Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Tsipras
está jugando con fuego. Lo advertimos hace tiempo: Rusia iba a aprovechar los
resquicios por los que debilitar a Europa como ha ido buscando los puntos útiles
para debilitar a los Estados Unidos en Oriente Medio y Latinoamérica. A
diferencia de lo que ocurre con Obama, Vladimir Putin no tiene interés en que le amen, incluso le viene bien que le utilicen, porque él busca otro tipo
de rendimiento. Mientras Obama busca dejar algún tipo de legado por el que se
le recuerde sin maldiciones —del "Obamacare" y Siria, a Cuba y ahora Irán—, Putin no tiene ese
problema.
Alexis
Tsipras es una de las muchas cuñas que Putin ha impulsado por los distintos
países de la Unión. Son variadas, pero eficaces. Van desde los euroescépticos
británicos a los ultraderechistas franceses, de los chipriotas a los turcos.
Cualquier cosa que divida a Europa es buena para Rusia es la regla general, que
después tiene su desarrollo práctico dentro de las fronteras de cada país. Los
enemigos de mis enemigos son mis amigos. A diferencia de Venezuela o Irán,
Rusia busca la foto. Pero no es la
foto de la vanidad, sino el arma gráfica.
Putin es descarado y estas cosas le divierten realmente. Piensa que quien
realmente sabe de política es él; los demás son aficionados que no entienden los resortes del poder.
En su
editorial de ayer, titulado "Tsipras y Alemania", el diario El País
concluye su reflexión negativa sobre lo que el jefe del gobierno griego está
haciendo al plantear las reparaciones económicas por la II Guerra Mundial:
La neutralidad histórica de la exigencia
queda cuestionada también por el hecho de circunscribirla a Alemania, cuando
las tropas ocupantes procedían también de Italia y Bulgaria, países a los que
nada reclaman.
Su densidad jurídica se espiga en que desde
1945 hasta ahora no ha mediado reclamación formal, tampoco con ocasión del
acceso de Grecia a las Comunidades Europeas en 1982. Si entonces no se
interpuso, ¿por qué ahora? Berlín alega que el asunto quedó zanjado tras la
reunificación alemana, mediante la adhesión de Grecia al tratado firmado por
las dos Alemanias con las potencias ocupantes.
Es evidente que estamos ante una cuestión
política. El Ejecutivo de Alexis Tsipras ha elegido la confrontación, y específicamente
con Alemania, como táctica presuntamente negociadora. Es una estrategia a la
que cabe augurar escaso recorrido. Grecia desconoce que la Alemania actual no
guarda similitud alguna con la de los años cuarenta del siglo pasado. Ignora
que los fundamentos de la UE radican en la reconciliación, precisamente contra
la resurrección de antiguos enfrentamientos. Y escupe a la mano que le da de
comer.*
Esa
imaginaria deuda ha ido creciendo en función de las exigencias de la Unión.
Cuanto más debe Grecia, más le deben a ellos en un absurdo juego, infantil,
pero peligroso, que lo único que demuestra es la impotencia del país para
resolver su propia crisis y, algo peor, que el "relevo" a la
"casta griega" no tiene ningún recurso para resolverlo más allá de la
demagogia. Lo que Tsipras busca es camuflar su incapacidad generando un odio a
Alemania y, tras ella, a la Unión. No es el único que lo hace. Es una forma de hacer política en Europa contra Europa.
Nada
podría agradar más a Vladimir Putin y nada le saldría más barato. Conseguir la
ruptura de la estrategia de la Unión Europea para debilitarla sería un gran
logro. Pero es sobre todo una gran traición a Europa y en especial a los que han padecido la
agresividad imperialista y colonial de Rusia: Ucrania. Los amigos de Putin, sus admiradores y beneficiarios, siempre acaban pidiendo que se rebajen las sanciones contra Rusia. Es justificar la invasión de Ucrania y el derecho de Rusia a imponer a los países próximos sus relaciones. Incluso los socios rusos, como Bielorrusia, se han negado a apoyar la invasión de Ucrania. Tsipras ha llamado "fascistas" a los ucranianos que querían acercarse a Europa. Tsipras apoyó la farsa de referéndum en Crimea y en las zonas del este de Ucrania invadidas por Rusia con sus soldados camuflados. Tsipras ha ido a Moscú a visitar a un viejo amigo.
El
Tsipras que se las da de progresista estrecha la mano del anexionista Putin para intentar conseguir
sus objetivos miserables: desplazar la atención de las promesas que no tiene
forma de cumplir en su propio país.
Lo que
Grecia está haciendo es salirse ella misma de Europa. Ella sola, sin que nadie
se lo ordene. Hoy escuchábamos a Tsipras reclamar una política exterior soberana
no supeditada a la de la Unión. Pero lo que hace no es "política
soberana" sino política contra Europa, una política retrógrada y en apoyo
de un país que en estos momentos pisotea los derechos humanos, reprime a la
oposición, desde las cárceles a los oscuros crímenes que hacen desaparecer a los
que no están de acuerdo con la política del Kremlin.
Tsipras
es un demagogo. Pero además es un irresponsable político. Como bien señala el editorial
de El País, "escupe la mano que le da de comer", dos metáforas que son realidades. Puede que
quien le esté asesorando le haya asegurado que esta jugada maestra contra la
Unión Europea solo pondrá nerviosos a sus socios, que se echarán para atrás al
ver sus bravuconadas. Pero lo que está haciendo es mucho más: está poniendo a
las opiniones públicas de algunos países en contra de sus gobiernos,
presionando para que se deje caer a Grecia en su propio fango y se pueda ver si va de farol en su órdago a Europa.
Tsipras
es el más débil y el que quiere jugar más fuerte. Putin gana en los dos casos: si
Grecia rompe la unidad europea y si Grecia es expulsada de la zona euro. Y el
aspecto ejemplar, tal como está poniéndose de moda por toda Europa llevará a muchos
(como se quiso hacer con la minúscula Islandia) a proponerlo como una vía. Los
enemigos de Europa son de distinto pelaje. Y muchos que se creen dioses no son
más que títeres cuyos hilos maneja un viejo maestro que se afila los dientes.
Alex
Tsipras no solo está boicoteando la política exterior de Europa. Está
traicionando a Grecia. Grecia no es más "soberana" con Alexis Tsipras: busca un nuevo amo que le pase la mano por la espalda. Pero Rusia es mejor cobrador que la Unión Europea y pedirá su libra de carne cuando lo crea necesario.
*
"http://elpais.com/elpais/2015/04/07/opinion/1428431592_788727.html"
El País 8/04/2015 http://elpais.com/elpais/2015/04/07/opinion/1428431592_788727.html
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