Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Me ha
resultado muy gratificante leer en The Washington Post el artículo titulado
"Startling new finding: 600 million years ago, a biological mishap changed
everything", firmado por la reportera Sarah Kaplan. Me ha gustado su
comienzo, su forma de presentarnos lo que va a llegar:
If life is effectively an endless series of
photocopies, as DNA is transcribed and passed on from one being to the next,
then evolution is the high-stakes game of waiting for the copier to get it
wrong.
Too wrong, and you’ll live burdened by a
maladaptive mutation or genetic disorder. Worse, you might never live at all.
But if the flaw is wrong in exactly the right
way, the incredible can happen: disease resistance, sharper eyesight, swifter
feet, big brains, better beaks for Darwin’s finches.*
La idea del "error" o "fallo" correcto
me parece algo más que una bonita figura retórica que se ajusta más a aquella
versión que se sigue dando de la "supervivencia del más fuerte". La
realidad es que ser el más fuerte no
es garantía de nada porque existe un azaroso juego, incontrolable, en el que lo
que te beneficia un día puede ser tu perdición al siguiente si cambian las
circunstancias. Esta idea es muy poderosa
y obliga a pensar en términos distintos a los habituales, ponderar más las
ideas de flexibilidad que las de fuerza.
Pero el artículo nos habla del descubrimiento de cómo uno de
esos errores correctos posibilitó el
surgimiento de los organismos pluricelulares, el gran salto de las células
aisladas a su agrupación beneficiosa.
[Ken] Prehoda and his colleagues began to look
into what genes could be responsible for allowing the choanoflagellates to work
together.
“We were expecting many genes to be involved,
working together in certain ways, because [the jump to multi-cellularity] seems
like a really difficult thing to do,” he said.
But it turned out that only one was needed: A
single mutation that repurposed a certain type of protein. Instead of working
as enzymes (proteins that facilitate reactions inside the cell) the proteins
were now what’s known as an interaction domain. They could communicate with and
bind to other proteins, a useful skill for cells that have decided to trade the
rugged individualist life for the collaboration of a group. In the wild world
of pre-complex life, this development was orders of magnitude better than
Twitter for getting organisms organized. Every example of cells collaborating
that has arisen since — from the trilobites of 500 million years ago to the
dinosaurs, woolly mammoths and you — probably relied on it or some other
similar mutation.
That protein domain is now present in all
animal genomes and their close unicellular relatives, according to a University
of Oregon release. It’s probably wiggling around in you right now, helping your
various cells keep in touch.*
La sorpresa, como suele ocurrir en la Ciencia, es que las
cosas son más sencillas de lo que esperamos. Lo que se esperaba muy complejo,
resulta ser el efecto del cambio en un solo gen. Pero era el error correcto, el que siguió adelante.
“It was a shock,” co-author Ken Prehoda, a
biochemist at the University of Oregon, told The Washington Post. “If you asked
anyone on our team if they thought one mutation was going to be responsible for
this, they would have said it doesn’t seem possible.”*
La sencillez siempre está presente como economía. Eso ya lo observó Darwin, que había leído a Malthus. La
naturaleza evita el despilfarro; lo más sencillo es lo que cuesta menos. La
complejidad va emergiendo desde la sencillez gracias a esta reunión que un solo
gen modificado posibilita.
Entre tanto despilfarro de energía, en todos los sentidos de
la palabra, nos siguen sorprendiendo las sencillas soluciones que la naturaleza
encuentra para economizar sus recursos. Muchas de ellas se encuentran más en la
cooperación que en la lucha; más en la agrupación que en el individuo.
En su página curricular de la Universidad de Oregon, el
profesor Kenneth Prehoda, coautor del trabajo señalado, resume así en qué consiste
su campo de investigación:
Research in the Prehoda lab focuses on the
biochemical processes that allow cells to respond to changes in their
environment. Environmental cues, or “signals”, pass across a cell’s plasma
membrane and initiate a molecular program that associates a signal with an
appropriate response.
"Señales", "códigos",
"programas", "respuestas"... es el mundo de la Información
en sus bases más elementales. La vida implica configurarse ante el entorno para
seguir viviendo, tanto en sus niveles más básicos, los celulares de los que se
ocupa el profesor Pehoda, como en los emergentes, más complejos. Pasamos así de
los errores correctos, un mecanismo ciego, al intento de anticiparnos a lo que
puede ser nuestro escenario futuro, en el que la corrección es ya apuesta. Es pasar del desafío celular para
responder a los cambios de su entorno a nuestras reuniones internacionales
sobre el cambio climático.
En mitad del terrible choque que supone leer las noticias de
la locura del mundo en que vivimos, de las noticias de guerras, conflictos,
campañas, disputas, actos sociales, etc. que son el reflejo muchas de ellas de
la incapacidad de encontrar soluciones, es gratificante encontrarse con
noticias como está, que más allá de lo descubierto, confirma el principio de la
sencillez natural. La naturaleza, en cambio, no tiene que buscar soluciones brillantes
y definitivas; le basta con aprovechar los errores
correctos.
*
"Startling new finding: 600 million years ago, a biological mishap changed
everything" The Washington Post 11/01/2016
https://www.washingtonpost.com/news/morning-mix/wp/2016/01/11/startling-new-discovery-600-million-years-ago-a-single-biological-mistake-changed-everything/?hpid=hp_hp-more-top-stories_mm-evolution-1250pm%3Ahomepage%2Fstory
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