Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Si la casta literaria se mide, entre otras cosas, por la
plasticidad de las metáforas, Stephen King se ha ganado un hueco en el Parnaso
al señalar que la mayoría de los ricos son tan aburridos como la “mierda vieja
de perro muerto”*. sin llegar a entender la admiración que despiertan en la mayoría de los mortales.
Confieso que no soy lector habitual de King pero desarrollé
cierta admiración personal por él cuando, hace doce años, escribí un artículo titulado “El
libro que acabaría con todos los libros”* sobre su experiencia de intentar desmontar el monopolio editorial por medio de la publicación
electrónica. Había experimentado con lo que sería el primer intento del sistema de e-book con
su novela “Riding the Bullet” —400.000 descargas en 24 horas— y escribió
directamente para la web. “My friends, we have the chance to become Big
Publishing's worst nightmare”**, recoge The
New York Times de la época que escribió en la página web de la desafiante
publicación.
Después tuve ocasión de ver un documental sobre su vida en
un canal de televisión. Uno de sus profesores recordaba que era un estudiante
pobre, el estudiante más pobre que había visto en su vida. Stephen King salía
de los niveles más bajos de la sociedad y comenzó, tras vender algunos cuentos, a remontarlos con la
publicación de Carrie. Su ascenso fue
imparable hasta convertirse en lo que es hoy.
En ocasiones le sale ese espíritu de la persona que ha surgido
de la nada y que no se olvida de ello. Otros salen de ella y se pasan el día
demostrando a los demás cómo son seres bendecidos
por su espíritu emprendedor. King lo
tenía, una auténtica máquina humana de escribir, un adicto, pero en la escritura eso no significa nada; el mundo está lleno de escritores fracasados que escriben mucho. Estudiaba y escribía;
lavaba sábanas para ganarse la vida malamente y escribía. Igual que otros están
orgullosos de haber pasado por las grandes universidades y centros de elite, me
imagino que King está orgulloso de haber pasado por los lugares más humildes.
Quizá ni lo necesita, le baste con haberlo vivido y sacar consecuencias de ello.
A King no le caen bien los ricos glamurosos por los mismos motivos que es fan de The Ramones y de AC/DC, me
imagino, porque no ha renunciado a ser como era; solo vive de otra forma, en
otro sitio.
Y Stephen King, al que nadie le regaló nada, que no se dedica
a ver desde la cima del éxito cómo crecen sus empresas, sino a escribir muchas
horas diarias, ha reclamado que le suban los impuestos. Ha señalado que él gana
mucho y solo paga el 28% de sus ingresos, y cree que debería pagar el 50%. Ya
en Alemania se dieron algunos casos así, de empresarios millonarios que se
avergonzaban de que el gobierno de Merkel se anduviera con paños calientes
cuando lo que tenía que hacer era subir los impuestos a los que más ganaban.
Pero son alemanes y muchos tienen sentido del deber, no eran escritores de historias de terror y de mente
retorcida.
Stephen King no es alemán. Es rico porque le pagan por lo
que hace cada día o por lo que ha hecho en días anteriores. Pero hay ricos y
ricos distanciados del mundo: ricos y ricos satisfechos de sí mismos; ricos y ricos
egoístas. Hay incluso ricos y ricos con padres ricos. Es lo que ha tratado de
mostrar King.
La polémica sobre la riqueza y su finalidad ha entrado a
raíz de que Mitt Romney sea millonario. A diferencia de Stephen King, Romney es
hijo de pobre que llegó a millonario. Ha sido él mismo el que se la ha buscado
porque ha planteado su riqueza como una forma de éxito y el éxito como una
forma de eficacia. Lo más duro que ha hecho Romney, según su propia confesión,
es patrullar las calles de París como mormón en busca de adeptos para la causa.
Allí le envió su padre. Romney se vende como el empresario que América necesita frente al “profesor” Obama,
desconectado de la realidad y enfrascado en sus libros, lejos del mundo.
Romney ha dicho que no está dispuesto a pedir disculpas
porque su padre fuera millonario (“I’m certainly not going to apologize for my
dad and his success in life”). Era la respuesta a que Obama dijera de él que
había nacido con “una cuchara de plata en la boca”.
En tiempos de crisis, las recetas de Romney no son las de
Obama, lógicamente. Romney es el rico que se ofrece como modelo eficaz.
Cuestionar su eficacia no es cuestionar su riqueza, sino el derecho de hablar
de ella cuando la gente pierde sus hogares, seguros médicos, empleos, etc.
Por eso las palabras de Stephen King, en el artículo que ha
publicado en The Dealy Beast (“Tax Me, for F@%&’s Sake!”, título
elocuente y expresivo, digno de un escritor de éxito) se dirigen directamente a
Mitt Romney y entran como un rayo en la campaña electoral.
King se muestra decepcionado porque se ponga como ejemplo el
que algunos superricos donen una parte de su riqueza al margen de los impuestos
—él dona 4 millones de dólares anuales a bibliotecas, servicios comunales,
etc.— y que eso sirva para salvar el tipo a los ricos insolidarios. Eso, nos dice, es
solo una pequeña gota. Se trata de que todos lo hagan y no porque sean almas caritativas, sino porque así
debería ser en justicia. El problema está en que los ricos son intocables y su
éxito un ejemplo que les santifica a
los ojos de todos (incluidos ellos mismos). King señala en su artículo:
No me preguntes por qué, yo
tampoco lo entiendo, pero la mayoría de los ricos son tan aburridos como la
mierda vieja de perro muerto [...] Supongo que parte de este amor loco
derechista viene de la idea de que en EE UU cualquiera puede convertirse en
rico si trabaja duro y ahorra. Mitt Romney ha dicho, en efecto: ‘Yo soy rico y
no pido disculpas por ello’. Nadie quiere que lo hagas, Mitt. Lo que algunos de
nosotros queremos es que reconozcas que no podrías haber triunfado en EE UU sin
EE UU. Que fuiste lo bastante afortunado de nacer en un país donde el ascenso
social es posible (un tema sobre el que Barack Obama puede hablar con la
autoridad de la experiencia), pero en el que los canales para hacer posible
semejante ascenso social están cada vez más obstruidos. Que no es justo pedir a
la clase media que asuma el peso de una cantidad desproporcionada de impuestos.
Más que injusto, es jodidamente antiamericano, eso es lo que es”.**
S. King diciendo públicamente en 2011 lo que ahora ha escrito en 2012 |
La sinceridad de Stephen King deja al descubierto la cara
hipócrita del patriotismo que no entiende que una “patria” es la totalidad de una población y no solo una
parte privilegiada de ella, que no se
hace patria favoreciendo a los más ricos y haciendo caer el peso de las
consecuencias de los desvaríos y tropelías de la elite financiera —ese es el
origen ya aceptado de la crisis— sobre los más debilitados a los que se manda al matadero. La conversión de la
injusticia en discurso patriótico es difícil
de comprender aunque fácil de utilizar.
Ecos del artículo de S. King |
Lo que el escritor nos enseña a todos es que una sociedad
más justa y solidaria puede defenderse mejor de los desastres, a menos que
sigas pensando que los desastres son “oportunidades” que algunos deben aprovechar,
sarcasmo que se nos sigue repitiendo desde muchas esferas.
Stephen King es un rico que nunca se olvidó de que fue
pobre. Y en vez de dedicarse a dar consejos sobre cómo abandonar la pobreza y
teorizar sobre el “riesgo moral” (si ayudas a los pobres no tendrán estímulo para
salir de la pobreza), una de las mayores infamias teórico-prácticas de la
Historia, trata de ayudar a la gente a vivir mejor, a no tener que pasar por
las penurias que él pasó, a crear las condiciones para que la gente se pueda ganar la vida honestamente.
Esta vez King ha entrado en el género del horror sin tener que retorcer la realidad. Ya es bastante retorcida.
*
"Stephen King: Tax Me, for F@%&’s Sake!" The Dealy Beast 30/04/2012
http://www.thedailybeast.com/articles/2012/04/30/stephen-king-tax-me-for-f-s-sake.html
**
"What Is Stephen King Trying to Prove?". The New York Times 13/08/2000 http://partners.nytimes.com/library/magazine/home/20000813mag-king.html?scp=10&sq=riding%20the%20bullet&st=cse
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