Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
De
nuevo me sorprende Egipto con una noticia que nos trae Egyptian Streets. Lo
hace con el titular "Egypt Governor: Replace Disney Figures With Military
Martyrs in Kindergartens"* (28/09/2018) y el texto de la noticia explica la iniciativa,
una más, de lavado de cerebro militarista que los egipcios están viviendo,
aplaudido por unos y en silencio por otros.
Que se cambien las decoraciones de las salas de las
guarderías infantiles implica, más que un salto, una confirmación de cuál es el
camino elegido por este régimen que no quiere que se vuelva a producir una
Primavera egipcia como la de 2011.
La situación egipcia se construye sobre una enorme omisión:
¿contra quién se levantaron en 2011? El hecho de que el detonante fuera la
muerte del joven Khaled Said a manos de la Policía del régimen, que no le
perdonó que denunciara su participación en el narco tráfico en su ciudad,
Alejandría sigue siendo tergiversado. El mismo ejército que sostenía a Hosni
Mubarak y a su régimen se ha mostrado en dos ocasiones como "salvador",
la primera cuando salva al régimen al decapitarlo en una operación de auto cirugía —eso fue sacar a Mubarak— que todavía dura. El pueblo egipcio debe "agradecerle" a su ejército
que no arremetiera contra ellos (y se lo pensaron mucho) y olvidar que los militares eran el
sostén del régimen decapitado.
La gran falacia ha sido hacer creer que las
libertades que se pedían entonces se han ganado, cuando el régimen es actualmente mucho
más represivo que lo era el de Mubarak, que por pura laxitud no se encargaba de
perseguir más que aquello que le cuestionaba directamente, dejando espacios no
de libertades sino de indiferencias. El otro hecho por el que los egipcios
deben dar las gracias —como le gusta recordar al presidente al-Sisi— es el
golpe de estado, el "no-coup", que sacó a los Hermanos Musulmanes del
poder, y que los militares y el discurso oficial egipcio considera una
"rectificación" positiva de la deriva del régimen posrevolucionario.
Desde ese momento, todo lo que tuviera que ver con el
levantamiento de 2011, un movimiento popular contra el autoritarismo, es
considerado peligroso. Solo debe haber una voz, la oficial del régimen, que se
debe cimentar en una idea, la "unión del pueblo y su ejército" bajo
una sola mano y un solo discurso.
Lo que no parece dispuesto el régimen es a abandonar el
papel del ejército, en el que se amparan todos aquellos que tienen algo que
perder. Los discursos se han ido volviendo cada vez más militaristas, como hemos tenido ocasión de contar aquí a través de
múltiples noticias —de la Feria del Libro de El Cairo a las series televisivas
de Ramadán— en las que se ha resaltado la campaña propagandística de los
militares para no verse cuestionados.
Pueblo, Estado y Ejército se presentan como caras de un
mismo ente cuya unión está mantenida por el nacionalismo y la religión. Al-Sisi
ha elaborado un "populismo de estado" cuyos márgenes democráticos son
imposibles. Los episodios generados por las elecciones presidenciales —una
gigantesca farsa en la que se seleccionó al candidato opositor entre los leales
mientras se encarcelaba a los posibles candidatos— dejan claramente a la vista
las enormes carencias del régimen en cualquier cosa que se pueda parecer a una
democracia. El parlamento adolece de los mismos problemas, con un sistema electoral
hecho para debilitar a los partidos, que necesitan del poder para tener
entidad. El próximo paso —crear una oposición dentro de los favorables— no hace
sino dejar en evidencia al sistema.
El episodio de sustitución de Mickey Mouse por los héroes es revelador; ya no son los mártires de la revolución, sino los rostros de los militares. Los
uniformes entran por los ojos de todos desde la infancia, convertidos en figuras paternalistas, proveedoras de las necesidades del pueblo al que asisten
con las mercancías que venden y reparten desde los camiones militares, traídos
directamente desde las fábricas en la que producen según las carencias o según
los negocios en exclusiva y sin pago del IVA.
Los egipcios siguen viviendo bajo esa imagen, reforzada de
forma conductista en la que lo bueno se asocia con los uniformes y lo malo con
la diversidad. La maniobra de considerar
el estallido popular de 2011 como una forma negativa
lleva hacia un autoritarismo que se ve cada día más elaborado y
envolvente.
Al amparo de los discursos de la seguridad, el régimen no da
un solo paso hacia la famosa hoja de ruta prometida hacia la democracia. Tan
solo refuerza su papel de control del país a través del afianzamiento del papel
de ejército y de un régimen férreo. Hacia el exterior, los discursos son justificativos
de las acciones interiores y se basan en la idea de la necesidad de reforzar el
apoyo antiterrorista. De esta forma, el gobierno egipcio insiste en que está
protegiendo al mundo del terrorismo mientras que aprovecha para hacer la
limpieza interna de toda la oposición democrática, política y mediática, de la
que se va deshaciendo.
La conversión de las guarderías infantiles en una especie de
"espacios chavistas" a la egipcia se hace sobre la ya omnipresente
imagen del presidente al-Sisi en todos los rincones. No debe haber espacio sin
rellenar por el todo (el ejército) y la parte (el presidente). Todo lo que los
egipcios asocien con lo positivo debe ir asociado con ambos. Lo negativo, en
cambio, debe serlo con las conspiraciones internacionales, los terroristas,
etc. Nadie debe dejar de besar la mano presidencial.
No hace mucho contamos aquí la instauración del canto del
himno y el izado de bandera en los hospitales, lo que no deja de ser un
despropósito porque suelen ser zonas de silencio. Todavía no se han producido curaciones
milagrosas al escuchar el himno o no nos han informado de ellas.
Como curiosidad, recordemos que fue un meme de al-Sisi como
Mickey Mouse en Facebook lo que dio con su autor en la cárcel, lo que sirvió
para convertirlo en muy popular. Fueron tres años de condena en 2015. Pronto los niños dejarán de sentir esa tentación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.