Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En un país turístico —condenadamente
turístico, como el nuestro—, no deja de ser un contrasentido que el diario El Mundo organice una encuesta para
elegir la “rotonda más horrenda”* de nuestras carreteras madrileñas. En un país
plagado de monumentos, de paisajes hermosos, la competencia por un lugar
horrible es síntoma de varias cosas. En primer lugar de decadencia imaginativa:
hace unos años Madrid lanzó una encuesta a la calle para saber cuál era el
monumento más representativo de la Comunidad. La competencia era grande pues
hay muchos monumentos; van desde El Escorial a las deportivas fuentes de Cibeles
y Neptuno, pasando por el Palacio de Oriente y un sinfín de posibilidades. No
se trataba de conocer el más bello,
sino el más representativo, aquel que
pudiera convertirse en sello madrileño hacia el exterior. Es la distancia que
existe entre la “belleza” y la “marca”, entre la Estética y la Mercadotecnia.
En fin, el mal del siglo, que si en el XIX era el spleen baudeleriano, el ennui, en el XXI es el comercialismo
radical; del vacío existencial a la existencia vacía.
En esos islotes rodeados de coches tiburones no suele haber nadie, solo esos monumentos solitarios, destinados a llenar ese espacio. Es el arte por el arte. Por eso es tan llamativa la convocatoria de El Mundo, porque tiene algo de protesta ciudadana, de “Occupy las rotondas”, ante algunas francas horteradas que han plantado en su centro en vez de plantar unas socorridas flores, que siempre quedan bien. Pero nadie va a inaugurar plantas y sí, en cambio, estos monumentos que siguen el proceso característico de “busquemos un artista / yo conozco uno” o similares. Como país de artistas, España tiene un potencial como para llenar todas las rotondas del mundo, incluidas las del mercado chino de rotondas, que está aún por explotar (esto hay que decirlo siempre).
¡Ay, la rotonda es el espejo del alma! Sí, del alma del municipio. Mi pueblo, por ejemplo, que es joven y tecnológico, tiene una rotonda dedicada a “la peseta”. Consiste en un rectángulo de unos tres metros de altura con cinco agujeros. En el agujero superior hay una gigantesca peseta. Cada vez que paso por delante, me preguntó dónde están las otras cuatro. Siempre me da la impresión que era un monumento al “duro” (cinco pesetas), pero que se agotó el presupuesto. El hecho de que tengamos un monumento a la peseta me parece muy significativo. No está en la lista de El Mundo.
Luego están aquellas que muestran el ingenio. Me ha sorprendido la fotografía de la rotonda de Leganés dedicada al monstruo del Lago Ness, una mezcla entre dragón chino y Gaudí. No me digan que la persona a la que se le ocurrió condenar al municipio a un chiste de por vida no se merece todas las reelecciones que la ley permita, incluso hacer algo a lo Putin y Medvedev para no perderlo. El municipio de Leganés no puede prescindir de alguien así, sea quien sea. Yo le haría una estatua y la pondrían junto al monstruo dudoso. Y haría una copia para el lago escocés, que sobresaldría medio cuerpo del agua, con la inscripción “el monstruo de Leganés”, en justa reciprocidad. Los escoceses se preguntarían si alguien así existe o es solo una leyenda.
Las rotondas, frente a las plazas que tienen historia,
son un fenómeno reciente y se vinculan muchas de ellas con “soluciones” dadas
al crecimiento descontrolado de poblaciones y los problemas de los accesos a
las carreteras. Las rotondas tienen mucho que ver con el crecimiento urbanístico
y las conexiones entre las poblaciones. Frente al cruce, la rotonda. No sé si
las rotondas son más seguras que los cruces; me imagino que sí, por más que
alguno se salga por la tangente, muchos no respeten las preferencias, etc.
Pero lo importante —para nosotros— es que la rotonda deja
esa placita, este terrenito en medio que no se va a quedar
así, vacío, que queda muy feo. Y es
aquí donde entra la política en la rotonda: ¿qué
ponemos? El órgano administrativo del que dependa esa parcela que ha
quedado en el círculo central se pone en marcha con toda su eficacia pensante
para encontrar qué poner ahí, en el centro, en ese espacio natural que reclama un objeto bello que puedes percibir desde todos
los ángulos si das un par de vueltas. Porque sí, hay monumentos que deben verse
desde un ángulo especial, desde un punto fijo, mientras que los de las rotondas
son los únicos monumentos sobre los que se dan vueltas y más vueltas, no para
admirarlos sino porque suelen estar mal señalizadas y te pierdes. Son los
únicos monumentos que si te dedicas a observarlos con detalle, te juegas la
vida.
En esos islotes rodeados de coches tiburones no suele haber nadie, solo esos monumentos solitarios, destinados a llenar ese espacio. Es el arte por el arte. Por eso es tan llamativa la convocatoria de El Mundo, porque tiene algo de protesta ciudadana, de “Occupy las rotondas”, ante algunas francas horteradas que han plantado en su centro en vez de plantar unas socorridas flores, que siempre quedan bien. Pero nadie va a inaugurar plantas y sí, en cambio, estos monumentos que siguen el proceso característico de “busquemos un artista / yo conozco uno” o similares. Como país de artistas, España tiene un potencial como para llenar todas las rotondas del mundo, incluidas las del mercado chino de rotondas, que está aún por explotar (esto hay que decirlo siempre).
¡Ay, la rotonda es el espejo del alma! Sí, del alma del municipio. Mi pueblo, por ejemplo, que es joven y tecnológico, tiene una rotonda dedicada a “la peseta”. Consiste en un rectángulo de unos tres metros de altura con cinco agujeros. En el agujero superior hay una gigantesca peseta. Cada vez que paso por delante, me preguntó dónde están las otras cuatro. Siempre me da la impresión que era un monumento al “duro” (cinco pesetas), pero que se agotó el presupuesto. El hecho de que tengamos un monumento a la peseta me parece muy significativo. No está en la lista de El Mundo.
Luego están aquellas que muestran el ingenio. Me ha sorprendido la fotografía de la rotonda de Leganés dedicada al monstruo del Lago Ness, una mezcla entre dragón chino y Gaudí. No me digan que la persona a la que se le ocurrió condenar al municipio a un chiste de por vida no se merece todas las reelecciones que la ley permita, incluso hacer algo a lo Putin y Medvedev para no perderlo. El municipio de Leganés no puede prescindir de alguien así, sea quien sea. Yo le haría una estatua y la pondrían junto al monstruo dudoso. Y haría una copia para el lago escocés, que sobresaldría medio cuerpo del agua, con la inscripción “el monstruo de Leganés”, en justa reciprocidad. Los escoceses se preguntarían si alguien así existe o es solo una leyenda.
Lo que no es una leyenda y va ampliamente destacada en las
votaciones es el “oso verde” de Boadilla del Monte. Desde luego, no hay color.
¿A quién se le puede haber ocurrido una monstruosidad de tal calibre? El oso gominola de menta es desde luego digno
del puesto que ocupa. El animalito es un cruce genético entre las chuches y “expediente X”, pues no hay
duda de que se trata de un oso alienígena por su color y tamaño, es como un Godzilla de pueblo.
Como no se respeta ya nada, se han puesto en la picota la
rotonda dedicada a Don Quijote en Alcalá de Henares y la del afamado arquitecto
Calatrava en la Plaza de Castilla, en Madrid capital. Como está en el lugar en
el que a veces tomo el autobús de regreso a casa, puedo constatar las
especulaciones de la gente mientras se construía sobre qué era aquello, si una
antena o qué. A nadie se le ocurría que aquello pudiera ser un “monumento” o
que estuviera ya terminado. La gente, que no entiende de arte.
Las rotondas y sus monumentos, en su mayoría, son el signo del mal gusto de
una clase política rodeada de amigos artistas y gente ingeniosa. No se atrevan
a preguntar cuánto han costado algunas porque se pondrían de colores tan
llamativos como los del oso de Boadilla.
¿Ha habido una burbuja de rotondas? Indudablemente, rotundamente,
sí. ¿Ha pinchado? Creo que sí. Los ciudadanos, ofendidos en su vista y bolsillo,
han dicho ¡basta ya! a osos verdes y
dragones de secano y exigen a los políticos responsables transparencia en el
futuro y rectitud en las carreteras. Que nadie se presente a las elecciones sin
maqueta de lo que piensa poner a la entrada de cada pueblo, en cada rotonda de
las circunvalaciones. ¡Ni un oso más!
* Encuesta: ¿Cuál de estas rotondas le parece la más
horripilante de Madrid? El Mundo http://www.elmundo.es/especiales/2012/04/rotondas/
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