Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
intento de la extrema derecha y la extrema izquierdas francesas de restar
legitimidad a la victoria de Emmanuel Macron es una pataleta bastante fea. La
alta abstención les afecta a ellos exactamente igual, con el agravante de su
derrota. La abstención no ha ido contra Macron, sino precisamente contra los partidos que han aburrido y defraudado a Francia en estos tiempos pasados.
Marc Bassets, en El País, se apunta a esta consideración considerándolo como "rebaja":
La victoria tiene matices. Las primeras
proyecciones, al cierre de los colegios electorales, apuntan a un resultado
menos abultado de lo que algunos sondeos aventuraban en los últimos días. Y la
abstención récord, casi un 57%, obliga a rebajar el triunfalismo del
macronismo.*
Yo no
llamaría exactamente "matices" a una cuestión que afecta a la sociedad francesa,
que es la que debe plantearse como reflexión su falta de recorrido hacia las
urnas. Es indudable que a todo el mundo le gusta ganar con las urnas llenas por
aquello de la fiesta de la democracia, pero no siempre puede ser así. Lo que se
le pide a Emmanuel Macron precisamente es la renovación de la política francesa
para que haya de nuevo ilusión por la vida política.
Es el
concepto de "vida política" el que se encuentra en el diván, por un
lado, y en el sillón de los acusados, por otro. Pero de eso no es responsable
Macron en mayor medida que todos los demás, que, en cambio, han padecido una fuerte
derrota. Si la vitoria de Macron tiene "matices", ¿qué tienen la derrotas de los demás?
Marine
LePen y Jean-Luc Mélenchon, por sus declaraciones, no parece que tengan en
mente cambiar su actitud política. Parece que con lo poco cosechado se
conforman. A ellos les importa más su voz particular que la general. Son
políticos que "hacen política". Les da igual 10 que 20; buscan el
valor de un buen micrófono. Eso augura una oposición estridente y teatral que
tratará de que se le escuche allí donde haga más daño, en la calle. De ahí el
intento de deslegitimación por parte de ambos de la victoria de Macron. Desde
ya, Le Pen y Mélenchon serán los ruidosos portavoces de la mayoría silenciosa.
La
cuestión real está en qué ocurrirá si Emmanuel Macron y los suyos (más allá de
Le Pen y Mélechon) no son capaces de encandilar mínimamente a los franceses.
Macron ha conseguido sacar de la chistera en un tiempo récord un partido que ha
ganado con mayoría amplísima las elecciones.
Mayoría
de votos y máxima abstención tienen una lógica profunda, la del desengaño de
los años anteriores. La baja popularidad de la presidencia de Hollande desde
casi el principio de su mandato y el disgusto general con la clase política
están tras los dos fenómenos. El descrédito de los populismos tras la llegada
de Donald Trump ha afectado también a sus amigos trasatlánticos.
Lo
extraño hubiera sido una participación altísima y una mayoría absoluta de
Macron. Eso sí que hubiera sido una debacle terrible para la clase política y
los partidos franceses. De esta forma, mayoría y abstención dan lugar a un "experimento"
novedoso de renovación de la clase política con un cierto margen de
benevolencia.
Escribe
Marc Bassets:
La llegada en masa de diputados nuevos de un
nuevo partido tiene pocos precedentes. El más evidente es el de 1958, cuando,
recién aprobada la Constitución que alumbró la V República y elegido presidente
el General De Gaulle, su partido ganó las elecciones legislativas en un momento
de renovación de la clase política similar al actual. Con la victoria de LRM,
se renuevan cerca del 60% de escaños. El nuevo parlamento tendrá menos
políticos profesionales, más mujeres, más personas del mundo empresarial.
También más rostros desconocidos para el gran público, incluso para sus propios
votantes, que en muchos casos les eligieron no por sus virtudes sino porque
llevaban la etiqueta de Macron.*
La
mayoría de Macron es un impulso de renovación de la política hacia otra forma
de políticos. Lo ocurrido en Francia es un mal que aqueja a casi todas las
clases políticas: su enquistamiento, su falta de renovación e ideas, su
profesionalización. El poder queda parasitado; se forman castas y familias.
Votando caras nuevas, los que lo han hecho han apostado por más mujeres,
profesionales, jóvenes, etc. alejándose del perfil habitual.
Los que
han llevado a la abstención, en cambio, son los que hoy se la apuntan y los que
han quedado hundidos por el camino. Ironizamos aquí sobre los mítines
simultáneos mediante hologramas de sí mismo ofrecidos por Jean-Luc Mélenchon.
Nos parecía una metáfora no del futuro sino del pasado, del político
omnipresente, repetitivo. La tecnología no tapaba el sueño de estar en todas
partes.
La
victoria de Emmanuel Macron no ha sido fácil; es muy meritoria. Ha conseguido
la confianza de un alto número de franceses en tiempos de desconfianza y
desconcierto. En el plano internacional, se ha visto en él firmeza y
compromiso. Tiene por delante una durísima batalla en Francia y en Europa. Es
tarea suya ilusionar y comprometer para el futuro también a los que se quedaron en casa.
Europa necesita una Francia sólida y congruente. Francia necesita un liderazgo ilusionante para salir de la depresión política.
* Marc Bassets "Macron logra una mayoría
parlamentaria clara para poner en marcha sus reformas" El país 19/06/2017
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/06/18/actualidad/1497806818_586487.html
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