious (Trump continuing to allege a “Russian hoax” and his own innocence after special counsel Robert Mueller demonstrated otherwise); not the ugly (Trump resisting disaster aid for Puerto Rico for months, and GOP lawmakers this week blocking the legislation); and not the inhuman (migrant children held illegally, and dying, at the border). All of this pales against the existential threat to traditional white America from what it perceives as nonwhite interlopers.
Some version of this has always been with us. “The very idea of being American has from the start been defined negatively by who could be classified as not-American,” writes my friend Eric Liu in his important new book, “Become America,” a collection of “civic sermons.” In the 18th and 19th centuries, the right to vote “was about earning a badge that a black person (and, for a long stretch, a Chinese person) could never earn: the badge of citizen, first-class.” Now we see a new variant, with Latinos and Muslims.*



Ser "norteamericano" es ser "blanco" en esta mentalidad; los que no lo son, no son norteamericanos. Son percibidos como una agresión, como si ocuparan un lugar que no les corresponde.
No se suele entender bien que una parte importante del conflicto de la Guerra Civil norteamericana no estaba centrada en la igualdad, sino en lo que los más religiosos consideraban como una degradación propia, tener esclavos. No se trataba de darles derechos, sino de devolverlos a África. Con los que regresaron se creó Liberia, un país fundado en 1822 con los esclavos librados, cuyo idioma oficial es el inglés. Ellos se llamaban a sí mismos "americanos" y no se mezclaron con los africanos nativos. Repitieron la experiencia colonizadora de la que huían.
Mientras los frentes abiertos por Trump se multiplican (la guerra iniciada contra México con los aranceles comenzó ayer mismo), también se multiplican los frentes internos contra él. La palabra "impeachment" está presente en boca de todos en todas las cadenas. La Fox sigue tratando de ridiculizar a los que se enfrentan al presidente, pero les van a faltar horas de programación. La esperanza de que Trump llegue hasta el final les mantiene ingeniosos.
La cuestión racial marca toda la historia de los Estados Unidos de una forma u otra, creando sus momentos trágicos, sus héroes y villanos circunstanciales. Trump ha canalizado la cuestión racial y eso no va a variar. Recordemos que consiguió casi tres millones de votos menos que su rival, Hillary Clinton, pero que fue el controvertido sistema del colegio electoral lo que le llevó a la Casa Blanca.


Las acusaciones de racismo se intensifican. De nuevo en The Washington Post, otro columnista, Colbert I. King contesta a los ataques furibundos y despectivos que Trump lanza contra Joe Biden, que podría disputarle la presidencia en las próximas elecciones. King titula "A lot has changed since the 1994 crime bill. But not Trump’s racism" y explica parte del historial de Trump:

Critics were quick to point to the 1989 case of the Central Park Five, five black and Hispanic teenagers charged in connection with the rape of a jogger in Central Park. In the heat of the moment, Trump purchased full-page ads in New York City newspapers that read “BRING BACK THE DEATH PENALTY. BRING BACK OUR POLICE!” The youths were later exonerated. But to this day, Trump hasn’t apologized.
Critics also cite Trump’s relentless spreading of the birther conspiracy theory about former president Barack Obama; Trump’s attacks against black congresswomen and journalists; his disparagement of NFL players who knelt during the national anthem in protest of police treatment of blacks; and the federal lawsuit against him and his father accusing them of housing discrimination against blacks — an allegation Trump denied, and settled without admitting guilt.
Then there’s his administration’s outrageous and bigoted decision to keep Harriet Tubman off the $20 bill.**


La lista podría ampliarse, claro, con lo realizado por sus propios equipos, las personas que ha ido colocando en puestos clave y que toman decisiones siguiendo su intención.
Es interesante el caso del billete de 20 dólares que muestra la sinuosa forma de trabajar de Trump y los suyos. Harriet Tubman es uno de los personajes heroicos en los frentes tanto del anti racismo como de los derechos de las mujeres, ya que lucho tanto por la liberación de la esclavitud como por el derecho al voto de las mujeres. Es uno de los personajes más admirados de la historia norteamericana por su valor, decisión y claridad.
Antes de la llegada de Trump a la casa Blanca, la administración Obama ya había decidido incluirla en el billete de 20 dólares, "ocupado" hasta el momento por el presidente Andrew Jackson, que ¡vaya casualidad! es el que Trump usa como espejo de su personalidad populista y anti élites políticas. Trump empezó a criticar el cambio diciendo que la gente ya estaba acostumbrada a Jackson y —muy suyo— hablando de billetes de menor valor para alojar a Tubman.
El Secretario del Tesoro ha decidido posponer el cambio hasta la hipotética salida de Trump de la Casa Blanca, es decir, 2026 si fuera reelegido. The New York Times lo contaba así hace una semana:

WASHINGTON — Harriet Tubman — former slave, abolitionist, “conductor” on the Underground Railroad — will not become the face of the $20 bill until after President Trump leaves office, Treasury Secretary Steven Mnuchin said Wednesday.
Plans to unveil the Tubman bill in 2020, an Obama administration initiative, would be postponed until at least 2026, Mr. Mnuchin said, and the bill itself would not likely be in circulation until 2028.
Until then, bills with former President Andrew Jackson’s face will continue to pour out of A.T.M.s and fill Americans’ wallets.
Mr. Mnuchin, concerned that the president might create an uproar by canceling the new bill altogether, was eager to delay its redesign until Mr. Trump was out of office, some senior Treasury Department officials have said. As a presidential candidate in 2016, Mr. Trump criticized the Obama administration’s plans for the bill.***



Las iras de Trump son temidas y este tipo de detalles son los que le dan esa sensación de poder. También son estos detalles los que revelan su personalidad, sus principios y su finalidad.
Cada vez es más clara la base racista. Los ejemplos anteriores o muchos otros, como el conflicto creado con Reino Unido al manifestar su apoyo a grupos racistas británicos, lo que causó una protesta oficial.
El problema que ven algunos es que si el apoyo a Trump no se basa en la política, por decirlo así, es decir, la economía, las decisiones exteriores, etc., sino en este tipo de gestos racistas en clave interna, la reducción del apoyo popular no se reducirá o solo lo hará hasta cierto punto, lo que servirá para tomar el pulso a la realidad social norteamericana. 

The Guardian

Si la tesis de Dana Milban es cierta, lo que está en discusión es el miedo a perder el "poder blanco" ante una sociedad más diversa. Eso introduciría un factor de distorsión radicalizando el voto de forma sumergida y alentando el miedo, algo que Trump hace constantemente. La traducción de cualquier situación a "amenaza nacional" así lo prueba. Trump, como otros populistas, se alimenta de los miedos profundos y de las frustraciones.
Trump seguiría con estos gestos racistas y xenófobos como forma de alimentar a sus seguidores. La clave pasaría entonces a la misma causa que le llevó a la Casa Blanca, el apoyo del colegio electoral republicano.
Es un hecho que están apareciendo muchas voces republicanas disidentes respecto a Trump y sus acciones. Es ahí donde podría estar la clave de las elecciones próximas. Eso convertirá a cada uno de los enclaves en decisivo para asegurarse de que si no se gana con claridad en las urnas, tampoco se haga en el colegio electoral en el caso que se reproduzca la situación anterior. Esto explicaría la denuncia de los manejos republicanos para redistribuir los distritos tratando de minimizar el voto afroamericano mediante trucos de diseño. No es la primera vez que se hace. De hecho, es el centro del primer artículo citado de The Washington Post.
Si el racismo se considera una "virtud" patriótica y no un "vicio" antidemocrático, Trump seguirá con su plan de gestos racistas. Es difícil que los que son racistas cambien. La diferencia es si lo manifiestan o lo mantienen en silencio, aunque lo practiquen. Es lo que salió a la luz el día siguiente de la elección de Trump.
Detalles como la cuestión del billete de 20 dólares con Harriet Tubman reflejan la profunda división social que Trump fomenta y amplifica. Es su futuro. 


* Dana Milbank "New documents on the census confirm: Trump’s raison d’etre is white power" The Washington Post 31/05/2019 https://www.washingtonpost.com/opinions/trumps-census-scheme-exposed-a-lie-to-increase-white-power/2019/05/31/b6f40ef6-83b3-11e9-95a9-e2c830afe24f_story.html
** Colbert I. King "A lot has changed since the 1994 crime bill. But not Trump’s racism." The Washington Post 31/05/2019 https://www.washingtonpost.com/opinions/a-lot-has-changed-since-the-1994-crime-bill-but-not-trumps-racism/2019/05/31/20395ff4-82f8-11e9-bce7-40b4105f7ca0_story.html





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