sábado, 25 de abril de 2015

Escritores en tierra de nadie

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Se enfada mucho el escritor argelino Mohamed Moulessehoul, más conocido por su pseudónimo de Yasmina Khadra, cuando le hacen las mismas preguntas tópicas una y otra vez. Le parece que revelan desconocimiento y prepotencia occidental respecto a lo que son los países árabes y lo que significa ser escritor y publicar en ellos. Moulessehoul reside en Francia y escribe en francés, lo que suscita siempre las preguntas sobre esta cuestión. La respuesta que da varía poco y suele ir en un mismo sentido:

Moulessehoul explica que él empezó a escribir en árabe, pero que su profesor de lengua criticaba su expresión y le desanimaba, mientras que el profesor de francés hacía justo lo opuesto, lo que finalmente hizo que le fuera más cómodo expresarse en la antigua lengua colonial.*

Más allá de las circunstancias personales, en esa afirmación de Moulessehoul se encierran algunas respuestas a muchas circunstancias que actualmente siguen vigentes pues revelan una actitud y un prejuicio. En otra entrevista, dirá con rotundidad: "La escuela francesa nos enseñó a leer y la argelina a no leer"**. Difícilmente se puede ser más explícito.


En estas respuestas se esconde el drama cultural de una sociedad a la que se le han cortado las conexiones con su intelectualidad a través de la lengua. Si hay una primera barrera que es la de la alfabetización, con grandes bolsas según los países, la segunda es la lengua de expresión. Los medios audiovisuales y el contacto oral directo se hacen con ese primer sector sin acceso a otra forma de transmisión cultural.
Dentro del segundo grupo, las minorías más privilegiadas poseen acceso a la educación en lengua extranjera. Los que se lo han podido permitir, estudian en escuelas cuya enseñanza se hace en francés, inglés o alemán, principalmente. En esas minorías es donde se produce el combate intelectual por intentar renovar un pensamiento en regresión por el avance del islamismo.


Esta formación de élite se acaba convirtiendo en un filtro negativo, aislante que separa al intelectual de su pueblo. Es un tema recurrente, un problema que ha abierto brechas entre aquellos que han tenido acceso a unas buenas educaciones y la inmensa mayoría que ha tenido que contentarse con sobrevivir o con recibir una paupérrima educación en todos los órdenes.
En una entrevista que le realizaron en 2004, titulada "Los escritores árabes no somos profetas en nuestros países",  Moulessehoul respondía así:

P. ¿Es difícil ser escritor en el mundo árabe?
R. Sí. Nos encontramos en medio de un fuego cruzado. Por un lado nos atacan los gurúes del integrismo porque propagamos ideas que les desagradan. Por otro, el poder teme que contribuyamos al despertar intelectual del ciudadano que, a largo plazo, pueda amenazar su estabilidad. En cuanto a Occidente, su curiosidad no obsta para que sea arrogante. Como ve es una situación incómoda.***


Han pasado once años de esta respuesta. Se produjo un cierto "despertar intelectual", que ha sido rápidamente reducido. Cuando hoy nos preguntamos sobre el auge del integrismo, se olvidan estas circunstancias: la soledad de los intelectuales que quedaron fuera, en una tierra de nadie, incómodos para el poder y peligrosos para los fundamentalistas, que necesitan convertirse en referentes ideológicos únicos para el control manipulador de las poblaciones. Esa minoría ha sido forzada al exilio, atacada, desprestigiada, vilipendiada cuando trataba de acercarse a sus pueblos con una visión distinta, a decirles que el mundo no era cómo les contaban, sino que había más opciones.

Las carencias educativas se producen por una mezcla de métodos obsoletos, la desidia de los gobiernos, los intereses de los grupos que se han hecho con las instituciones educativas —cotos propios a los que solo acceden los que muestran sumisión—, la falta de inversiones sociales, etc.
Mientras han escrito en otros idiomas, su influencia interna ha sido menor y han podido ser controlados. Se les aplica constantemente la etiqueta de traidores, occidentalizados, desconocedores de sus países, egoístas por irse, etc. cuando muchas veces, en realidad, se han visto obligados al exilio por las presiones y ataques. Cuando intentan intervenir o regresar, como ocurrió tras la esperanza de la Primavera árabe, el desengaño se produce de nuevo: no les dejan incorporarse a la vida cultural o política.
El mismo Moulessehoul ha vivido esa experiencia en sus carnes:

Desde hace más de una década Khadra trocó las armas por la pluma, y es entre libros y no entre trincheras donde se siente más cómo defendiendo su país. También intentó presentarse a los últimos comicios pero no obtuvo los avales necesarios. "La prensa y los intelectuales me desacreditaron", comenta con amargura. Le tacharon de desertor los mismos magnates que cada [día] traicionan a su patria desde sus tribunas.****


Es una historia que se repite en cada país con figuras a las que se les veta el regreso. La combinación del pseudonacionalismo patriotero y el integrismo religioso es demasiado para aquellos que intentan mostrar otra cara del mundo, otras ideas. Es la "ilustración" que no llega y que es estigmatizada interesadamente para evitar un cambio de mentalidad, una modernización renovadora.
Para poder expresar lo que quieres tienes que recurrir a otra lengua, incluso a un pseudónimo con cambio de sexo, como es el caso de "Yasmina Khadra". Después es esa lengua, usada como prueba inculpatoria, la que se utiliza por unos y otros como excusa para dejarte definitivamente al margen, en tierra de nadie. Eres un extranjero en la lengua que usas y un expatriado de la que dejas atrás.


Pero el horizonte ofrece un peligro más: la posibilidad de que las lenguas extranjeras —el francés, el inglés— se conviertan en lenguas de exilio interior como alternativas al control institucional creciente, a la marginación producida por un sistema que aumenta la censura sobre la lengua vernácula. Ya no será necesario el exilio para poder escribir; bastará con un mercado interno segregado, una isla intelectual. Será suficiente con alentar el creciente sentimiento antioccidental para restringir sus públicos y tendrán más cuidado con lo que escriben estando en el interior. Ya lo ha dicho algún ministro de cultura, como el de Egipto: más patriotismo nacionalista.
Pocos mundos más complejos que el árabe; pocas identidades tan en crisis desde su principio, en conflicto continuo, sometidas a contradicciones constantes. Pocas culturas tan desgarradas, tan prisioneras de sí misma.



* "Yasmina Khadra. Pseudónimo del escritor argelino Mohammed Moulessehoul." Casa África http://www.casafrica.es/detalle-who-is-who.jsp?DS7.PROID=809048
** "El giro literario de Yasmina Khadra" El País 12/09/2003 http://elpais.com/diario/2003/10/12/cultura/1065909603_850215.html
*** "Los escritores árabes no somos profetas en nuestros países"  Babelia  - El País 16/10/2004 http://elpais.com/diario/2004/10/16/babelia/1097883552_850215.html
**** "Yasmina Khadra: "La ira de los pueblos es más fuerte que cualquier represión"" RTVE 27/11/2014 http://www.rtve.es/noticias/20141127/yasmina-khadra-ira-pueblos-mas-fuerte-cualquier-represion/1054900.shtml




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