Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cada
vez parece más claro el papel que las cárceles juegan en la cuestión del
terrorismo. Lejos de ser lugares de rehabilitación o castigo, se convierten en
puntos de encuentro en donde se forman los futuros terroristas. Entras por un
delito menor y sales con ganas de cometer otro mayor.
El
diario ABC nos trae hoy otro ejemplo más de esta función imprevista de las
cárceles:
El grupo yihadista Estado Islámico nació en
el que debió ser el más improbable de los lugares: una prisión estadounidense
en el desierto de Irak, conocida con el nombre de Camp Bucca. Así lo confirman
varios analistas y los comandantes a cargo de la instalación, así como los
soldados que trabajaron en ella.
Camp Bucca no era su nombre original. Tras la
invasión de Irak, las fuerzas británicas la llamaron Camp Freddy. Pero en abril
de 2003, cuando los estadounidenses tomaron el control del campo de detención,
lo rebautizaron en honor a Ronald Bucca, un jefe de bomberos de Nueva York que
murió por las labores de rescate tras el ataque del 11 de septiembre de 2011 a
las Torres Gemelas, informa la BBC.*
Las
cárceles acaban convirtiéndose en los puntos de origen de muchos conflictos. Es
el efecto de concentración que se produce cuando se reúnen los "contaminadores"
ideológicos. La cárcel es un lugar perfecto para que algunas personas sean
captadas para futuras acciones o como miembros de grupos. La situación de
presión que suponen hace que muchos busquen a los que les ofrecen palabras de
seguridad y dan forma agresiva a sus propios temores e inseguridades.
El
diario ABC habla de "universidad de terroristas" y señala que hasta
nueve dirigentes del Estado Islámico pasaron por allí, especialmente su líder
actual:
El líder del grupo yihadista, Abu Bakr
al-Baghdadi, autoproclamado califa y «líder de todos los musulmanes», por ejemplo,
permaneció en Camp Bucca cinco años. Lo trasladaron tras detenerlo en Fallujah,
al oeste de la capital, Bagdad, en febrero 2004.
Tenía 33 años y no habían pasado muchos meses
desde que ayudara a fundar Jeish Ahl al-Sunnah al-Jamaah, un grupo militante
que había echado raíces en las comunidades sunitas alrededor de su ciudad
natal, Samarra.
Eran tiempos en los que la insurgencia sunita
contra EE.UU. estaba cobrando fuerza en el país.
Pero el grupo que ayudó a fundar no era muy
conocido, así que llegó a la prisión con perfil bajo. «Los estadounidenses no
sabían a quién tenían», dijo sobre él Hisham al-Hashimi, un asesor del actual
gobierno iraquí.
Allí, en Camp Bucca, Al Baghdadi coincidió
con el que después sería su número dos en EI, Abu Muslim al-Turkmani, así como
con el experimentado militar Haji Bakr, hoy fallecido. También permaneció en el
campo de detención Abu Qasim, líder de los combatientes extranjeros, según
Soufan Group.
Los analistas señalan que es probable que
estos hombres fueran extremistas cuando entraron en la prisión, pero seguro que
lo eran cuando salieron de ella. «Antes de su detención, Al Baghdadi y otros
eran radicales violentos (...), pero su tiempo en prisión hizo más profundo su
extremismo y les dio la oportunidad de aumentar el número de seguidores»,
escribió el antiguo militar Andrew Thompson en el diario «The New York Times»
en noviembre de 2014. «Estos extremistas estaban básicamente gestionando una
universidad para entrenar terroristas en nuestras propias instalaciones»*
La idea
de "entrenar terroristas" no me parece la más adecuada porque lo que
se hacía allí es distinto de lo que se hace en un campo convencional de
terrorismo, el entrenamiento armado. Pero esta percepción nos muestra que no
hay una distinción muy clara en la gradación del fenómeno del cual el atentado
terrorista es uno de los finales posibles. Por decirlo así: el concepto de
"seguridad" es demasiado restringido para los fenómenos que se tienen
que abarcar.
La
cuestión no se plantea solo en una cárcel como la que se nos describe. El
problema en las cárceles de occidente en donde comienza a tenerse gran cantidad
de presos islamistas empieza en el simple hecho del idioma. El hecho de que el
personal penitenciario no logre saber de qué hablan o que si se tiene ese
personal sea poco y obligue a reagruparlo para poder tenerlo bajo vigilancia.
Con ello se produce el efecto que señalaban en la información de ABC: nosotros
mismos los reunimos. Es más cómodo y barato, pero las consecuencias son
terribles para el futuro. Gilles de Kerhove, el coordinador europeo de la lucha antiterrorista, ha llamado a la cárcel "incubadora de la radicalización"**. No le falta razón. Y nosotros los reunimos por comodidad y falta de recursos.
En
septiembre de 2014, El Confidencial Digital titulaba una de sus informaciones
"El aumento de los reclusos islamistas obliga a Prisiones a contratar
traductores de dialectos árabes". Se nos decía que hasta el momento, es
decir, hasta hace unos meses, no se disponía de traductores de lengua árabe.
Eso supone depender de confidentes que suelen ser bastante poco de fiar en sus
informaciones porque saben a quién deben temer más.
El
Confidencial Digital informa de las nuevas dotaciones presupuestarias para la
contratación de personal que pueda realizar las tareas de apoyo en sus tareas
de prevención, que van más allá de la cuestión islamista, pues las mafias
internacionales obligan al conocimiento de cada vez idiomas más alejados de los
más usados:
El organismo reconoce que existe una
“carencia de la Administración” a la hora de “disponer de personal con
conocimientos en un número muy amplio de idiomas”, y una “necesidad” de estos
servicios por “las características y procedencia cada vez más internacional de
la población penitenciaria”.
Los presos
islamistas, los que más preocupan
Técnicos de Instituciones Penitenciarias,
consultadas por ECD sobre esta decisión de Interior, explican que en el
ministerio, y en la secretaría de Estado, existe una “gran preocupación” por el
crecimiento de la población islamista, y por el hecho de no “poder controlar”
sus conversaciones.
En concreto, y según las fuentes citadas,
“existe personal que conoce el árabe genérico”. No obstante, los presos,
conscientes de ello, “empiezan a usar unos dialectos, más locales, que son
imposibles de identificar y traducir por estos trabajadores”.
Por ese motivo, los técnicos de Prisiones dan
por hecho que la Subdirección General de Servicios Penitenciarios elegirá la
oferta que ofrezca a los mejores intérpretes de estos dialectos, ya que, a día
de hoy, “no somos capaces de entenderlos”.***
Durante
siglos, los delincuentes usaban sus propias jergas para evitar ser comprendidos
por los que podían detectar sus intenciones. Lo primero que aprendía un policía
era el lenguaje de los chorizos, del que acababa siendo un experto a fuerza de
tratar con ellos. Pero el problema con el islamismo va más allá de esta
cuestión. El árabe clásico, que comparten por ser la lengua del Corán, no es
suficiente y se emplean las variedades y dialectos locales que usan para evitar
que les detecten.
Las
opciones son separarlos e impedir que se comuniquen o juntarles para que hablen
y sean escuchados. Normalmente, excepto en casos muy señalados de aislamiento, lo
que se suele preferir es lo segundo, porque la tendencia es a intentar saber lo
que no se sabe y para eso es esencial la escucha vigilante.
La
preparación de atentados es un objetivo prioritario, evidentemente. Pero no se
debería dejar de lado el proselitismo porque es convertir la cárcel en esa
"universidad" extremista que se señalaba.
Se
deben plantear formas que impidan el proselitismo que es sembrar desastres
futuros. Hasta el momento, las preocupaciones eran que los yihadistas iban a
Siria y luego pudieran volver. Pero creo que ese problema ya está desbordado
por problemas futuros que hay que ir imaginando.
Lo que
debe ser entendido es que esto no es una cuestión temporal, que pueda ser
cortada de raíz. Ese es siempre el error fundamental de la política de los
Estados Unidos, ese pragmático ·voy, bombardeo y vuelvo" que tanto efectos
negativos ha tenido y tiene. Es un exceso de confianza en que se pueden
castigar las afrentas siempre y por la fuerza. Pero una cosa es la fuerza y
otra el dolor. Cualquiera puede causar dolor con una bomba casera, como sucedió
en Boston, o un simple cuchillo, como ocurrió en Londres. No hacen falta grandes redes; con alguien con voluntad de hacer daño es suficiente.
Las
armas son prolongaciones de los seres humanos, de su violencia y fanatismo, de
su deseo de dañar. Toda política que no entienda esto está destinada a
enredarse con sus propios cordones. Esto no es una guerra convencional,
limitada al tiempo y al espacio. Es un conflicto profundo que se vive en el
seno de las sociedades que lo padecen y cuya solución debe estar allí. El
empeño en considerarlo solo una "guerra
contra occidente" es percibir erróneamente el problema, que tiene muchos
niveles de complejidad.
Señalaban
en El Confidencial Digital:
Según los datos que maneja el
ministerio del Interior, en los últimos diez años, concretamente desde los
atentados del 11-M, han sido llevados a prisión a más de 450 islamistas. De
todos ellos, 42 son considerados terroristas de la Yihad.
Los contactos que éstos hacen en
la cárcel, sumado al ingreso de nuevos islamistas procedentes de Siria que
volvían a España a captar adeptos, han provocado que desde Interior estén muy
atentos a las alianzas que todos ellos pueden tejer en las cárceles españolas:
“Pueden utilizar cualquier conversación para sumar voluntades o intercambiar
información”, explican las fuentes consultadas.***
La
cuestión de las cárceles pasa a ser capital porque ya no se pueden considerar
el fin de un problema, sino el comienzo de otro mayor. La estrategia que se
deba seguir debe ser otra hasta la seguida hasta el momento. La necesidad de
traductores que puedan interceptar los planes que puedan estar urdiendo es solo
una parte. Además es necesario empezar a comprender la psicología, los
mecanismos de la captación y el adoctrinamiento para poder combatirlos.
En 2008, los funcionarios de instituciones penitenciarias se quejaban de lo mismo y advertían que las cárceles, con menos personal y aumento de presos terroristas, se convertiría en eso que DeKerchove ha llamado "incubadora". Ahora parece obvio a todos.
Con
todo, el origen del problema no está en las cárceles, sino allí donde la
política local deja las manos libres para que el radicalismo se mueva para asegurarse
el apoyo exterior; allí donde los medios de comunicación bombardean con
llamadas directas o indirectas al sentido del agravio sin que nadie les
conteste o desmienta; allí donde los intereses de las castas dirigentes siguen
evitando el desarrollo; allí donde las élites se han asegurado de la existencia
de la ignorancia para seguir manteniendo su estatus privilegiado. La Historia y
sus errores —muchos nuestros— han hecho el resto.
El que se haya conseguido entender la importancia de esa escucha es
esencial y es de esperar que ayudará a evitar males mayores. En un medio en el que la infiltración no es fácil y los confidentes son muy poco fiables, la mejor opción es la escucha atenta. Al problema de las redes sociales y las mezquitas controladas por radicales, entre otros, no se debería sumar el de las cárceles como centro de reclutamiento. Todos son puntos de entrada diferentes para la construcción del radical que solo necesita el empujón final, en el momento adecuado, para transformase en terrorista.
*
"Camp Bucca, la prisión estadounidense donde nació el Estado
Islámico" ABC 26/04/2015
http://www.abc.es/internacional/20150426/abci-camp-bucca-universidad-estado-201504232109.html
**
"De Kerchove: “La cárcel es una gran incubadora de la
radicalización”" Parlamento Europeo En Portada 30/03/2015
http://www.europarl.europa.eu/news/es/news-room/content/20150316STO34842/html/De-Kerchove-%E2%80%9CLa-c%C3%A1rcel-es-una-gran-incubadora-de-la-radicalizaci%C3%B3n%E2%80%9D
***
"El aumento de los reclusos islamistas obliga a Prisiones a contratar traductores
de dialectos árabes" El Confidencial Digital 26/09/2014
http://www.elconfidencialdigital.com/seguridad/islamistas-reclusos-prisiones-dialectos_arabes_0_2351764827.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.