Joaquín Mª
Aguirre (UCM)
Duro
artículo de Javier Sampedro en el diario El País de hoy contra los que rechazan
la Ciencia desde tres líneas de acción: las vacunas, los transgénicos y el
cambio climático. Con el titular "Ofensiva contra la Ciencia",
Sampedro denuncia es estado actual de beligerancia contra el conocimiento científico.
Por supuesto, el resultado es una maraña de discusiones en la que se revela con
claridad cuál es la causa del problema: la ignorancia bien fundamentada. Y es que hay dos tipos de ignorancia, la que
surge de las carencias y que puede ser compensada con información veraz, y
después está la ignorancia trabajada día a día, fruto del esfuerzo titánico por
imponer unas creencias absurdas. Esta última es una ignorancia militante, capa
exterior de otras formas profundas de ignorancia elevadas al grado de conocimiento
resistente al tiempo. Es importante distinguir al que no sabe del que no quiere
saber, que son muchos y muy activos.
Así
comienza su artículo Javier Sampedro:
Desde el tribunal eclesiástico que juzgó a
Galileo para hacerle desistir de sus conclusiones experimentales, la ciencia
lleva más de cuatro siglos dándose de bofetadas con los señores del lado
oscuro. Visto desde hoy, cuesta imaginar por qué las teorías de Copérnico,
Kepler y el propio Galileo no fueron aceptadas de inmediato por su inmenso
poder explicativo. Como decía el astrofísico Carl Sagan: “Me pregunto cómo es
que apenas ninguna religión ha mirado a la ciencia y ha concluido: ‘¡Esto es
mejor que lo nuestro! ¡El universo es mucho mayor de lo que dijeron nuestros
profetas, más sutil y elegante!”.*
Creo
que hay que distinguir entre Ciencia y conocimiento científico. La primera es
una actitud hacia la vida y una forma de
pensar en el mundo. Parte del principio de que el universo puede ser
"conocido" de alguna forma y trata de establecer métodos para poder
hacerlo. Son métodos que intentan depurarse para ser más eficaces. Desde el
inicio debemos aprender que somos los que conocemos, que nuestra Ciencia es
humana y sujeta a las limitaciones de lo humano. Es una sistematización
progresiva de nuestras cualidades naturales, de la curiosidad y la observación,
de nuestra capacidad de proyectar lo pasado y presente hacia el futuro a través
de la imaginación.
La
Ciencia busca, observa e imagina. Son tres cualidades plenamente humanas que se
deben oponer a otra que también es humana pero actúa en otra dirección: la
seguridad de la creencia, la inmovilidad. Esta última se ve reforzada por la
pertenencia a los grupos, un factor humano nada despreciable. Las creencias no
son individuales sino que forman parte de sistemas sociales, es decir, son
compartidas y sobre ellas se construye una parte muy importante de la cultura.
Una
creencia no es solo una idea; es el
ladrillo de un inmenso edificio cultural, una pieza de un sistema que se ha
formado durante cientos o miles de años. Galileo no chocó solo con la Iglesia,
sino con una concepción milenaria que hacía del mundo un espacio especial para acoger a un ser especial, el hombre, el centro del centro del universo.
Esos ladrillos forman un muro resistente a
muchas pruebas porque la necesidad de mantenerlo en pie es esencial para
muchos, personas e instituciones. Los sistemas de creencias han dibujado un
mapa del poder social, de la Historia y su interpretación, de los roles en los
grupos. Nos dicen de dónde venimos, adónde vamos y quiénes somos; cómo debemos
actuar, qué está bien o mal, etc. No es solo una idea, sino un edificio que se
tambalea cuando algunos de sus pilares básicos son tocados.
También
la Ciencia tiene sus ladrillos básicos, sus ideas fundamentales desde las que
se van derivando otras que parten de ellas. También ella es un edificio
construido sobre pilares básicos que sostienen y orientan la construcción del
edificio. La Ciencia produce un conocimiento que llamamos "científico"
cuando hemos seguido ciertos procedimientos.
A
diferencia del pensamiento dogmático, el pensamiento científico debe ser
crítico y autocrítico, algo que sus enemigos consideran una debilidad.
Acostumbrados a tratar con "verdades eternas", la humildad científica
se basa en la constatación de que partimos hacia una progresiva mejora, hacia
una depuración de ideas que son producidas en un momento histórico en el cual
la posibilidad de conocer está determinada por sus propios medios. Vivimos hoy
y disponemos de los medios actuales, que pueden ser insuficientes para un
conocimiento. Por eso, cada nuevo avance nos permite avanzar un poco más pues
amplía nuestras posibilidades hacia el futuro. Muchos de esos avances se
producen por azar o intuiciones, que resultan ser válidas cuando se someten a
las pruebas pertinentes. Otras se pierden por el ancho camino del error y se
abandonan en busca de mejores alternativas.
2015 |
Javier Sampedro
se centra en tres campos de resistencia: las vacunas, los alimentos
transgénicos y el negacionismo climático. Las demostraciones científicas sobre
los tres casos son más que suficientes, señala el autor, pero la resistencia de
diferente orden se plantea por grupos amplios que lanzan sus campañas contra
ellos y otros campos.
Pero en
un plano profundo, estas negaciones conectan con las metáforas básicas que se
desprenden de los sistemas de creencias. Hay resistencias religiosas, que ven
en las vacunas la metáfora de la "contaminación" y el
"pecado"; otros ven en la manipulación de los alimentos un desafío a
la creación alterando los principios de la vida; finalmente, los intereses
industriales tras el negacionismo climático —que han prendido en los Estados
Unidos— se basan en un concepto muy protestante del trabajo como forma de
redención y éxito.
La
reflexión científica ha mostrado que estamos sujetos a este tipo de
resistencias y a otras. Una mente crítica es difícil de sostener pues está
obligada a cuestionarse sus propios postulados para poder seguir avanzando. Por
el contrario, el pensamiento dogmático inmovilista presume de su duración en el
tiempo, muestra de su "eternidad". En realidad, de lo único que es
muestra es del desarrollo de poderes colaterales que han mantenido por la
fuerza esas creencias estableciendo mecanismos de sanción para aquellos que
planteaban críticas o inseguridad. El poder busca mantenerse y pone en su punto
de mira la disidencia.
Lo más
sorprendente es que el debilitamiento de ese poder no ha traído en muchos casos
un mayor progreso del conocimiento, sino también una serie de "realidades
alternativas", de fantasías pseudocientíficas que han llenado las mentes
de aquellos que necesitan un cuerpo de creencias cerrado, capaz de contener
respuestas para sus limitadas preguntas.
Hace unas
semanas tuve una insólita experiencia. Durante los quince minutos del café escuche
una sarta de teorías sobre fenómenos, reales o imaginarios, que me dejó
perplejo. Por allí desfilaron teorías de la conspiración ("no nos
cuentan"), extraños llegados de fuera ("están aquí"), poderes
insospechados ("así construyeron las pirámides"), etc. Fue una
antología concentrada del conocimiento "alternativo", en donde los
"misterios de Egipto" se conectaban con los "procesos cuánticos
del cerebro". No me atreví más que a escuchar. Todo se decía sin una pizca
de duda; todo estaba bien asentado. Lo veo muchas veces, pero pocas veces tan
cerca y con tanto convencimiento.
Indudablemente
hay muchos y muy diferentes intereses en todas estas actitudes. Están los que
satisfacen la necesidad de un mundo conspiratorio en el que ellos saben la
verdad, pero también están los grupos que critican el conocimiento científico
porque viven bajo dogmas incompatibles. Es la resistencia al cambio porque las
explicaciones se dieron cuando había muy poca capacidad de explicación. Los
mitos se robustecieron por el uso y el moldeado de la cultura. Incapaces de ir
más allá, simplemente niegan y acusan a la Ciencia de ser diabólica.
De
todos los argumentos, el más peligroso es que el que considera la Ciencia misma
como destructora. Confunden así lo que es el conocimiento científico con sus
aplicaciones para satisfacer los deseos, pasiones e intereses humanos. Mucho de
ese conocimiento fue usado para destruir a los otros en nombre de la creencia.
No es justo criticar a los que descubrieron la electricidad por la silla
eléctrica ni el origen de la materia por la bomba atómica. Esos no actuaron en
nombre de la Ciencia sino en nombre de las mismas pasiones que ya nos
acompañaban en las cavernas y para las que las manos desnudas nos son
suficientes a falta de cualquier otra tecnología.
Antes
de las elecciones norteamericanas —lo comentamos en su momento— la revista Scientific American rompió su
neutralidad política para mostrar en un editorial el peligro de que uno de los
candidatos negara cuestiones como las vacunas o que dijera que el "cambio
climático" era un engaño de China para frenar el poder de la industria
norteamericana. Esta actitud anticientífica tuvo su papel en la campaña
electoral y sirvieron sus argumentos para animar a los ya convencidos de que
sus argumentos contra la Ciencia tenían cabida en lo alternativo de cada uno.
El
mundo se lo ha recriminado y Estados Unidos se ha quedado aislado en la
negación del cambio climático. La mayor potencia del mundo, la más poderosa, se
encuentra hoy presidida por un ignorante peligroso. "Dios, el pueblo y
él", en sus palabras, es la santa trilogía que rige su cuestionado mandato.
En Estados Unidos conviven hoy la Ciencia más avanzada, la tecnología más
desarrollada con la ignorancia más arrogante de su dirigente y la de muchos que
le han votado precisamente por ello. Es una mezcla explosiva cuya
responsabilidad no está en la Ciencia o en el conocimiento científico sino en
la ignorancia profunda de quien tiene en sus manos la responsabilidad de
gestionarlo todo.
A esto
se ha llegado por una mala comprensión de la "libertad", que ha
permitido sembrar la demagogia, los prejuicios y la ignorancia como un derecho. Lo estamos viendo
en el otro extremo del mundo en los que quieren aplicar sus propios credos
anulando cualquier otra posibilidad de conocimiento. La ignorancia es la ley. Los extremos se tocan.
2012 |
Falla
estrepitosamente la educación. No se busca la formación en el pensamiento, en
la manera de procesar las cosas críticamente, sino que solo se enseña para el
trabajo, despreciando el trabajo intelectual como una forma de rebeldía
luciferina. Si la ciencia no transforma primero la mente, críticamente, como
actitud, puede controlar muchos aspectos del mundo, pero nunca dejará
satisfechos a los que vean las fisuras del sistema, sus inconsistencias y contradicciones.
Es lo que hizo Galileo; es lo que hizo Darwin.
El
artículo de Javier Sampedro es un buen recordatorio de que la Ciencia y el
conocimiento que produce es lo que nos ha hecho avanzar en muchos terrenos y
combatir muchos aspectos de la naturaleza, de nosotros mismos que podrían
habernos destruido. Las vacunas, los alimentos transgénicos, los ataques a las
condiciones de vida del planeta no son cuestiones de programas electorales. Son
compromisos de todos para con todos. Es fácil envolverlos en falacias
sentimentales o intereses patrióticos para manipular a la gente. La única arma
posible es una educación verdadera, no una repetición de conocimientos
segregados que hacen que se reciban sin entender su alcance y su proyección. El
concepto de persona culta ha desaparecido de nuestro panorama. En ese concepto
debería entrar algo más que un repertorio elitista; debería incorporar una
capacidad de comprensión del mundo en su conjunto, de qué es y cómo funciona el
universo y la vida. Un saber provisional,
dándole a esta palabra todo el valor y dignidad que tiene. La provisionalidad
es un aliciente para seguir trabajando, es una forma de humildad y no de
soberbia, como es el dogmatismo.
Muchos
países atrasados ponen sus esperanzas en la Ciencia, en el desarrollo que les
permita abandonar pobreza y enfermedad. Que en las naciones más avanzadas prospere
la ignorancia militante y se convierta en un arma eficaz para conseguir el
poder es muy preocupante. La ignorancia siempre fue un arma, pero hoy utiliza
los beneficios de aquello que niega para expandirse. En muchos lugares ya han tomado cuerpo en las legislaciones, primero como derecho y después como deber.
La ignorancia militante sigue ganando terreno. No lo hace porque tenga razón, simplemente se expande creando un nuevo marco normalizado. La Ciencia, la crítica, lo provisional... deja paso a aquello que se presenta con el valor de lo inmóvil.
*
Javier Sampedro "Ofensiva contra la ciencia" El País 18/06/2017
http://elpais.com/elpais/2017/06/16/ciencia/1497616571_649155.html
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