Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
régimen egipcio sigue complicándose la vida. No teniendo bastante con lo que le
viene dado, se crea sus propios problemas. El temor a lo que pueda ocurrir en
el próximo aniversario de la revolución, que ya anticipamos, parece estar
detrás de toda una serie de errores en cadena cuya consecuencia es la creación
de más malestar. A los cierres de espacios críticos de cultura —lugares de arte
o editoriales, clausura de seminarios...— se cierra ahora un incidente que solo
le traerá más reproches y complicaciones.
Egyptian
Streets nos traía ayer el siguiente titular "Tunisian Writer Deported at
Cairo International Airport, Deemed ‘Security Threat’". Al igual
que ocurrió con el escritor egipcio Alaa al-Aswani, cuyo seminario en Alejandría
fue suspendido por motivos de "seguridad", esta vez ha sucedido con
la escritora y profesora tunecina Amel Grami. Se señalaba en la publicación:
An influential Tunisian writer was deported from Egypt’s Cairo International Airport on Sunday for being a ‘national security threat’.
Amel Grami, an academic who has also written
periodically for private Egyptian newspaper Al-Shorouk, had been invited by
Bibliotheca Alexandrina (the Library of Alexandria) to speak at a conference.
Grami had been due to give a lecture on how to counter extremism and terrorism.
On Facebook, Grami revealed that she had been
detained at the airport before being deported. Amel later found out that she
had been listed as a ‘persona non grata’ by Egyptian security officials.
Writing on Facebook, Grami added that her
passport was confiscated and she was interrogated by security officials without
being told why.
“When my pen is treated like a sword or spear
or a kalashnikov threatening the security of countries…that is inconceivable,
what [crimes] have my hands committed?”
The academic described how she had been
detained for many hours alongside other people who had been accused of
smuggling drugs and traveling with fake visas, adding that she felt her dignity
had been attacked.
“When stripped of your passport and left without
an identity, you can only ask ‘who am I?” said Grami about the confiscation of
her passport.
Despite her ordeal, Grami thanked the Library
of Alexandria for their efforts and attempts to gain permission for Grami’s
entrance to Egypt. However, Grami said that she had vowed never to enter
countries in which she is designated as a threat to national security.*
La ironía de la doctora Grami es manifiesta; el ridículo del
gobierno egipcio también. El intento de acallar todas las voces, internas y
externas, hacen que su soledad y desesperación frustrada —por más que se
revista de soberbia faraónica— siga aumentando a pasos agigantados. Solo la
tensión creciente en la zona hace que el régimen egipcio —el que loa la revolución
que teme se recuerde; el que dice que no dio un golpe de estado sino que siguió
los deseos de democracia de su pueblo— no reciba más condenas internacionales.
El final de la hoja de ruta no era la democracia, como era
previsible tras el abandono de los socios liberales, sino una parodia de
democracia con un parlamento títere y un gobierno cuyos únicos aliados son las
figuras del régimen corrupto de Mubarak y los salafistas, ¡pobre compañía para
los sueños comenzados en la Plaza de Tahrir! Cada vez es más molesto tener que
dar explicaciones por cada error cometido y el régimen se irá ensimismando,
girando sobre sí mismo, sin posibilidad de comunicación, perdiendo el sentido de la realidad.
Pero el perfil que la Deutsche Welle tiene de la profesora
tunecina es revelador sobre el tipo de amenaza que supone:
Amel Grami is a professor in the department of
Arabic studies of the Faculty of Literatures, Arts and Humanities in Manouba,
Tunisia. Her fields of specialization include Islamic and gender/women studies
(with a focus on Maghreb), comparative religion and dialogue between religions
and cultures. Grami wrote her doctorate on the difference in Islamic culture at
the University of Manouba and holds a PhD in the topic of apostasy in Islamic
thought from the University of Tunis. Amongst various academic publications she
also wrote numerous studies and articles on “the voice of women” and gender
analysis in the Arab media as well as human rights with a focus on the impact
of (new) media. Her fields of interest include reforms in the Middle East as
well as the new reformers in Tunisia. She is a member of several dialogue and
research groups concerning religious media discourses and of the Association of
Muslim Women Lawyers for Human Rights.**
La doctora Grami no iba a dar un mitin político a Alejandría. El régimen teme, sobre todas las cosas, la inteligencia, porque es algo de lo que rotundamente carece. Las personas
inteligentes —en lo científico, en lo político, en lo religioso— se le han ido
al régimen de al-Sisi, quedándole solo los aduladores y los aprovechados, es
decir, los que siempre han prosperado en Egipto a la sombra del poder.
Grami es una especialista académica en un tema capital en la cultura islámica y el eje de gran parte de los problemas
que se plantean: la apostasía. Es sobre este concepto sobre el que gira
circularmente la política de represión en el islam. La imposibilidad de
evolucionar bajo la amenaza de ser considerado apóstata, de atacar o insultar al islam es el recurso de contención que los teólogos usan
para evitar el movimiento de evolución y dirigir sus ofensivas. La fatwa es la herramienta usada contra los que
tratan de salir del monolitismo y acercarse a posturas más abiertas a los
tiempos y a la realidad.
El proceso de reislamización que comenzó en los 70
mayoritariamente es un proceso ideológicamente involutivo a través de nuevas formas que aseguraban
que nadie saldría de una ortodoxia férrea. El error de quienes no se preocuparon
por ello fue prensar que se trataba de un proceso político controlable y no de una
lucha competitiva por la demostración de pureza y una forma de colonizar desde el Golfo. Wahabíes, salafistas, etc.
compiten por el modelo que consideran puro, la lectura coránica correcta que evite la evolución hacia una
apertura y una convivencia. En su lugar, lo que se propone es una
promesa de victoria final que compense el error histórico de la superioridad alcanzada
por Occidente, algo que no se ha asimilado históricamente.
Como señalan muchos historiadores, en el islam todavía se
debate la contradicción histórica de cómo se pierde influencia y se derrumban
los imperios musulmanes si se tiene la religión
verdadera. No se entiende que la superioridad histórica occidental se
consiguió cuando precisamente se logró separar la iglesia del estado y la ciencia de la creencia; pero estos cuatro elementos siguen formando una unidad,
la creencia es la "ciencia" y la "ley divina" es la "ley
de los hombres", la que rige el estado. La superioridad militar, técnica y científica que el islam tuvo durante siglos, su control del mundo, lo perdió. Todavía se juega con el deseo de recuperar el imperio perdido y extenderlo al mundo; es la promesa de la victoria final.
La visita de la profesora Grami tiene dos lecturas
paralelas. No es un problema directamente relacionado con la revolución de
enero y su conmemoración. Es el cierre de las fronteras a una especialista en
apostasía, que lucha por los derechos desde dentro del pensamiento islámico.
Este perfil intelectual es el más temido dentro del mundo musulmán y el veto
tiene más visos de venir de la Universidad de Al-Azhar que de las instancias
políticas. Es la Biblioteca Alejandrina la que
invita a la doctora Grami.
En el foro celebrado en 2013 en Berlín con musulmanes progresistas
sobre las consecuencias de la Primavera árabe, la profesora Grami señaló en su
intervención:
Grami said that religion as a historical,
social, and cultural phenomenon has been subject to constant change. Thus, as
expected, there have been intense debates about the role of religion in Tunisia
in the wake of the changes wrought by the Arab Spring. In the course of the
protracted process leading to the drafting of a new constitution, the gaps
between Islamists on one side and liberal or secular citizens on the other
should become readily apparent.
During the rule of Zine Al Abidine Ben Ali, the
religious sphere was subject to tight control by the state. However, since he
was overthrown one can observe a clear upsurge in the signs of overt
religiosity. Grami noted that ‚new discourses, new practices, new looks have
emerged, as well as religious kindergartens, associations, and book stores.‛ In
addition, a flood of preachers has come into the country from Egypt, Bahrain,
Kuwait, and Saudi Arabia. To some extent they have been spreading a version of
Islamic practice alien to Tunisia (and the Maghreb as a whole), up to and
including advocating female genital mutilation, the veiling of girls, and the
struggle against secularists. For months the central issue of political
discourse has been how Tunisia’s Islamic identity might be displayed.
There are voices demanding that Sharia should
become the basis of Tunisian law, which, if it happened, would turn the country
from a secular into a religious state. Grami observed that these voices emanated
primarily from certain Salafist groups, but definitely could also be heard
within the Ennahda itself. They found expression in mass demonstrations in
front of the National Assembly calling for, among other things, a prohibition
on the sale of alcohol and the curtailment of women’s rights in family law.****
La distancia con el islam que se practica y viene de Egipto,
entre otros países, es manifiesta. La falsa dicotomía entre identidad nacional
e identidad religiosa es un lastre para ambas. Bajo la excusa de la identidad religiosa, se hace renunciar a las libertades que desean. Se entiende así que Egipto
se vea como una presión política y religiosa a través de instituciones
como Al-Azhar, controlada por el estado.
En 2013, cuando se celebra la
conferencia en Berlín, Morsi estaba todavía en el poder y su afán expansionista a través de la
internacional de los Hermanos Musulmanes (que incluye a Ennahda en Túnez) es evidente.
Con Erdogan y Morsi en el poder en sus respectivos países, era cuestión de
tiempo el que los islamistas se apropiaran de la Primavera árabe redirigiendo las
reformas hacia estados islámistas. Eso es lo que denunció en Berlín la profesora
Grami. Lo que viene de Arabia Saudí, de Egipto, etc. es un islam retrógrado,
contrario a las libertades, los derechos humanos —Grami ha llegado a decir que no hay nada en el Corán que condene la homosexualidad, un tabú— y, especialmente, a los
derechos de las mujeres, como se señala en el último párrafo. El Magreb es otra cosa, dice Grami, otra tradición y
reclama su camino de libertades propio, sin condicionamientos externos. El tiempo le ha dado la razón en estos dos años.
Pero hay un segundo factor importante: Amel Grami es
tunecina. Túnez es el recordatorio vivo de los errores cometidos por los
egipcios en el desarrollo de su revolución. Los tunecinos comenzaron la
Primavera y se han mantenido firmes frente al estado represor primero y a los
islamistas después. Los egipcios, por el contrario, siguieron a los tunecinos
para lanzarse mayoritariamente en brazos de los Hermanos Musulmanes (el
Ejército, en otro error colosal, se lo puso en bandeja) para acabar retornando
a un Golpe de Estado que se les ha convencido era la única solución. Hay que
recordar que lo que el pueblo egipcio pedía (lean la carta de Tamarod que
firmaron millones de egipcios) era la dimisión de Morsi y la convocatoria de nuevas
elecciones. Lo que se le dio, en cambio, fue un baño de sangre y el regreso de
los militares al poder primero y de los hombres de Mubarak después. Túnez es el
ejemplo de la oportunidad perdida. Y eso lo lleva muy mal el orgullo egipcio, a
menudo fuente de problemas.
La detención, retención y expulsión de la profesora tunecina
es infame en varios sentidos. Lo es porque se trata de evitar que una persona
hable, en primer lugar. Pero se trata también de una rabieta con humillaciones
innecesarias. Afortunadamente la profesora Grami ha sabido darle la vuelta a la
situación con ironía, declarando no ir a países en los que es declarada una amenaza para la seguridad. El
ridículo del gobierno egipcio queda en evidencia. Puede que como en otras
ocasiones, las embajadas estén actuando como indicadores de los "niveles
de peligrosidad" de los visitantes. La profesora Grami ya tiene un nuevo
mérito en su rico historial.
Pero las contradicciones se acumulan en la política
gubernamental. Las promesas del presidente no pasan de ahí y —como señalábamos
el otro día— su discurso sobre la renovación religiosa se queda en meros fuegos
artificiales que el agua fría de la realidad apaga antes de que muestren sus
colores en el cielo. No solo es el caso de la profesora Grami. El otro caso de
estos días —lo hemos tratado ya— es el de predicador reformista Islam Beheiry.
Con el título "Fans protest as court reviews Islam
Beheiry’s challenge to blasphemy sentence", el diario Egypt Independent daba
cuenta ayer de las reacciones a su condena:
Fans of Islam Beheiry protested outside the
South Cairo Court on Monday as the court considered a challenge by the media
host, who was sentenced to one year in prison over blasphemy charges.
Beheiry was initially sentenced to five years
over the charge that was later brought down to one year.
The protesters hoisted banners attacking
Al-Azhar, Egypt and the Arab World’s top Islamic academy, whose request had
prompted AlKahera wal Nas to halt the airing of Beheiry’s controversial show
last year.
The show mainly focused on challenging the
credibility of the narrators of Prophet Muhammad’s “Hadiths”' (quoted
teachings), most specifically Imam al-Bukhari (810-870 AD), an almost
unquestioned scholar in hadith
narration.
Beheiry said in earlier statements that he was
facing more than 40 lawsuits relating to his program.
“Al-Azhar vigilantes of the 20th century”,
“Islam did not insult the Quran or the Prophet”, read banners being held up by
the demonstrators.
“President Abdel Fattah al-Sisi has, more than
once, urged a change to religious discourse and talked about religious reform,”
said Marwa Khalifa, one of the protesters. “This is at odds with confining and
sentencing religious modernists like Beheiry,” she said.*****
Las contradicciones son cada vez más obvias, así como la
censura de la influencia de Al-Azhar, contra la que se dirigen cada vez más las
iras de los reformistas. La necesidad de las reformas religiosas es de una gran
obviedad si realmente se quiere resolver el problema de la radicalización, que
se alimenta de esta intransigencia mostrada incluso por los que se presentan
como "moderados". Su "moderación" debe ser explicada en
otros términos más allá de lo religioso, en donde no renuncian al poder que
significa el control de la ortodoxia. La Universidad de Al-Azhar es y ha sido
un instrumento poderoso de control social y de expansión de la influencia
egipcia, que se ve como un centro intelectual del islam. Nasser la convirtió en
herramienta del estado para escapar del peso de los islamistas, de los Hermanos
Musulmanes. Eso le valió un ataque constante de desprestigio por parte de los
que se consideraban verdaderos representantes del islam, lectores correctos del
texto coránico. Pero el papel de Al-Azhar está todavía por verse en estos
momentos.
Como señalan los seguidores de Islam Beheiry los ataques
vienen de Al-Azhar tanto por el reformismo de las ideas como por dejar en
evidencia el inmovilismo de los demás. La disputa no es por un hadith, sino más
bien por el derecho a imponer una verdad, como bien explicó Michel Foucault; es
una cuestión de poder. Con los
islamistas declarados terroristas, en vez de acometer unas reformas que
permitan una mayor apertura, la universidad de Al-Azhar tira de prestigio para
imponerse al estado y especialmente al espíritu aperturista que presidió la
primavera árabe y del que la universidad del dogma tampoco fue partidaria, como
ocurrió con los Hermanos Musulmanes, que dudaban de un movimiento que abogaba
por una mayor democratización y laicidad en el país.
Hacen bien los seguidores de al-Beheiry en apuntar a
Al-Azhar y señalar las contradicciones con el discurso presidencial. Como ya
vimos, el discurso que les dirigió sobre la reforma del Islam tuvo que ser rectificado
señalando que quienes debían llevar a cabo esa reforma eran los eruditos de
Al-Azhar. Con ello queda en evidencia la dependencia que el poder del estado
tiene de la universidad islámica, que purgada de los islamistas favorables a
las enseñanzas de Al-Banna, el fundador de los Hermanos, han quedado en manos
de los tradicionalistas. En su mentalidad no entra la posibilidad de una
reforma exterior al sistema, mientras que desde la ortodoxia esta sí se puede
producir. A ello contribuye la especial configuración del Islam en cuanto a su
estructura y a su forma de discusión entre eruditos. Es más sencillo denunciar
a al-Beheiry ante los tribunales por ofender al islam, por blasfemia —que es
mantener una opinión distinta a la oficial—, que sentarse a discutir con él
sobre la historicidad de unos hadices.
Lo que en teoría es posible, en la práctica no lo es porque supone una erosión
del poder, abrir una puerta peligrosa.
El hecho de que la universidad de Al-Azhar haya sido el
instrumento para cerrar mezquitas radicales y unificar los sermones de los
viernes, tiene como contrapartida que hay que reforzar su autoridad. En eso se
mide su poder, no en los razonamientos entre eruditos. La capacidad de vetar o mandar a los tribunales es una muestra de su "eficacia". Pero Grami y Beheiry no son radicales. Pero con los Hermanos "fuera" del país o silenciosos, solo que tomar posiciones contra los reformistas.
La retención, detención y expulsión de la profesora Grami en
una nueva-vieja mala noticia. Implica que el camino seguido para controlar al
país es enfrentarlo a un islam cerrado a cal y canto, que en vez de abrirse y
combatir desde dentro el radicalismo lo acabará fomentando como enseñanza de
intransigencia. Apuntando como "peligrosos" en lo religioso o en la
"seguridad nacional", ya sea a Islam Beheiry o a la profesora Grami,
lo que el régimen egipcio está mostrando, apuntalado por Al-Azhar, es su
incapacidad para ganar batallas culturales más allá de la sisimanía, que durará
lo que dure la ilusión de que se puede cambiar algo así. Solo con las armas de
la represión, física e intelectual, no se conseguirá ni modernizar el discurso
del islam ni el democrático, como pretende el presidente El-Sisi.
Por ello, los mecanismos de renovación prescinden ya del
estado o de Al-Azhar. Por eso mismo son perseguidos, como ha ocurrido con los
editores y aristas de sitios emblemáticos de la cultura progresista egipcia. El
aniversario de la revolución en enero está sembrando muchos temores. Y las
soluciones buscadas no hacen sino agravar la cuestión.
Pero lo que no tiene premio en esta vida, lo tiene en la
otra. El antiguo Gran Muftí, el jeque Alí Gomaa, hombre con fama de permisivo
en cosas como el fumar, ha confirmado hace unos días que, según el Corán, los
seres humanos podrán medir 24 metros en el Paraíso****. Para algunos, un aliciente más. Da igual lo que tengan que decir la doctora Amel Grami y el estudioso Islam
Beheiry.
*
"Tunisian Writer Deported at Cairo International Airport, Deemed ‘Security
Threat’" Egyptian Streets 4/01/2016
http://egyptianstreets.com/2016/01/04/tunisian-writer-deported-at-cairo-international-airport-deemed-security-threat/
**
"Conference 2011 Speakers: Grami, Prof. Dr. Amel" Deutsche Welle 2011
http://www.dw.com/en/grami-prof-dr-amel/a-6519822
***
"Fans protest as court reviews Islam Beheiry’s challenge to blasphemy
sentence" Egypt Independent 4/01/2016
http://www.egyptindependent.com//news/fans-protest-court-reviews-islam-beheiry-s-challenge-blasphemy-sentence
**** " 8th Berlin Forum for Progressive Muslims, April 19 – 20, 2013
The Resurgence of Political Islam in the Aftermath of the Arab Spring:
Developments – Challenges – Perspectives / Convened at the Friedrich-Ebert-Stiftung, Hiroshimastraße 17, 10785 Berlin." http://library.fes.de/pdf-files/dialog/10284.pdf
******
"We could be 24 meters tall in heaven: Sheikh Ali Gomaa" Mada Masr
30/12/2015 http://www.madamasr.com/news/we-could-be-24-meters-tall-heaven-sheikh-ali-gomaa
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