Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Lo
primero que el presentador de la Fox, Sean Hannity, le ha preguntado al
presidente de Egipto, Abdel Fattah al-Sisi, es por lo que ha llamado
"revolución" del discurso religioso del islam. La Fox es
probablemente el único espacio informativo que no comienza preguntándole por
los "derechos humanos" en Egipto. Pero, todo hay que decirlo, tampoco
hay que esperar demasiado en la cadena que más apoya a Donald Trump. Frente al
vacío o a las críticas aceradas, la Fox es un espacio de paz y propaganda heroica del presidente Sisi, presentado como un luchador contra el islam radical. Son cuatro minutos de gloria que en tiempos de huracanes
y terremotos en los Estados Unidos, México y el Caribe son un regalo apreciable.
Comenzar
declarando a Al-Sisi como un "revolucionario" contra el islam radical
y las malas lecturas de la doctrina es una introducción que recoge la música,
pero no la letra. La estrategia de la cadena es presentarlo como un luchador
contra el radicalismo, contra el terrorismo, tratando de evitar las zonas
oscuras que este tipo de acciones conllevan, como las críticas por los derechos
humanos y el recrudecimiento de los ataques a personas que no pueden ser
considerados en absoluto "radicales religiosos" o
"terroristas".
El
presentador de la Fox explica en un pausado inglés que es "esta
ciudad", por Nueva York, tres mil personas murieron por el terrorismo
radical islámico. Hannity lo hace, todo hay que decirlo, al presidente de un
país en el que el 78% de la población piensa que fueron los propios
norteamericanos los que destruyeron las Torres gemelas, el mayor porcentaje en el
mundo, seguido de cerca por Turquía. Lo hace también al presidente de un país
en donde es frecuente escuchar a los líderes políticos y religiosos (incluidos
los coptos) que el Estado Islámico es una fabricación con responsabilidad, de global
a local, de "Occidente", "Estados Unidos" y "Obama -
Hillary Clinton" según los carteles y pancartas exhibidos por las calles o
reflejados en encuestas. Pero estas cosas no entran en la entrevista de Sean
Hannity para la Fox. Hannity no pierde ocasión en preguntar por las diferencias entre Trump y Obama, señalando que Obama apoyaba a Mohamed Morsi mientras que Trump (obviamente) no. Trump no lo hubiera hecho mejor en su canal favorito. Pan para hoy.
El
diario estatal Ahram Online sintetiza la cuestión de la Fox hasta límites
telegráfico (o de tuit, como diríamos hoy):
Egyptian President Abdel-Fattah El-Sisi has
renewed calls for reforming Islamic discourse, saying it is a key element in
defeating terrorism.
"By speaking of renewing religious
discourse, we look to promote the correct understanding of [Islam] and filter
out false ideology and misconceptions," El-Sisi said in an interview with
Fox News in New York on Wednesday.
The Egyptian president reiterated the need for
a comprehensive strategy that is not confined to military and security
confrontation, to combat extremist ideology and terrorist organisations around
the world.
"The international community needs to
stand firm against [extremism] with a comprehensive strategy that is not
confined to military security confrontation, but which involves other aspects:
economic, social and cultural," El-Sisi said.*
Nada nuevo ni nada concreto. Hay que reconocerle al
presidente, al menos la constancia del mensaje sobre la reforma. El problema
—que hemos abordado aquí cada vez que el presidente lo ha planteado— es que ese
discurso choca con dos frentes importantes: a) la institución religiosa, es
decir, la Universidad de Al-Azhar, que tiene su propia agenda; y b) la
incompetencia de su propio apoyo parlamentario que sigue intentando ganar
popularidad haciendo un populismo tradicionalista de barrio. Desgraciadamente,
el presidente Sisi se encuentra en esa posición para la que necesita el apoyo
de las instituciones religiosas para realizar esas reformas que apenas se materializan
y cuando lo hacen no tienen el beneplácito de los clérigos de Al-Azhar, como ha
ocurrido con cuestiones como el divorcio oral (exprés).
El discurso reformista es necesario como un arma
justificadora de la acción. Sin embargo, nadie ha dado una justificación
teórica desde la religión. Todo se ha resuelto en conflictos institucionales,
como ha ocurrido en el enfrentamiento por la cuestión de la unificación ministerial
de los sermones de los viernes en las mezquitas oficiales que llevó a un
enfrentamiento con los clérigos de la Universidad. Que los sermones se
escribieran en el ministerio y fueran de obligada lectura en las mezquitas
oficiales, sentó muy mal a los que controlan la vida religiosa (o dejan de
controlarla cuando les interesa).
La cuestión egipcia es que es muy difícil reformar la
religión desde arriba porque se corre el riesgo de que desestabilicen desde
abajo, es decir, que se usen las reformas realizadas para erosionar al poder.
Como todo poder usa siempre la religión, en una u otra medida, para su sostenimiento,
debilitar el mensaje religioso se acaba volviendo contra el Estado. Es difícil enfrentarse
para reformar un mensaje religioso cuando la competencia piadosa busca la mayor
pureza y cumplimiento. Por eso las respuestas teológicas contra los
"puristas" del Estado Islámico se vuelven más complicadas porque son
algo más que "malas lecturas". Al Azhar ha tenido conflicto con las
enseñanzas de algunos clérigos que se escudaban en que su perspectiva era "histórica",
es decir, lo que había antes y no lo que había ahora. Pero eso es una simpleza
porque no es ese el planteamiento cuando precisamente el argumento central de
los "puristas" es volver hacia atrás, al origen, como hace el
salafismo.
El argumento —de todos— es anti modernidad. La modernidad va contra la esencia por el
sencillo argumento de que el mensaje es perfecto
y se ha ido destruyendo o pervirtiendo en el tiempo. La palabra
"reforma" pertenece al vocabulario occidental, pero no al del islam
donde la verdad ya está enunciada y cuestionarla es herejía. La reforma es
cuestión de la política, no de la religión. Por eso el discurso del presidente
al-Sisi choca con los principios cuando pide reformas, No aceptan los cambios.
Por eso las críticas feroces a Túnez cuando estos han
anunciado (ya lo han hecho) las "reformas", cambios verdaderos, relacionados
con los derechos de las mujeres a la herencia y la posibilidad de que una
musulmana se case con un varón de otra (o ninguna) religión. Eso le ha parecido
a las autoridades de Al-Azhar una perversión de los mandatos divinos, que es el
blindaje para que nada cambie.
La ingenuidad y desesperación del presidente egipcio en
creer que de Al-Azhar va a salir alguna "reforma" en algún sentido.
No es su función, sino precisamente la contraria: garantizar la ortodoxia
mediante la condena en forma de fatwas de los que se aparten del centro
teológico. La reforma será política o no será. Y la única forma es romper el
círculo vicioso del respaldo mutuo y comenzar a abrir leyes que permitan
sustraerse a la uniformidad social.
Pero para hacerlo tiene que dejar de condenar reformistas, demócratas,
etc. porque así se manda el mensaje contrario. Aunque parece haber remitido
esta línea —quizá para presionar a Al-Azhar—, la reforma social necesita de
voces sociales. El radicalismo religioso es el resultado de la uniformidad y de
la condena de todo lo que no es ortodoxo. La convivencia se crea con la
tolerancia, que lleva a la normalización de todo lo que hoy parece censurable.
Se trata de permitir a otros vivir su propia vida desde sus propios
pensamientos, aunque sean contrarios. Eso es lo que impide la normalidad, que
es aceptación del otro y no imposición.
Hasta el momento, el gobierno egipcio no solo ha encarcelado
a "terroristas" sino a todo tipo de personas discrepantes o críticas.
No sirve de nada mandar mensaje de reforma si se sigue actuando de forma no
reformista. La economía, la educación, etc. son factores señalados por el
presidente para evitar el terrorismo. Pero en estos momentos no parece que estén
sirviendo de mucho por la mala situación. Tampoco hay que engañarse con
mensajes simplificadores. La complejidad es grande y esto está empezando.
Sean Hannity se ha quedado con lo que quería para mostrar su
"personaje". Lo ha hecho por él, pero también por Donald Trump, que
queda indirectamente reflejado como un "amigo" de los que combaten el
radicalismo en el mundo. Pero esto sería ya otra historia.
*
"Egypt's Sisi stresses importance of reforming religious discourse to
fight terrorism" Ahram Online 20/09/2017
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/277454/Egypt/Politics-/Egypts-Sisi-stresses-importance-of-reforming-relig.aspx
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