Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No
sabemos lo que ocurrirá mañana en Cataluña. No me refiero a unos hipotéticos
resultados en un sentido u otro. El referéndum independentista ha conseguido
convertirse en un esperpento carnavalesco y atraer la atención, que es de lo
que se trataba. Su valor es nulo y cada hora es más evidente.
Los
independentistas pueden lanzar los mensajes que quieran al mundo, pero solo hay
uno que no tienen derecho a expandir: el de ser un "país ocupado",
una "colonia" de un hipotético "imperio" bajo cuyo yugo han
vivido. La prueba más evidente de que esto no es así es el punto al que han
llegado, impensable en cualquier espacio supeditado a sus invasores. Es más,
los separatistas catalanes han esperado al momento de máxima libertad que les
reconocía el voto de todos los españoles a través de nuestra constitución para
montar este circo que les lleva hasta unos discursos sentimentales decimonónicos.
No
hablo de "Cataluña" ni de los "catalanes"; hablo del
"independentismo" que solo es una parte, ruidosa y agresiva, intimidadora
y "okupa". Hay una parte de los catalanes condenados al silencio,
atemorizados por las fuerzas independentistas que han decido que la calle es el
espacio de lucha. Las prácticas de los "antisistema" se han
convertido en la forma de ocupación de la calle y las instituciones. Se busca
ir más allá y crear brechas, crear un anticatalanismo que justifique su uso de
la fuerza.
El País 30/09/2017 |
La
reacción de toda España ante los atentados en Cataluña se transformó en
manipulación vergonzosa, en insulto desagradecido, por temor a que la
solidaridad pudiera hacer flojear el espíritu secesionista que habían estado
creando. Pero toda España mostró su solidaridad sincera con unos atentados que
no eran una "propiedad" exclusiva, sino un ataque al conjunto de la
sociedad española. La situación permitió comprender hasta qué punto el
nacionalismo separatista en un gigantesco montaje manipulador, un descarado dispositivo
de producción de propaganda que trataba de ocultar la solidaridad con los
lugares y víctimas, reivindicando (incluso acusando por la venta de armas) la
propiedad de los muertos. Nadie usó contra el nacionalismo, en cambio, la propiedad de los asesinos, crecidos en
sus escuelas y calles.
De poco
sirven los artículos firmados por los profesionales de distintos campos (la Economía,
la Historia, el Derecho...) desmontando las falacias, las burdas mentiras sobre
las que el nacionalismo secesionista y callejero ha basado su discurso central:
el victimismo del rico robado, parasitado por el resto de una España mediocre y
perezosa.
La
mentiras de los que buscaban romper Europa con el "Brexit", que
salieron a la luz a las pocas horas del referéndum en el Reino Unido y que se
confirman cada día, no han puesto sobre alerta a los que son tentados por el
victimismo y la esperanza de un futuro brillante. Sin embargo, lo que espera es
un salto al vacío, un hundimiento y una fractura social sin precedentes. Hoy
unidos, los grupos que unen a parte de la burguesía catalana con los grupos
separatistas anticapitalistas —los mismos que han estado atacado turistas—
tiene un futuro cainita en la salud y en la enfermedad.
El
absoluto vacío internacional, con la excepción de Nicolás Maduro y el aliento
subterráneo de Putin para todo lo que haga daño a Europa, hace que busquen un
día 1 de octubre "memorable" que pueda cambiar la actitud del mundo
el día 2.
Hay que encontrar categoría política e inteligencia en España para poder evitar algo
que puede ser muy complicado de gestionar ahora y en el futuro. Ley e inteligencia son necesarias. Los errores de un solo día se pueden pagar décadas.
El
separatismo catalán ha necesitado de unas décadas de control de la Educación,
del uso de los medios institucionales, para formar una generación de personas
envenenadas, adoctrinadas en el victimismo. Es en las escuelas donde se enseña
a odiar, a percibir la realidad distorsionada y a crecer con ella. No se ha
enseñado la vida en común, sino el odio del "país rico" colonizado
por el "imperio pobre". Gran parte de la riqueza de Cataluña se pudo
crear a costa no de invasores sino de
inmigrantes en cuyos pueblos no se invirtió para favorecer zonas que necesitan
mano de obra para sus fábricas. Pero algunos ricos suelen tener mala memoria y
creen que no le deben nada a nadie, que todo es fruto únicamente de su
esfuerzo. El papel de Cataluña es esencial y nadie le quita el mérito, pero el avance de España desde la Constitución del 78 es fruto del esfuerzo de todos. No existe la piedra de España en la mochila de Cataluña, frase infame de Artur Mas en un viaje a USA.
Hoy una
mayoría de la población catalana vive la angustia de verse llevada al límite
por la confluencia de grupos radicales y políticos con aspiraciones de hacer
Historia. La van a hacer, desde luego, como la han hecho muchos de triste recuerdo. Dicen que con un millón de votantes se conforman y que sería un gran éxito. Nadie les perdonará el daño hecho.
Ya no
queda más palabra que la de la Ley. Pero la Ley ha de superar en inteligencia a
los intentos de crear situaciones de no retorno. La Ley sí debe preocuparse por
llegar inteligentemente a un día 2 en el que se pueda aspirar a una normalidad que tratan de evitar por
todos los medios. Los irresponsables que han llegado a este punto deberán dar
cuentas de lo que ocurra.
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