sábado, 22 de septiembre de 2018

Mario Gómez, el noveno periodista asesinado en México este año

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El asesinato de periodistas casi ha dejado de ser noticia. La ley de la frecuencia hace que se apaguen en la maraña informativa del día a día. La rutina también cubre a los periodistas muertos, como lo hace con los ahogados en el Mediterráneo, los muertos en bombardeos o los atropellos.
A diferencia de otras muertes absolutamente lamentables, la de los profesionales de la prensa o la de aquellos que mueren por cumplir una función similar, como los llamados "periodistas ciudadanos", asesinados también por informar, es una muerte que nos deja a los vivos en un estado más precario porque nos afecta directamente. Nuestra capacidad de estar informados queda dañada, no solo por su falta sino por el clima que se instaura. Con la muerte de periodistas morimos todos un poco.
Creo que es el diario El País el único que lleva la cuenta de los asesinatos de periodistas ocurridos en México, nueve en lo que va de año, uno por mes. México es un país especialmente afectado por las muertes de periodistas porque es un estado que no quiere que sus cloacas salgan a la luz. Solo lo apestoso de sus fondos emerge para intimidación de los vivos, para borrar los deseos de justicia y normalidad. Se mata al mensajero para que haya miedo de informar y de ser informado.
Es curioso observar las diferencias en los titulares según donde estemos. Para El País, Mario Gómez es un número; la noticia parece que es ser el noveno. Otros, en cambio, olvidan los ocho anteriores en este año. Queremos seguir aquí el ejemplo de algunos medios que no olvidan ni el nombre ni el número. Las dos cosas son importantes. Que no sepamos aquí quien era no significa que no tenga nombre. Recordarlo es lo menos que se puede hacer por él. Si ha muerto es porque molestaba y si molestaba es que cumplía con su deber profesional.

El periodista muerto ha sido Mario Gómez, de El Heraldo de Chiapas. Le dispararon en el estómago desde una motocicleta. Ya había denunciado anteriormente amenazas, pero eso sirve de muy poco en un país con el nivel de violencia general de México.
Llama la atención la descripción que el diario nos da de la muerte anterior: « [...] el pasado 29 de agosto fue encontrado el cuerpo de Javier Rodríguez Valladares, camarógrafo de Canal 10 de Cancún. Fue asesinado a tiros. La Fiscalía de Quintana Roo había descartado en un inicio que su muerte fuera "un ataque directo a la libertad de expresión" porque, según ellos, estaba fuera de su horario laboral y no portaba uniforme.»
Lo peor que le puede pasar a un país es no saber en qué columna debe colocar a sus muertos para completar las estadísticas. Saben que se pierde la cuenta de los muertos por violencia, pero la de los periodistas, ese lento goteo, es denunciada por los compañeros y ocupa unos días en el recuerdo, aunque sean pocos.  ¡No deja de ser una ironía que haya que ir incluso al baño con la cámara colgada para que te consideren periodista asesinado o que lo hagan en el horario laboral! Lo habitual de la muerte genera extrañas costumbres.


No solo es México el país en el que resulta peligroso informar. Son cada vez más aquellos de los que nos llegan destellos de noticias sobre detenciones, desapariciones, cierres... asesinatos de periodistas. La libertad de información y la libertad de expresión están en regresión. Lo están, en gran medida, por el avance del autoritarismo en muchas partes del mundo. La prensa necesita de la libertad para no transformarse en propaganda, algo que gusta mucho a los autócratas que disfrazan sus horrores con brillantes fotos y discursos que deben ser difundidos para favorecer la burbuja en la que hacen vivir a sus ciudadanos, que pasan a estar secuestrados.
Está en retroceso, como se repite, porque el país que siempre había presumido de ser adalid de la libertad de prensa, los Estados Unidos, ha desencadenado desde su presidencia uno de los ataques más furibundos que se recuerdan en países democráticos. Está en retroceso también porque la horizontalidad de los nuevos medios no han traído tanta libertad como se esperaba, sino que ha llegado mezclada con la confusión de los errores intencionados, de las falsas noticias y del dogmatismo de base, la coacción social al que opina de otra manera y el estigma.


Los cambios en el modelo de negocio han añadido un problema que no es nuevo, pero que ahora cobra especial relevancia: la debilidad económica. No es necesario silenciar a la prensa; basta con comprarla ahora que está a precio de saldo. Una prensa eficaz es una prensa autosuficiente, que no necesita de dinero exterior, subvenciones o accionistas mal intencionados. Y esa bajada de precios los atrae a todos.
La prensa necesita de las libertades, por eso es un valioso indicador de su estado. Allí donde existen demasiados problemas mediáticos, donde se limita o elimina la pluralidad, donde se silencian las voces, donde se acaba con las vidas de los que observan, piensan y cuentan lo que nos rodea... las libertades están retrocediendo. Pronto será una sola voz la que se escuche. Y, si se puede, se lamenta.


La muerte del periodista Mario Gómez, la novena víctima mexicana en lo que va de año, no solo es lamentable por sí misma, sino por lo que representa. Al igual que otras muertes reflejan negligencias, olvidos, indiferencias..., las muertes de los que deben informarnos muestran la pérdida de libertades y su amenaza para todos.
No debemos ver las muertes de periodistas como números. Son el aviso de que somos menos libres. Simplemente contar acaba haciendo odiosas y engañosas comparativas de un año con otro. Una sola muerte ya indica algo, ya es lamentable. Sino, siempre habrá alguien que considere una mejora que el próximo año sea uno menos.




* "Asesinado a tiros el noveno periodista en México en lo que va del año" El País 22/09/2018 https://elpais.com/internacional/2018/09/22/mexico/1537575581_668816.html

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