Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cuenta
la BBC que la llamada telefónica entre las autoridades de Arabia Saudí y Qatar
se resolvió colgando bruscamente. Parece ser que más que por el contenido en sí
de la llamada, el corte se produjo por la llamada misma. Cuando los egos son
muy fuertes suelen pasar estas cosas.
Así nos
lo trata de explicar la cadena estatal británica:
Saudi Arabia says it has suspended dialogue
with Qatar, shortly after a phone call between the Qatari leader and the Saudi
crown prince.
The two sides had discussed holding talks to
resolve the Qatar crisis, which has seen Doha cut off from Saudi Arabia,
Bahrain, Egypt and the UAE.
However, Saudi Arabia then accused Qatar of
distorting facts about the call, and said it was ending talks.*
Lo que ocurre entonces es que no están discutiendo sobre lo
que ocurre sino por qué se han llamado o quién ha llamado a quién. De alguna
forma, lo que quiere decir es que la llamada que cada uno tenía en mente no es
la que se produjo, frustrándose las gloriosas expectativas de victoria súbita
telefónica que se pudieran haber formado cada una de las partes al descolgar el
auricular.
De lo que se acusan es de distorsionar los hechos sobre la
llamada, que no pueden ser más que "quién ha llamado primero" o
"cuál era la recepción" que se esperaba por parte del otro. La otra
opción era "quién paga la llamada" pero no es pertinente en este
caso.
¿Qué puede enfadar tanto al príncipe saudí sobre la llamada
como para colgar?
Friday's phone call, which came after US
President Donald Trump spoke separately with both sides, had initially been
seen as a possible breakthrough in the crisis.
The call was the first formal contact between
Riyadh and Doha since the crisis began.
State media on both sides reported that Qatar's
Emir Sheikh Tamim bin Hamad al-Thani and Saudi Crown Prince Mohammed bin Salman
had discussed the need for dialogue to resolve the crisis.
Who said what?
The Saudi Press Agency said Qatar's leader had
"expressed his desire to sit at the dialogue table and discuss the demands
of the four countries", and that further details would be announced after
Saudi Arabia reached an agreement with Bahrain, Egypt and the UAE.
Meanwhile, the Qatar News Agency said the Saudi
crown prince had proposed assigning "two envoys to resolve controversial
issues in a way that does not affect the sovereignty of states".
Shortly afterwards, Saudi Arabia accused Qatar
of not being "serious" about dialogue, and said communications
between the two sides would be suspended.*
La mediación de Donald Trump hace ver que nos encontramos
ante un nuevo episodio de "The Art of The Deal", como señalábamos
ayer. ¿Qué les habrá contando para convencer a cada uno que el otro estaba
dispuesto a aceptar las condiciones o al menos discutirlas? "¡Llama, que
están a punto de caramelo! Believe me! Ya he hablado yo con ellos", podría
haber dicho Trump. Lo cual demuestra que no es consciente de que esta crisis la
produjo él en su visita a la zona.
La versión saudí la podemos leer en Arab News y es como sigue:
After reporting the phone call between Crown
Prince Mohammed and Sheikh Tamim, another SPA report said that Saudi Arabia was
suspending the dialogue, quoting a Saudi official at the Foreign Ministry as
saying Qatar's state news agency QNA published a report that “did not have any
relevance to truth.”
According to QNA, both Qatar's Emir and the
Saudi Crown Prince "stressed the need to resolve the crisis by sitting
down to the dialogue table to ensure the unity and stability of the GCC
countries.”
Sheikh Tamim welcomed the proposal of Prince
Mohammed during the call "to assign two envoys to resolve controversial
issues in a way that does not affect the sovereignty of the states," QNA
said.
It said the phone call was based on
coordination of US President Donald Trump who had earlier talked with Sheikh
Tamim.
SPA said what the QNA published “is a
continuation of the distortion by the Qatari authority of the facts.”
“It clearly shows that the Qatari authority has
not yet understood that the Kingdom of Saudi Arabia is not ready at all to
tolerate the change by the Qatari authority of agreements and facts. This is
evident in the distortion of the content of the contact received by the Crown
Prince from the Emir of the State of Qatar minutes after its completion,” it
said.
It further said: “The contact was at the
request of Qatar and its request for dialogue with the four countries on the
demands, and because this proves that the authority in Qatar is not serious in
dialogue and continues its previous policies, the Kingdom of Saudi Arabia
declares that any dialogue or communication with the authority in Qatar shall
be suspended until a clear statement explaining its position is made in public
and that its public statements are in conformity with its obligations. The
Kingdom affirms that the flounder of the Qatari policy does not enhance the
confidence needed for dialogue.”**
El presidente Trump había manifestado con gran énfasis y
pretenciosidad el día antes de la llamada fallida que estaba tratando de
resolver la crisis y que contaba con Kuwait para mediar. Pero el efecto
producido es el contrario, como ya suele ser habitual en las intervenciones del
presidente norteamericano. Ahora la situación es más complicada que antes
porque lo que Trump hizo fue dar salida a los conflictos por rivalidad.
Trump hizo ver dos cosas: 1) que los derechos humanos no le
importaban (lo que le recriminó recientemente The Washington Post en un
artículo recogiendo el incremento de violaciones en países como Egipto tras su
llegada al poder) y 2) que Irán era el "enemigo" y su objetivo
prioritario (atacaba así la política de Barack Obama, que había cerrado su
mandato con acuerdos con Irán y Cuba).
Los países aliados contra Qatar recibieron una señal
equívoca del presidente Trump y se lanzaron contra él país que realiza una
política diferente al resto, alineado con la idea de que es Arabia Saudí quien
debe liderar la zona.
¿Se cerrará la brecha abierta? Trump se encuentra ahora que
lo que él creía haber unificado y desviado de Israel se ha vuelto mucho más
complicado y, sobre todo, oficial. Las distancias son viejas cuestiones, pero
ahora están en la superficie, todo el día y agrandándose, como muestra la crisis
telefónica abierta con plenitud mediática.
Esa crisis tiene unos beneficiarios indirectos: Putin,
Turquía e Irán. La exigencia de que Qatar echara las bases turcas de su
territorio y cortara los lazos con Irán se han resuelto de forma contraria. Turquía
ha aumentado el número de soldados en sus bases y Qatar ha aumentado la
intensidad de su necesidad de soberanía manteniendo los lazos de forma más
visible. Qatar ahora tratará de mantener su propia línea de contactos para demostrar
que es un país soberano que no se deja amedrentar y menos que le impongan un
pliego de 13 condiciones que ningún país del mundo aceptaría.
Debería ser Estados Unidos, como aliado de ambos, al que le
correspondería la mediación, pero teniendo en cuenta que es Trump quien ha
causado el conflicto y lo que ocurre cuando lo intenta, lo mejor es mantenerle
lejos.
El gran beneficiado es por supuesto Rusia y su aliado, Siria.
Con Estados Unidos cometiendo errores, Putin puede avanzar tranquilamente en su
estrategia de apuntarse la guerra de Siria como una victoria personal.
Cuando los territorios sirios se vean limpios de los
militantes del Estado Islámico y algunos otros grupos molestos, Al-Assad agradecerá entonces a su aliado ruso el haber
luchado mano a mano con ellos para liberar su territorio de terroristas.
Exigirá entonces que abandonen su territorio los que no hayan sido invitados y
se encuentren en él. Se celebrará una "gran conferencia de paz" para
llegar a un apaño que le permita seguir en el poder y presentarse como vencedor
de una conspiración islamista y de Occidente. Dará entonces las gracias a Rusia
y a los países que estaban a su lado.
No es imaginación. Es lo que ha dado a entender el propio Al-Assad
en una reciente conferencia. Ninguno de los países de la zona está luchando por
Siria. Lo están haciendo para que no se asienten sus enemigos en un territorio
en el que podrían hacerse fuertes y, especialmente, para que los que tengan en sus
casas no se animen a hacer lo mismo.
Frente a la estrategia de Al-Qaeda, el Estado Islámico
planteó una reivindicación de un territorio, lo que abría una dinámica completamente
nueva. El terrorismo ya no era algo
que se podía perseguir, encerrar y acoger como ocurría con la franquicia de Bin
Laden. Ahora querían tener un estado, es decir, un punto de expansión hasta
recuperar el califato: el espacio imaginado sobre el que piensan "reinar"
y mantener la ortodoxia radical.
En realidad los miembros del Estado Islámico no piensan de
forma muy diferente a como lo hacen algunos de los que combaten. La diferencia
son las estrategias y el deseo de hacerlo. El wahabismo saudí ha sido el que ha
orientado y financiado muchas operaciones terroristas contra Occidente; para
eso sí había dinero. Se podía destinar un poquito del dinero recibido de
Occidente por el petróleo a meterle miedo al propio Occidente, que trataba de
asegurarse el petróleo ayudando a los que les prometían sostenerlos en el
poder. Pero hemos pasado de atentar en Nueva York o las embajadas
norteamericanas a un terrorismo incontrolado e incontrolable que ha dejado de
hacerles el juego y que atenta en todos los frentes. Hay que mater infieles,
sí, pero eso es para mantenerlos alejados, crear islamofobia que haga incómoda la vida de los musulmanes fuera de
sus tierras, a las que volverán cuando triunfe el movimiento islámico de recuperación
del imperio. Para ello hay que eliminar a los traidores y sembrar el
desconcierto y el miedo en el mundo.
Quizá con la excepción de Túnez, en donde la resistencia
secular es importante, la mayor parte de los países afectados están jugando una
extraña mezcla entre discurso oficial anti Estado Islámico y una práctica
conservadora en lo religioso, que sirva para combatir a los islamistas con su
mismo lenguaje haciendo ver que el estado es "virtuoso". La
estrategia islamista desde los años sesenta ha sido separar a los pueblos de
los dirigentes acusándolos de poco piadosos mientras que la de los gobiernos ha
sido jugar la baza de los nacionalismos como alternativa a la pérdida de
legitimidad de lo estatal frente a lo religioso. Como ciudadanos son de un país; como musulmanes son de
todas partes, de la umma, la comunidad espiritual de todos los musulmanes. Si a
esto le añadimos casos como el Bahréin, en donde los que reinan son suníes y el
pueblo chií, los conflictos adquieren sus tonalidades propias.
diciembre 2015 |
El "lío qatarí" es una ocasión de oro que la soberbia
ignorancia de Donald Trump —autor de libros sobre cómo hacerse rico, siendo él
mismo millonario por nacimiento— ha favorecido.
Lo peor es que los varios conflictos y problemas
superpuestos en la zona no van a servir para tranquilizarla sino para
convertirla en un campo complejo de guerras no dichas y batallas
irreconocibles. La llamada "guerra de Siria" no es tal; es solo una batalla
extensa para que un aliado de Rusia no pierda el control en la zona y Putin
tenga sus bases militares aseguradas.
El llamado Estado Islámico seguirá actuando fuera de un
territorio específico, centrándose en un modelo más próximo a Al Qaeda, con un
formato populista y casero que le faltaba a los grupos de Bin Laden. Cualquiera podrá
demostrar la pureza de su fe cortando cuellos, atropellando en avenidas u
organizando atentados más sofisticados con bombonas o cualquier otro elemento. Todos estos actos de terrorismo "low
cost" son la advertencia de que ya no son grupos de aventureros, sino
frustrados repartidos por todo el mundo, gente a la que se le ayuda a
reorientar su odio hacia la muerte propia causando la ajena.
El modelo que puede estar al otro lado la esquina es
precisamente el que algunos ya han esbozado: estados más religiosos (frente a estado más seculares y democráticos, pensemos
en Turquía); fuerte intensificación del nacionalismo para poder definir como
"enemigos de la patria" y no como "hermanos en la fe" a los
terroristas; fuerte represión de los terroristas y de los secularistas y demócratas
(los que cuestionen los métodos del poder). En el fondo es la confirmación de
que la religión ha servido a todos para controlar las voluntades y que nadie va
a renunciar a ella estableciendo sociedades abiertas e ilustradas. ¿Por qué
complicarse la vida?
Es importante que la guerra de Siria acabe, un monstruoso
conflicto creado a mayor gloria de unos poderes que no tienen inconveniente en
bombardear sus propios pueblos o cortarles el cuello. Lo que habrá es que irse
imaginando los escenarios posibles. Y todos quieren tener las manos libres para
tener el poder absoluto sin que nadie se lo recrimine.
El episodio telefónico es una anécdota en este panorama
desolador creado por las ambiciones más incontrolables, por los pensamientos
más retrógrados. Como todas las anécdotas son pequeñas perlas que contienen una
enseñanza sobre la naturaleza de quienes intervienen y permiten contemplar algo
del futuro.
A los errores de Barack Obama se suman ahora los de Donald Trump. Aunque, la verdad sea dicha, en la zona ayuda bastante a cometer errores. El lío no es nuevo. Decía al-Assad, en entrevista con El País, que ochenta países apoyan al terrorismo en Siria. Y seguro que a nadie le salen las cuentas de la misma manera.
*
"Qatar crisis: Saudi Arabia angered after emir's phone call" BBC
9/9/2017 http://www.bbc.com/news/world-middle-east-41209610
**
"KSA suspends contact with Qatar, citing Doha’s ‘distortion of
facts’" Arab News (Arabia Saudí) 9/09/2017
http://www.arabnews.com/node/1158176/saudi-arabia
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