Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
política egipcia, ya de por sí complicada, se enreda con sentencias de muerte y
con consideraciones teológicas, mientras los partidos siguen discutiendo qué se
puede hacer con esas elecciones que no llegan y que no interesan a nadie. ¿A
quién le interesan unas elecciones en las que el resultado final es el
debilitamiento de los partidos y el control presidencial del parlamento?
Evidentemente a nadie. En una política en la que converge todo, es normal que
todo se convierta en parte de los conflictos entremezclándose.
Junto a
los conflictos claramente políticos hay dos que están contribuyendo al debate en
estos días; ambos tienen que ver con las cuestiones religiosas. Da la impresión
de que existiera una corriente de fondo que trata de romper el discurso
nacionalista religioso que el gobierno está tratando de construir como refuerzo
de su posición frente a los islamistas.
Hemos
señalado en muchas ocasiones la lucha por el control del discurso religioso.
Por encima de cualquier otra circunstancia, es un hecho que el parlamento que
salió anteriormente de las urnas era mayoritariamente islamista, integrado por
la Hermandad y los salafistas. Aunque muchos votaron a Morsi como una forma de
no votar a los militares, dando crédito a las promesas del islamistas de que
gobernaría para todos —algo que pronto se vio que no era cierto—, esta circunstancia
no puede ser ignorada. Como en su momento hicieron Nasser y Sadat
especialmente, y Mubarak, trataron de aprovechar la religiosidad conservadora egipcia,
desligándola de la Hermandad Musulmana.
Da la
impresión de que existe una cierta resistencia en los sectores laicos de la
sociedad a aceptar este planteamiento mantiene el conservadurismo religioso y
evita las formas de modernización. Por decirlo de forma resumida: da la
impresión de que existe el deseo de llevar a la sociedad egipcia hacia la
situación anterior a las políticas reislamizadoras llegadas en los años 70 y 80
principalmente desde el Golfo.
Uno de
los fenómenos más sorprendentes es cómo "retrocedió" la sociedad en
su conjunto ante los avances que afectaban a las costumbres (por ejemplo, el
vestido) y que empezaron a ser controladas socialmente y desde las
instituciones que los islamistas iban controlando.
Basta
con ver fotografías de El Cairo o Alejandría en los 70 para darse cuenta cómo
aquellas ciudades cosmopolitas y abiertas a la convivencia se fueron
convirtiendo externamente en más islámicas. Esto no es solo una cuestión de
"velos" sino de muchos otros elementos cotidianos, elementos visibles
que fueron desapareciendo por efecto de un movimiento lento pero eficaz. Estas
corrientes llegaron desde distintas fuentes y fueron cambiando la cara de las
ciudades.
Mediante
diversas estrategias, se fueron eliminando las ideas y las formas
"occidentalizadas", "modernas" y fueron sustituidas por
nuevas señas de identidad islámicas que se fueron imponiendo. La más visible es
la de la vestimenta femenina, pero no es la única. Las estrategias sutiles de
los islamistas iban creando una fisura desplazando a los intelectuales
anteriores que habían abogado por la democratización de los diversos países,
sustituyéndolos por una ideología a la que se le confirió el valor de
"identidad". Pronto los que no encajaban, quedaron fuera y se les
negó el derecho a aportar nada al futuro de sus países. No había más que una
posibilidad de futuro.
Los intelectuales laicos fueron desplazados por ambos, por los
gobiernos que los veían como denunciantes de las formas autoritarias y los
islamistas que los veían como enemigos ideológicos de sus planteamientos.
Quedaron fuera del país, en tierra de nadie, al margen del oficialismo
autocrático y del islamismo agazapado que iba penetrando como ideología social,
como prácticas cotidianas. Les interesaban tanto las mezquitas como las
universidades o las empresas; colocaban gente en los sindicatos médicos o de
periodistas que pronto se fueron llenando de miembros de la Hermandad. El
gobierno, ciego por la posibilidad siempre a mano de la redada, se confió.
Hay
algunos signos de que algunos pudieran estar buscando una vía de recuperación de ese
espacio más liberal que no busca el control de lo religioso, sino la apertura hacia unas formas menos autoritarias y controladoras de la persona. La
idea absurda de equiparar ateos y terroristas, como hace el gobierno actual en
su retórica, no hace sino crear el caldo del cultivo del futuro integrista,
acostumbrándolo a contemplar a todo aquel que no piensa como él como un
traidor, como un peligro para la sociedad. Todo esto convierte al Estado en mantenedor de la fe bajo amenaza de la fuerza. No creer
es un hecho delictivo.
De ahí
que estos días nos hayan llamado la atención varios "movimientos" que
han puesto en guardia a los vigilantes de la ortodoxia. El primero de estos
casos está creando tensiones con la Universidad de Al-Azhar, la institución
egipcia que tiene gran peso en el islam suní como referencia y que Nasser tuvo
la inteligencia de "funcionariar" para controlar y evitar
problemas En Mada Masr recogen el caso del predicador Islam Beheiry:
The religious institution’s lawyer filed the
complaint with the general prosecutor. The accusations against Beheiry range
from propagating extremist ideology, to insulting Islamic scholars and
attempting to destabilize national peace. His show, “With Islam,” broadcasts on
the privately owned channel Al-Qahera wal Nas.
Beheiry is also accused of slandering Al-Azhar
scholars and intentionally insulting the institution itself.
The preacher has incited debate since his show
first aired in July 2013. He reportedly disseminates religious views that run
counter to the core beliefs propagated by Al-Azhar, the region’s official
Islamic authority.
For instance, Beheiry has stated that the Quran
should not be read literally, but rather interpreted according to the times in
which religious followers live. He has also cast doubt on certain sayings that
most Islamic scholars have attributed to the Prophet and hold as sacred, as
well as questioned women’s rights in Islam, and the belief that those who
insult the Prophet should be killed.*
Como se ve en el último párrafo, las cuestiones que quedan
sujetas a interpretación —palabra muy peligrosa— afecta a la vida cotidiana o a
casos trágicos con la muerte de la mujer afgana, Farkhunda, linchada por la
acusación falsa e interesada de haber quemado páginas del Corán que hemos tratado
estos días. Por proponer una visión hermenéutica e histórica del Corán, la
actualización a los tiempos en que viven sus intérpretes, se tuvo que exiliar
de Egipto Nasr Hamid Abu Zayd, un caso célebre que muestra hasta qué punto la
intransigencia se fue infiltrando en las instituciones. Con motivo de una
conferencia en Madrid por la traducción de una de sus obras, la revista M'Sur
resumía así su caso:
La fama le precede: Nasr Hamid
Abu Zayd (Tanta, Egipto, 1943), profesor en la Universidad de El Cairo,
investigador de la historia del islam, es considerado hereje en Egipto. No es
un decir: en 1995, un tribunal civil de El Cairo declaró apóstata al profesor
basándose en sus escritos, pese a que Nasr Hamid Abu Zayd siempre mantuvo que
es musulmán y que considera el Corán la palabra de Dios.
Como consecuencia del juicio, el
matrimonio de Abu Zayd se anuló, porque la ley egipcia prohíbe que una
musulmana esté casada con un hombre de otra (o de ninguna) religión. La pareja
se exilió a Holanda, donde Abu Zayd ocupa la cátedra Ibn Rushd de Humanidades e
Islam en Utrecht.**
La importancia que tienen dentro de la tradición islámica las
líneas interpretativas ha hecho que aquellas que pudieran abrir el islam y el Corán
al tiempo presente sean perseguidas como heréticas por los fundamentalistas
disfrazados de ortodoxia. Mediante este tipo de prácticas (la denuncia, el
acoso, la amenaza), se ha ido "purgando" de individuos peligrosos,
con la consecuencia final de haber cerrado la posibilidad de cualquier otra interpretación.
Las bases del fundamentalismo están echadas desde que se imposibilita cualquier
forma de diálogo y racionalidad. Ya desde el título de la entrevista Nasr Hamid
Abu Zayd avisaba: «Hoy, la universidad árabe está penetrada por el
fundamentalismo». No hay que preguntarse demasiado de dónde han salido los que
va a Siria. Mohamed Morsi lo tenía muy claro cuando llegó al poder: había que
luchar en Siria.
Apenas quince días antes de su caída en 2013, la publicación
Voice of America recogía esta
intervención del presidente Morsi:
Addressing a rally called by Sunni Muslim
clerics in Cairo, the Sunni Islamist head of state also warned Assad's ally,
the Iranian-backed Lebanese Shi'ite militia Hezbollah, to pull back from
fighting in Syria.
"Hezbollah must leave Syria. These are
serious words," said Morsi, whose country hosted a conference of Sunni
clerics this week who issued a call for holy war against Damascus. "There
is no space or place for Hezbollah in Syria."
The rally underscored the region's deepening
sectarian rift. A cleric who spoke before Morsi described Shi'ites as heretics,
infidels, oppressors and polytheists.***
Con los islamistas fuera del poder y perseguidos y
encarcelados en Egipto, Siria no era mal lugar para ir a luchar, tal como Morsi
les había pedido. Guerra santa a Damasco.
La controversia creada por las intervenciones del predicador Islam Beheiry ha
aumentado estos días y la Universidad de Al-Azhar ha lanzado diversos ataques
contra él. La última por dudar de la transmisión de ciertos hadices, es decir, dichos atribuidos al
profeta Mahoma y atestiguados en su veracidad por una cadena de transmisión. La
polémica queda servida y con virulencia. El ministro de Dotaciones Religiosas
hacía unas declaraciones autorizando a los salafistas a defender ante los
medios que atacaban al islam. Esta medida es insólita porque toda la política
seguida hasta el momento trataba de excluir a los predicadores más radicales. Y
los salafistas lo son. Es como liberar a los perros de su cadena para que
ataquen a los agresores.
La segunda controversia tiene un matiz también provocador.
Proviene de un periodista y escritor egipcio, con una larga trayectoria
internacional, especialmente en Francia, y que ha trabajado en la UNESCO, Cherif
Choubachy. La noticia la traía Ahram Online e involucraba de nuevo a la
Universidad de Al-Azhar:
A senior official at Al-Azhar, Egypt’s highest
Sunni Islamic institution, on Monday took a swipe at a recent call for Muslim
women to take off their veil, stressing that the head cover is a religious must
for female Muslims once they reach puberty.
Abbas Shouman, deputy to Egypt's Grand Imam,
made the comments, after writer Cherif Choubachy recently called on his
Facebook page for veiled women to take off their headscarves at a rally he
proposed to be held in Cairo’s Tahrir Square in early July.
Choubachy argues that the headscarf, which is
common in Muslim countries, re-appeared in Egypt in the early 1970s after it
had all but disappeared for 50 years, following rhetoric at the time that Egypt
had lost the 1967 war against Israel because people had strayed from Islamic
teachings.
“It’s unacceptable for anyone to ask a woman to
quit praying, fasting,” or any other Islamic tenet, Shouman said, calling
Choubachy's comments "an encroachment on women's freedoms".****
Esta vez el desafío es la obligación del velo. La invitación
a ir a la Plaza Tahrir y quitárselo a primeros de julio puede ser un momento
complicado. Pero lo importante es que se mantienen en jaque a las instituciones
religiosas en su control de la vida de las personas. En Egipto se da una
paradoja que he escuchado y visto en muchas ocasiones: las abuelas son las
liberadas, sin velo, profesionales, mientras que las hijas y las madres han
perdido ese elemento por el que ellas lucharon. La obsesión matrimonial con la que se bombardea a las hijas para
casarlas cuanto antes es una forma indudable de control social. Aquello por lo
que sus abuelas lucharon, se perdió por el camino. Su modernidad fue desperdiciada
por sus hijas e ignorada por sus nietas. La invitación a ir a Tahrir sin velo
tiene mucho de provocación, pero también de intento de recuperación de un
tiempo que se ha querido enterrar por ese tradicionalismo islamista.
El fondo de la cuestión es este: la obligación de vivir bajo
las formas estipuladas y la condena si no se siguen esas normas. Hay una parte
de la sociedad que busca recuperar las libertades anteriores a la
reislamización social; otra, por el contrario, quiere seguir por esa línea.
También se perciben corrientes, dentro del campo religioso, que luchan por
modernizarse unas o por reafirmar el control social otras. El efector del
Estado Islámico, Boko Haram, etc., está —más allá de la retórica— conmoviendo
muchas conciencias que tienen sus propias interpretaciones sobre el origen de
la barbarie y que apuntan a la apertura de una corriente de modernización que
permita salir adelante.
Los mensajes son confusos. Aunque sea pronto para decirlo,
estos desafíos son importantes para muchas personas que vieron en las
revoluciones de la primavera árabe una esperanza de modernización democrática
de sus países y que se encontraron, por contra, con una caída retrógrada en una
islamización profunda, como la emprendida por Mohamed Morsi y los suyos. Parece
que estamos ante un intento de mover piezas desde la sociedad civil allí donde
los partidos, muy débiles, son incapaces de salir del impase en que se
encuentran.
*
"Azhar presses charges against controversial TV preacher" Mada Masr
6/04/2015
http://www.madamasr.com/news/azhar-presses-charges-against-controversial-tv-preacher
** "Nasr Hamid Abu Zayd: Hoy, la universidad árabe está
penetrada por el fundamentalismo" M'Sur 29/11/2009
http://msur.es/2009/11/29/nasr-hamid-abu-zayd/
***
"Morsi Cuts Egypt's Syria Ties, Backs No-fly Zone" Voice of America
15/06/2013 http://www.voanews.com/content/egypt-syria-no-fly-zone/1682647.html
****
"Al-Azhar deputy rejects call for women to remove their headscarves"
Ahram Online 13/04/2015
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/127564/Egypt/Politics-/AlAzhar-deputy-rejects-call-for-women-to-remove-th.aspx
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