Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Normalmente
los políticos tiende a ver el mundo dividido por los colores de sus partidos.
"Ellos" y "nosotros", los "míos" y los
"suyos". Puede haber alianzas circunstanciales, pero en su lucha por
el poder los políticos consideran sus rivales o enemigos al resto del espectro
político. Todo su armamento retórico se dirige hacia ellos; las mentes se
polarizan en sus análisis: "ellos" y "nosotros".
No caben
siquiera las proximidades ideológicas en la amistad más que como apelación
frentista. Si tus enemigos obvios se enfrentan a tus ideas, los amigos próximos
se disputan tus votantes en un intento de vaciar tus arcas de electores. ¡Ojo
con los parecidos, que te disputan tu territorio! Eso que llamamos
habitualmente "socios" en los gobiernos de coalición suelen mantener
una sonrisa en las fotos, pero suelen acabar como el rosario de la aurora a la
primera de las desavenencias. En cuanto que se toma alguna medida impopular, el
"socio listo" intenta endosársela al socio "menos listo" y
da a entender que, de no estar ellos en el gobierno, las medidas habrían sido
mucho peores.
Hemos
asimilado ya que el destino natural de los políticos es pelearse y, como los
cantantes en los conciertos, animar al público a que coree las canciones y baile
con ellos desde sus asientos. Es su forma de entender la política. Y es difícil
resistirse a ella pues somos animales partidistas y nos es difícil ser
ecuánimes. ¡Para ser ecuánime no se mete
uno en política!, dirán algunos, de la misma forma que uno no va al fútbol
a ser imparcial con el otro equipo.
Sin
embargo parece que se está desarrollado una nueva fase para la que no se
encuentran evolutivamente preparados.
Es la fase de "ruptura tribal" o "fase de los ex". En esta
fase, los enfrentamientos ya no son con los enemigos naturales, los de toda la
vida, el eje del mal, sino que la
amenaza proviene de entre tus propias filas. Es la fase del ex tesorero, del ex
dirigente, del ex socio.
Los
partidos están preparados para enfrentarse a los otros, pero ¿lo están para
enfrentarse a los de sus propias filas? Por muy irónicamente que podamos
plantearlo, es un hecho trascendente, un giro argumental y discursivo sin
precedentes en nuestra vida político-familiar. Explica, por ejemplo, que el
presidente Rajoy no sepa qué decir sobre su ex tesorero y se lo esté pensando o
que el juez expulsara como acusación particular a los representantes de PP.
¡Unas veces lo acusaban y otras lo defendían!
¿Cómo
puede uno atacar, por ejemplo, a la persona que ha llevado las finanzas del
partido sin comprometerse a quedar, como mínimo, como un idiota por no haberse
dado cuenta? Si se baraja la versión exculpatoria extrema —yo no sabía nada— se
queda como un idiota. ¿Cómo atacar frontalmente a aquel con el que te has hecho
miles de fotos con todos los dirigentes, con el que has intercambiado mensajes
a lo largo de años de relaciones fraternas y confiadas? Los punzantes discursos
anteriores, elaborados para "ellos", ya no valen porque se dirigen a
un ex "nosotros" y hay que medir las palabras, tener cuidado con lo
que se dice por temor a que se vuelva contra ti.
Medio
fuera —solo "medio"— de la política partidista está el caso del
Instituto Nóos y de la pelea entre los ex socios. Cada vez que el Duque monta
su estrategia defensiva, su ex socio, su otra mitad, le sale con revelaciones
dañinas que le desmontan los argumentos. Es difícil discutir con el nuevo
"otro" si lo sabe todo de ti. Es como intentar ganarse al ajedrez uno
solo; solo lo puedes intentar a riesgo de volverte esquizofrénico. Y no está la
política para personalidades múltiples, que ya tenemos bastante.
El PSOE
tiene—y tendrá— un problema similar con el PSC, que puede pasar de hermano
siamés con acento distinto a competidor en las urnas por el voto socialista en Cataluña. En estos casos de "divorcio" político el problema es la custodia de los votantes. Los argumentos para no hacer "primarias" eran que las peleas se
hacían con los de fuera y no con los de dentro. Finalmente, los partidarios de
hacer primarias se han impuesto y se realizan con esa fórmula "pre-discutidora"
que son los avales. No se sienta nadie a discutir sin que tenga apoyo
suficiente. En Andalucía se han quedado con candidata única, que es lo que más
une. Por lo menos para las fotos.
Nos
adentramos en la amenazante Era de los ex. Si el descrédito de los partidos
mayoritarios sigue aumentando —algo posible, pues hay margen todavía—, pronto
saldrán decenas de ex a la palestra, como ha ocurrido con José María Aznar,
otro ex ilustre, o Esperanza Aguirre que se ha auto rotulado como ex, pero solo
para ciertas cosas. Solo en el mundo del toreo se han visto regresos tan
rápidos. Los ex son lenguaraces y atrevidos, te meten el dedo en un ojo o donde haga falta. Los hay que se van para hacer daño y los hay que vuelven para hacerlo. Hay de todos los pelajes. Siempre son poco fiables. Lo que dicen como ex, casi nunca lo dijeron cuando estaban dentro. ¡Ay, los ex!
Los
castillos y campamentos militares se construyen y montan siempre sobre una
premisa: el enemigo viene de fuera. Un ex cabreado o que se sienta traicionado
es peor que cualquier enemigo. No tienes secretos para él porque él era tu secreto.
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