Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
sensibilidad ante los problemas de la gente es algo importante. Hoy un par de
voces grabadas han sido muy amables conmigo. No eran voces de máquinas, sino
auténticas voces humanas grabadas con mensajes de lamentar mucho mi
frustración. Algo es algo. Mi sorpresa ante la amabilidad duró poco porque comprendí
que no me escuchaban realmente, solo se disculpaban. Pero la ilusión no me la
quita nadie.
Desde
hace tiempo tengo discusiones con gente que se empeña en que no hable con ellos,
sino que me dirija a la red. Yo me
acerco a ventanillas y mostradores, donde alguien me mira como si fuera de otra
época y me sobrara el tiempo que les hago perder. Las canas les dan pena y
algunos se ofrecen a remediar mi desapego de las máquinas acompañándome a la
más próxima para ayudarme a vencer el miedo. Pero lo mío no es miedo, sino más
bien hartazgo. Estoy harto de gente que no quiere hablar ni que les hablen.
Para
los que creen que venimos a un mundo sin sentido, les saco pronto del error.
Venimos a la vida para molestar a otros.
Es una creencia cada vez más aceptada. Se ha extendido, además, al ciclo
completo, por lo que morirse también molesta a los demás. Es la última
molestia, la molestia final.
Esa es
conclusión a la que llego después de leer la siguiente noticia en Egypt
Independent:
Egypt’s Cairo Metro Company has called on
people with suicidal tendencies to keep away from their stations, and has
installed watch teams near tracks to reduce further suicide attempts.
Metro Spokesman Ahmed Abdel Hady stressed that
stations were not the place for the “psychologically disturbed” to “delay the
lives of millions of citizens”.
“The weak-spirited head to metro stations, and
attempt to take their own lives by throwing themselves in front of trains, as
they are the fastest means of transport in Cairo,” Abdel Hady reportedly told
Akhbar Al-Youm Newspaper.
The company has installed preventative watch
teams in “all metro stations”, company president Ali Al-Fadaly told Al-Watan
newspaper.
While it was “not its responsibility”,
Al-Fadaly continued, the company took the burden upon itself to preserve the
lives of the four million citizens who take the metro every day.*
Observen que no les dicen que no se maten, sino que lo hagan
en otro sitio, allí donde no molesten.
Si vamos al fondo de sus explicaciones, nos quedamos
sorprendidos. Los suicidas eligen el metro porque es el medio más rápido (de morir), lo
que les asegura una muerte con menos sufrimientos. Suicidarse arrojándose al
metro, además, es una forma de molestar a los viajeros que usan el metro
precisamente por su modernidad, huyendo del caótico tráfico de la ciudad.
En perfecta sintonía con esta forma de entender el mundo
está el presidente de la compañía del metro cairota, el señor Alí Al-Fadaly que
asume la responsabilidad de que no se
le arrojen esos cuatro millones de viajeros simultáneamente al metro. Los escuadrones
anti suicidio con los que ha poblado la red del metro atestiguan su voluntad de
que nadie se vea perjudicado por el incordio. Recordemos que el metro de El
Cairo tiene ya sus casetas de consultorio religioso, un caso único en el mundo.
El diario hace un recorrido por los últimos suicidas del
metro. Hay un pico de edad, el representado por la realización del
examen de la selectividad egipcia. ¡Los jóvenes siempre dando la nota!
El artículo revisa los casos más recientes de
suicidios en el metro desde la perspectiva de los minutos de interrupción, es
decir, de la molestia para los demás viajeros del servicio.
El diario
señala:
It was not the first such incident. In July, a
17 year-old threw himself in front of a train in Old Marg station, leading to
his immediate death. The same month saw a 20 year-old leap into a train at Mary
Gerges station.
July witnessed three Egyptian suicide
incidents, while the period between March and July saw two more. This included
a 16 year-old’s suicide in March after fighting with her mother on the
platform, and the mysterious case of a 21-year-old man from Fayoum. The man’s
metro platform suicide was unexplained by investigators, as he was “doing very
well at school” and did not suffer any family issues, according to Masrawy.*
Este mundo maquinal no perdona un suicidio sin explicación. Creo
que calificar como "misterioso" un suicidio de alguien al que le iba
bien en la escuela y la familia es tener una visión muy pobre de la naturaleza
humana. ¡A saber qué se entendía en su casa, escuela o trabajo por normalidad o ir bien!
Es otro síntoma más de la deshumanización a la que asistimos
o al extraño sentido / sinsentido que le damos a la muerte y a la vida. Este
pobre muchacho de 21 años, que se tiró al metro "sin motivo" resulta
un "misterio" en un mundo que se
explica a través de las estadísticas, que considera la muerte como una
molestia para los demás y que pide a los suicidas "civismo" y que se
tiren en otro sitio para no molestar a las personas serias que van o vuelven de
sus trabajos.
Perdemos el sentido de la muerte porque perdemos el sentido
de la vida. Y este lo perdemos porque vemos a los demás como incordios y a las
máquinas como compañeros de diálogos.
En
estos días en que todos nos prometen que pasaremos una parte de nuestra vida futura
atendidos por robots, contestados por voces grabadas y teniendo desagradables
encuentros con personas de nuestra misma especie, la intervención de las
autoridades del metro de El Cairo me parece reveladora. Hablar del metro como un "destino
suicida" es como hablar de "destino turístico", un lugar que se
escoge para el descanso en un sentido diferente. Poca sensibilidad para un país que pide la vuelta del
turismo.
Pero han hecho lo mismo que hizo el ministro de desarrollo, Abu
Bakr al-Gendi, que se quejaba de que los pobres del "alto"
Egipto se amontonaban en la capital en vez de quedarse en sus pueblos para morirse
sin molestar. Lo mismo que el gobernador que echaba la culpa al bañista al que
mordieron los tiburones y espantaba al turismo.
La
deshumanización nos parece moderna y el egoísmo una virtud cívica. A todos
ellos, el suicidio sin explicación del joven les parecerá un misterio. Pero la explicación del
misterio, como en el relato de Poe, está sobre la mesa, a plena luz, disfrazada
de normalidad. Y la normalidad es lo que no necesita ser explicado.
El artículo finalmente se congratula porque Egipto sea,
entre los países musulmanes, uno de los de más bajas ratios de suicidio, 2,6
por 100.000 habitantes. No son problema mientras no escojan el metro para
hacerlo, impidiendo que la economía despegue, molestando a los ciudadanos con
prisa.
No se trata de que no lo hagan, sino de que lo hagan en otro sitio, sin molestar.
* "‘We
are not a suicide destination’: Egypt Metro company" Egypt Independent
4/09/2018
https://www.egyptindependent.com/we-are-not-a-suicide-destination-egypt-metro-company/
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