Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Una de
las mejores formas de combatir el dogmatismo es, sin duda, la traducción. A
menudo castigada por los "puristas" que ven en las lenguas propias
milagros que no ven en las otras, la traducción es la puerta al otro, un proceso
que marca la riqueza de cada momento de la cultura. Si no fuera por nuestros
propios prejuicios culturales, veríamos que nada nos enriquece más, que nada
nos abre más a los otros que el esfuerzo de traducción a nuestras lenguas de lo
que ha sido pensado en otras. Es un indicador de vitalidad, de curiosidad hacia el resto del mundo.
De
hecho, parece haber una especie de oposición romántica entre el
"creador" —aquellos que buscan en los límites de su lengua— y el traductor
—el que trata de poner en contacto tangencial dos lenguas y a veces dos culturas—. No es tal. Son dos figuras esenciales y, si me apuran, hacen falta mejores traductores. Con unos cuantos genios por siglo nos apañamos, pero buenos traductores se necesitan muchos y en todo momento. Labor callada, pero inmensa.
Me
alegra leer la noticia en Ahram Online (del 6 de agosto) sobre los
seleccionados para los premios de traducción en Egipto y ver que entre ellos se
encuentra una nueva traducción de un clásico como El decamerón, la obra con la que Giovanni Boccaccio describió un
mundo revuelto e irreverente y, sobre todo, ayudó a estructurar las formas
narrativas sirviendo de modelo para la posteridad. En efecto, el lenguaje es
una primera fase, a la que sigue otras formas de codificación, que son los
géneros discursivos, que tienen también sus propias modalidades culturales.
Señalan
en Ahram Online los candidatos de este año:
Last week Egypt's National Centre for
Translation announced the short lists for the ninth Refaa Al-Tahtawi
Translation Awards.
According to the centre's director Anwar
Mughith, the award — worth LE100,000 — is a way to pay tribute to the “unknown
knights” of cultural exchange, who build “permanent bridges connecting
civilisations”.
Five books have been shortlisted: a new,
contemporary translation of Giovanni Boccaccio’s Decameron by Abdallah Al-Ati
and Essam Al-Sayed, Anwar Mohamed’s first translation from the Russian of the
1923 classic The Diary and Reminiscences of Mme Dostoevsky and three scholarly
works: Jean Aitchison’s A Practical Introduction to Contemporary Linguistics
translated by Abdel-Kerim Gabal; Hank Johnston’s States and Social Movements translated
by Ahmed Zayed; and Jan Kyrre Berg Olsen’s New Waves in Philosophy of
Technology translated by Shawki Galal.
The award’s Youth and Scientific Culture
subcategories, worth EGP 25,000 each, include Simon Critchely’s introduction to
continental philosophy in the “Very Short Introduction” series, the Malaysian
educator Syed Farid Al-Attas’ Ibn Khaldun and Unbounding the Future: The
Nanotechnology Revolution by Chris Peterson, Gayle Pergamit and Eric Drexler.*
Es bonita la expresión "desconocidos caballeros" (más allá de la cuestión de género) para referirse a la labor de los traductores, en el sentido de conferirles la
labor de paladines, es decir, personas
defensoras de una causa noble, según reza la segunda acepción de nuestro
diccionario.
Creo que no hay causa más noble que la de la traducción,
precisamente por ese carácter de "puente" que se resalta, pero
también por lo que tiene de modestia y muchas veces de poco reconocimiento
exterior.
Al "creador" le queda la gloria que le fabrican
entre lectores, críticos e historiadores, A los traductores, en cambio, les
toca dejar toda su sabiduría y eficacia al servicio de estos, que tienden a olvidar o a ignorar sus nombres. La vida es esencialmente
injusta, por lo que sus méritos se verán como propios del traducido, mientras
que a los autores siempre les quedará el recurso de echarle la culpa al
traductor de sus defectos jurando que en su propia lengua suenan mejor. Es un secreto que hay autores que suenan mejor traducidos, por actos de misericordia.
A los traductores les ha salido además un extraño competidor,
la traducción automatizada en la que las mentes de ingenieros y programadores
conspiran contra todos ellos creando maravillosas y maquiavélicas máquinas
dotadas de inteligencia artificial, con el infinito recurso del big data como
alimento para traducir.
Así, entre la inteligencia natural de los creadores (poetas
o científicos) y la inteligencia artificial de las máquinas competidoras, las
personas dedicadas a traducir se ven en el olvido o en la invisibilidad.
Parece que cuando las máquinas puede hacer bien ciertas
cosas, queda la actividad atenuada y como de menos mérito. Nada más lejos de la
realidad. El aumento (indudable) de la calidad de las traducciones de las
máquinas da un nuevo sentido a la labor traductora, convirtiéndola en lo que
casi siempre han sido, un acto parejo de amor e inteligencia. La máquina puede
tener mucha inteligencia, pero poco amor. Y no parece que vaya a ir por ahí la
competencia.
El mundo árabe, que fue traductor nato, necesita
urgentemente de combatientes, de paladines de las lenguas e ideas. Menos yihadista y más traducción.
En un mundo
dogmático en el que la palabra se vuelve intocable y el sentido se inmoviliza
sacralizándolo, es más que nunca necesaria la labor traductora. Lo es por lo
que tiene de amor y por lo que necesita de sabiduría.
Nada condena más a una cultura que el aislamiento y su forma
más cerril es cortar el flujo entre lenguas y culturas. A la literalidad del
dogmatismo del verbo se le debe contraponer la gaya ciencia de la traducción,
ejercicio de amor a los textos y servicio a los lectores que han de recibir los
textos renacidos en otra lengua. Lo opuesto a la traducción es el "libro único", la "lengua única", etc. es decir, el dogmatismo, que ve en la traducción traición y en otros libros herejía.
Nadie necesita más conocimiento del idioma que quien traduce:
nadie necesita conocer más y mejor los mínimos matices que cada término
encierra, el valor de cada elección, cada ser o no ser semántico.
Sean quienes sean los que ganen los premios de traducción,
el gran éxito es el reconocimiento de la importancia de la tarea de servir de
puente entre dos culturas delimitadas por las fronteras del lenguaje. Ese es el premio global.
En estos tiempos de unilateralidad, ponderemos la riqueza
espiritual, la alquimia de traducir de verbo a verbo, de mundo a mundo. Celebremos la traducción como apertura y voluntad de encuentro.
*"Five
books shortlisted for Egypt's Refaa Al-Tahtawi translation awards" Ahram
Online 6/08/2018
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/18/107/309158/Books/Arab/Five-books-shortlisted-for-Egypts-Refaa-AlTahtawi-.aspx
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