Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Con la
misma energía que dedicada a defender su existencia en nombre de la libertad de
expresión, la revista Charlie Hebdo debe asumir el derecho a criticar su
trabajo con toda la contundencia que se estime necesario por parte de aquellos
que creen que se equivoca. Y yo lo creo.
Charlie Hebdo no es el faro intelectual de Occidente ni de
las libertades. Es solo una luz más en un horizonte plural. Cuando se ha dicho
"Yo soy Charlie Hebdo" no se ha querido decir "yo pienso como
Charlie Hebdo" o "estoy de acuerdo con Charlie Hebdo", algo que
hemos señalado varias veces. En ellos no se ha visto ese faro que algunos pretenden sino solo su derecho a no ser agredidos
y asesinados por sus ideas. En la libertad de expresión que se reclamaba para
ellos está inserta la que implica el derecho a expresar la discordancia con sus
ideas, el derecho a criticarlas como ellos critican a los demás. El estilo con
que se haga oscilará entre el insulto y la querella y definirá el grado de
civilidad de quien lo haga, su mejor o peor estilo, su talante. No son héroes;
solo víctimas de la intransigencia.
Charlie Hebdo puede ser víctima y hacer a otros víctimas
de sus prejuicios. Haber sido atacada por unos pocos y defendidos por muchos no
les hace más sabios. En todo caso, debería haberlos vuelto más responsables.
El uso
de la imagen del niño Aylan, muerto
sobre las arenas de una playa turca mientras trataba de huir con su familia de
Siria, para señalar que en el futuro, de no haber muerto, sería un acosador
sexual en Alemania, es de una gran bajeza moral, de un pésimo gusto y una gran
injusticia.
Lo es
esencialmente por el hecho de que el niño muerto nunca llegará a serlo, algo
que convierte al dibujo en una gran mentira predictiva. Se dirá que es un símbolo y que ese niño representa a los
vivos, pero eso lo convierte en algo todavía peor. Lo convierte en un
gigantesco e infame prejuicio racista y xenófobo, una versión de la declaración
custeriana de que el único árabe
bueno es el árabe muerto.
La
función de la sátira era la reforma de las costumbres; esa era su justificación
moral. En la caricatura de Charlie Hebdo no hay reforma sino una condena del
presente en función de un futuro, por definición, inexistente. La forma de evitar
ese futuro es que no pasen de esa playa, podría ser la lectura final. De no
hacerse así, eso espera. Es una llamada a lo mismo que se defendió cuando les
atacaron: a la intransigencia.
Los que
vivimos en un sistema de libertades podemos permitirnos el lujo olímpico de
despreciar esa imagen y esas conclusiones. Entre el simple desprecio y la condena
moral, que cada cual elija la fórmula que le apetezca. Los que la aplaudan, racistas y xenófobos, allá ellos.
Pero en
aquellos espacios en los que algunos tratan de cambiar las cosas y mejorar sus
sociedades, la cuestión se plantea de otra manera muy diferente. Ha suscitado
desde defensas del "hombre árabe" ("In Defence of the Arab Man:
An Egyptian Feminist in Germany", en Aswat
Masriya, firmado por la activista egipcia Dina Wahba) a reescrituras
gráficas, como la realizada por la reina Rania de Jordania en la que el niño
muertos crece y se transforma en un médico. Ambas han sido recogidas en Egyptian Streets.
El episodio
de la Nochevieja en Colonia ha conseguido ser manipulado por aquellos a los que
les interesan estos sucesos, a los envenenadores de las relaciones y, por ello,
destructores de un futuro mejor para todos que morir en una playa o ser
encerrado en una cárcel del país de recepción.
Para
los xenófobos europeos (o norteamericanos, dado el papel que juega el tema de
los refugiados en la campaña electoral de los republicanos) es una forma de
expresar el futuro de las agresiones como el caos. En Alemania se han disparado
las ventas de espráis de pimienta. De ser los Estados Unidos, como ocurrió tras
el atentado de la pareja en San Bernardino, serían las armas de fuego las que
habrían elevado sus ventas. También los vendedores
de miedo han aumentado sus beneficios políticos, como los grupos
nacionalistas en distintos países que han usado estos acontecimientos en su
beneficio: todo lo que viene de fuera es malo. Incluso países considerados tradicionalmente
como progresistas, se han revelado
como profundamente racistas, elevando barreras y tomando media. Comenzaron a
crecer con la xenofobia con los emigrantes europeos y ahora la han trasladado
con algunos mínimos retoques en el discurso del odio a los que llegan del mundo
árabe. Antes eran antieuropeos; ahora
son defensores de la lucha de civilizaciones
y están muy preocupados por la identidad
europea. ¡Paradojas dinámicas de la política!
La
caricatura ha dejado felices a los múltiples enemigos de la libertad en los
países árabes. Les demuestra una vez más que son indeseables, que no se les concede una posibilidad mínima de
cambio, que sus luchas no tienen sentido y que deben aceptar su destino oscurantista.
Es esto lo más
peligroso de todo porque les resta la posibilidad de actuar en un escenario en
el que defender la democracia les vale la acusación de occidentalistas, de
gente pervertida por aquellos que les desprecian. ¡Más islam y menos democracia!, gritan los fundamentalistas, ¡menos constituciones y más Corán! Eso le gritan a los demócratas, laicos, a las feministas... ¡Cuantas más barreras mejor! ¡Rechazadlos, no permitáis que vayan con vosotros y se nos escapen!
Esos gritos los hemos escuchado ya y se repiten cada vez que Occidente cierra las puertas físicas e intelectuales, levanta fronteras y cierra diálogos con aquellos con los que es posible dialogar y a quienes se les niega la oportunidad de hacerlo al meterles a todos en el mismo saco del destino irrevocable.
La
caricatura del niño muerto es amplificada por el recuerdo intenso de la
fotografía que conmovió a todos y fue interpretada de distintas maneras. Sin
embargo, su caricatura solo puede serlo en una: rechazo. Las operaciones retóricas hacen que si una mayoría de
personas apoyaron en su momento a la publicación al ser asesinados en atentado
sus redactores y dibujantes, ahora se vea a todos ellos como responsables y
apoyo de la nueva caricatura. No se entiende la sutileza de defender un
principio aunque se desprecie el mal uso de él. Esas son distinciones muy
occidentales, ejercicios mentales.
El
acoso y abuso sexual es un mal en los países árabes, sin duda. Y sin duda debía
venir con muchos de los que llegaban, que no son santos por el hecho de ser
refugiados, sino un flujo de desplazados que vienen con los mismos pensamientos
con los que salieron. Tanto los que defendían valores democráticos como a los
que simplemente hacen algo tan humano como huir de la muerte.
Las
medidas que se deben tomar son las necesarias para evitar que se repita lo de
Colonia o cualquier otro lugar porque evidentemente la legalidad y la costumbre
de donde se está deben ser respetadas, como lo deben estar en su propio
territorio. Uno de los mayores reparos morales ante la caricatura de Charlie
Hebdo es que considera que el acoso sexual es una costumbre y no una forma de agresión en sus propios escenarios. De
alguna forma implica un hacedlo allí de donde venís, que es absolutamente
inmoral en su planteamiento.
No es
fácil pensar en un mundo global;
mucho menos actuar en él, tomar
decisiones. Lo que hacemos y decimos tiene una amplificación inmediata y una
respuesta. Creer que Europa puede levantar barreras físicas como para evitar
los efectos de los conflictos que están en nuestras puertas es ilusorio. Y
suicida en muchos aspectos.
¿Están en la Europa que queremos para el futuro el racismo y la xenofobia como
principios rectores de nuestra identidad o preferimos otro tipo de descripción
de nosotros mismos? No hay que caer en complejos y defender otra visión de lo
que pueden ser las relaciones en un mundo cambiante. Los males del mundo árabe
son conocidos y padecidos por ellos mismos. Pero si los hacemos extensivos a su
propia identidad no hacemos sino reforzar las distancias y debilitar a los que
quieren salir de sus condiciones negativas. Por eso se hicieron las
revoluciones, para intentar cambiar algo. Hacia dónde es la lucha que se sigue
desarrollando y en la que podemos y debemos participar de otra manera, no solo condenando
desde el exterior.
Aquí
llevamos años escribiendo sobre los problemas del acoso sexual en países como
Egipto. No nos sorprende lo sucedido en Colonia. Pero también sabemos que hay
muchos miles de hombres y mujeres comprometidos con cambiarlo en sus países,
que se enfrentan a la indiferencia de las autoridades pero que no por ello han
dejado de crecer y luchar por mejorar sus países. La caricatura condena sus
esfuerzos porque viene a considerar el acoso una especie de destino ineludible
que solo puede ser detenido por la muerte en las arenas turcas.
No,
Charlie Hebdo no tiene razón. No voy a negar su derecho a pensar como quieran,
pero nadie va a negar el mío a decir que creo que se equivocan en el fondo y en
las formas. Prefiero pensar que hay niños que se pueden salvar de ese ambiente que
les anima a hacerlo.
Es
evidente que Europa no está preparada para recibir un flujo de refugiados y
emigrantes en estas cantidades. No me refiero en el terreno económico o de
alojamiento, sino en la forma de pensar estos fenómenos reales. La situación de
millones de personas ya no es algo que se ve en las noticias sino algo que nos
llega hasta las mismas puertas y nos muestra la urgencia de encontrar
soluciones ante un conflicto de una enorme crueldad y una duración excesiva en
el tiempo.
Es
dudoso que lo que están intentando los países de la zona, comandados por Arabia
Saudí, sirva para algo en este contexto actual. No les preocupa tanto la
resolución del problema como lo que nos hemos habituado a llamar el poder o la influencia en la zona. No se trata de otra cosa. Por eso no hay
posibles acuerdos a la vista y habrá que presionar mucho para que se resuelva
de una manera que satisfaga a alguien. ¿Qué significa paz allí? ¿Qué significa paz
con tres guerras superpuestas: la turco-kurda, la de los rebeldes y el Estado Islámico
contra el régimen de Al-Assad, y la de Occidente contra el Estado Islámico?
¿Qué significa paz con Turquía, Irán, Arabia Saudí, Rusia, Estados Unidos...
queriendo controlar lo que salga de allí?
Lo que
sí es evidente es que el conflicto no se va a solucionar por una cuestión humanitaria que conmueva los
corazones de los que van a luchar allí o de los que defienden un régimen
matando a sus propios paisanos. Esos corazones hace mucho tiempo que están secos;
hace mucho que dejó de importarles el destino de los que sufren el castigo de
su crueldad. ¿Qué paz puede salir de allí masacre tras masacre, día tras día
acumulando odio?
Por eso
es importante gestionar bien el exilio de los refugiados, separa el trigo de la
paja. No encerrarles en un destino oscuro a los que salen de la oscuridad cruel
y absoluta. No, Charlie Hebdo no
tiene razón porque si la hubiera no habría futuro para nadie. Dejemos al menos
un resquicio de esperanza de cambio pensando que hay muchos millones de
personas que quieren, que desean destinos mejores para sus pueblos que los
actuales, que desean salir de los vicios y violencia que padecen y mejorar sus
países. Debería haber para ellos —para todos— un destino que mejor que acabar
muertos en una playa.
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