Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cuando
le preguntas a un egipcio si realmente ha mejorado algo en este tiempo, la
contestación que varios me han dado suele ser la misma: hay menos apagones. Los
apagones en Egipto forman parte de su historia. Nunca son por la deficiencia
del sistema eléctrico, absolutamente obsoleto y descuidado—como confirman las
muertes por electrocución en las inundaciones recientes de Alejandría—, sino
que siempre obedecen a alguna presunta estrategia
de alguien, ya sea que los que están en el poder te intimidan con la oscuridad
para que no salgas a protestar o cuando los que están en el poder se quejan
justificándolos como parte acciones de sabotaje.
Hubo
una época en que mantener una conversación por Skype o un simple chat eran
una tarea si no imposible sí interminable por la cantidad de interrupciones.
"Se ha ido la luz", decían una y otra vez. Parece que al régimen de Al-Sisi, en cambio, sí le
interesa que hay luz, al menos en el sentido eléctrico del término.
Del
apagón del que no parece haber ninguna duda sobre su intencionalidad es del que
nos habla Ahram Weekly padecido el que fuera alternativa presidencial, el
nasserista Hamdin Sabahi, durante una entrevista televisiva en el canal
Dream-TV.
President Abdel-Fattah Al-Sisi is “leading the
country down the wrong path,” according to former presidential candidate
Hamdeen Sabahi. He made the comment during a three-hour interview aired live on
a popular television talk show last week.
The broadcast provoked a storm of criticism,
not only from Al-Sisi’s hardline supporters who think any disagreement with the
president is tantamount to treason, but from figures opposed to Al-Sisi’s
policies. The latter accused Sabahi of turning in yet another performance as
part of his attempts to keep himself in the public eye and his stalling
political career afloat.
At a time when state-owned and private
television channels issue joint statements declaring that to back the regime in
its “war against terrorism” is a national duty, and the space given to
opposition figures — whom many dub enemies of the state, foreign agents or
Muslim-Brotherhood sympathisers — has shrunk to the point of invisibility, it
was inevitable that Dream TV’s decision to host Sabahi for a lengthy interview
would raise eyebrows.
They were raised even further when, 15 minutes
into the interview, just as Sabahi was launching into an attack on Al-Sisi’s
policies, the studio went dark. For a few seconds viewers could still hear
Sabahi speaking, but then even the audio was cut.
Twenty-three minutes later, Sabahi reappeared
on screen and Wael Al-Ibrashi, host of Dream TV’s “Al-Ashera Masaan”,
apologised to viewers, saying he was “astonished and puzzled by the sudden
interruption of electricity to the studio.”
Es probable que el tiempo que tardó en producirse el apagón
selectivo en el estudio alguien estuviera discutiendo cuál era forma más eficaz
de pararle. Detenerle por incitar al odio, difundir mentiras o simplemente por protestar
sin permiso de la autoridad, algunas de las causas de detención más frecuentes.
El apagón les debió parecer lo más natural, algo que siempre podría quedar en
el terreno de la duda para los más fervientes seguidores del presidente.
Es impensable que cualquier régimen que pretenda un mínimo
de reconocimiento internacional, algo de respeto democrático pueda seguir
haciendo este tipo de acciones en las que la posibilidad de hablar de una forma
mínimamente crítica se corta de manera tan burda.
El control mediático de la vida política se incrementa en la
medida en que crece el caos. La tendencia a evitar las críticas o simplemente a
que la información fluya es casi obsesiva. La prohibición de que se
retransmitan las sesiones del recién activado parlamento egipcio es otra cara
más —importante— de este bloqueo informativo en donde los poseedores de medios
se arriendan al poder en competición por ser más presidenciales que los demás. Ya no se trata de la política
—inexistente— sino de evitar la erosión del presidente, manifestación del
caudillismo innato egipcio, una de las principales causas de su desastre
político. Creo que en ningún otro país de la zona se da este fenómeno con tanta
intensidad como en Egipto, esa forma de adhesión a la persona que llega a la
manía.
Eso hace desaparecer cualquier atisbo de política real, la
que no pase por las manos del presidente o líder de turno. La figura
presidencial, la del líder, reúne en el caso egipcio todos los atributos que se
necesitan para saciar una voluntad casi de mitomanía, por no decir adoración de
la persona. Como se señala en el artículo, en este contexto, la crítica es
siempre traición. Eso sitúa a Egipto siempre en la dificultad de traspasar el
umbral de la democracia porque no existe una voluntad de diálogo y crítica, las
bases de la democracia, sino de seguimiento del líder carismático, que ha de
estar revestido de todos los poderes, en este caso el militar, el político y el
divino, ya que la historia del sueño profético que le marcó el camino a la
presidencia no es una broma, sino algo que el egipcio medio acepta como real. Por ello la (quizá) ironía de uno
de los diputados que montaron el escándalo en el parlamento el día de la toma
de juramento al señalar que había tenido un sueño en el que Dios le había dicho
que se retirara de la carrera presidencial.
Ya lo dijera en serio o de forma irónica, lo cierto es que
en Egipto trae más cuenta sacarle provecho a una retirada a tiempo que a estar
en una oposición que solo te trae problemas porque no es vista como parte del
necesario juego político de la democracia sino como alta traición, como algo
que te granjea el odio, la difamación, el ostracismo y hasta los ataques de
muchos de los que antes estaban contigo pero que ya no te respetan porque no
les has llevado a las antesalas del poder con tu fracaso. Sabahi no solo se
enfrenta al poder, sino que tiene en
contra a los que aspiran a lograr un liderazgo que él no logró consolidar. El
que pierde no merece demasiado respeto cuando lo hace con las cifras de Sabahi
en su momento; difícilmente puede haber un líder consolidado en este marco o incluso en
este planteamiento. Concibiendo así el poder, el que no gana pasa a ser siempre
el traidor, al igual que el que le abandona, como les pasó a El-Baradei y a otros.
Cuando había empezado a dar explicaciones sobre las
carencias y fallos del sistema, nos cuenta Ahram Weekly, llegó el apagón:
Just minutes before the unexplained
interruption, Ibrashi had asked Sabahi why he believes Al-Sisi no longer
represents the aspirations of the majority of Egyptians, and whether or not he
believes the president continues to enjoy widespread popularity.
Sabahi, a candidate in both the 2012 and 2014
presidential elections, did not deny that Al-Sisi still commands popular
support. He added, however, “This popularity is receding quickly.”
Sabahi then began a series of rhetorical
questions addressed to the president.
“If the people truly support and love you why
don’t you give them what they want, the demands of the 25 January Revolution —
bread, freedom and social justice?” he asked.
“Why don’t you give them democracy, a civilian
state and a dignified life in which they can provide for their children and
access proper education and health care? Isn’t this what the people paid
heavily for, with young men dying as martyrs and others losing their eyes?”
“And what have you given them in return?
Widespread injustices. Young men imprisoned for long periods for protesting
peacefully. Poor people becoming poorer.”
It was at this point that television screens
tuned into the programme went blank. Sabahi could then be heard saying, “This
is not acceptable.”
When the lights returned to the Dream TV
studio, Sabahi did not tone down his criticism, though he insisted he was
speaking out against current policies because he wanted President Al-Sisi to succeed,
and was fully aware of the challenges facing Egypt in its war against terror
and given the spread of regional instability.
El apagón hizo que de las críticas al presidente por no dar
a los egipcios lo que quieren se pasase
a desearle el éxito en sus acciones,
es decir, ya no se cuestionaba como antes la democracia ausente, sino que se
deseaba una dictadura exitosa, que es
algo ligeramente distinto.
Egipto sigue avanzando con pie firme hacia una dictadura cada
vez más nítidas. Las detenciones de los
críticos, las leyes que se quieren aprobar sobre los símbolos, etc.
difícilmente se pueden considerar como armas de una democracia contra el
terrorismo sin las herramientas de un régimen mediocre y simplista ante la
incapacidad de solucionar los problemas reales. Solo la habilidad adquirida durante
décadas en la manipulación por los militares y las diferentes instancias
religiosas y administrativas del estado, conocedoras profundas de la
idiosincrasia nacional hace que se mantenga esta parodia de democracia.
El apagón a Sabahi es realmente un síntoma de la
preocupación del régimen porque en algún momento se pueda volcar la situación y
no se pueda encubrir más las carencias en todos los sectores. El hecho de que
se acerque el quinto aniversario de la revolución del 25 de enero no puede ser
un justificante de este tipo constante de prácticas de silenciamiento.
La celebración parece obsesionar a todos. El gobierno está
tratando de crear su propia celebración. La estrategia es clara: los que estén
allí serán patriotas; los que busquen otra celebración será metidos en el mismo
saco de la disidencia terrorista. Los islamistas, por su parte, intentarán reivindicarse
como los verdaderos defensores de la revolución y auténticos demócratas, lo que
dejará a los verdaderos demócratas que apoyaron la revolución fuera por los dos
lados. Si el van con las celebraciones del gobierno, asumen sus políticas
regresivas y en contra del espíritu del 25 de enero; si van con los islamistas,
que también trataron de enterrarla, serán considerados terroristas y enemigos
de la propia revolución, desde la perspectiva del gobierno.
El gobierno egipcio se ha convertido en muy diestro en decir
unas cosas y hacer otras. Puede decirse revolucionario mientras encarcela o
dispara a los revolucionarios sin ningún pudor, de la misma forma que es
retrógrado en lo religioso, aumentando el control de Al-Azhar y dando salida a las
denuncias contra los reformistas, mientras pide reformas de la religión.
Al final, Sabahi acabó recomendando a los jóvenes que se
quedaran en su casa:
Sabahi went on to advise young supporters of
the 25 January Revolution not to protest in the streets to mark the fifth
anniversary of the uprising. “I do not feel the public mood is ready to accept
protests in the streets, out of fear of violence and clashes with the police,”
he said.
Difícilmente se podrá lograr un clima favorable a las protestas si se siguen considerando a los que
reclaman la democratización perdida como los enemigos del pueblo. La opción del
silencio, que muchos han tomado, es también la negación de la democracia ante
el temor que tienen de ser atacados por las menores críticas.
Muchos han criticado a Sabahi después de su intervención:
Supporters of Al-Sisi immediately took to
social media to attack Sabahi, charging that he was making false claims in
order to position himself as an opposition leader. Others rehashed allegations
that first appeared when Sabahi ran against Al-Sisi in the 2014 presidential
elections: he has no regular job or source of income; he happily accepted money
from dictators such as Iraq’s Saddam Hussein and Libya’s Muammar Gaddafi, and
that his only goal is to secure a leading position in the state.
Sabahi also came under attack from radical
activists and leftists who felt betrayed when he chose to stand against Al-Sisi
a year and a half ago, a move, they said, that lent credibility to an election
that had already been stitched up. Once more, they charged, Sabahi was being
used by the regime to give the impression that dissenting voices are allowed to
air their views freely under Al-Sisi.
“I never had much confidence in Sabahi,” said
Hisham Abdel-Ghaffar, a columnist with Tahrir. “What little I did have
evaporated when he agreed to take part in the theatrics of the 2014
presidential elections, and continued to do so even when the voting was
extended for a third day. He should stop trying to play the hero while all the
time changing his positions to suit his own interests and ambitions.”
Todas las críticas contra Hamdeen Sabahi forman parte de esa
corriente en la que como no ganes nadie te respeta o respalda. Desde todos los
lugares se ha llevado ataques. No se lee en el artículo, en cambio, alguien que
critique el apagón, auténtica vergüenza para cualquiera que tenga un mínimo
sentido de lo que debe ser un régimen que se ofende cuando le hablan del
respeto a las libertades y los derechos humanos.
Una vez visto el hecho, sorprende el tratamiento dado por Ahram Weekly al artículo en su presentación. La interrogación en el título es un ejercicio realmente sorprendente de ambigüedad política. "A voice of dissent?" deja a Hamdeen Sabahi en el limbo político de la duda. Quizá el título inicial no lo llevaba y alguien decidió que era demasiado afirmativo y era mejor dejar a la gente con la duda sobre si lo dicho antes y después del apagón se podía considerar "disidencia". Más extraña es la entradilla realizada: "Khaled Dawoud watched former presidential candidate Hamdeen Sabahi’s controversial, and interrupted, TV interview", que da la impresión de que el periodista no encontró el mando a distancia y no pudo cambiar de canal. Es otro monumento a la ambigüedad hasta en la colocación de las comas. Quizá Egipto ha llegado al punto en el que no se puede decir nada sin ponerle una interrogación o limitarse al hecho de expresar las cosas como en una novela de Alain Robbe-Grillet y la escuela de la mirada.
Una vez más, muchos egipcios siguen confundiendo el
patriotismo con la intolerancia y el dogmatismo, que parece que está muy
introducido entre las virtudes nacionales. La confusión entre ambos estados del
espíritu tiene tremendas consecuencias y especialmente una capacidad infinita
de ser manipulados por unos y otros, que basta que les adulen un poco el ego
nacional para conseguir de ellos lo que deseen, que viene a ser siempre lo
mismo: sumisión gozosa al poder.
La realidad es que el apagón no le ha pasado a Hamdeen Sabahi sino a todos. En cuanto que sube un poco el tono de lo dicho, al país se le saltan los plomos, como se decía antes.
* "A voice of dissent?" Ahram Weekly 14/01/2016 http://weekly.ahram.org.eg/News/15229/17/A-voice-of-dissent-.aspx
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