Joaquín Mª
Aguirre (UCM)
El
artículo de Paul Krugman sobre Donald Trump (¿hay otro tema?) en el diario El
País, titulado “El hundimiento del Estado”, se cierra con el temor fundado de
que lo peor esté por llegar. Son pocos los analistas, comentaristas, etc. que
se resisten ya a expresar sus temores sobre Trump o lo que esto conlleva, ese
hundimiento del imperio tragado por el irresistible agujero negro de la
necedad.
Por
poco o mucho que se especule sobre el asunto, no cabe duda de que no habrá
muerte gloriosa ni ejemplar. La confirmación de Trump en la presidencia, pese a
tener tres millones de votantes menos que su rival, Hillary Clinton, marcaba el
principio de un final tragicómico del imperio, una parodia arrogante en la que
las instituciones eran asaltadas por un impresentable demagogo que consiguió
convertir la república en un decadente retrato de las peores cortes del pasado.
Después
de hacer un repaso por las últimas pifias presidenciales sobre Qatar, dice
Krugman:
Normalmente, pensaríamos que es ridículo insinuar que un presidente estadounidense pueda desconocer hasta ese punto las cuestiones cruciales y que se le pueda llevar a adoptar medidas de política exterior tan peligrosas con unos incentivos tan ramplones. ¿Pero podemos creerlo de un hombre incapaz de aceptar la verdad acerca del número de asistentes a su toma de posesión y que se jacta de su victoria electoral en las circunstancias más inadecuadas? Sí.
Y
pensemos en su negativa a respaldar el principio central de la OTAN, la
obligación de defender a los aliados, una negativa que provocó indignación y
sorpresa en su propio equipo de política exterior. ¿A qué vino eso? Nadie lo
sabe, pero vale la pena considerar que, por lo visto, Trump abroncó a los
líderes de la Comunidad Europea por la dificultad de construir campos de golf
en sus países. De modo que tal vez fuera pura petulancia.
La
cuestión, insisto, es que todo indica que Trump ni está a la altura del cargo de
presidente ni está dispuesto a hacerse a un lado para dejar que otros hagan
bien el trabajo. Y esto ya está empezando a tener consecuencias reales, desde
una mala cobertura sanitaria hasta la destrucción de alianzas o la pérdida de
credibilidad en el escenario mundial.*
La especialidad de Trump es acumular descalificaciones. El periodo en el que la gente veía a Trump envuelto en los ropajes presidenciales y merecedor de algún respeto por el cargo se desvaneció cuando tuvieron la evidencia de que era el propio quien no respetaba la presidencia y lo que implicaba. Unos pasaron de la irritación a la vergüenza ajena; otros de la vergüenza ajena a la irritación.
La
insinuación de Krugman sobre que Trump desconoce que en Qatar está la base
norteamericana más importante de la zona no es descabellada. Todo es posible con
él.
“Existe el riesgo de que esta disputa conduzca a una guerra". Es la advertencia que ha voceado este sábado el ministro de Asuntos Exteriores alemán Sigmar Gabriel a propósito del bloqueo a Qatar impuesto por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto. Una alarma a la que se ha sumado Rusia a punto de cumplirse la primera semana de unas medidas aplaudidas por el presidente estadounidense Donald Trump, un apoyo incondicional al que Riad se aferra para ignorar las crecientes llamadas al diálogo.**
La sensación que muchos tienen es la de un elefante en una cacharrería. El
problema, como bien señala el ministro alemán, es que puede acabar muy mal como
alguien se extralimite un poco en su evaluación o en sus prtensiones.
En
lo que coinciden la mayoría de los analistas es que todo esto tiene a los
medios qataríes de fondo, es decir, a Aljazeera. Qatar es pequeño, pero con una
voz potente, algo que no han conseguido los más poderosos de la zona y por lo
que suspiran cada día.
Aquí
hemos comentando en muchas ocasiones la obsesión egipcia por el control de los
medios y su animadversión a Aljazeera. Ninguno de los países implicados puede
considerarse ni por asomo una democracia por lo que el respeto a la diversidad
de medios les resulta absurda y lo ven como una forma de agresión. Es el pacto
de no interferencia del que hablábamos ayer, que debe ser entendido como una
forma de respeto de la verdades absolutas de cada uno. Tú las tuyas y yo las
mías.
Tal como hicieron los viejos dictadores (Mubarak, Ali, Gadafi...) caídos en la revolución primaveral, estos monarcas y emires, déspotas la gran mayoría, no quieren que nadie les mueva la silla con estridentes versiones de sus reinados. Es lo que piensan que hizo Aljazeera en la Primavera árabe. Y no quieren que se repita, por si acaso. La versión oficial que interesa a déspotas y autócratas es que aquel intento fue fruto de fuerzas oscuras con hermosas melodías. Donde esté el buen aparato de propaganda combinado con censura, que se quite todo lo demás.
Desde
el punto de vista norteamericano, se confirma -una vez más- que Trump es un
caballo desbocado que deja en evidencia a su propio equipo cada vez que tiene
ocasión.
* Paul Krugman “El hundimiento del Estado” El País 09/06/2017
http://economia.elpais.com/economia/2017/06/09/actualidad/1497009383_084325.html
**”Berlín
alerta del “riesgo de guerra” en la disputa qatarí mientras Riad ignora las
llamadas al diálogo” 10/06/2017
http://www.elmundo.es/internacional/2017/06/10/593c387a468aebc23e8b45b4.html
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