Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En
mundo preocupado por misiles, huracanes y terremotos, referéndum y secesiones,
migraciones y fronteras, la noticia que el embajador de Arabia Saudí en
Naciones Unidas que ha hecho aplaudir con una sonrisa incontenible ha sido la
aprobación por el Rey Salman de un decreto que permite a las mujeres conducir.
En este
mundo tan preocupado por tantas cosas importantes, la cuestión de que Arabia
Saudí fuera el único lugar del mundo en el que las mujeres no pueden conducir
automóviles... o bicicletas (como nos mostraba la magnífica película La bicicleta verde -Wadja 2012- ), se ha
tomado como excusa para reproducir los vídeos que las propias saudíes colgaban
en YouTube para desafiar al régimen que las obligaba a depender de conductores
que las recogían de sus casas para ir a hacer la compra. Más que curiosidades
eran demostraciones de libertad de seres humanos condenados al encierro y a la
dependencia para casi todo.
Hace
mucho que se habla de una revolución lenta
de las mujeres en Arabia Saudí. La película citada anteriormente, la primera
realizada en Arabia Saudí y dirigida por una mujer contra viento, marea y las
imprecaciones piadosas de los saudíes que consideraban contra la voluntad de
Dios que una mujer trabajara y con hombres, termina con un plano de gran valor
simbólico: Wadjda se lanza a la carrera con su bicicleta, sin miedo y con una
alegría desbordante. La bici le permite competir con los hombres... y ganarles.
En el fondo, no es la bicicleta el problema, sino la competencia.
Pero me
preocupa la semántica, primero, y la pragmática después. Que las mujeres puedan
conducir no significa que puedan hacerlo solas.
Pese a que muchos eruditos jeques han establecido los peligros que supone
conducir para el cuerpo de las mujeres, lo cierto es que el problema no es
tanto la conducción (a ninguna mujer del mundo le ha pasado nada que no le haya
podido pasar a un hombre), el verdadero problema es la autonomía. El automóvil pasa a ser un símbolo de la capacidad tomar decisiones. Las mujeres saudíes debían moverse bajo el control de sus esposos o responsables al volante o bajo la vigilancia de los "conductores" alquilados para recoger a las mujeres en las puertas de sus casas. Caminar no está bien visto, hace calor y, especialmente, se pueden sufrir ataques machistas.
Una
mujer al volante no es lo mismo que una mujer sola al volante. La cuestión es
que conducir está supeditado a una orden general de difícil revocación: el
hombre es el guardián de la mujer y
su responsable. Recordemos que Arabia
Saudí no solo es el único país del mundo en el que una mujer no puede conducir
sino también el único país del mundo en el que una mujer no puede entrar sola,
es decir, necesita de un responsable,
padre, marido, hermano o hijo.
La fotografía inicial de este texto muestra uno de los check point en los que se verifica que no sea una mujer quien conduce pero también que los que van son los familiares adecuados. De no serlo, puede haber un incidente o incluso una sospecha de adulterio o prostitución. Muchas explicaciones hay que dar si quien está dentro del coche, conduzca o no, no está incluido en el círculo correcto de la familia, el responsable.
Por
eso, lo problemas de la conducción abrirán otros nuevos al poseer la mujer
autonomía de movimientos. Habrá que ver cuál es la reacción social. Una cosa es conducir y otra tener las llaves del coche; una cosa es conducir y otra qué haces
aquí. Son matices, pero así es la vida, matices. En La bicicleta verde el gran
escándalo es que una de las chicas había sido recogida en coche por un amigo y
habían sido detenidos por la Policía para verificar si realmente eran
parientes.
Nos
cuentan en Euronews que aunque el decreto del rey Salman no entrará en vigor
hasta junio de 2018, muchas mujeres se han lanzado a la calle conduciendo como
reflejo de su alegría. El sistema social buscará la forma de complicarles la
vida de la forma más sutil que pueda. No quita para que sea un avance hacia una
extraña igualdad pues en casi todo el mundo las mujeres piden los mismos
derechos de los hombres, pero ¿cómo reivindicar esta forma patriarcal que les
guía? Por eso la revolución de las mujeres en países como Arabia Saudí es la
verdadera revolución porque es mucho más avanzada que las retrógradas que
proponen la mayoría de los hombres. Las mujeres inteligentes no reclaman el
derecho al abuso masculino sino derechos que los propios hombres rechazan. Es
una interesante paradoja que permite decir una vez más que no habrá democracia
sin mujeres autónomas, mientras la situación general sea mujeres con dependencia natural y divina de los hombres.
Ahram
Online nos trae noticias de una mujer kuwaití, que no solo ha tenido el valor
de ser escritora sino que ha cometido la osadía de escribir una autobiografía.
El mundo árabe musulmán posee muy poco este género, especialmente en las
mujeres. ¡Si las mujeres hablaran! Es mucho lo que se calla. De no ser por la
fuerte presión social y familiar, muchas mujeres se enfrentarían a los retos de
la autobiografía, pero en un mundo en donde el exterior virtuoso lo es todo y
en donde lo que se dice de uno repercute sobre la totalidad familiar no es nada
sencillo. Los hombres, con una tendencia enorme a la vanidad, convierten sus biografías
en autoalabanzas y propaganda de su misión en la vida.
La
escritora kuwaití, Laila Al-Othman, revela ese mundo en el que las mujeres
padecen que su destino nunca sea suyo, sino que esté en manos de los hombres.
Señalan en Ahram Online lo atípico de la escritura autobiográfica:
[...] Perhaps she is the only Kuwaiti female
writer who dared to write her autobiography, in which she revealed much
unspoken and submerged in the conservatism of Kuwaiti society.
For instance, she reveals the widespread of
polygamy in Kuwait, to the extent that it is the norm. After her mother gave
birth to her, her father threatened her mother with divorce if she gave birth
to a fourth female child and not a boy. The mother tried to kill Laila by
throwing her in the sea.
While she survived, her father divorced her
mother and she was obliged to take her daughters to live in a desolate area.
When her mother married for the second time, her father snatched the girls and
made his other wives bring up the daughters.
In her autobiography, Al-Othman focuses on her
troubled, harsh childhood and on her father, one of the richest men in Kuwait
at the time, who was extremely cruel, domineering and authoritarian as a
parent.
In the first two chapters, she speaks in detail
on aspects of life in the 1950s, when Kuwait was just desert communities
lacking every amenity before oil was discovered there. She was keen to mention
the circumstances in which she starting writing, emphasising throughout the
book that she started from scratch.*
Toda historia contada se vuelve excepcional. Pero es
probable que lo que Laila Al-Othman cuenta se repita en muchos otros hogares.
Como señaló Flaubert, hay una Emma Bovary
en cada pueblo de Francia. Puede que muchas más. Toda historia tiene lo
vívido de lo personal y lo vulgar de la repetición tras cada puerta cerrada.
Al-Othman ha conseguido contar su historia, probablemente llena de hechos traumáticos
para ella que ahora ha podido liberar en el papel. Son necesarias muchas autobiografías
en el mundo árabe, especialmente femeninas porque son voces condenadas al
silencio o al fingimiento.
Sí, las mujeres podrían contar muchas historias y hacer de
sus autobiografías bestsellers que nos dejarían asombrados por las
dificultades, por las distancias que existen entre los órdenes sociales en que
vivimos y los que otros padecen.
Nos cuenta Laila Al- Othman en su autobiografía:
After finishing high school, her cruel and
domineering father issued a command that she must stop learning, stay at home
and wait for a husband. In this period, she started writing but she couldn’t
publish because her father refused that her name appear in a newspaper or a
magazine.
Her relationship with her father was complex.
She was in a love-hate relationship with him, feeling that he was the shackle
restraining and preventing her from living her own life, due to his fear for
her, his desire to protect her and in keeping with conservative traditions. For
these reasons she had no choice but to marry to escape from her father’s control.
She even coined her own expression, “Marriage is the doorway to deliverance,”
devoting a special chapter to it.
Al-Othman was married first to Dr Hosni
Mansour, a Palestinian gynecologist and obstetrician, who was 33 years her
senior. He was the family’s doctor and her father trusted him very much.
Her husband encouraged and stood by her and she
began her first steps in writing and publishing. She worked in journalism and
made a number of news reportages that drew attention due to their daring, such
as the one she made when she visited the women prison in Kuwait. However, she
realised after some time that journalism consumes the writer’s time and effort,
expressing regret for working in this field. Soon she stopped and devoted
herself entirely to creative writing.
After nine years of marriage and giving birth
to four sons, her husband died, which was a traumatic experience. If in her
first marriage she succumbed to traditions and bowed to her father’s will, her
second marriage to the Palestinian critic Walid Abu-Bakr followed a love story
and she gave birth to two daughters.*
¿Una
vida de película? Probablemente no. Lo que cuenta la escritora kuwaití, hija de
uno de los hombres más ricos del país, es una vida bastante frecuente en sus
restricciones. La jaula era de oro, pero jaula al fin y al cabo. El matrimonio
como huida de la casa paterna, maridos de mucha más edad, carga de hijos. La
suerte le vino en forma de una educación a manos de esos profesores palestinos
cuya forma de ver la vida se alejaba de la forma de ignorarla de los ricos kuwaitíes.
Protegidos por las reservas inmensas reservas de petróleo, los gobernantes y
propietarios de estos países han conseguido frenar el cambio histórico
blindando sus prácticas culturales. El petróleo ha sido el freno reaccionario
que ha hecho que unos y otros se disputen su amistad y se movilizaran cuando
Sadam Hussein les invadió.
2012 |
La
lenta marcha de los avances de las mujeres en países como Kuwait o Arabia
Saudí, contrasta con el retroceso de los que habían avanzado algo. En muchos,
las fuerzas retrógrado-virtuosas se rasgan las vestiduras ante los cambios y se
lanzan a las calles y parlamentos a vociferar consignas, citar versículos y
exponer doctrinas que muestran que las mujeres no son de fiar.
El derecho a conducir coches que se les acaba de conceder graciosamente es pensado por muchas de las que desafiaron su prohibición como una forma de libertad de movimientos. La alegría de las que conducían contra la ley patriarcal era la del desafío a la autoridad. No existe vida propia sin decisiones propias; cuando hacemos solo que otros nos dicen no somos realmente nosotros mismos. La escritora kuwaití ha tenido que deshacerse de muchas cadenas hasta poder tener la libertad de vivir su vida y así ha podido contarla con libertad. Nos ha dejado testimonio de la parte en la que era solo un títere de su padre y también de la que logró poder escribir y describirse hasta llegar a darnos su autobiografía. Ella también está al volante.
Ahora
habrá que esperar el siguiente acontecimiento, que será la primera multa puesta
a una mujer o incluso la primera retirada del carnet de conducir, porque las
fuerzas reaccionarias no desaparecen sino que se transforman. Hasta entonces, nuestra esperanza de que sigan firmes al volante de sus vidas y estas puedan ser contadas. Autonomía en todos los órdenes.
*
"Kuwaiti Laila Al-Othman's autobiography: Writing is a profession of
hardship and happiness" Ahram Online 27/09/2017
http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/18/277859/Books/Kuwaiti-Laila-AlOthmans-autobiography-Writing-is-a.aspx
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