Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
diputado Mortada Mansour está consiguiendo el protagonismo deseado en el nuevo
parlamento egipcio. Esto no es nuevo en él. Sabe que en Egipto, como
probablemente en otros lugares del mundo, no hay mejor forma de conseguir la
atención que la mezcla de la política y el fútbol. El hombre que dijo que
"la revolución del 25 de enero fue el peor día en la historia de
Egipto" tiene aún muchos por delante para convertir en una pesadilla los
de mucha gente. De Mansour se sospecha que fue el financiador de la infame
"batalla del camello" ocurrida en la plaza de Tahrir. Representa uno
de esos lados perversos de la vida política egipcia, los prepotentes y
autoritarios magnates, verdaderos demagogos en constante amenaza contra todo
aquel que se les opone o les molesta. Mansour, como algunos otros, entra de
lleno en esa categoría de aquellos de los que se sospecha que han entrado en el
parlamento a golpe de talonario.
Sus
enfrentamientos con la prensa son constantes porque suele estar en el centro de
los acontecimientos, casi siempre caracterizados por esa prepotencia que le
define. Hace un año, el diario británico The
Guardian le retrató así:
Even though hundreds of Egyptian newspaper
journalists are collectively refusing to mention him by name in print, Mortada
Mansour, one of the world’s most eccentric football moguls, is a man of the
Egyptian moment.
Whether he is being doused in urine, as he was
in October, or sued seven times for libel, it is hard to keep him out of the
news.
First there was his election last March to the
chairmanship of Zamalek, the second-biggest team in Egypt. Then there was his tilt
at the national presidency last summer. Mansour ultimately withdrew from the
race, citing a divine vision, after an odd and brief campaign in which he
threatened to rip up the peace treaty with Israel and force atheists to
practice atheism in their bathrooms.
But it got him what he most desired: attention.*
Llamar la atención es cada vez más la forma en que uno se
hace el hueco en unos medios a los que conviene tener excitados, provocados
permanentemente. Vivimos en sociedades del exceso informativo en las que el
peor pecado es la moderación y la mayor virtud es la desmesura. Es esta
saturación la que exige que personajes como Mansour vayan configurando el
panorama político arrastrando a los demás. Es lo que estamos viendo en los
Estados Unidos con un Donald Trump que busca el mismo tipo de protagonismo, Se
trata de mantener abierta una relación de amor odio mediante la cual está
siempre situado en primera fila, satisfaciendo las necesidades de excitación
que el electorado convertido en público necesita.
Mansour ya provocó en la apertura del parlamento los
incidentes necesarios para atraer la atención. Fue a costa de generar el caos y
la discusión: rechazaba la constitución que consideraba un logro la revolución
del 25 de enero, el foco de la destrucción de Egipto, la gran conspiración,
según su forma de ver la historia.
The Guardian
cerraba así su retrato de Mortada Mansour:
Mansour is quieter in person than his on-screen
belligerence suggests, a juxtaposition he ascribes to his Gemini star sign,
which he claims has left him with 15 separate personalities.
Certainly, his career shows he is a man of many
identities. He’s a media personality who many in the media refuse to report on,
after he insulted one too many journalists. Before joining Zamalek, Mansour was
a member of their arch-rivals, Ahly. Before entering football, he was a
high-court judge, notoriously jailing one of Egypt’s leading actors in 1983,
for making a film that poked fun at lawyers.
And though he is seen today as a product of the
Mubarak era, he had his run-ins with the former dictator’s regime. During an
earlier stint at Zamalek in 2005, the government forced him from office after
he waved a shoe in the presence of a Mubarak aide. Separately, he was also convicted of assault.
All these contradictions make Mansour a
difficult man to categorise – but for his opponents they also underscore what
makes him a fitting metaphor for contemporary Egypt. “He is a symbol,” says
Awady, “for the chaotic state the country is in.”*
Creo que acertó The Guardian en la interpretación del
personaje público, de su búsqueda de notoriedad y su autoritarismo
intransigente. Pero lo preocupante es su papel en la historia del Egipto
actual, ese carácter simbólico representativo del que habla el periódico británico. El caos
egipcio, en efecto, proviene de su falta de tradición democrática, de su
intolerancia a través de personajes maximalistas como Mortada Mansour. Las
personas que predican la tolerancia o la convivencia son aparcadas de mala
manera, desplazadas de la evolución egipcia que acaba en manos de estos
influyentes personajes autoritarios. Los moderados tienen que salir o son
silenciados frente a los vociferantes como Mansour, capaces de cualquier cosa
para conseguir el protagonismo.
Apoyo del presidente Al-Sisi, la prensa ya reflejaba sus nuevos intentos de protagonismo a través de la crítica al presidente en un programa televisivo. Es poco frecuente y Mansour apunta alto en el ejercicio del protagonismo constante. Conseguir titulares no es fácil y es a lo que apuntan sus esfuerzos.
Cuando se le critica, no se le ataca a él, sino al parlamento cuando se le
critica. Es siempre la misma estrategia que funciona de manera rutinaria: las
críticas nunca se hacen a las personas, se hace a Egipto, al parlamento, a la
religión... Los personajes se revisten del manto de la totalidad para proteger
sus privilegios y atacar a los demás haciendo ver que no se defienden de los
ataques ellos sino que están realizando una heroica acción, en este caso,
proteger al parlamento de los ataques de
la prensa. Eso es lo que refleja el titular de Ahram Online —"Egypt MP Mortada Mansour opens fire on journalists who 'defame parliament'"— de forma directa:
In a morning debate on Wednesday, the
flamboyant independent MP Mortada Mansour fiercely attacked journalists and the
local media, accusing them of doing their best to tarnish the image of the new
parliament.
Mansour asked parliament speaker Ali Abdel-Al
and other leading MPs that the House's new internal bylaws be amended to give
MPs the right to file lawsuits against journalists accused of defaming
parliament or covering parliament's news in "derogatory" terms.
"There is a concerted hostile campaign
against Egypt's new parliament on the side of the local media," he
claimed.
"In their smear campaigns, journalists went as far as describing
parliament as "the House of the Mad People" or The House of the Hashasheen," said
Mansour, warning that "if parliament did not move quickly to protect its
reputation and honour, we all would leave this place."
Mansour also insisted that the armed forces and
the police cannot be a subject of smear campaigns by the media.
Mansour referred to a local newspaper which
seized its issue on Wednesday to accuse speaker deputy El-Sayed El-Sherif of
exercising rigging practices.
"Today they accuse us of rigging without
any evidence and I do not know what they will do tomorrow," said Mansour.
Mansour also lashed out at young leftist MPs -
led by Alexandria's deputy Haitham El-Hariri - portraying them as "parliamentary
novices."
El-Hariri and other leftist MPs distributed
leaflets among deputies this morning, urging them to reject the new Civil
Service Law, accusing it of doing a lot of injustice to state employees.
According to Mansour, "we are not here in
a metro car or in a student union to have these leaflets and I think that the
right place for this leaflet is to be dumped into trash cans."
Joining forces, speaker Abdel-Al said
"Mansour's statement should ring alarm bells about journalists who
deliberately aim to tarnish the image of parliament and deputies and that there
should be a serious stand against this."
"While the media and journalists are
independent and have complete freedoms in accordance with the new constitution,
they at the same time are urged to exercise these freedoms responsibly,"
said Abdel-Al.
"I met with parliamentary journalists and
I told them you have the right to cover parliament's news freely, but also
wisely and responsibly," Abdel-Al said.**
Se "difama" al parlamento como se difama a
"Egipto", al "Ejército" o al "islam". Es una
fórmula viciada que buscar revestir de grandes palabras la incapacidad de
aceptar las críticas y encubre el totalitarismo reinante en las mentes de
muchos de los personajes que circulan por la vida egipcia. Es el recurso fácil
amparado en los vicios intransigentes del sistema. En el fondo no es más que el
cómodo encubrimiento de la incapacidad para el diálogo. Después siempre habrá
un juez —como el propio Mansour— que decida que efectivamente eres culpable de
ejercer la crítica.
El parlamento egipcio ha conseguido evitar que los
ciudadanos puedan asistir en directo a las sesiones parlamentarias. Es solo una
muestra de su miedo a que se vean sus formas de actuar, su pobreza dialéctica y
el espectáculo bochornoso que han dado muchos en apenas unos días desde su
constitución. El temor a tener que exponerse con sus carencias dialécticas e
incapacidad de argumentar más allá de la amenaza o del disparate, como la idea
obsesiva de Mansour de que la revolución fue una conspiración norteamericana.
Ahora tratan de evitar que no se pueda realizar crítica
alguna con las amenazas contra la prensa y la petición de que se considere
delito evaluar la situación del parlamento. La carencia de una clase política
capaz de dialogar en Egipto es angustiosa y preocupante para su futuro
inmediato. Los problemas reales que el país tiene se les escapan. No se
improvisa una clase política después de tantos años de autoritarismo, pero el
regreso de los partidarios de Mubarak, de sus hombres de negocios y miembros
del partido, con los añadidos de otros personajes en busca de protagonismo no
es la mejor forma de enderezar al país.
La imagen del parlamento no la manchan los periodistas, sino
Mortada Mansour y los que como él representan el Egipto autoritario, excluyente
e insultante, una parte del cual ha conseguido meterse dentro de la cámara. La
libertad de información ya está bastante dañada y bajo constante amenaza como
para que tenga que soportar el silencio sobre lo que ocurre en el parlamento.
Se trata, como siempre, de controlar la información para seguir manteniendo el
engaño.
Alguien a quien se considera responsable de la "batalla
del camello" no debería estar sentado en el parlamento egipcio. Pero es lo
que los egipcios, por una causa u otra, han querido. Aunque fueran solo una
parte del 29% que participó en la elecciones.
Las advertencias a los periodistas parlamentarios de que
cubran las noticias "sabiamente" y con "responsabilidad" no
dejan de ser una amenaza y un paternalismo indecente, moneda corriente en el
país. Conforme aumenten las críticas, sus señorías irán clamando por exigir a
la prensa que los trate bien alegando que se "difama" al parlamento
cuando los únicos que lo desprecian son personajes como Mortada Mansour y demás
de su ralea.
Por lo pronto, ya ha conseguido el protagonismo deseado y amenazar a la prensa, su vieja enemiga, que no le critica a él sino al "parlamento". Como padre de la patria, deja bastante que desear.
*
"Mortada Mansour: the football eccentric dividing Egypt" The Guardian
5/01/2015
http://www.theguardian.com/world/2015/jan/05/mortada-mansour-football-eccentric-egypt-zamalek
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