Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cuanto más compleja es una situación —inciden en ella un
mayor número de variables—, es más difícil de predecir, controlar y resolver.
Puede que la causa de los males se encuentre en nosotros, pero puede también
que las soluciones no lo estén. Esta paradoja es típica de las situaciones
complejas. En ocasiones es al contrario y son los problemas de otros los que te
arrastran por los excesos de dependencia que la globalización ha creado. Tú vas
bien, pero las cosas se tuercen.
La subcrisis europea, la que nos afecta como Unión, es una
crisis de nivel intermedio entre la crisis global y las locales, como la
española, que tiene otros dos peldaños más, el autonómico y el municipal. Europa
intenta solucionar crisis como las de Grecia o la española para evitar su
propia crisis general, la que afecta a todos; el estado trata de solucionar la
crisis de las autonomías poniéndolas en vereda del gasto; los gobiernos
autonómicos tratan de controlar a los ayuntamientos que deben a los proveedores
y estos finalmente presionan a sus vecinos que también se endeudan. Las
personas son las que padecen los efectos y secuelas de las crisis de todas las
instituciones que están sobre ellas. Lo padecen en forma de desempleo y de
deudas, ambas a la vez en muchas ocasiones.
A su vez, todas estas
crisis están determinando las posibles soluciones europeas y las posibles medidas
afectan al resto de las economías —USA, China, Japón…—, que están profundamente
entrelazadas. Nadie puede poner el dedo en la crisis porque está repartida por
todo el tejido social, nacional e internacional.
Cuando las cosas van bien, las teorías armoniosas suelen ser
aceptadas por todos. Nadie cuestiona las bonanzas ni dedica más de dos minutos
a explicarlas. Pero cuando empiezan a ir mal, las teorías sobre las causas y responsabilidades,
primero, y sobre las respuestas, después, se suelen multiplicar. Es lo que
ocurre en las discrepancias entre Europa y Estados Unidos, por un lado, y por
otro lado dentro de la propia Europa.
Raghuram M Rajan |
El economista y catedrático de la Universidad de Chicago, Raghuram
G. Rajan, fue uno de los que advirtieron con más precisión la crisis financiera
que se avecinaba y, por el mismo motivo, uno de los más ignorados en su
momento. En su obra Grietas del sistema —galardonada con el premio Financial Times / Goldman Sachs al mejor
libro de economía del año—, apuntaba lo siguiente:
La economía global es frágil
porque la escasa demanda nacional de los exportadores tradicionales presiona a
otros países para que aumenten el gasto. Como los exportadores tienen un exceso
de bienes que suministrar, países como España, Reino Unido y Estados Unidos
—que ignoran el creciente endeudamiento de las familias e incluso lo fomentan—
y países como Grecia —que carece de la voluntad política para controlar el
populismo gubernamental y las exigencias sindicales— suelen tener manga ancha.
Finalmente, el elevado endeudamiento de las familias y del gobierno de estos
países limita la expansión de la demanda y conduce a un ajuste drástico en
todos los aspectos. Pero mientras los países grandes como Alemania y Japón
tengan una inclinación estructural —realmente necesaria— a las exportaciones,
el suministro mundial barre el mundo entero en busca de países con las
políticas más endebles o, al menos, la mínima disciplina, tentándolos a gastar
hasta que sencillamente no pueden soportarlo y sucumben a la crisis. (21)*
La reflexión de Rajan me parece adecuada con una matización.
España tiene también males griegos en
los niveles autonómicos y municipales. Tenemos los males de los países grandes
y también los males griegos de las economías populistas menores. Los grados de
endeudamiento de Autonomías y ayuntamientos se revelan como característicos de
estos males. El protagonismo autonómico es indudable en nuestro caso.
Si la explicación de Rajan además de ser coherente es cierta,
implicaría que los problemas de la crisis europea tendrían mala solución porque
en ese nivel la solución no podría satisfacer a todos los países. El creciente
aislamiento de Alemania así parece demostrarlo: Alemania se quedará sola porque
la solución que propone es alemana.
Hace un tiempo lo dijimos claramente: Alemania le pide a los demás que sean
alemanes, algo imposible porque Alemania es Alemania gracias a que los demás no
lo son.
Eso que Rajan llama la “inclinación estructural” de Alemania
o Japón a la exportación tiene su complemento en que los demás deben ser gastadores comprando los excesos
productivos de Alemania. Alemania exige la austeridad del gasto cuando ella no
practica la austeridad productiva,
concepto extraño pero no por ello incomprensible. Pero no es lo mismo apretarse
el cinturón del gasto que el de la producción. El de la producción te lo
aprietan cuando los países que te compran dejan de hacerlo porque sus deudas
han crecido demasiado. Y esas deudas son con los países que tenían la fortaleza productiva necesaria como para prestarnos el dinero con el que comprarles.
Hoy no se fía,
mañana sí, como decía el famoso cartel. Y esa parece ser parte de la receta
alemana por el momento. Una vez constatado que los que compraban ya no tienen
más capacidad para endeudarse y seguir haciéndolo, eliges no venderles y les
exiges que se pongan en plena forma
económica para seguir comprándote. Su miedo es que los demás crezcan a su
costa, algo que no les ha importado para conseguir su propia riqueza. La especulación con las deudas soberanas permite que Alemania, por el contrario, se esté financiando a coste cero. Para mí, el síntoma más claro de que esta es la solución más favorable para Alemania es que Angela Merkel ha conseguido el apoyo de la oposición, algo que Sarkozy no logró con Hollande, con un planteamiento más europeísta.
El hecho de que se esté produciendo una alianza pro crecimiento
y que está se tenga que enfrentar a Alemania significa que ya se ha asumido que
la recuperación europea —con todas las variables que se quiera— implicará una
redefinición de los problemas y sus orígenes. El anterior frente Merkel –
Sarkozy tenía algo de antinatural en términos europeos: la creencia en que dos
países pueden hacer frente común e imponer a los demás las soluciones más favorables
para ellos. Cuando la producción mundial se ralentiza, la receta es que todos
se paren y paguen sus préstamos. Ha salido el safety car y ha neutralizado la carrera. La idea ahora es tratar de salir del bache imprimiendo velocidad y no parando en seco.
La crisis necesitará austeridad, sin duda, que es la forma
de despertar del sueño al que, como señalaba Rajan, te llevan para que relajes
tus filtros virtuosos y venderte todo lo que necesitan vender para crecer
ellos. Entre la austeridad asfixiante y el despilfarro populista, está el
sendero realista, el del crecimiento posible y el del endeudamiento razonable.
Mis dudas están más en nuestros agentes económicos y políticos. ¿Serán capaces de actuar
con sentido responsable, es decir, dirigiendo la economía española hacia
sectores con menor dependencia y fragilidad, que no solo impliquen riqueza real para unos y aparente para otros, sino un modelo sólido y de futuro? ¿Tendremos
esa altura de miras? ¿Seremos capaces de mirar por la estabilidad social del
empleo y no por la precariedad permanente? El reto es colectivo y va más allá
de lo meramente económico.
Con claridad, Rajan señala:
La responsabilidad de esta crisis
está compartida por un elenco mucho más amplio: políticos nacionales, gobiernos
extranjeros, economistas como yo mismo y personas corrientes como usted.
Además, lo que nos ha afectado a todos no ha sido una especie de histeria o
manía colectiva. Lo que resulta un tanto alarmante es que cada uno de nosotros
hizo lo más sensato de acuerdo con los incentivos que teníamos. Pese a la creciente
evidencia de que la situación se estaba torciendo, todos nos aferramos a la
esperanza de que las cosas iban a salir bien, puesto que nuestros intereses
dependían de ese resultado. Sin embargo, colectivamente nuestras acciones
llevaron la economía mundial al borde del desastre, lo cual volverá a repetirse
a menos que seamos capaces de reconocer los errores y tomar las medidas
necesarias para corregirlos. (15)
Cuando un sistema, que funciona correctamente conforme a sus
objetivos, te lleva al desastre es que sus objetivos son erróneos o
incompatibles. A veces los carros se salen de la carretera porque cada uno de
los bueyes tira para su lado.
* Raghuram G. Rajan (2011). Grietas del sistema. Por qué la economía mundial sigue amenazada.
Deusto, Madrid.
Exposición de los bancos alemanes |
Exposición de los bancos de Reino Unido en las distintas economías |
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