Joaquín Mª Aguirre (UCM)
“Por favor, por favor… ¡que lleguen los deportes!” Eso es lo
que los españoles nos decimos desde hace tiempo ante los telediarios. Da igual
la cadena, da igual la hora… “Por favor, por favor… ¡que lleguen ya!”. Son las
zonas seguras, las zonas sin sobresaltos y en las que cabe alguna alegría,
alguna compensación por tanto trago amargo, por tanto dato escandaloso, por
tanta palabra necia, por tanto sinvergüenza al descubierto.
Las cadenas televisivas, que tienen sentido comercial,
intercalan las noticias de deportes tras los primeros desastres a sabiendas de
que se les puede morir la audiencia de una insuficiencia cardiaca, de un colapso,
de cualquier cosa… Hay que tener valor para aguantar a pie firme la media hora
o los cuarenta minutos hasta que se llega finalmente a ese paraíso deportivo, a
esa zona protegida en la que los presentadores respiran: ¿queda alguien al otro
lado?
Habría que alternar: deuda,
medalla, bolsa, medalla, recorte, medalla, corrupto, medalla… Pero, como
eso es antiperiodístico, te dan los titulares casi sin respirar, te relajan con
un dosis de prealegrías deportivas
para que trates de aguantar hasta el final, para que cojas moral —que si Nadal
en semifinales de no sé dónde, que si Mourinho ha dicho no sé qué, que si al
coche de Alonso le van a poner alerones…— todo para ver si aguantas hasta el
final. Las cadenas ya van contando los días que faltan para los Juegos Olímpicos
y para la Eurocopa, como si fuera la cuenta atrás y pudiéramos escapar del
Planeta Tuerto, que parece que es en el que vivimos. Lo hacen con buena
intención, para que pienses que falta poco, pero es como el que le silba
canciones al galeote para que reme con alegría.
Deberían invertir los noticiarios y dejar lo importante para
el final, que el que quiera se quede. Pero no lo hacen así, no. Un aperitivo de
deporte, alguna información curiosa, mucha gastronomía y el tiempo, ¡ah, el
tiempo! ¡Qué noticiarios tan relajantes serían si solo nos dieran deportes,
gastronomía y la información meteorológica! ¡Es tan bonito! Con su mapa, sus
soles, sus nubes… Bueno, nubes no; solo con soles, que ya se sabe: se empieza
poniendo una nube, luego se le cuelgan unas gotitas y acabas con los rayos… ¡Mira
Hollande con lo del rayo que le han zumbado al avión presidencial según se ha
subido para ir a ver a Merkel! ¿Lo ves?, esa noticia está bien; esa vale. Tomas posesión y te cae un rayo en el avión.
¡Así da gusto hablar de política! Pero en cuanto empiezan que si la Merkel ha
dicho que austeridad a tope, que si el Krugman sale por peteneras con lo del corralito, los griegos que no salen del
platonismo y demás historias, ¡uf!
Cuando se ponen así, es que no hay quien aguante; te entra
la ansiedad y vas cuatro veces a la baño, a la nevera a picar, a ver si
encuentras el despertador para ponerlo en hora…, no te dura ni tres minutos el
trasero pegado al asiento. Te entran los sudores y empiezas con lo del “¡por
favor, por favor, que lleguen los deportes!”, que es como el que ve la luz al
final del túnel.
Y entiendes qué es eso de caminar hacia la luz, solo que
aquí te pasa dos veces al día, con cada noticiario. Te disparan con la política,
te rematan con la economía y te reaniman luego con los deportes. Es como si te
dieran golpes de alirón en el pecho
para ponerte el corazón de nuevo en marcha, como si te dieran descargas eléctricas
de turismo y gastronomía para revivirte. Después de dos goles de Messi, un triple de Gasol, cuatro
reveses de Nadal, el corazón comienza a latir otra vez, el aire te entra en los
pulmones. Y respiras, ¡vaya que si respiras!
Cada vez entiendo más porqué hay tanta gente que va con
camisetas deportivas por la calle. Es como la coraza psicológica anticrisis, el
puntito de compensación ante tanto descenso económico de categoría, ante una temporada en el infierno, como se decía
antes cuando tu equipo bajaba a segunda. ¿Rimbaud? ¡Nada de poesía! ¡Aquí no se
sabe ni a qué categoría te mandan!, si a tercera
periférica, como a los griegos, o te dejarán jugar la promoción a ver si
te salvas.
Cuando llegan los deportes, se escucha por todo el país un
monumental suspiro de alivio. No es distracción; es supervivencia.
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