Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Me
imagino que cualquier persona con sentido común se estará preguntando cuánto
puede durar esto, a sabiendas de que
no puede soportarse mucho tiempo. Por supuesto, no me refiero al propio Donald
Trump que podría estar así eternamente, ya que es propio de su personalidad,
sino al resto de los mortales, a los que carecen de ese sentido mesiánico
propio y del apocalipsis ajeno.
Los
primeros que están asustados son los que están más cerca de la bomba,
lógicamente. Cada vez deben tener más claro que su jefe no es una fuerza
controlable y que es problemático que una persona que no sabe la diferencia
entre Hamas y Hezbollah, como señaló Donald Trump ("ya me enteraré cuando
llegue el momento", vino a decir), esté decidiendo sobre el destino de
Palestina e Israel, por poner solo un ejemplo de las situaciones delicadas en
las que el presidente está poniendo sus pequeñas manazas.
El
editorial de The New York Times hace
chirriar las puertas y ventanas de la Casa Blanca:
It’s with a whiff of desperation that President
Trump insists these days that he’s the chief executive Washington needs, the
decisive dealmaker who, as he said during the campaign, “alone can fix it.”
What America has seen so far is an inept White House led by a celebrity
apprentice.*
No sé si se puede decir más claro. La presidencia
norteamericana se ha convertido en un drama bufo. Han situado a un inepto en el
despacho oval. El problema no es solo su falta de experiencia política, sino
más bien su exceso de ideas. Es ahí donde falla todo estrepitosamente. El mundo
podría aceptar a un inútil bien asesorado, pero es difícil que acepte a un loco
que no se deja asesorar.
En su realidad restringida, el presidente Trump ha
encontrado una excusa tradicional —ha heredado un desastre dentro y fuera de
los Estados Unidos— y la culpa de todo lo tienen los medios que no hacen ver lo
mal que está el mundo y que solo se centran en descalificar sus intentos de
arreglarlo. ¡Tremenda injusticia!
Lo que el presidente Trump ha dicho de la administración
anterior entra en contradicción con las cifras que le presentan. Trump necesita
que el mundo sea un desastre enorme para sentirse el enviado que debe
arreglarlo. Por eso se dirigió a los más miedosos de los votantes
norteamericanos, los que perciben peligros y amenazas en todo, y se les ofreció
como la solución definitiva, el hombre-milagro.
Anteriormente tuvo hasta que reconocer —a su manera— que el presidente Obama
era norteamericano, uno de los bulos
que los amantes de las "falsas noticias verdaderas" llevaban tiempo
haciendo correr para poder presentarle como "musulmán", otra "falsa
noticia verdadera", que muchos han dado por buena porque necesitan
creerla.
La preocupación por las "falsas noticias" surge
cuando se han podido comprobar sus efectos en la práctica política. Pero eso no
es más que lo visible e inmediato. Lo que no se ve es el largo proceso de
configuración de esas suspicious minds
que se han ido configurando mediante la técnica del goteo informativo, del
sustrato de una realidad deformada y agresiva en la que poco a poco te van
llevando hacia las posiciones adecuadas, las de la sospecha, las de la
incredulidad, las de la paranoia. Como cantó Elvis, "We're caught in a trap / I can't walk out..."
La segunda víctima de los ataques de Trump es, como era de
esperar, la prensa. Lo que ha dicho ayer es titular de todos los medios
norteamericanos y mundiales, intensificando la brecha y tratando de subvertir
el papel de la información y los medios. The Washington Post señala:
“Much of the media in Washington, D.C. — along
with New York, Los Angeles, in particular — speaks not for the people but for
the special interests and for those profiting off a very, very obviously broken
system,” Trump said early in the news conference, which lasted over an hour and
15 minutes. “The press has become so dishonest that if we don't talk about, we
are doing a tremendous disservice to the American people. Tremendous
disservice. We have to talk to find out what's going on, because the press
honestly is out of control. The level of dishonesty is out of control.”**
No creo que nadie recuerde una descalificación de tal tamaño
en un país que tiene una prensa abierta a todas las tendencias. Tendrán que
tener cuidado algunos medios de nos sumarse a esta locura porque acabarán
lanzando piedras a su propio tejado.
Esta descripción de su visión de los medios se ha completado
con un tuit que pasará a la Historia de la presidencia norteamericana, la de
los Medios y se contará entre los atentados contra la libertad de información:
Donald J. Trump ✔ @realDonaldTrump
The FAKE NEWS media (failing @nytimes,
@NBCNews, @ABC, @CBS, @CNN) is not my enemy, it is the enemy of the American People!
10:48 PM - 17 Feb 2017
31,980 Retweets 98,217 likes**
La megalomanía de Trump adquiere dimensiones sorprendentes,
dejando atrás cualquier comparación en un país democrático y solo comparándose
con los líderes de países en los que se encierra periodistas y se cierran
medios. Trump se ha puesto a la altura de Erdogan (y otros) en sus ataques a la
prensa, culpable de engañar a la gente. ¡La prensa es el enemigo del pueblo! El
presidente egipcio, Abdel Fattah al-Sisi, con su petición de que solo le
escucharan a él y dejaran de atender a los medios fue más educado que Trump.
Trump ya no es tomado en
serio por los propios comentaristas políticos, por los periodistas, etc. que
han perdido el miedo. Su pretensión de convertir la Casa Blanca en la Torre
Trump y los Estados Unidos en una franquicia de sus empresas muestran su
incapacidad política, además de la mental, para asimilar dónde está, cuál es su
función y la aceptación del mundo, de la realidad.
Hasta no hace mucho, la prensa especulaba con la vieja profecía
de la llegada del "gran demagogo". Esa fase ha pasado y hemos entrado
en la que se preguntan sin ambages sobre la salud mental del presidente. En The New York Times se publicaba ayer el
artículo con la pregunta que muchos se hacen: "Is It Time to Call Trump
Mentally Ill?" En el artículo, firmado por Richard A. Friedman —profesor
de Psiquiatría Clínica en el Weill Cornell Medical College— se nos habla de la
llamada "regla Goldwater":
[...] It says that psychiatrists can discuss
mental health issues with the news media, but that it is unethical for them to
diagnose mental illnesses in people they have not examined and whose consent
they have not received.
Contrary to what many believe, this rule does
not mean that professionals must remain silent about public figures. In fact,
the guidelines specifically state that mental health experts should share their
knowledge to educate the public.
So while it would be unethical for a
psychiatrist to say that President Trump has narcissistic personality disorder,
he or she could discuss common narcissistic character traits, like grandiosity
and intolerance of criticism, and how they might explain Mr. Trump’s behavior.
In other words, psychiatrists can talk about the psychology and symptoms of
narcissism in general, and the public is free to decide whether the information
could apply to the individual.***
El simple ejemplo dice lo que tiene que decir sin saltarse
la "regla Goldwater", con la explicación de lo que no se debería decir es suficiente. Ya durante la campaña,
algunos psiquiatras se aventuraron a diagnosticar a distancia a Trump, por lo
que las asociaciones profesionales de Psiquiatría debieron recordar la
"regla", cuyo nombre proviene del político Barry Goldwater, que hizo
dudar de su estado mental a muchos.
Una enfermedad mental, nos recuerda Friedman no significa
por sí misma que no se esté capacitado para la presidencia:
According to a study based on biographical
data, 18 of America’s first 37 presidents met criteria suggesting they suffered
from a psychiatric disorder during their lifetime: 24 percent from depression,
8 percent from anxiety, 8 percent from bipolar disorder and 8 percent from alcohol
abuse or dependence. And 10 of those presidents showed signs of mental illness
while they were in office.***
No sé si esto es tranquilizador o no. La cuestión es más
complicada hoy porque la complejidad del mundo no admite que un señor situado
en la Casa Blanca desbarate el precario equilibrio del mundo, deshaciéndose de
sus tradicionales aliados en lo económico o en lo político, y se lance en
brazos de su tradicional rival, Rusia, etc.
Ya sea por inexperiencia o por algún rasgo de su
personalidad, Trump está creando un enorme desconcierto y destapando cajas que
no se sabe muy bien cómo acabarán, echando por tierra muchos acuerdos que han
sido laboriosamente desarrollados por los anteriores presidentes y la comunidad
internacional. Si para Trump, el mundo heredado es un "lío", el que
nos está creando es un absoluto caos.
The New York Times
describe el estado actual de la Casa Blanca en el editorial citado
anteriormente así:
The White House is a toxic mix of ideology,
inexperience and rivalries; insiders say tantrums are nearly as common as the
spelling errors in the press office’s news releases. Steve Bannon writes the
president’s script, and Reince Priebus, the embattled chief of staff, crashes
meetings to which he has not been invited.*
Los ataques a la prensa de Trump no van arreglar esto. Los
papeles se han invertido y Trump parece no haberse dado cuenta. Durante la
campaña, sus salidas de tono tenían el beneficio de erosionar a su rival,
Hillary Clinton, y tenerle en el centro
del foco atrayendo todas las miradas. Los otros le hicieron la campaña.
Pero, por mucho que se repita, aunque Trump siga actuando
como un candidato solo tiene enfrente a sí mismo. Lo que hace ahora solo le
erosiona a él y, de paso, a los Estados Unidos en el exterior. Trump necesita
dirigir sus diatribas contra alguien, necesita enmascarar su falta de ideas con
estos combates con los que se alimenta en cada respuesta.
Lo que han estado haciendo sus portavoces ha caído en el
ridículo de las parodias e imitaciones de los cómicos o los chistes gráficos,
las descalificaciones periodísticas de sus mentiras. Eso es demasiado para
Trump que cree que poniéndose en primer plano —como ha hecho en la rueda de
prensa de 75 minutos él solo— podrá parar los golpes porque es "inmortal".
No hay presidencia que pueda soportar tal nivel de desintegración mucho tiempo.
Su apoyo al Brexit y ataques a las políticas europeas, su
apoyo a la solución de un solo estado en Palestina, la OTAN, las relaciones con
México, la construcción del muro, la prohibición de la entrada a los 7 países
musulmanes, etc. son casos abiertos que nadie en su sano juicio hubiera
destapado en tres semanas, sin equipo todavía formado, sin experiencia política
alguna.
No es solo la prensa. Ha atacado a los jueces, descalificándolos.
Les ha "responsabilizado" de cualquier atentado que se produzca. Todo
el que se le oponga recibirá la ira de sus tuits y el llamamiento al
linchamiento popular. Cuanto más se le frene en sus decisiones, más irritable se
volverá. Y no tiene límites.
Definir a la prensa como la "enemiga del pueblo
americano" es un listón que deberá superar en su intenso (no sé si largo)
camino a la destrucción. Ha puesto a la administración a cazar brujas por los
departamentos, por los despachos, por todos aquellos lugares en donde le puedan
"traicionar", una obsesión más.
La rueda de prensa era una especie de juego infantil en el que aprovechaba las peticiones de palabras de los periodistas para descalificarlos a ellos y a sus medios, para no dejarles hablar cuando quería o no responder a sus preguntas al grito de ¡fake news!
Hay que reflexionar mucho sobre lo que ha ocurrido en
Estados Unidos. Aunque solo avancen medidas discretas, muchos países
—especialmente los que tienen procesos electorales por delante— están intentado
protegerse de las extrañas influencias
que sobre la opinión pública de sus países pueden actuar en un momento preciso.
Se establecen dispositivos de alerta rápida frente a la "falsas
noticias" o a las "filtraciones" que aparecen en el momento
adecuado, como está ocurriendo en Francia, en donde le han quitado de delante a
Marine LePen un rival incómodo por la derecha que obligará a decidir electoralmente
en segunda vuelta entre el candidato socialista y ella, su escenario más
favorable. No serían sorprendentes nuevas "informaciones" que
desequilibraran la balanza en favor de Marie LePen. Lo mismo temen en Alemania,
Holanda, etc.
Jueces y medios de comunicación son ahora los enemigos del
pueblo norteamericano, en la versión que Donald Trump tiene del mundo. Putin es
un amigo; Le Pen, Farage, etc. son amigos también. Pronto ya no sabrá nadie quiénes son sus
amigos y quienes sus enemigos.
La "regla Goldwater", como se nos ha explicado, no impide iniciativas populares que el presidente sea sometido a algún tipo de evaluación psicológica. Como escribía un psiquiatra en una carta a The New York Times, si el pueblo es el jefe de Trump, ¿por qué no hacerlo?
La distancia entre su rueda de prensa y las parodias de la misma, como habíamos temido, se reduce. Pronto dará igual ver una que otra.
*
"President Trump, White House Apprentice" The New York Times
17/02/2017
https://www.nytimes.com/2017/02/17/opinion/i-alone-can-fix-it-president-trump-white-house-apprentice.html?action=click&pgtype=Homepage&clickSource=story-heading&module=opinion-c-col-left-region®ion=opinion-c-col-left-region&WT.nav=opinion-c-col-left-region&_r=0
**
"Trump calls the media ‘the enemy of the American People’" The
Washington Post 17/02/2017
https://www.washingtonpost.com/news/post-politics/wp/2017/02/17/trump-calls-the-media-the-enemy-of-the-american-people/?hpid=hp_hp-top-table-main_enemy-630pm%3Ahomepage%2Fstory&utm_term=.90c15c60ab5c
***
"Is It Time to Call Trump Mentally Ill?" The New York Times
17/02/2017
https://www.nytimes.com/2017/02/17/opinion/is-it-time-to-call-trump-mentally-ill.html?action=click&pgtype=Homepage&clickSource=story-heading&module=opinion-c-col-right-region®ion=opinion-c-col-right-region&WT.nav=opinion-c-col-right-region&_r=0
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