Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
primera función de los expertos es convencernos de que lo que no han podido
evitar era inevitable. Es así en todos los campos, de la economía a la lucha
antiterrorista. Es lo que podríamos llamar el principio de credibilidad
sostenible. El segundo punto es asegurarnos que las medidas para que no suceda
de nuevo ya han sido tomadas. Con él todo vuelve a la tranquilidad y se cumple
el tercer principio, el de vuelta a la calma de aquellos que se sentían
inquietos o preocupados. Cuando algo vuelve a ocurrir, de reinicia el proceso.
El
suceso ocurrido en las aulas del instituto catalán, ha conmocionado a todos.
Desde la perspectiva de la comunicación y la recepción, el hecho está muy
próximo al desastre del avión estrellado en los Alpes por el copiloto de la
filial de Lufthansa, Germanwings, que
ha tenido abierto el debate sobre las enfermedades mentales y su control
durante los días de conmoción y exigencia de responsabilidades. El rastreo de las
causas moviliza a los expertos que, de nuevo, revisan los protocolos de
actuación y comprueban que su papel consiste en ser modificados tras los
sucesos. Por su propia definición, el suceso no evita lo inevitable, sino que
intenta evitar de nuevo lo ya ocurrido, que no tiene por qué ser lo que ocurra en el futuro.
El
diario El Mundo repite, con las variantes de cada caso, las mismas historias
respuesta a los acontecimientos manteniendo esa imagen de desajustes de un
sistema que asegura que alcanzará la máxima eficacia cuando logre centralizar
toda la información. Se establece así una relación causal, como en otros
campos, entre información —que será manejada por los mismos o nuevos expertos— y
la incertidumbre:
Según la investigación, el menor que apuñaló
mortalmente al profesor de Ciencias Sociales del instituto Joan Fuster no sólo
padecía una enfermedad que le obligaba a medicarse sino que también había
estado en tratamiento psicológico, un diagnóstico que no constaba en su
expediente académico y que el propio agresor habría confesado tras el suceso.
Pese a la gravedad de este caso, no es de
extrañar que la escuela desconociera el trastorno mental del chico. Con la
legislación en la mano, las familias no tienen la obligación de informar al
centro del historial médico de sus hijos, una normativa que el Govern quiere
cambiar para el próximo curso. Hace escasamente un mes, la consejera de
Enseñanza, Irene Rigau, anunció que en septiembre todos los alumnos de P3 -tres
años- de centros de alta complejidad tendrán que presentar un informe del
pediatra al ingresar por primera vez en el colegio. Una medida que se extenderá
a todas las escuelas catalanas en 2016 y que provocó un aluvión de críticas por
cuestionar aspectos tan sensibles como la privacidad de los menores o el temor
a que los alumnos con enfermedades mentales pudieran ser estigmatizados.*
Cuando
se produjo el suceso del avión de Lufthansa, ya dedicamos una entrada del blog
al problema de la estigmatización en los centros escolares de las personas con
enfermedades mentales y los testimonios de cómo los centros habían acabado
quitándose de encima a los alumnos afectados. Lo hicimos a través de
testimonios de la ineficacia en el sistema norteamericano de este tipo de
planteamientos.
Pensar
que un informe de un pediatra para el ingreso escolar va a servir de algo es de una
ingenuidad pasmosa. Nada bueno se puede esperar de eufemismos
como "centros de alta complejidad" y similares con los que los
expertos y políticos tratan de mostrar que tienen las situaciones catalogadas y
controladas.
Hace
poco más de un mes, el 9 de marzo, El Periódico titulaba así "Los
colegios de barrios pobres pedirán un informe médico a los alumnos de P3".
En toda su crudeza se prescinde de eufemismos y se describe lo que en el
interior de la noticia se nos muestra:
Los aproximadamente 7.000 niños de tres años
que estudiarán el próximo curso escolar en centros educativos alta complejidad
socioeconómica en Catalunya tendrán que presentar un informe médico a la hora
de formalizar la matrícula, para así facilitar la detección de posibles
problemas de aprendizaje y hacer que sus maestros puedan tratar de forma más
específica sus necesidades educativas. La medida, que en cursos siguientes se
extenderá a todos los alumnos catalanes de P3, se adopta, según ha subrayado
este lunes la 'consellera' de Ensenyament, Irene Rigau, para "fijar nuevas
herramientas para luchar contra la desigualdad escolar".
La iniciativa está coordinada con los
pediatras y la Conselleria de Salut, que dará pautas a los docentes sobre cómo
valorar los informes y propondrá actuaciones complementarias para atender mejor
las posibles necesidades. "Queremos ir a la raíz, no solo queremos saber
que hay diferencias, sino por qué", ha manifestado Rigau.**
Aquí se
nos aclara que los llamados hoy "centros educativos de alta complejidad"
son en realidad "centros educativos de alta complejidad socioeconómica"
y traducidos al lenguaje cotidiano y directo del titular "colegios de barrios pobres". En
la escala se nos muestra la distancia que el tecnicismo impone y cómo esconde
la realidad de las causas a cuyo origen doña Irene Rigau quiere remontarse para encontrar las "raíces".
Se nos
revela que esos "expertos" a los que habrá que suministrar los
historiales médicos —¡hay que ahorrar!— serán los mismos profesores del centro
a los que se darán "pautas" sobre cómo "valorar" los
informes recibidos. Como es previsible, esto arreglará poco y enturbiará mucho.
Y además puede plantear una reclamación nueva: que los padres exijan conocer el
estado de salud, incluido el mental, de los profesores con los que dejan a sus
hijos. ¿Por qué no? ¿No podrían hacerlo, con razón, los viajeros de Lufthansa respecto a los pilotos de su vuelo?
La
información que El Mundo nos suministra nos muestra de nuevo que aquellos que
podrían haber detectado algo no lo hicieron:
Aunque los profesores del centro Joan Fuster
desconocían el trastorno mental del agresor, sí que habían detectado en los
últimos días una bajada del rendimiento académico que les llevó a hacerle un
seguimiento especial. "A diario, los padres firmaban una nota de cada
clase y estaba previsto que los padres fueran a hablar con los profesores un
día de estos", explicó Rigau, quien rechazó que el menor hubiera tenido
alguna conducta conflictiva que levantara sospechas. "Sólo se distraía un
poco", resumió. De hecho, la clase donde estudiaba el agresor pasó hace un
mes tres días en la nieve sin ningún problema de convivencia.
Ahora, la Generalitat insiste y refuerza la
idea de que sea obligatorio presentar un informe médico en el colegio. De
hecho, Rigau ve "imprescindible" aumentar la relación entre
pediatras, escuelas y familias "para garantizar el crecimiento adecuado"
de los adolescentes. "Tener el informe te puede ayudar", reconoció
ayer la titular de Enseñanza, que advirtió que "hay cosas que las familias
no saben explicar".
Eso sí, exige "madurez" por parte
del profesorado para hacer un buen uso de "una información muy reservada".
También alertó Rigau de que en los últimos años "se ha detectado un
aumento de medicación desde edades pequeñas" para tratar problemas como el
insomnio o la falta de atención.*
¿"Madurez", "buen uso"? El "aumento de la medicación infantil", ¿viene de los pediatras a petición de los padres que reciben quejas de los centros? Habrá que explicarlo si es así. En Estados Unidos, por ejemplo, hay un grave problema de medicación en los centros para la tranquilidad de todos.
En
ocasiones no se detectan porque un trastorno puede no manifestarse de forma
clara; en otros casos, se detecta "algo" (el verbo "detectar"
implica muchas cosas y una forma de vigilancia protocolaria), pero no se reacciona
por motivos muy diversos. Estaba previsto, nos dice la consejera Rigau, "que
los padres fueran a hablar con los profesores un día de estos". El hecho
de que hubieran ido no significa que se hubiera "detectado" nada peligroso. Lo
más preocupante es la lista que el joven llevaba, ¿qué le llevó a hacerla? El Periódico
señala:
Según varios alumnos del instituto Joan
Fuster de La Sagrera, el joven disponía de una lista con 25 nombres de
profesores y alumnos contra los que pretendía atentar. Hace un par de meses que
tenía preparada la lista.
Los propios compañeros se lo tomaron a broma
y no creían que el joven pudiera llevar a cabo sus dramáticas intenciones.
Según los alumnos del centro, lo tenía todo planeado desde hace tiempo pero
siempre pensaron que era una simple broma.***
Como se
puede comprobar, todo es broma hasta que ocurre. Y son estas instancias educativas quienes tienen que detectar, evaluar e
informar de los posibles casos de riesgo. Si la señora Rigau quiere ir a las
"raíces", tendría que acercarse a todos esos elementos. Por lo pronto ya se ha construido una "historia": el niño de trece años es "adicto" a "The Walking Dead" (como muchos otros millones de jóvenes y adultos), su personaje favorito mata zombies con una ballesta (aunque haya atacado con un cuchillo) y tiene una calavera de fuego en su perfil de Facebook. Había ido al psicólogo, como tantos. Para otros es un chico normal y hasta les caía bien. Es ya "el niño de la ballesta" o, más crudamente para otros, "el asesino de la ballesta".
Preocupante
es, de nuevo, junto al discurso de los expertos, la forma del tratamiento mediático
de estos acontecimientos, de las narrativas en la que se insertan para ser
lanzadas a los cuatro vientos. Nos limitaremos a recoger los titulares de El
Periódico, que es un medio local: "El menor de la ballesta, entre el
"chico amable" y el "friki' de las armas"", "El
detenido tenía una 'lista negra' con 25 nombres, entre los que figuraban 3 de
los heridos / Varios alumnos relatan que el agresor bromeaba desde hace dos
meses con llevar a cabo su plan", "¿Se necesita licencia de armas
para tener una ballesta?" y "Andrés Rabadán, el 'asesino de la
ballesta'". Como vemos, el reparto de artículos cubre los distintos
frentes de oferta/demanda informativa: en los dos primeros se hace el retrato
del personaje por sus compañeros y se le sitúa contextualmente; el segundo es
otro discurso "técnico" sobre el arma, la ballesta, y los requisitos
legales, y finalmente el que le sitúa dentro de la serie histórica de los
"asesinos con ballesta". En este último podemos leer cosas
inquietantes por las analogías que se establecen entre un suceso de hace veinte
años por el hecho de usar la misma arma:
El suceso de este lunes en el
instituto Joan Fuster, en el barrio de Navas, en la Meridiana de Barcelona nos
ha trasladado al año 1994, cuando un joven del Maresme saboteó los trenes de
cercanías y acabó matando a su propio padre, en el domicilio de Palafolls, de
cuatro disparos con una ballesta. Desde entonces, para la población en general
aquel joven, Andrés Rabadán, pasó a ser conocido como 'el asesino de la
ballesta'. El arma criminal eclipsó el método para hacer descarrilar hasta tres
trenes de cercanías en los municipios de Malgrat de Mar, Sant Pol de Mar y
Tordera, al norte del Maresme.
El asesinato de su propio padre,
aparentemente por una discusión sobre la temperatura del vaso de leche que le
acababa de calentar, sirvió para descubrir al autor del descarrilamiento de los
trenes. Rabadán, que estudiaba en el instituto de Blanes, ocupó las primeras
páginas, protagonizó los telediarios y dio pie a horas de radio. La fama del
'asesino de la ballesta' --si buscan en Google aparecen más de 100.000
resultados-- perdura con los años. Rabadán, que se dedicó a pintar en prisión,
realizó exposiciones y acabó siendo carne de guión cinematográfico y
escribiendo, comparte en estos momentos las páginas de los buscadores de
internet con el autor, un menor de 13 años, del asalto con ballesta y arma
blanca en el instituto Joan Fuster.
Tanto el crimen de Palafolls como
el de este lunes en el instituto de la Meridiana acabaron con una víctima.
Rabadán, que sufría problemas psiquiátricos, mató a su padre. La incógnita
ahora es saber por qué el menor de 13 años detenido quería matar a los
profesores.****
¿Quién se ha "trasladado"? He reproducido el texto
en su integridad porque es difícil encontrar casos de tamaña frivolidad
informativa. ¡Toda esta analogía partiendo de una ballesta! Pero es más atractiva que un vulgar cuchillo, que es con lo que irió y mató al profesor.
Todo lo que se
desconoce del caso, se compensa con las informaciones de un caso anterior, del
que se dan los más mínimos detalles, hasta la discusión sobre el vaso de leche y su
temperatura. Es lo inusual del arma lo que determina la inclusión en la categoría
criminal "asesinos de la ballesta". ¡Hasta Google los ha unido!, nos vienen a decir, como si fuera una
ley asociativa de la naturaleza o compartieran el ADN.
La máquina mediática se pone en marcha en toda
su insoportable levedad y ofrece la carnaza evidente
que los que tenían el problema delante de las narices, en cambio, fueron
incapaces de ver o no pudieron pasar de valorarlo como una broma. Si nadie vio antes el problema, lo que vemos ahora tampoco es realidad sino una variante discursiva construida con pinceladas de series de televisión o analogías forzadas.
Entre las cegueras de la "broma" y los "asesinos de
portada" —estamos hablando de un menor de trece años— oscila esta historia de miopías y carencias. Hasta
que todo estalla.
El diario El Mundo nos ofrece algunas de las respuestas dadas en los
distintos niveles implicados de las administraciones:
En el caso del niño de la
ballesta, el agresor podría ingresar en un centro de menores durante dos o tres
años para acabar la ESO con "recursos especializados" a través de un
régimen flexible, a estudiar con el Departamento de Bienestar Social y Familia
de la Generalitat.
Por el momento, el Hospital Sant
Joan de Déu de Barcelona -especializado en tratamiento a menores- confirmó ayer
que sufrió un "brote psicótico" que le llevó a actuar "imbuido
por un arrebato inexplicable", según resumió ayer la propia Rigau.
"Debe poder volver a una situación de normalidad progresiva",
vaticinó la titular de Enseñanza, quien rechazó que el agresor pueda volver al
instituto Joan Fuster.
El protocolo que seguirá la
Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia de la Generalitat
(DGAIA) en este caso consiste en hacer un seguimiento al menor con el trabajo
de profesionales educativos y psicólogos que puede durar "un mínimo de 10
sesiones", y siempre con una segunda valoración antes de dar por acabado
el tratamiento. De hecho, Irene Rigau habló ayer de "dos o tres años bajo
atención continuada" para el niño de la ballesta tras protagonizar el
primer incidente de este calibre en las aulas catalanas.*
Lo del "arrebato inexplicable" de la señora Rigau
es digno de figurar en las antologías de las explicaciones de expertos. Y así
vamos, rutinarios con el 99% de los casos, y capeando ese 1% de "arrebatos
inexplicables" que son, evidentemente, los que no podemos explicar. Una
vez que se prescinde de la hipótesis de la "broma", que queda
descartada, las cosas se vuelven un poco más complicadas.
Afortunadamente estos casos son infrecuentes, lo que da a
los expertos y responsables la posibilidad de decir que las cosas no ocurren
porque ellos lo evitan. La cuestión de los historiales médicos de los niños en
las escuelas, en cambio, forma parte de una regularidad peligrosa, de una
tendencia a la acumulación de información cuyo manejo quedará en manos de los
que no pueden ni deben interpretarla o, lo que es peor, no pueden tomar medidas
preventivas usándola. Se confunde la observación con la vigilancia. A Michel
Foucault le hubiera interesado mucho esta conexión entre escuela y clínica,
entre pediatra y profesor, entre vigilancia, clínica y docencia. Y el hecho de que se empiece por los "centros
de alta complejidad socioeconómica", es decir, los colegios de los barrios
pobres, también le habría resultado muy interesante.
Alguien ha colgado una pancarta en la puerta del instituto dirigida principalmente a los medios: "exigimos respeto". Hacen bien porque no suele ser lo más habitual en estos casos en los que gusta recordar al que asesinó hace veinte años a su padre. Hay que alabar la actitud de las personas más directamente implicadas en el suceso, que son las que menos interés tienen en que las cosas se saquen de quicio. El Periódico nos muestra la actitud del profesor que se encontró con el niño y le hizo entrar en razón.
El chaval estaba de pie junto a
la mesa del profesor con un cuchillo, un pequeño pico y una ballesta, una
mochila y manipulando una botella vacía de cerveza con la que estaba preparando
un cóctel molotov.
Con mucha calma entró. A una
distancia prudente, David se dirigió al joven por su nombre. El niño todavía
deliraba y repetía en voz alta sus objetivos. "Lo que dijo en ese momento
lo he declarado a los Mossos d'Esquadra. Se trata de un menor, un niño. Y no lo
voy a repetir", advierte.
En este momento, el profesor ya
había soltado el palo. "Le hice ver con mucha tranquilidad que estaba
haciendo muchísimo daño a más gente de la que él sospechaba". Entonces le
volvió a pedir que se alejara de las armas, que se las entregara. Primero se
deshizo del pico, del cuchillo, de la botella, de la ballesta. Le acercó la
mochila. "Le pedí que me enseñara lo que llevaba en los bolsillos. Y así
lo hizo". Se acercó poco a poco hasta él. "Entonces se derrumbó, lo
abracé y empezó a llorar como el niño que es y como el niño al que yo daba
clases". Se sentaron en dos sillas, uno frente al otro, y David escuchó el
relato del joven balbuceante. Hasta que llegó la primera patrulla de los
Mossos.****
Poco tiene que ver esta escena con la del "asesino de la ballesta". El profesor que la vivió hace bien en resaltar la esencia de la situación como vuelta a una realidad que no se debería haber perdido nunca.
Si la señora consejera Rigau quiere ir a la raíz ya puede
coger la pala y empezar. Que comience por preguntarse qué lleva a un chico de
13 años a hacer una lista de 25 personas del instituto a las que tenía que matar, por qué los demás lo
sabían desde hace meses y por qué se lo tomaron a broma. Hay cosas que son
difíciles de prever, que es una cosa,
y de detectar, que es otra. Pero lo
que está avisado por el autor y se ignora por todos entra en un tercer nivel. Quizá además de prever y detectar necesitemos "comprender", un verbo más humano, más próximo, menos frío, algo que va más allá de la petición de un certificado médico y su archivo con el expediente académico. Finalmente alguien escuchó su relato. Quizá tarde.
Tenemos expertos para todo, menos para las bromas. En este
campo, todos nos consideramos competentes, hasta que descubrimos que lo habíamos
etiquetado mal, que no era una broma, que era un drama que no conseguimos entender hasta que fue demasiado tarde.
* "El colegio
ignoraba que el niño de la ballesta había ido al psicólogo" El Mundo
22/04/2015
http://www.elmundo.es/cataluna/2015/04/22/5536f30fca474162698b456f.html
** "Los colegios de
barrios pobres pedirán un informe médico a los alumnos de P3" El Periódico
9/03/2015
http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/los-colegios-barrios-desfavorecidos-pediran-informe-medico-los-alumnos-4002355
*** "El detenido
tenía una 'lista negra' con 25 nombres, entre los que figuraban 3 de los
heridos" El Periódico 20/04/2015
http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/detenido-tenia-una-lista-negra-con-nombres-entre-los-que-figuraban-los-heridos-4115629
**** "Andrés
Rabadán, el 'asesino de la ballesta'" El Periódico 20/04/2015 http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/andres-rabadan-asesino-ballesta-4115698
***** "Lo abracé y
empezó a llorar" El Periódico 21/04/2015http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/profesor-educacion-fisica-relata-como-subio-segunda-planta-para-ver-que-sucedia-logro-desarmar-nino-con-palabras-4118013
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