Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
guerra que anunciábamos sigue su curso. Las presiones de la Universidad de
Al-Azhar han conseguido que se deje de emitir el programa televisivo en el que
un predicador se permitía dudar de la autenticidad de una serie de hadices. Se
confirma la existencia del conflicto abierto y ahora solo cabe ver sus
consecuencias, qué efectos tienen sobre la lucha profunda.
Mada Masr nos daba
la información ayer en estos términos:
The controversial talk show “With Islam” will
be pulled off air at Al-Azhar’s request, the privately owned satellite channel
Al-Qaherah wal Nas said in a statement issued Wednesday night.
The channel made the announcement after
Al-Azhar Grand Sheikh Ahmed al-Tayyeb filed a lawsuit earlier in the day
demanding the show’s cancellation. The prime minister, investment minister, the
chairman of the board for the Television and Radio Union, the head of
Al-Qaherah wal Nas and the show’s host, Islam al-Beheiry, were all named in the
suit, according to the Wafd Party’s official newspaper, Al-Wafd.
In its statement, the channel said it would
comply with the grand sheikh’s request to think carefully about how the media
handles religion. The management at Al-Qaherah wal Nas doesn’t encourage
television shows that polarize Muslims, the statement continued, particularly
given that such programs have proven to have a negative influence on society by
increasing conflict and friction at a time when unity and harmony are most
needed.
"Freedom of thought and expression are
constitutional rights for all citizens. However, protecting the country’s best
interests is a greater goal," the statement concluded.*
No deja de sorprender los términos en los que se está
expresando, especialmente ese párrafo final de la cita en el que se señala la
contradicción fundamental: el conflicto entre unas hipotéticas libertades de pensamiento
y expresión y unos "intereses" superiores del país. Egipto, de nuevo
vuelve a caer en las falacias que reducen sus posibilidades de futuros dejando
otra victoria en manos de la fuerza conservadora institucional.
Parece que a Egipto solo le queda elegir entre grados de intransigencia,
dejando como una siniestra ironía esos derechos que siempre dice reconocer,
pero que no deja de pisotear. Es su respuesta tradicional a cualquier crítica a
un sistema que se está blindando cada vez más en lo religioso tradicional para
alejarse de la otra fuente de manipulación
religiosa, la Hermandad Musulmana.
La alianza del militarismo con las fuerzas religiosas
conservadoras, opuestas a las "internacionalistas" de la Hermandad
está dando forma a un nacionalismo religioso institucional con el que se pretende
controlar al país: las instituciones religiosas, centradas en Al-Azhar, apoyan
al gobierno mientras el gobierno le limpie el camino de aquellos que quieren
debilitar la fuerza de la religión. Si Nasser manejó a los del Al-Azhar, es
ahora la Universidad y sus clérigos los que parecen ponerle los límites al
presidente Al-Sisi y presionan para eliminar a aquellos que creen que parte de la
modernización de Egipto pasa por las libertades de conciencia y expresión. O simplemente no comparten los criterios religiosos como una imposición. La lucha es por determinar si uno está obligado a la religión por haber nacido en un país y el derecho de las instituciones a controlar la vida de todos a través de la religión.
De esta forma, el gobierno le quita obstáculos al control religioso
de Al-Azhar en todo el país. Es un camino este que tendrá graves consecuencias
en el futuro. Se elimina a la Hermandad acusándola de extremismo religioso,
pero —extremista o no, que es cosa relativa— se funda una intransigencia
monolítica en la sociedad. Es sorprendente cómo se puede sostener esta
incongruencia constante, cuyo eje es la constatación milenaria de que la
religión se usa, con todas las excusas que se quieran dar, para mantener el
control del poder y deshacerse de la disidencia. Gracias a este uso constante
de la intransigencia al convertir cualquier opinión contraria a las oficiales,
se están poniendo los cimientos del nuevo integrismo, es decir, de una sociedad
que pedirá la cabeza de cualquiera que la use para pensar y no para moverla
para asentir acríticamente.
Al-Azhar gana posiciones y el gobierno, si se puede decir
así, se refuerza en ella pero también se debilita porque queda cada vez más en
manos de aquellos que piensa controlar. Pero así suele ser la política, una
lucha de astucias en la que los enemigos se alían con la esperanza de poder
debilitar al otro. Pero quien realmente sale ganando es el que posee la fuerza
de condicionar, en este caso, Al-Azhar, que a su vez comenzará a ser escenario
de luchas y divergencias para digerir el poder que van acumulando.
El otro caso abierto, el de la controversia del velo,
también sigue en paralelo su recorrido. Al-Ahram
Weekly publica un interesante artículo describiendo y analizando el hecho:
Sherif Al-Al-Shobashi, who spent years working
as Al-Ahram’s correspondent in Paris and also served as an official at the
Ministry of Culture, made his call in a recorded video message. He stressed he
was not asking all Egyptian women to take off their veils, only those who had
been forced by their parents or husbands to cover their heads. Girls as young
as 4 years old were being asked to veil at some schools, he said. He also
criticised arguments which Islamists and other conservative groups use to back
up their demand women wear headscarves and cover their bodies: that it somehow
spreads morality in society.
“If the hijab (veil) is a sign of leading an
honourable life why do so many women serving time in prisons wear the veil?”
asked Al-Al-Shobashi. He then went on to claim that “99 per cent of Egypt’s
prostitutes are also veiled.”
Al-Al-Shobashi’s ridiculous claim quickly
rebounded. Popular news website Al-Youm
Al-Sabei twisted his words and reported the journalist had said 99 per cent
of Egypt’s veiled women were prostitutes. The cynical headline spread like
wild-fire, and Al-Shobashi soon found himself cast as public enemy number one.
Al-Shobashi’s basic position — that religious
and conservative groups use the hijab for political purposes, forcing women to
veil and then claiming their veiling is an expression of support for a
religious state — is a familiar one. It has been repeated for years by
secularists who, in Egypt, also claim the growth in influence of conservative
oil-rich Arab Gulf states — millions of Egyptians spend time in the Gulf
working — has deformed local culture.**
La manipulación realizada sobre las palabras de Shobashi
muestra los términos en los que se está luchando por una opinión pública
manipulada hasta extremos ridículos por una batería de medios que alientan
constantemente la intransigencia. Que Ahram Weekly se haya sentido en la
obligación de salir en defensa del antiguo compañero periodista no deja de ser
significativo y es una muestra más de esa polaridad con la que se está
manejando al país.
Por un lado se ha jugado con la imagen de un Al-Sisi "nasserista"
para evocar la imagen del "héroe" nacional y nacionalista, militar;
pero por otro se juega con la religiosidad de un Sadat, que fue quien abrió de
nuevo las puertas a la influencia islamista en Egipto, dejándoles las bases
sociales. Si Nasser persiguió a muerte a los Hermanos Musulmanes y ellos le
persiguieron a él con intentos de atentados, la Historia, en cambio, nos dice
que a quien acabaron asesinando fue a Anwar El Sadat, el piadoso, ametrallado
por islamistas mientras presidía un desfile. Para los islamistas, ese fue un
día grande. Pero la historia sirve sobre todo para lamentarse, más que para
aprender.
Al-Sisi juega con fuego y está sufriendo ahora el desengaño
de los que le han apoyado y a los que está marginando dando protagonismo a
Al-Azhar que el cubre los sermones de las mezquitas y le filtra los clérigos.
Sin embargo, es ingenuo pensar que eso va a contribuir a la modernización de
Egipto. Por el contrario, como señalábamos, establecerá los fundamentos de la
nueva intransigencia que se volverá contra él el día que se vea forzado a
frenarla en algún aspecto.
El análisis realizado en Al-Ahram
Weekly por Khaled Dawoud establece las mismas conexiones que señalamos en
su momento, vincula el caso del predicador censurado con el del velo de Al-Shobashi:
Since the ouster of Mohamed Morsi as president
on 3 July, 2013, Islamists have argued that what they term the military coup
was directed not at the Muslim Brotherhood but any attempt to establish an
Islamic state. They charge that President Abdel-Fattah Al-Sisi’s repeated calls
for “a reform of Islamic thinking” — calls that are believed to have encouraged
men like Al-Shobashi to stake out their own positions — constitutes a “war
against religion.”
But the simple fact is that the Muslim
Brotherhood is not alone in pushing for the identification of Egypt as a
conservative Islamic state. Salafist
groups, including the Nour Party, and the religious establishment of Al-Azhar —
often promoted as the representative of a moderate, tolerant Islam — were also
outraged by Al-Shobashi’s call.
Secular intellectuals in Egypt, they say, are
abusing Al-Sisi’s call to renew Islamic thinking and reject extremist ideas
that tolerate terrorism. Instead they
are using it to attack the key tenants of Islam, which they believe includes
the veil.
They point to recent incidents in which a
television presenter on a private channel, Islam Al-Beheiri, has devoted his
talk show to attacking Islamic scholars who lived in the early centuries of
Islam and whom Al-Azhar reveres as unquestioned authorities. Al-Beheiri has
also attacked Al-Azhar itself, claiming many of its teachers are religious
reactionaries, and the institution is riddled with extremists.
The Brotherhood, and other conservative
Islamist groups seeking to promote the idea that Islam is under attack, were
handed a propaganda gift when Bothaina Keshk, the deputy minister of education
for Giza, took it on herself to organise a book burning session at a school
previously owned by a Muslim Brotherhood businessman but now under government
control. Keshk said her decision to burn books was part of the effort to
confront extremist ideas, and that the volumes consigned to the flames were not
included on the official list of texts provided by the Ministry of Education to
school libraries.**
Es la línea en la que presentábamos los dos casos hace unos
días, como un intento por parte del Egipto liberal y secular (que existe), de
revelar que no se ha avanzado en la lucha contra la intolerancia y el
reaccionarismo, sino que están ganando posiciones y haciéndose con un mayor
poder de control. El ministro de Cultura, del que hablamos el otro día por el
incidente en Alejandría, insultado y humillando a una funcionaria por su
sobrepeso, es profesor de Al-Azhar. Será el encargado de vigilar la cultura
posible a través de su ministerio. No es una buena noticia para muchos, a los
que les gustaría tener a alguien con otra mentalidad para administrar los
recursos, dar entrada a la gente creativa y transformar la cerrazón de muchos a
través de la cultura.
Al final del párrafo citado se alude a otro motivo de
escándalo: la quema pública de libros en una escuela (parece que ha habido más
casos) de antigua propiedad de la Hermandad. Los libros se apilaron en el patio
y se procedió a la quema pública entre cantos patrióticos y agitado de
banderas. Por supuesto a la hoguera fueron los textos de la Hermandad, pero
también otros que no tenían nada que ver, demostrando que una vez que se ha
encendido un fuego se suele aprovechar bien.
The scene of books being burned in front of
students as nationalist songs played and the school’s headmaster and other
teachers were joined by Keshk in waving Egyptian flags provoked uproar among
secular writers, including many supporters of Al-Sisi. Keshk might have thought
she was supporting state effort to fight extremism, they said, but what she had
really done was engage in an absurd action that would provide the government’s
Islamist critics with ammunition.
The arguments reached such a pitch that Al-Sisi
himself apparently felt a need to intervene. In a speech delivered at the
Military Academy on 17 April, the president said that when he called for a
renewal of Islamic thinking he had intended the task to be undertaken by
“enlightened, respected scholars”.
“The manner in which this issue has been
treated by some media outlets does not serve the cause of renewal. Religious
discourse will not be reformed overnight. It needs the efforts of enlightened
scholars. The issues are complex and have been ignored for too many years,” he
said.
Al-Sisi, whose wife and daughter are veiled,
asked those dealing with the issue of religious reform “to be careful”.
“Do not pressure public opinion and scare
people in their homes. People hold nothing more dear than their religion. This
issue should be addressed delicately and responsibly.”**
Las afirmaciones sobre quién debe controlar la "reforma
religiosa" nos muestran claramente que esa tarea la realizarán aquellos
que deben ser reformados, algo metafísicamente imposible. Ninguna institución
va a iniciar motu propio una reforma
que le haga perder su poder. Y eso es lo que está ocurriendo. Los quemadores de
libros —algunos, tras 1984, han hablado de Farenheit 451 — han aprovechado para mandar a la
hoguera todo aquello que les estorba. Se ha señalado que algunos de los libros quemados son de reformistas o no tienen nada que ver con la religión, como Bonaparte en Egipto, de J. Christopher Herold, o un texto de Abdel-Halim Mahmoud, probablemente el mayor reformista que ha tenido la Universidad de Al-Azhar al frente, entre 1973 y su muerte en 1978, un defensor de la ciencia moderna y su papel en el cambio de las mentalidades. Tenía un doctorado en Filosofía conseguido en La Sorbona.
La pretensión actual no es abrir, sino sacar del
ruedo a aquellos, laicos y rivales, que les disputen la hegemonía del
pensamiento. La moderación y el extremismo son relativos; si se expulsa a unos
radicales, como los Hermanos Musulmanes, los que hasta el momento se
presentaban como "moderados" pasan a ocupar su función dentro del
sistema. Son "moderados" relativos pero con enemigos comunes, los
laicos.
La contestación del ministro de Exteriores sobre esa parte
de los "derechos humanos" que no eran compatibles con las tradiciones
nacionales y la religión, que ya comentamos, no son un buen augurio para una
hipotética democratización plena que pase porque las instituciones ocupen un
lugar determinado. Pero eso se resuelve satanizando la democracia como un
perverso invento occidental, cuya función es destruir países y religiones. Lo
mismo ocurre con el feminismo o cualquier otra cosa que no guste a una ortodoxia
que es cada vez más opresiva porque las tentaciones exteriores son mayores y
teme perder el control.
La lucha parece abierta. Los desafíos serán para la
presidencia que, a falta de elecciones y de un parlamento a la vista, tendrá
que asumir el desgaste de las decisiones propias y de los ministros, que tampoco
ayudan demasiado. Un programa de televisión, una concentración para señalar que
el velo no debe ser una obligación, unos libros quemados... Son hechos aparentemente
aislados, pero que cuando se dibujan las líneas entre ellos permiten reconocer
ciertas formas.
Conforme se vayan alzando más voces en Egipto, tanto el
militarismo como el conservadurismo religioso reaccionarán de forma más
intensa. En el centro se encuentra una solitaria presidencia que se va
erosionando cada día por sus decisiones internas y exteriores. A Nasser no se
le perdonó el fracaso militar de 1967 frente a Israel. Mientras haya un frente
militar abierto, Al-Sisi recurrirá a los "intereses nacionales" que
son, según parece, vencer al terrorismo y acabar con un programa que pide otra
forma más abierta de religión. La solución de convertir la religión de nuevo en
funcionarial, que hizo Nasser, sometiendo a Al-Azhar, tenía sentido entonces.
Pasadas las décadas, la figura de Al-Sisi juega sin embargo con lo que Nasser
no hizo. Nasser se río cuando el líder de los Hermanos Musulmanes le planteó su
pretensión —la primera de todas— de obligar a las mujeres a llevar el velo,
diciendo que era responsabilidad suya como líder obligar a los demás. Nasser contaba cómo le había dicho que si la
hija del islamista, que estudiaba en la facultad de Medicina, no llevaba velo,
cómo pretendía que las demás mujeres lo llevaran. Hoy todos resaltan que la
familia de Al-Sisi, su mujer y su hija, van veladas; lo mismo que hace el
odiado Erdogan. Al-Sisi parece dispuesto a hacer o a dejar hacer lo que no
quiso hacer Nasser. Es más fácil nadar a favor de la corriente que en contra.
Lo malo será cuando descubras hasta dónde te ha llevado esa corriente. Se puede
intentar ser Nasser, Sadat o Mubarak, pero no los tres al mismo tiempo. Puedes
juntar lo negativo de todos sus destinos.
El día en que el acto
festivo sea presentar nuevos libros y no quemarlos con cánticos patrióticos
y banderas en las manos, Egipto habrá avanzado mucho en su camino.
*
"Conceding to Al-Azhar pressure, satellite channel cancels talk show
accused of insulting Islam" Mada Masr 23/04/205
http://www.madamasr.com/news/conceding-al-azhar-pressure-satellite-channel-cancels-talk-show-accused-insulting-islam
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