Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
realidad es compleja por mucho que nos guste simplificarla o explicarla de
forma lineal, como una serie encadenada de causas y efectos. La verdad es que
tratamos de controlar la incertidumbre con nuestra pretensión de explicación.
No sabemos bien los efectos de lo que ocurre ni sabemos a ciencia cierta cuáles
han sido sus causas reales, por más que demos explicaciones coherentes a
posteriori. Lo importante es poder creer que comprendemos bien lo que ocurre,
es decir, tener menos miedo a lo que nos descoloca, lo imprevisto, lo azaroso.
En su
libro Deshaciendo errores (2016), una
biografía conjunta de los científicos que revolucionaron nuestra idea
pretenciosa de cómo tomamos decisiones que nos parecen racionales, Michael
Lewis habla sobre sus formas de trabajo, sobre cómo surgieron sus ideas:
Todo lo que no le parecía notablemente
importante, Amos lo descartaba, y así lo que salvaba adquiría el interés de los
objetos que han se han librado de una despiadada matanza selectiva. Un
improbable superviviente fue una hoja de papel con unas cuantas líneas mal
mecanografiadas, extraídas de conversaciones que mantuvo con Danny en la
primavera de 1972, poco antes de que terminara su estancia en Eugene. Por
alguna razón, Amos la guardó:
La gente predice inventando historias.
La gente predice muy poco y lo explica todo.
La gente vive en la incertidumbre, le guste o
no.
La gente cree que puede predecir el futuro si
se esfuerza lo suficiente.
La gente acepta cualquier explicación que se
ajuste a los hechos.
La advertencia estaba escrita en la pared,
pero con tinta invisible.
La gente suele esforzarse mucho para obtener
información que ya tiene y evitar los conocimientos nuevos.
El hombre es un artefacto determinista metido
en un universo probabilístico.
En este partido se esperan sorpresas.
Todo lo que ya ha ocurrido tiene que haber
sido inevitable.
(Cap. 7. Las reglas de la predicción)*
"Dani"
es psicólogo Daniel Kahneman, quien sería Premio Nobel de Economía por los
artículos publicados sobre los sesgos de la mente en la toma de decisiones.
Teniendo en cuenta que la Economía, como muchos otros campos de la vida, son
decisiones que tomamos especulando sobre los resultados, los dos investigadores
se enfrentaron al reto de desmontar los errores de sobre la racionalidad electiva
del "homo economicus", abstracción que representa un equilibrio y
forma de evaluar que poco tiene que ver con la realidad. Los economistas,
politólogos, sociólogos, historiadores, etc. les deben mucho, aunque no siempre
se tomen en cuenta sus descubrimientos del funcionamiento de la mente humana. Sus
errores confirman los puntos de vista expresados en la lista.
Las
líneas que Amos Tversky guardó de las conversaciones con Kahneman son una
escueta síntesis de algunas de las ideas que muestran una visión del ser humano
muy distinta a la que sale desde los enfoques tradicionales, basados en la
racionalidad y la experiencia.
Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía 2002 |
La idea
es que "predecimos" el futuro desde sesgos psíquicos, una serie de
condicionamientos que fueron estableciendo mediante experimentos, y que nos
llevan a tomar decisiones. La siguiente fase es cómo explicamos lo ocurrido
respecto a nuestras predicciones. Y cómo lo ajustamos para hacerlo inevitable y claro. Todo está escrito en la pared, como decía Tversky, pero con tinta invisible. Cuando las cosas ocurren, la tinta se hace visible, señalaba con ironía.
The
Guardian nos trae un artículo de Rachael Revesz que me ha traído al recuerdo lo
anteriormente expuesto. El titular del artículo es "The strange thing is
that both Susan Sarandon and Debra Messing are right about Trump" dando
cuenta de un enfrentamiento de las dos conocidas actrices y activistas anti
Trump. ¿De dónde proviene la "extrañeza" de Revesz, la autora? Una
pregunta que se nos lanza en el encabezamiento del artículo nos lo explica:
Would women have been so angry and ready to run
for office had Hillary Clinton been elected? Would we have seen Cynthia Nixon
running for New York governor and victories such as that of 28-year-old
Alexandria Ocasio-Cortez? We need both hope and anger to move forward?**
La disputa proviene del apoyo previo que Sarandon prestó a
Bernie Sanders, el oponente demócrata de Hillary Clinton en las primarias del
partido. El sistema de primarias tiene un problema en el tiempo. Comienzas
destrozando al rival de tu partido para después tenerle que apoyar después si
te ha vencido. Sanders recogió en las primarias el mayor radicalismo de las
filas demócratas, especialmente de los jóvenes, frente a una Hillary a la que
se presentaba como un miembro del establishment, con lazos económicos fuera de
la política, recogiendo las críticas que los Clinton habían recibido por las
actividades de su fundación y un sinfín de detalles, como el abandono de la
Secretaría de Estado con Obama para prepararse su candidatura y no verse
demasiado involucrada por los actos de la persona que tuvo el detalle de
llamarla al cargo siendo su rival en las primarias.
Las preguntas de Rachael Revesz son interesantes porque
plantean que no siempre de lo "malo"
sale lo peor. La idea de Sarandon es que si Hillary Clinton hubiera ganado la
presidencia, el movimiento airado de mujeres que ha surgido desde el día
siguiente de su toma de posesión no se habría producido o habría sido mucho más
débil. Esto ha tenido una respuesta contundente por parte de Debra Messing,
diciéndole con malas maneras que cierre la boca.
La respuesta de Rachael Revesz en su artículo es razonable.
Es el propio Trump el que ha acelerado el proceso de despertar de las
reclamaciones de igualdad, de hartazgo ante el acoso a través del #metoo y
demás muestras de que se había llegado al límite. El argumento de Revesz tiene
su lógica: Sarandon no ha querido decir que "Trump sea bueno" sino
que su perversión ha acelerado la reacción en contra, que no es lo mismo.
La llegada de Donald Trump ha supuesto un límite, una toma
de conciencia clara de muchas personas en los campos en los que se han dado
cuenta del efecto destructor del presidente. Señala Revesz:
We should be celebrating good news, because
progress is so hard-won. More than 40,000 women in the US have expressed
interest in running for office since the 2016 election, according to Emily’s
List, a political action committee focused on enlisting pro-choice female
candidates for office, compared to less than 1,000 women in the last election
cycle.
There are so many women running and winning, in
fact, that Dave Wasserman, house editor of the Cook Political Report, said 2018
might come to be remembered as the “Year of the Angry College-Educated Female”.
Would women have been so angry and ready to run
for office had Hillary Clinton been elected? Would we have seen Cynthia Nixon
running for New York governor and victories such as that of 28-year-old
Alexandria Ocasio-Cortez? Anger is a specific and necessary force to bring
about social change – it’s the kind of thing that causes Stephen Bannon to
worry.
Anger is the lifeblood of the women’s marches,
and the MeToo and TimesUp movements, and it’s what often encourages victims of
abuse to speak out. It’s also the kind of emotion that prompts well-known
actors to lose their calm on social media just because another woman looks for
a silver lining in a terrible situation.**
En un sentido, Sarandon tiene razón, pero ¿qué significa
"tener razón" en algo que no puede ser probado, sino simplemente expresado o razonado? En el fondo, Sarandon está creando una explicación racional
para su falta de apoyo para con Hillary Clinton, mientras que Messing sigue
quemada con la actitud de falta de apoyo a Clinton, de la que se responsabiliza
a la campaña de Sanders contra ella. Pero nadie puede probar estar en lo cierto.
La única certeza es que a amabas les guía una frustración, a una el no haber
ganado Clinton y a la otra que no haya ganado Sanders, por lo que las
especulaciones quedan marcadas por esa sensación.
Cada una de ellas ha creado su propia historia y la ha
reajustado a lo ocurrido posteriormente. La idea de Sarandon parte de unos
datos, la avalancha de mujeres que se han lanzado a presentarse a elecciones, una
reacción enérgica ante la pérdida de una mujer, Clinton, en la carrera de la
Casa Blanca.
El único hecho es la realidad de las presentaciones a cargos
políticos. Y después, por supuesto, la maldades de Trump. Las opiniones de las
dos mujeres son "ciertas" aunque sean enfrentadas, porque no son excluyentes.
Ambas parten de un hecho interpretado de forma sesgada por sus propios filtros
y proyectando hacia el presente lo que entonces era futuro.
La autora del artículo, Rachael Sevesz señala:
But we need both Sarandon’s hope and Messing’s
anger to progress. One is pretty useless without the other. If you are angry
about Trump ripping families apart at the US border, then presumably you are
hopeful that can change in the future. If you are hopeful for change, then you
probably don’t like what’s happening in the first place.
La cuestión que se plantea entre ambas es irresoluble en los
términos en los que se presenta. Evidentemente no se puede considerar
"bueno" el mandato de Trump, pero ¿qué significa "bueno" en
este contexto? ¿Puede un acto "malo" traer buenas consecuencias?
Continuamente. Lo que no podemos comprobar es si una victoria de Hillary
Clinton habría tenido mejores o peores consecuencias. Solo podemos contabilizar
los actos de Trump y las reacciones positivas que ha habido en miles de mujeres
para enfrentarse.
No siempre nos recargamos con energía positivas, sino que
muchos de nuestros actos son respuestas ante actos negativos, como lo ocurrido
con Trump. El debate se plantea porque no puede considerarse la elección de
Trump cono positiva por más que haya servido para movilizar a las mujeres hacia
cargos políticos y muchas de ellas estén presente tras las próximas elecciones
en puestos a los que "quizá" no se habrían presentado tantas de no
haber causado Donald Trump tanta irritación con cada medida.
Lo mismo podría decirse de las reacciones de los jóvenes
ante el control de armas. De no haber manifestado Trump su apoyo al lobby de
las armas y querer armar y entrenar a los profesores o que los "good guys"
lleven armas a los institutos, probablemente la reacción juvenil —que aquí
hemos tratado— no habría sido tan rotunda.
Hay una vieja historia china que cuenta cómo a un hombre le
van pasando cosas que unos consideran positivas y el no quiere valorar, lo
mismo ocurre cuando le hablan de las desgracias. Cada acción que "parece"
buena tiene consecuencias malas y cada acción que parece "mala" acaba
reportando beneficios. Al menos algunos, lo que no implica que no debamos aspirar a lo que creemos mejor. El hombre del relato ha aprendido que las cosas suceden
y que lo bueno o lo malo es la valoración que le damos sin saber qué ocurrirá
después. esto debería servir para moderar el optimismo y también ¿por qué no?, el pesimismo.
La llegada de Barack Obama a la presidencia no supuso un
cambio en la mentalidad de los Estados Unidos por tener un presidente negro. Lo
que se mostró después es que "trajo" la ola de racismo que ahora
vemos alrededor de Trump, los supremacistas y los neonazis que ahora pululan.
¿Podríamos decir que fue Obama el que trajo a Trump? Bueno, en cierto sentido
sí, aunque no se le puede responsabilizar a él de esto ni a los que le votaron.
Si volvemos a nuestros psicólogos de la teoría de la
decisión del inicio. Vemos que las cosas ocurren, que nosotros tomamos
decisiones con unas expectativas que nos gusta considerar como viables, pero que
poseemos un enorme grado de incertidumbre ante el futuro. Los que predijeron el
triunfo de Trump acertaron, pero lo que se ha producido después es un complejo
entramado de influencias que son muy difíciles de determinar. Las situaciones
de gran complejidad se producen en la vida de forma constante. Son nuestras
mentes las que las simplifican pues nos gusta tener explicación para todo. Por
eso dicen con acierto los psicólogos citados que antes de que algo se produzca
todo es oscuridad, pero que una vez ocurrido se nos aparece como inevitable y
encontramos todo tipo de explicaciones coherentes.
Lo realmente importante, como señala, Sevesz es confiar en
algo complicado: en el futuro. Pero no un "futuro" que es incierto y
un presente que provoca lo inesperado, sino una combinación de esperanza e
irritación, con expresa bien la autora. Hacen falta las dos cosas para no
perder el rumbo en los mares revueltos e imprevisibles de la realidad. La
esperanza nos lleva adelante; la irritación saca la fuerza de lo que ya ha
ocurrido y no queremos que se produzca.
Lo importante es lo que puede ser cambiado, aunque no
sepamos a ciencia cierta los resultados. Es ahí donde la esperanza nos hace ver
la mejoría. Luego la realidad, como conjunto de relaciones que solo acertamos a
intuir, nos dará unos resultados u otros. El mundo no es sencillo y la
capacidad de autoengaño es infinita, pero probablemente irrenunciable. Sueños
cuando toque soñar; trabajo cuando despertemos. Discutir sobre lo que ya es
pasado no tiene arreglo y discutir demasiado sobre nuestra forma de interpretarlo
no tiene mucho sentido.
Bien está lo que bien
acaba, dice Shakespeare. Lo malo es que solo la obra teatral termina. La
vida es un "continuará" sin fin, con giros inesperados una temporada
tras otra. Incómodos en la butaca, descubrimos que lo que esperábamos que ocurriera
no ocurre y que aquel personaje tan simpático acaba siendo el villano de la
siguiente escena.
No es nada fácil predecir el futuro ni interpretar o dar
sentido al pasado. Uno y otro se basan en la dificultad de conocer y manejar la
información necesaria para establecer una explicación ajustada. Tampoco sabemos
hasta qué punto una respuesta es satisfactoria para todo lo que ocurre ni si
todo se mueve por la misma motivación. Los hechos están ahí: Clinton perdió;
Trump ganó. La mujeres se han revuelto contra él y ahora se presentan por miles
a cargos públicos con grandes posibilidades de ganar. Pensamos que eso traerá
un futuro mejor. Eso esperamos y así lo deseamos.
Los que deben asegurarse ambas es que sus enfrentamientos no vuelvan a ser un ingrediente más en el caldero del futuro, como lo fue en el pasado. No sea que de nuevo Trump y los suyos se aprovechen de ello.
Eso también está escrito con tinta invisible en los muros del futuro.
* LEWIS, Michael (2016) Deshaciendo
errores. Ed. Debate.
** Sevesz,
Rachael "The strange thing is that both Susan Sarandon and Debra Messing
are right about Trump" The Independent 13/09/2018 https://www.independent.co.uk/voices/susan-surandon-debra-messing-trump-women-people-color-midterms-2018-a8536191.html
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