Joaquín Mª Aguirre (UCM)
The New York Times
da cuenta de la muerte del periodista Mike McGrady*, a los setenta y ocho años.
Licenciado por Yale y becario de Harvard, McGrady ha pasado a la historia no
por su excelente trabajo periodístico, sino por ser el “autor intelectual” de
una broma literaria que convulsionó el panorama norteamericano a finales de la
década de los sesenta, cuando apareció publicada una escandalosa novela
titulada “Naked came the stranger”, firmada por una desconocida ama de casa de
Long Island, Penelope Ashe. El hecho de que la autora fuera desconocida se
debía principalmente a que no existía, ya que no era más que el pseudónimo
elegido por McGrady para lanzar una obra colectiva, escrita por 25 periodistas,
compañeros suyos en Newsday.
“It came after a night of reading ‘Valley of the Dolls,’ ” he later told
Newsweek, “which I couldn’t put down
because I was asleep.”
Surely, he reasoned, a newsroom full of journalism’s best and brightest
could together produce something just as schlocky — and just as successful. He
fired off a memo to his colleagues.
“As one of Newsday’s truly outstanding literary talents, you are hereby
officially invited to become the co-author of a best-selling novel,” it read.
“There will be an unremitting emphasis on sex. Also, true excellence in writing
will be quickly blue-penciled into oblivion.”
Two dozen journalists — mostly men and a few
women — signed on, each contributing a chapter. True to his word, Mr. McGrady
rejected submissions that were too well written.*
Dice The New York
Times en su obituario que cumplió su advertencia de dejar fuera todo lo que
estuviera bien escrito. No se trataba de hacer un buen libro, sino de demostrar
las raíces del éxito: sexo, vulgaridad y más sexo. Si los malos escritores
pueden escribir mal y tener éxito, ¿por qué los buenos escritores no pueden
hacerlo?
La pregunta no es baladí y suele ser una de las tentaciones de
la gente que escribe bien, la pregunta que se hace en muchas ocasiones cuando
ve el triunfo de público de tanto indocumentado literario, de tanto bobo con un
lápiz. En la pugna entre la inmortalidad de la gloria y el éxito mundano, aquellos que tienen en
alguna estima la Literatura suelen tratar de escribir lo que les gustaría leer,
frente a los que escriben páginas que ni ellos mismos son capaces de terminar.
McGrady realizó su broma y consiguió demostrar que lo que
está voluntariamente mal escrito puede llegar a vender 20.000 copias, como
ocurrió con la novela de marras. Antes de que se hiciera público que Penelope
Ashe era una ficción tan ridícula como las páginas que supuestamente había
escrito, la novela fue un éxito de público. Después de saberse, llegó a vender
400.000 copias. Deprimente..., para algunos.
La fórmula del éxito está al alcance de aquellos sean capaces
de emplearla sin escrúpulos o son tan tontos que la creen inspiración. Hay de
todo, desde luego. Hay tan vanidosos y soberbios que confunden el éxito de
público con escribir bien, que miden su gloria por la longitud las colas para
firmar sus ejemplares en las ferias o el puesto en la lista de los más vendidos. Pura vanidad. Pero la vanidad es uno de
los motores más poderosos. Lo malo es cuando se creen merecedores de algo más, cuando reivindican su puesto en el parnaso literario, academias y libros de historia. El que vende su alma a buen precio no debería pedir esas cosas y contentarse con la cuenta bancaria, que no es poco. Pero lo quieren todo.
En realidad, McGrady puso en evidencia a un sistema que ya
se había puesto él mismo en evidencia. La literatura importa poco, se trata de vender. Y de vender lo que sea.
De ser cierto que la inspiración de la broma le llegó
tras la lectura del bestseller de Jacqueline
Susann, El Valle de las muñecas, descubrió
allí la panacea de las ventas y no necesitó más que concretar el encargo a sus
compañeros de redacción, sexo y mala
escritura. Definió así al público que hace crecer los bestsellers a través de sus intereses y capacidades. Ya no queda
sino tratar de encontrar una débil estructura que justifique una escena de sexo
tras otra, que es lo que desarrollaba en cada capítulo de la obra. Se ponen uno
detrás de otro y ya está. Tienes un bestseller.
La portada de la novela no tiene desperdicio. Una mujer
desnuda de espaldas y una barra de labios con la que se han realizado distintas
marcas de conteo. No hace falta mucha imaginación para comprender qué
significan, en el contexto creado por el título y la fotografía, las siete
marcas labiales. Una buena semana. Como a los toros, solo se trata de agitar un poco el capote frente a los morros para que embistan.
Habrá quien argumente que todos los días hay gente que
fracasa en su intento de lograr bestsellers,
pero eso no es más que la vanidad literaria que les traiciona y pretenden,
además de vender, escribir bien o ser originales o cualquier otra circunstancia
que les adule el ego y salve la conciencia. Los escritores de bestsellers,
como decía alguien de los guionistas, no se pueden permitir tener ego, solo cuenta corriente. Antes tenían que ser impermeables a los críticos. Ahora ya no hace falta ni eso.
El único ingenio que se permite suele ser en el título, que
es la influencia decisiva de la publicidad, el reclamo. El caso extremo del
funcionamiento lo ha dejado en evidencia el libro —bestseller, por supuesto— “What
every MAN thinks about apart from SEX”**. Toda la literatura que encontrarán es
la expresada en el título, pues no contiene una sola letra más, el libro está
en blanco. ¿La lógica?: no se piensa en otra cosa. Es el bestseller total. Otra broma que se ha vendido
por millones en todo el mundo y que novias, esposas y amigos regalan con
distintas intenciones.
Sheridan Simove, el “autor”, ha dejado el listón muy alto
para la próxima broma. De hecho puede ser la última de este tipo porque está
claro que la broma solo es posible en un libro de papel y no es
transferible a un libro electrónico. Las doscientas páginas en blanco que el
lector compraba al precio de 4’69 euros no tienen sentido en un dispositivo
digital. El chiste encuadernado —pues no de otra cosa se trata— solo es eficaz
si muestra una gran cantidad de papel en blanco, traducción material del vacío mental.
En la esquina superior derecha de la cubierta, un resaltado chillón nos
advierte: “Amazing Truth Inside!”. Maravillosa
y amarga verdad.
Si siempre se habló del miedo del escritor a la página en
blanco, parece que algunos se lo han
perdido y hasta lo han rentabilizado. McGrady se esforzó en realizar una
depurada mala escritura. Ya no llegamos ni a eso.
*
"Mike McGrady, Known for a Literary Hoax, Dies at 78". The New York
Times 14/05/2012 http://www.nytimes.com/2012/05/15/business/media/mike-mcgrady-known-for-a-literary-hoax-dies-at-78.html?_r=1&hpw
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