Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
vuelta a las pantallas mundiales de una serie que rompió esquemas y creó
tendencias como "Expediente X" (The
X Files) no podía dejar indiferente a la generación que vivió las improbables
aventuras de los dos agentes complementarios del FBI.
Muchos han confesado el
papel que está serie jugó en la formación (o deformación, según se mire) de su
imagen del mundo.
La función formativa de las series está todavía por
desarrollarse y estamos a la espera de una nueva propuesta cervantina en la que
alguien sufra los mismos efectos que el ingenioso hidalgo con sus lecturas de
caballerías. No se han estudiado todavía los cerebros de las personas que crecieron
con La casa de la pradera para compararlos con los que vieron el mundo a través
de Expediente X o lo que pasa en las
neuronas de los adictos hoy a Transparent
o a The Leftovers.
Las
peculiares características del regreso de Expediente X (con sus mismos protagonistas pasado el tiempo)
hace que los que vivieron infancia y juventud con Mulder y Scully se hayan
planteado algunas cuestiones que les han llegado a la mente tras el choque con los
nuevos episodios. The New York Times ha recogido bastantes artículos con las
reacciones ante el regreso de la serie. Me han llamado la atención las
reflexiones de Kaly Soto en su artículo titulado "‘The X-Files’
Season 10 Premiere: A Crazier Mulder Than Usual":
Scully and Mulder are now in an uncomfortable
place. And so is this unsatisfying episode. When young Mulder was spouting his
conspiracy theories, those ideas were rebellious and exciting. He made a
skeptical Scully want to believe because he did. And he believed because he had
seen the most incredible things, and they didn’t make him afraid, only more
determined to find the truth, which (let us not forget) was out there.
In 2016 though, with even presidential
candidates espousing conspiracy theories of their own, there’s nothing
rebelliously romantic here. Mulder’s search for the truth no longer seems
idealistic. It seems of a piece with the frenzied and feverish age in which we
now live.
This time he’s propagating a theory, not about
aliens, but about the cruelest of creatures: man. He reckons that the “alien
abductions” he’s spent his life investigating were actually undertaken by men
posing as aliens and testing alien DNA on humans. This evil plan will culminate
in the “takeover of America.” I spit out my drink laughing at that line, which
was bad because I was watching this episode on my computer. It sounded like
something Sarah Palin would say. Along for this trite trip through Mulder’s
troubled mind is a right-wing talk show host, because that is a believable
alliance these days.*
El razonamiento nos sorprende por su carácter directo y
atinado. Ha tenido que llegar un crítico de televisión para hacernos ver que el
mundo es hoy un gigantesco "X-File" en el que el pobre Mulder (y
nosotros con él) nos encontramos bajo los efectos traumáticos no de la fantasía
sino de lo que se nos intenta vender como realidad. Cuando se realizan
encuestas, es probable que la gente dude más de lo verdadero que de las
conspiraciones que se nos venden todos los días.
Está por estudiar todavía si esto es el efecto de ver
tantas series conspiratorias en las que los gobiernos hacen las cosas más
raras, ilegales y fantásticas. Que los personajes de la realidad (Sarah Palin, Donald Trump) sostengan teorías como las más descabelladas de las series descabelladas
no deja de ser una gran tristeza y la confirmación de que vivimos en un mundo
dominado por la ficción.
Si Cervantes nos mostró una persona que quería ser personaje y Unamuno y Pirandello nos
mostraron personajes que querían ser personas,
parece ahora vivimos en una zona intermedia en la que, como ocurre con la luz
que es onda y corpúsculo, somos ambas cosas a la vez y según las circunstancias.
Lo mismo ocurre con los "hechos" (¡interesante concepto!), que quedan
relegados por los discursos que los describen en un interminable juego del
telegrama.
La campaña electoral norteamericana, especialmente en su canal republicano, es hija de este mundo
conspiratorio gracias a la habilidades verbales y narrativas del señor Donald
Trump, que se debe encontrar todas las noches en algún garaje oscuro con algún intoxicador, con un cigarrillo
electrónico incluido, que le vapea
las conspiraciones del día.
Trump y Palin son los agentes de cierre de la manía
conspiratoria. Normalmente, las teorías de la conspiración empezaban por abajo
y apuntaban hacia arriba, como pasaba con The X-Files. Ahora, ametrallan desde arriba
a todo el que se mueve.
Las teorías de que Obama es un musulmán infiltrado que ha
llegado hasta lo más alto del poder dejan en mantillas a uno de los orígenes
conspiratorios cinematográficos "El candidato del miedo" (The Manchurian Candidate, John
Frankenheimer 1962). Primero se le negaba la nacionalidad norteamericana de
origen, con lo que no podría acceder a la presidencia; luego la cuestión fue
más allá al convertirlo en musulmán. El último estado de esta teoría
conspiratoria es que no solo es musulmán sino "musulmán chií", con lo
cual se explica perfectamente la conspiración iraní que ha llevado al fin de
las sanciones por la cuestión nuclear. Ya encaja todo y Obama tiene como
objetivo la conquista iraní del mundo y, por supuesto, la destrucción de
Israel. La teoría ha sido muy bien acogida por Oriente Medio, en la zona suní,
donde ya les cuadra todo. Obama fue el que conspiró para destruir a los países
árabes mandándoles la "primavera árabe" e imponiendo a los Hermanos
Musulmanes, que son una organización sionista camuflada de islamistas para
rematar lo que los Estados Unidos dejen en pie.
No es exageración. De la conspiración Obama-Irán daba cuenta
el otro día The Washington Post en su artículo titulado "The ‘Obama is a
Muslim’ conspiracy theory is still reverberating in the Middle East". Escribía Adam Taylor:
The endurance of these conspiracy theories can
probably be attributed to Obama's position as the first African American
president of the United States — his two terms as president have been wrapped
up in issues of race and identity. But it's also worth noting how these
theories have mutated as they traveled abroad, adapting in unexpected ways to
fit regional arguments.
One of the most persistent and widespread of these
conspiracy theories gets more specific than its American variant: Obama isn't
just a Muslim, this theory goes.... he's
a Shiite Muslim.
This week, as the Obama administration
announced that it was lifting sanctions on Iran as a result of a U.S.-led nuclear
deal with Tehran reached in July, Dhahi Khalfan Tamim, the head of general
security for the emirate of Dubai, suggested that Obama's "Shiite
roots" had helped him get elected in a bid to bring the United States and
Iran closer.**
Se comprende que en este contexto conspiratorio, el agente
Mulder y la agente Scully, vayan queden dentro de poco como protagonistas de
una serie casi realista en comparación con las noticias que se nos ofrecen
diariamente.
La cuestión no solo afecta a Oriente Medio, donde podríamos
encontrar muchas explicaciones para la credulidad extrema. Lo más interesante de todo esto es
que se lo creen en los Estados Unidos. Lo que nos lleva a la base de la credulidad
misma: se cree porque se quiere creer. Donde esté una buena mentira que se
quite cualquier verdad. Podríamos habernos vuelto escépticos y recelar de lo
que nos cuentan. Por el contrario, nos hemos vuelto absolutamente crédulos.
Gozosamente crédulos, podríamos decir. Hemos descubierto (o estamos a punto de
ello) las gratificantes sustancias que nuestro cerebro libera como si fuera
chocolate.
La mentira no se ha convertido en un arma política, como se suele
señalar, sino en una ciencia compleja y asistida por equipos de neurocientíficos,
comunicólogos, historiadores y todo tipo de científicos sociales que se sacan
un extra en sus universidades o abren gabinetes dedicados a llevar y mantener
en el poder a cualquier político que les pague bien.
En lo que llamamos Sociedad de la Información solo caben dos
estrategias que podemos llamar de "sequía" y de
"inundación". La primera trata de restringir el acceso y la
circulación de la información; levanta muros para evitar que entre o salga
información. Como esta estrategia es cada vez menos eficaz (es la que se creó
con la imprenta). La más eficaz es la contraria: la inundación de información.
Se trata de saturar a los receptores con tanta información como sea posible a
sabiendas que son los propios receptores los que se acabarán convirtiendo en
emisores. Es la teoría tras las redes sociales y la liberación de herramientas
de producción a los usuarios. El modelo de la "inundación" es usado
por aquellos que quieren sembrar la duda y anular la información veraz. Si
usted llega a la luna, por ejemplo, sus rivales negarán que lo haya hecho y se
generarán miles de páginas que reproducirá, reescribirán, amplificarán la
teoría alternativa. Pronto se habrán generado más páginas que las que sea
posible manejar y la teoría se reforzará sola gracias al efecto
"red". Lo que empieza en una solitaria nota en un blog alternativo o
como un comentario ambiguo se transformará pronto en un aluvión que hará dudar
a cualquiera.
La pregunta que se hace usted, lector, es y ¿por qué no se
hace eso con la información verdadera? ¡Buena pregunta! Aquí entra la
psicología social a intentar decir algo: por algún extraño motivo nos gustan
más las mentiras que las verdades. Quizá sea por aquello de que la verdad es la
que es mientras que la mentira es un traje a medida, mucho más cómoda. Ante la
verdad nuestra respuesta es ¡pues vale!,
pero la mentira nuestra actitud es más afectiva. La verdad es más o menos objetiva
y distante, pero la mentira es entrañable y seleccionamos la que más satisface nuestro
deseo. Los que están convencidos de que Obama es un musulmán chií infiltrado para
acabar con Israel, los Saudíes y no sé quien más, encuentra todo
maravillosamente coherente y, por ello, gratificante. Como cruzada personal, da
sentido a su vida, que dedicará a transmitir a los demás eso que desconocen.
Encontrará explicación clara de porqué le odian algunos y él les odia a ellos.
La mentira trae luz interior y coherencia exterior.
Decían en The X-files que la verdad estaba allí afuera. Lo
cierto es que la verdad siempre ha sido un poco extraterrestre. La mentira, en
cambio, está con nosotros desde que nos miramos al espejo por la mañana hasta
que cerramos los ojos y soñamos. Ya todo es un continuo de ilusión interesada
que muchas saben manejar muy bien.
¿Dónde está la verdad?, pues. Como decían en The New York Times de los agentes Mulder y Sculley, en un mundo poco confortable para ella.
*
"‘The X-Files’ Season 10 Premiere: A Crazier Mulder Than Usual" The
New York Times 24/01/2016
http://www.nytimes.com/2016/01/24/arts/television/the-x-files-season-10-premiere-review.html
**
"The ‘Obama is a Muslim’ conspiracy theory is still reverberating in the
Middle East" The Washington Post 21/01/2016
https://www.washingtonpost.com/news/worldviews/wp/2016/01/21/the-obama-is-a-muslim-conspiracy-theory-is-still-reverberating-in-the-middle-east/?hpid=hp_hp-more-top-stories_vw-obama-muslim:homepage/story
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