Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las noticias que llegan sobre las trabas al aceite en
distintos países —Estados Unidos, Australia, Brasil…— afectan
directamente a España, la principal exportadora del mundo, pero revelan quizá
algo más: el regreso al proteccionismo después de predicar hasta el absurdo los
mercados abiertos. Con la excusa de los controles de calidad, se retrasan y
encarecen las importaciones en los países señalados, que
[…] han comenzado a buscar
mecanismos que protejan sus mercados interiores. Estos mecanismos se concretan,
tanto en la implantación de tasas o aumentos de aranceles, como en el
establecimiento de mayores controles y análisis en frontera que podrían
paralizar la entrada durante varios meses.*
Se empieza con los aceites y se continuará con otros
productos. Es la forma de favorecer la creación de empleo en sectores que han
quedado magullados por las importaciones de productos más baratos. Parece que
los que entienden de esto —es una forma de hablar— han llegado a la conclusión
que hay que mantener el nivel de los discursos globales y aumentar el nivel de
los hechos proteccionistas. Estados Unidos siempre lo ha hecho: ha exigido a
los demás que bajaran sus fronteras y ha elevado las suyas cuando les ha interesado.
Esto es algo que te puedes permitir cuando eres la primera potencia mundial.
Los demás se contentan con que les inviten al desayuno del día de Acción de
Gracias. Y a verlas venir.
Cuando son los demás los que te compran, tienes que tragar,
te guste o no te guste. Así es el mercado. Pero este “mercado” se rige cada día
más por la “ley del embudo”, que es la parte que no te enseñan en la teoría,
pero te aplican en la práctica, para que no te pierdas nada de la lección
global.
Cada vez parece más claro que los que quieren salir de la
crisis apuestan por el empleo y, para protegerlo, lo primero y más evidente es
recuperar el sector productivo. Eso significa empezar la escalada del terreno
abandonado y cerrar el paso a las importaciones con todas las armas que la ley
permita o la imaginación jurídica cree en adelante. Todo vale.
La prioridad del empleo parece ser la teoría que ha
triunfado en esta batalla invisible entre Estados Unidos y Europa —donde “Europa”
debe entenderse como “Alemania”, — y empieza por los empleos de casa. Cuando se
habla de fomentar el empleo, nos creemos que es el nuestro, No debemos hacernos
muchas ilusiones al respecto. Cuando Estados Unidos dice “empleo” se refiere a “empleo
americano”, como es lógico. La prueba más evidente es que afectará
positivamente a los agricultores norteamericanos pero negativamente a los
españoles. Es lo que ocurre con el caso del aceite.
Nos dice el diario El
País:
En Estados Unidos, con una
demanda de unas 250.000 toneladas de aceite al año de las que unas 70.000 son
españolas, se debate la aprobación de una nueva ley que implicaría mayores
controles y más análisis obligatorios. Unos análisis que supondría encarecer al
máximo el producto, bloquear las entradas en frontera y desanimar a los
exportadores.*
Está claro. Nuestro problema, el problema español, es que
los norteamericanos, brasileños y australianos —por ahora— no querrán nuestro
aceite, no porque nos tengan manía o no les guste, sino porque preferirán usar
el suyo, aunque les salga algo más caro, que para eso encarecen el nuestro,
para que no se note la diferencia. Pero tenemos otro más grave: la jugada que
Europa nos hizo con el tomate marroquí. Ellos sí prefieren el norteafricano,
más barato que el euro-español. Con enemigos que te atacan y amigos que no te defienden, el mundo sigue su curso.
Como aquí nos las dan todas y nos aguantamos, no va a tocar
tomar más gazpachos y ensaladas de la cuenta para poder nivelar. Cuando
nuestros campos sean improductivos, para delicia de Europa y demás, pasarán a ser lo
que es su destino desde hace muchos años: soleados campos de golf junto a los que seguir haciendo casitas.
El retorno a políticas de creación de empleo significa
proteger los sectores productivos. La forma de hacerlo es quitar competidores
de en medio mediante la argucias necesarias, como vemos con claridad. No puedes
crear empleo si todo lo importas de China, Estados Unidos o Alemania. Creas
además un empleo muy débil y precario, que es nuestro auténtico mal. Solo se
crea empleo estable produciendo, vendiendo y exportando, algo que los otros
tratan de evitar en beneficio propio.
Cada vez se hace más duro comprobar la nulidad de nuestra
política interior y exterior. No son casuales los feos y desplantes hechos por
Argentina y Bolivia. La debilidad de España la notan todos, hasta los más
tontos, que se siente autorizados, como las hienas, a morder en las carnes viejas
de los caídos en desgracia económica. Las leyes de la economía son las leyes de
la manada.
Al final lo acaba pagando —¡ironías de la vida!— la fiesta
de aniversario de la reina de Inglaterra, que se ha quedado sin invitada real
española a cuenta de los desplantes gibraltareños. Por fin sacamos pecho.
Al perro viejo, todo
son pulgas, dice el refrán. Y nosotros tenemos pulgas, garrapatas y
parásitos intestinales.
Miedo dan estos precedentes para, como bien comentas, cuando empiece a expandirse, con total seguridad, a otros sectores. A este paso, España se va a quedar como un gran descampado en Europa donde todo lo que nos dejen parecerá un vertedero social y productivo:nada que reciclar. Eso sí, soleado... que por al menos podemos tirar del turismo. A algo habría que agarrarse, ¿no?
ResponderEliminarIsaac T.