Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En
estos días muchos egipcios han tratado de hacer ejercicios malabares para
salvaguardar las reservas mentales ante lo que se han negado a llamar un
"golpe de estado". La intervención militar era la "respuesta"
a las demandas del pueblo y de la Revolución, que Morsi y la Hermandad habían manipulado
y desperdiciado. Todos los analistas, egipcios y extranjeros, coinciden en que Morsi
no ha sido el presidente "de todos los egipcios", de eso no hay duda.
Hace
unos días una amiga me tiraba de las orejas porque había utilizado la palabra
"golpe" al referirme a que el cierre de los medios islamistas formaba
parte del "abc de un golpe". Dije que entendía lo que ella me quería
decir, pero que entendía que se había producido un "golpe militar" con todas las circunstancias necesarias para explicarlo. Forma parte
de la "narración revolucionaria", de larga tradición, identificar la
"revolución" con los "golpes". A nadie le gusta que le
llamen "golpista", pero sí "revolucionario". Traté de
explicarle lo que entendía por "golpe" y porqué era importante separarlo
conceptualmente de la "revolución", a la que había que preservar en su
espíritu integrador y democrático y, sobre todo, tener prudencia. Todos, incluso Tantawi,
y Morsi ahora, usan la palabra "revolución". Pronto me dí cuenta de que la
cuestión semántica había pasado a ser decisiva, casi el eje de la cuestión,
nacional e internacional.
El día
3 de julio, el analista internacional de The
Washington Post, Max Fisher, se preguntaba sobre esta cuestión político
semántica desde el mismo titular de su artículo y él mismo se contestaba:
"Is what happened in Egypt a coup or a revolution? It’s both"*. Su
tesis es que Egipto está condenado a mantener visiones partidistas separadas de
la realidad, que son afirmadas con total convencimiento. Señala Fisher:
Debates are already raging over whether the
events of July 3 can be fairly described as a coup or not, as the subversion of
democracy or its expression. Those debates are largely academic; what happened
could be said to meet the definition of a coup, as well as that of a
revolution. But even though both words might apply, neither is in itself enough
to describe what happened: It was both a coup and a popular movement, both the
expression and subversion of Egypt’s democratic experiment. And, as Foreign
Policy’s Joshua Keating points out, although some academic literature finds
that coups can be democratizing that doesn’t make them democratic.*
Eso era lo que trataba de explicarle a mi amiga. Unos ven el "golpe" y
otros la "revolución" con igual convencimiento. Probablemente esto
sea así en la mayor parte de los lugares del mundo y sea una característica de
la psique individual y colectiva, que necesitan reafirmar para ver y
resolver las disonancias cognitivas. Nos muestra lo importante que es el
"enmarcado" de los acontecimientos para interpretarlos de una manera
ajustada a nuestra propia situación. Nos sirve para construir el edificio mental en el que vivimos y nos
ponemos a resguardo. Cuanto mayor es la tensión, más rotundas son nuestras
afirmaciones cuando la realidad nos trae nubarrones. Sin embargo esas reservas
mentales pueden ser problemáticas cuando por protegernos de un peligro nos
adentran en otros más graves que acabamos aceptando. La acción política es más eficaz para resolver problemas si somos capaces de ir más allá de nuestros puntos ciegos.
El ex
presidente Morsi también enmarcó la realidad de una forma parcial; así
interpretó desde su percepción previa los acontecimientos nuevos y no valoró lo
que suponía el movimiento popular de contestación que habían provocado su
pésimo gobierno y su veloz islamización del país, con choques en todos los
frentes sociales. También él estaba condenado a su propia ceguera. Y los demás
la han pagado.
En Al-Ahram Weekly, el día 3 de julio, con
el escueto y directo título "Ex-President Morsi" se volvían a
plantear las cuestiones semánticas, esta vez también en el plano internacional:
On the second day of the ultimatum sources say
Morsi was close to agreeing to delegate his powers to a new prime minister and
call early presidential elections in exchange for a safe exit and immunity from
prosecution for himself and other Brotherhood leaders, only to make a U-turn
and broadcast a televised statement insisting he would remain. “This is the
rule of legitimacy; if we deviate from legitimacy, our democratic march would
suffer a setback… and the country could fall into civil unrest.”
The statement shocked the crowds in Tahrir and
in front of the presidential palaces in Heliopolis and Al-Qubba who had been
expecting “a moment of celebration”.
The president’s strategy, an impression
reinforced by the frantic tweeting of his aides Essam Al-Haddad and Pakinam
Al-Sharkawi, had crystallised: the goal now was to persuade the international
community that Morsi was threatened by a coup. **
La
estrategia de Morsi, de ser cierto lo reflejado, sería reforzar la idea de "golpe"
y evitar que se llevara por una vía política y negociadora. Prefirió la vía dura. Esto, curiosamente, le permitía
asumir el papel de "guardián de la democracia" y "garante de la revolución". Si la estrategia de Morsi y la Hermandad fue esa —evitar
cualquier vía de resolución por vías constitucionales—, y forzar el aislamiento
internacional del "golpe" para sostenerle mediante la presión de los países sobre el
Ejército, lo que ha conseguido es una lista de muertos que irá creciendo en una
espiral incontrolable. Ha sido un órdago sangriento al órdago del Ejército para
encontrar en 48 horas una solución a los problemas y demandas populares. Una salida hacia adelante, solemos decir.
El Daily News Egypt publicó ayer
una nota dando cuenta de una presunta escisión dentro de la Hermandad de un denominado "Free Brotherhood Front". Según señalan, un grupo de
jóvenes de la Hermandad se han distanciado de la dirección acusando a los
líderes de utilizarlos en sus estrategias. El artículo se cierra así: “We call on our
leaders to come back to reason and give us a chance to express ourselves. Do
not drive the country to seas of blood fuelled by us, the Brotherhood youth”***. Ya
sea realidad o fruto de la guerra de informaciones, el baño de sangre ha
comenzado.
A todos parecen haberles fallado los cálculos: al Ejército, que no esperaba tener que intervenir de esta manera y prefería quedar en segundo término;
a la Hermandad, que esperaba poder frenar el "golpe" por la presión
internacional sobre el Ejército; a la oposición, que se ve metida en un barco
de destino incierto; y, finalmente, al pueblo, que quería más libertad para
poder salir de la doble crisis, política y económica, en la que la Hermandad ha
sumido al país, que ya estaba debilitado por la agonía de la era Mubarak. Ahora están en las calles, en un enfrentamiento civil generalizado. Es un pulso complicado, lleno de incertidumbres. ¿Cómo ha sido tan ciega la Hermandad?
La Revolución abrió la posibilidad de un Egipto para todos, respetuoso
de la Ley, la diversidad y los derechos humanos, pero no triunfaron los que
pensaban eso; ni tan siquiera guiaron el proceso, quedando sin voz. El
resultado fue el intento acelerado de absorción islamista del Estado para poder
cerrar el círculo sobre la sociedad egipcia. La islamización que se había ido
introduciendo con fuerza desde los años setenta en muchos sectores, ahora
disponía del aval de las urnas, aunque no se les hubiera votado para eso. Es
este mensaje el que la Hermanad no quiso o no fue capaz de entender, que no se
les había elegido para islamizar el país, algo que ellos mismos negaban de
forma insistente para vencer las resistencias de todos aquellos que no querían
votar a un candidato militar, Shafiq, y temían votar a uno islamista, Morsi. Ellos se comprometieron a hacer un Egipto
para todos, con los nefastos resultados que han cosechado en un solo año. Han llevado al pueblo al borde de la guerra civil con otra intervención militar.
La
petición del pueblo, concretada en la objetiva propuesta de Tamarod, avalada
con 22 millones de firmas, era la dimisión del presidente Morsi y la
convocatoria de elecciones generales. Sin trampa ni cartón, recogiendo en las calles, una a una, las firmas por todo el país. El argumento era el incumplimiento del
espíritu de la Revolución, algo más etéreo si se quiere, pero que no quita la solidez del
sentimiento de rechazo a las acciones islamistas de gobierno y a su ineptitud
para resolver algún problema del país.
Tamarod
y los 22 millones de firmantes no han dado un golpe de estado. Las gentes reunidas en Tahrir no pedían un golpe de estado; pedían que el gobierno saliera y se realizaran elecciones. Han manifestado
públicamente su rechazo a la actuación del presidente y su gobierno y han hecho
lo que se hace en las crisis profundas en muchos otros países con sistemas
democráticos: pedir elecciones anticipadas. Con ello no sufre la democracia. Es
una tendencia totalitaria identificar la democracia con un partido o líder,
creerse que cuando se manifiesta el descontento contra su ineficacia se está
atacando a la democracia. Para los Hermanos musulmanes esto es una práctica
habitual ya que criticarles, juntos o por separado, es criticar al "islam"
o al "país", lo que te convierte en blasfemo o en reo de alta
traición. La fiscalía bajo Morsi sabía bastante de eso y llevó o intentó llevar
ante los tribunales a los que no simpatizaban con ellos, incluidos a los
responsables de Tamarod. Mohamed ElBaradei fue llamado "traidor a
Egipto" por pedir disculpas a Etiopía por el espectáculo bochornoso dado
en la reunión convocada por el presidente Morsi para tratar la cuestión de la presa
del Nilo en territorio etíope, que fue transmitida por error en directo a todo
el país, que asistió estupefacto a las discusiones sobre si había que mandar a
los servicios secretos a volar la presa, entre otras fórmulas imaginativas y
democráticas de entender las relaciones internacionales.
La
cuestión semántica del "golpe o no golpe" divide hamletianamente al
pueblo egipcio y a la comunidad internacional. Todos saben lo que ha ocurrido,
pero según como lo llames dispones de unos argumentos u otros para justificar
tu respuesta ante los hechos. También saben que lo que ha ocurrido no es un capricho del destino y que ha ocurrido por algo.
La
única salida a un Egipto con futuro, que realmente satisfaga los anhelos de una
generación, es una salida democrática, y cada paso dado se va alejando esa
posibilidad. Cada muerto es una brecha en la convivencia deteriorada, una luz
menos de futuro. La estrategia del pueblo egipcio no ha sido un golpe de
estado. El pueblo no tiene "estrategia", solo voluntad de justicia y
libertad, que es lo que ha manifestado en repetidas ocasiones. Si los militares
lo tenían en mente, es otra cuestión. Si los Hermanos Musulmanes han preferido
un baño de sangre antes que ser desalojados del poder, eso también habla de su
forma de ser y estar en la política.
Las voces pidiendo "mártires"
e "intifadas" han salido demasiado pronto, sin dar lugar a posibles
soluciones. Si alguien pensaba que era posible algún diálogo como salida, cada
vez es menos factible.
Es poco
probable que el Ejército consienta en la "reposición" de Morsi;
tampoco que se produzca un "contra golpe" a un "golpe
teóricamente inexistente". Lo más que pueden hacer, llegados a este punto,
es evitar más derramamientos de sangre que conviertan en ciencia ficción política
las próximas elecciones o en una guerra abierta su campaña. El desgaste de la
sangre es grande porque no es fácil reajustar la conciencia ante los conflictos
habidos y por haber, que serán muchos.
Quizá
el origen de los problemas es el que señala Max Fisher en su artículo de The Washington Post en el que intentaba
aclarar si se había producido un golpe o una revolución:
Flash back to February 2011, when cheering
crowds received the news that President Hosni Mubarak was leaving office. It
wasn’t until several months later that observers started to wonder if it had
really been a revolution that had toppled Mubarak, or a military coup. His
resignation, after all, had been announced by one of the top generals who soon
took interim rule. Tanks had been in the streets. Were events primarily driven
by popular will, as expressed by thousands or millions of protesters, or by the
powerful military?
That distinction is not much more obvious today
than it was then. And, unless something changes in the Egyptian political
culture that allows one part of the country to see two dramatically different
versions of the same event, it’s a distinction they may end up revisiting.*
Algunos de mis amigos me han escuchado decir, con ironía,
que en Egipto los gobiernos no "caen" sino que se quedan "flotando".
El pueblo sigue esperando que una clase política absolutamente inoperante les
dé la tranquilidad de poder vivir en un país más pacífico, justo y próspero.
Fisher habla de la necesidad de cambios en la "cultura política
egipcia". Eso es hoy una necesidad imperiosa, desesperada para poder
librar de sufrimiento a un pueblo que lo padece. Por eso hemos expresado aquí
con insistencia la apertura a las generaciones que tienen algo que ofrecer, a
las que les ha llegado su hora, que están lejos de las viejas luchas y de los principios
anquilosados e improductivos que ha fracasado en sus intentos de convertirse en
hegemónicos.
El tapón histórico impide que el futuro les llegue. Solo
heredan las viejas discordias, las heridas abiertas por lo caduco, víctimas de sus patriarcas. La Hermandad
ha fracasado y ha arrastrado con ella el futuro, la oportunidad de la
Revolución de los hijos. Más allá de la cuestión semántica está la realidad de
los conflictos, que no se resuelven con el diccionario sino con espíritu de
concordia y voluntad democrática que la Revolución manifestó y sus intérpretes son incapaces de representar con dignidad.
Egipto se merece otra suerte que la perversión constante de
sus buenos deseos.
* "Is
what happened in Egypt a coup or a revolution? It’s both" The Washington Post 3/07/2013 http://www.washingtonpost.com/blogs/worldviews/wp/2013/07/03/is-what-happened-in-egypt-a-coup-or-a-revolution-its-both/
** "Ex President
Morsi" Al-Ahram Weekly 3/7/2013
http://weekly.ahram.org.eg/News/3230/17/Ex-president-Morsi.aspx
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