Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
seguidores de la serie cinematográfica Fast
& Furious sabrán que, entrega a entrega, se va construyendo sobre la
idea de familia a prueba de bombas. «Yo no tengo amigos; tengo "familia"», señala Dom en cuanto que tiene ocasión. Empiezas siendo un conocido, pasas a colega y de allí, si has superado las pruebas, te cambian el ADN y
te hacen de la familia. Hasta el malogrado Paul Walker comenzó de poli
infiltrado para acabar de cuñado. Los Toretto son una piña; delincuentes de buen corazón y un sentido familiar a prueba
de baches. Allí caben de todos los colores y aficiones siempre que tengan el
gen de la velocidad y el de la fraternidad.
Los políticos españoles no deben ir mucho al cine,
desde luego. O van aver otras películas. El espectáculo al que estamos asistiendo en lo que llevamos de "sin
campaña", "precampaña", "campaña" y, con toda
probabilidad, en la "post campaña" empieza a ser realmente insólito
por lo truculento y bronco. Lo único que comparten con la serie automovilística es aquello de
"da igual que ganes por una pulgada o por una milla; ganar es ganar".
Por lo demás, tonto el último.
En unos pocos meses hemos asistido a las luchas por
las primarias. Después, algunos de los que salieron de esas primarias dejaron
colgados a los que les habían elegido. Hemos visto recientemente personas
elegidas que dicen que van por libre y que no tienen nada que ver con las
siglas que van en los carteles donde aparecen. Asistimos últimamente a
encuentros y desencuentros entre los que quieren encontrarse y los que no les
apetece. Los hay que se fueron de un partido incipiente a otro con pretensiones
y regresan ahora a los orígenes. Los hay que se van y los hay que los echan. Los
partidos unidos se desunen y los desunidos lo proclaman como un valor de
pluralidad Antes los nuevos se metían con los viejos porque no cambiaban; los
viejos se meten con ellos porque cambian demasiado. Los que llegaron acusaban
de inmovilistas a los que ya estaban; después llegaron otros nuevos y también
les criticaron. Están los viejos, los
nuevos y los novísimos. Y ya no quedan habas por cocer. La política se parece
cada vez más a un reality, algo entre
Gran Hermano y la Cocina del Infierno.
Esto hace que los guionistas de la política española
estén absolutamente mareados. Se pasa de la comedia al thriller, del porno
light al gore. Hasta el momento el guión aceptado era que los partidos viejos eran una familia a lo Corleone, cuyo debate interno era
si dedicarse a las drogas o solo a la extorsión, eso sí, con su código interno.
Los partidos nuevos, en cambio, eran prolongaciones afables del espíritu del pueblo que se manifestaban al
ritmo de "We are the world" o "Give peace a chance", o sea, buen
rollito. Pronto se vio que los recién llegados para cargarse a la derecha lo que se cargaban era la izquierda. Y que
los que llegaban para cargarse a la derecha eran los atacados por la izquierda.
Un lío.
Todo se ha complicado. Ya no se polemiza entre lo viejo y lo nuevo, sino entre lo nuevo
y lo renuevo y entre los viejos y los
avejentados. Se discute si los nuevos tienen ideas viejas y si es posible que
los viejos tengan idean nuevas o simplemente ideas.
Y esto marea mucho a los medios, que ya no saben muy
bien qué hacer con estos cambios. El tratamiento informativo de la política ya
no sabe a qué género periodístico adscribirse y uno se encuentra tan pronto a los
candidatos discutiendo por las imputaciones que por quién se queda con la
"coleta".
No hay jefes seguros. A todos les crecen aspirantes, disidentes y hasta amigos. Ya nadie apoya porque sí, como antes, por solidaridad de siglas.
Ahora está bien ser discrepante, porque el que más o el menos tiene colegas con
un pie en el trullo y el otro en el juzgado. No te puedes fiar ni del tesorero. Especialmente de él.
Todo esto no es más que una distorsión (vamos a
utilizarlo como eufemismo) causada por la forma de enfocar la política que
llevamos años padeciendo. Una cosa es gobernar y otra hacer política; una cosa es hacer oposición y otra llevar la
contraria. Hasta los nuevos opositores con aspiraciones de gobierno padecen los
mismos males sistémicos que aquellos a los que critican. No pueden escapar a la
maldición de los malos hábitos, de los que cuesta desprenderse, a las primeras
de cambio afloran.
Hemos perdido la capacidad del diálogo excluyéndolo de vida política. Cuando digo
"diálogo" quiero decir diálogo,
no pactos, que es otra cosa. Lo ocurrido en Andalucía es bastante claro al
respecto. Los pactos se hacen por necesidad; el diálogo es otra cosa, es un valor. No puede haber diálogo cuando se
niega el derecho de los demás a pensar de otra manera.
En la sociedad la gente convive y dialoga. Hasta se
casan personas que votan distinto; incluso no se divorcian. En una sociedad
democrática los partidos no pueden estar llamando al miedo o a la toma de La
Bastilla cada vez que haya unas elecciones. Se va subiendo el tono poco a poco
y pasados unos años los otros son ya "enemigos del pueblo", el origen
de todos los males, los demonios que hay que exterminar.
Sin embargo, la estrategia llevada por los partidos
y sostenida por los medios de comunicación ha sido el trasladar la confrontación
de la política a la sociedad. Cada uno ha obtenido su beneficio de esta
polarización en términos de votantes o de audiencias. Pero esta forma de actuar
es a la larga nociva porque lo que están padeciendo los partidos políticos y
nosotros, como sociedad con ellos, es el desgaste que ellos mismos se han
causado con sus políticas de negación.
Los partidos ya no explican sus ideas; dedican el
90% de su tiempo al ataque de los demás. Ni siquiera a sus programas. El
problema de la "corrupción" que hoy padecemos no obedece a otra causa
que la incapacidad de llegar a acuerdos para hacer más transparente el gobierno
y los partidos. Han preferido atacarse a solucionar el problema. Cuando todos
han tenido su "caso", el ruido se ha hecho ensordecedor. Cada uno
grita y se rasga las vestiduras ante el contrario. Pero no se ha llegado a
ningún acuerdo que nos deje tranquilos a los ciudadanos.
Desgraciadamente, los partidos cuentan ya más con la
abstención de los demás que con los votantes propios. El desgaste causa
abstención. Si todos se abstienen en la misma medida, se mantienen las proporciones.
Antes muertos que sencillos.
En El País, José Lázaro, profesor de Humanidades
Médicas de la UAM, escribe:
Un
partido político, en la práctica, funciona como si fuese la mezcla de una
empresa, un ejército y una Iglesia: necesita tener muy clara la diferencia
entre sus clientes y los de la competencia, entre el soldado propio y el
enemigo, entre los fieles y los paganos. Es lógico, pues de esa diferencia
depende la cuenta de resultados, la victoria o la derrota, la salvación o la
condena electoral.*
Sinceramente, creo que es este pragmatismo cínico el
que nos ha llevado a donde nos ha llevado. Aceptar que los partidos son todas
esas cosas, ninguna de las cuales entran en el ámbito de la política. Eso está
muy bonito en seminarios de liderazgo, esos que han hecho la mitad de los
imputados, defenestrados, etc. de la política española, en donde han aprendido
esas cosas mientras miraban el reloj por si llegaban tarde al squash y no
tenían dónde aparcar la moto. Es de todas estas ingeniosidades analógicas de
donde salen la mayoría de nuestras desgracias, de gente que si esto es la guerra ellos son generales; si es una
empresa, los directores generales; y si es una iglesia, de cardenal para
arriba. ¡Faltaría más! Es decir, malos empresarios, horribles generales y pésimos
propagadores de la fe, la esperanza y la caridad. Me quedo con los Toretto, que
se les ve venir.
También en El País, por la pluma deslenguada de Luz
Sánchez-Mellado, se ha descrito algo de este espectáculo de los partidos con el
título acertado de "La familia y otras alimañas". El repaso rápido a
la situación de estas familias políticas
es bastante deprimente y ni el sentido del humor logra compensarlo:
Ahora,
para familia desestructurada, la de Unión, Progreso y Democracia. Yo, si fuera
amiga de Rosa Díez, le diría que el despecho no le favorece nada. Que lo de que
tus chicos se vayan con otro más joven y con más posibles está más visto que la
casa de Terelu. Tanto, como lo de hacer que todo va como la seda. ¿No han
sonreído durante décadas para la foto la pareja senior de La Zarzuela y hemos
ido nosotros y nos la hemos creído? Al final, los más normales van a ser
Hormigos y Atahonero. Que conste que yo no le quito el tul ilusión a nadie.
Pero ya lo dice una íntima mía abogada de divorcios: vosotros pasad por
vicaría, ilusos, que ya pasaréis por caja.*
Sí, demasiada desestructuración, demasiada foto
haciendo el paripé. Y si fueran desavenencias ideológicas, diferencias de
criterio, se podría entender. Pero me temo que son más bien las estrategias
electorales, es decir, qué hacer para no encoger, las que determinan esta
cosas. Aquí nadie se renueva porque toque
o para mejorar, sino para sobrevivir,
que es lo más penoso. Parece que no fallan las ideas, sino la fotogenia.
Mientras los partidos funcionen así, los nuevos, los
viejos y los renuevos, no será fácil sacar a la política española de este
espectáculo de corrala que nos tiene aburridos, desesperanzados y al borde del parchís, que es mi representación
personal del abismo existencial, como para Luis Buñuel era la brisca.
Cada día me siento más cerca de Pedro Duque.
* "Podemos llegar a ser ciudadanos" El
País 11/04/2015 http://elpais.com/elpais/2015/04/01/opinion/1427887175_774217.html
** "La familia y otras alimañas" El País
10/04/2015 http://elpais.com/elpais/2015/04/10/estilo/1428686616_503355.html
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