Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Si "América" debe ir "primero", no se entiende muy bien porqué Egipto debería ir después. Es un misterio que se basa en un solo hecho, la "atracción
fatal" que se produjo cuando se encontraron en septiembre, siendo Trump
candidato estigmatizado y Abdel Fattah al-Sisi el presidente de un gobierno
represivo con el que a muchos no les apetecía encontrarse, en Naciones Unidas.
Pero la amistad se da por descontada. Los medios egipcios, que no son dados a hablar de muchas otras cosas de Trump, se preguntan cómo se puede traducir esa amistad en beneficio de Egipto. Mientras unos lo dan por seguro, otros advierten que Trump no dará nada gratis y que es imprevisible.
Pero la amistad se da por descontada. Los medios egipcios, que no son dados a hablar de muchas otras cosas de Trump, se preguntan cómo se puede traducir esa amistad en beneficio de Egipto. Mientras unos lo dan por seguro, otros advierten que Trump no dará nada gratis y que es imprevisible.
Con el titular "Too early to predict US foreign
investments policy: Nafea", el Daily News Egypt se interroga sobre lo que
Egipto debe esperar del exterior. Cuando se observa con cierta perspectiva, la
vida económica egipcia es un continuo esperar. Debe ser una deformación
nacional porque en vez de creer en lo que se
puede hacer, se cree en que son fuerzas exteriores las que han de poner en
marcha el proceso. Esto implica que, por encima de toda la retórica
nacionalista y las fanfarrias, el egipcio no cree en sí mismo y espera que el
cambio que ponga en marcha todo provenga de fuerzas externas. Quizá sea un
efecto secundario de una economía subsidiada en la que todos esperan recibir
algo y desarrolla un sentido propio de la fatalidad.
Es precisamente la capacidad de iniciativa lo que define a
la nueva generación, la que fue capaz de ponerse en marcha y fue frenada en
seco en sus aspiraciones de autonomía y democracia. De esta forma se confirmó
el papel del liderazgo paternalista que hace que todo dependa del cumplimiento
de satisfacer las necesidades mínimas de los que se tiene por debajo, que
acabarán besando la mano pródiga que reparte. Lo malo es que esa mano, con más
frecuencia de la debida, se queda con una importante parte de lo que reparte y
tiende a ser muy dura en otros aspectos.
Esta vez, la confianza en el líder se ha vuelto a ilusionar con
la "hermandad" que existe entre Donald Trump y Abdel Fattah al-Sisi. Con
ello, los egipcios transfieren su propia psicología del poder a los Estados
Unidos, que evidentemente funciona de otra manera. Los gestos amables, la
miradas tiernas incluso, no implican regalos, favores o un trato preferencial.
Sin embargo, no es esto lo que se percibe en Egipto. Un amigo del presidente es
un amigo del pueblo egipcio; el mundo, dentro y fuera, funciona teniendo amigos
poderosos. Eso refuerza el "prestigio" del presidente egipcio ante su
pueblo que siente bajo el paraguas protector de la amistad.
Lo mismo ocurrió con Putin. Cuando el presidente Obama
presionó a Egipto por su falta de compromiso con las libertades y los derechos
humanos, el gobierno de al-Sisi giró hacia la Rusia del presidente Putin. Las
calles se engalanaron con su fotografía y Putin estaba en boca de todos. Rusia
iba a inundar Egipto de todo tipo de
bienes. Pronto se desinflarían las expectativas y el atentado contra el avión
ruso tiró por tierra las esperanzas creadas; ni un ruso a la vista. Putin no
hizo sangre de ello, pero no ha dejado salir un solo vuelo desde entonces con
los anhelados turistas rusos. Tampoco hizo mucha gracia el pago en rublos que
Rusia pretendía por las compras que los egipcios le hicieran al país. Rusia no
regalaba nada; solo vendía a mejores precios. Los egipcios, como siempre,
esperaban otra cosa, el milagro definitivo del amigo poderoso.
El artículo de Daily News Egypt señala:
In spite of the harmony between Egyptian
President Abdel Fattah Al-Sisi and US president Donald Trump, economic experts
believe that it’s hard to guarantee bilateral relations are going to improve
and that Trump’s good personal relation with Al-Sisi doesn’t mean economic
relations will improve.
According to Trump’s statements, which voice
his putting America first to make it “great again,” Medhat Nafea, economic
expert and member of the World Federation of Exchanges, said it is early to
predict the foreign policy of the USA under Trump, especially the bilateral
relations with a country.
He explained that US institutions—nonetheless
of which are the legislative branch, the media, and the presidency—are in
conflict with one other, and it seems like Trump has to end Americans’ domestic
problems before looking into the country’s relations and foreign affairs.
“The presidency is competing with the judiciary
system, the media, and even the government’s employees over who will prevail in
the current US internal conflict. I believe the other institutions will win,”
Nafea noted.
He added that the US economy under Trump will
be more closed, especially in aid programmes and grants, which will lead to the
suffering of many countries. Trump repeatedly said that to maintain domestic
issues and internal affairs, he puts the American people first.
“It’s not beneficial to talk about personal
relations when it comes to relations between countries,” he noted, adding that
experts believed Trump’s good talks about Russian president Vladimir Putin and
the bilateral relation between them will improve the US-Russian relations.
Trump has since changed his tone, Nafea continued, after knowing that Russia
played an illegal role in the US elections.*
Es característico de los países árabes entender las
relaciones entre presidentes como relaciones entre países. Eso es posible por
dos causas: la historia y la falta de democracia. Históricamente, han sido los dirigentes
quienes han decidido. Esto se ha mantenido como norma allí donde ha fallado más
la democracia. No es relevante entre países democráticos que exista amistad presidencial
porque estos no son propiedad de los
gobernantes.
Parece mentira que Egipto no haya escarmentado con el caso
de las islas de Tiran y Sanafir, entregadas a la jurisdicción saudí como gesto
de no se sabe muy bien qué, pero que pretendían ser un signo de amistad. Que el
presidente de un país, sin contar con nadie, entregue dos islas al rey vecino
que viene de visita hace ver la forma de pensar la política y el país.
Tiene razón Medhat Nafea cuando señala que las relaciones
personales son un obstáculo en las relaciones entre países. Pero Egipto se ve atrapado
en su propia mitomanía del poder. Y lo hace porque necesita considerar que su
líder se lo manda Dios. Esto lo fomentó el propio al-Sisi al hablar del sueño
profético en el que Sadat se le apareció. No es casual que fuera Sadat, claro.
Los otros dos presidentes estaban "anulados": Nasser porque quedaban
nasseristas que hubieran protestado señalando con razón que si el expresidente
se debía aparecer a alguien en sueños, debería ser al dirigente de su partido
(rival de al-Sisi en las elecciones) y Mubarak, que está vivo y en la cárcel,
motivos más que suficientes para no desear aparecerse en un sueño recomendando
a su captor que le suceda, pero
sueños más raros se han visto.
Puede que Donald Trump también comience a tener "sueños"
en poco tiempo. No tendría nada de particular. Lo que no sé es quién estaría
dispuesto a ir a recomendarle nada.
No llegan los sueños, pero sí las apetencias. Hace unas
pocas horas, Trump hablaba de los muchos millones invertidos por Estados Unidos
en Oriente Medio en un corto periodo y se quejaba de no haberse quedado ni con un pozo de petróleo. ¿Es una línea de
actuación futura? Si quiere cobrar a los aliados europeos de la OTAN, ¿por qué
no ha de recibir compensación en Oriente Medio?
Trump se queja lo que Estados Unidos ha "desperdiciado"
ayudando al mundo sin que el mundo le devolviera nada y deteriorando el país. Esta
es la línea programática de su discurso político y parte de lo que le ha
llevado a la Casa Blanca. No es tiempo de favores. Lo que Trump ha propuesto es
cobremos lo que damos y dejemos de dar lo que no cobramos. Que cada uno se haga su
composición de futuro con ello.
Obama congeló las ayudas militares a Egipto dos años. Lo que haga Trump
en adelante tendrá la política "americana" como beneficio, no la de
Egipto. Si Trump apoya el militarismo, los egipcios vivirán en una situación
como la que han vivido hasta el momento. A Egipto se le pagará para que actúe
protegiendo a un Israel cada vez más envalentonado por el propio Trump, como ya
se está demostrando, y más enfrentado, por ello, a la comunidad internacional en
general y a la árabe en particular.
Esto significa que cuanto más dinero les dé Trump, más caro
les saldrá en coste social, aumento de la violencia terrorista e inestabilidad
económica, pues lo que hay no gustará mucho a los inversores. Eso forzará a la
baja las posibilidades de inversión en Egipto. Quien invierta, asumirá más
riesgos y querrá más beneficios, con el agravante de que no lo harán en los sectores
turísticos ante la situación peligrosa que se irá creando. Esto conllevará más
protestas y más represión si cabe.
Este último factor resultará orwelliano porque la prensa
será acusada de crear una imagen negativa
si muestra el terrorismo y de traidora
si no lo muestra. Egipto deberá elegir qué muestra para satisfacer esa doble
necesidad: mostrar a Trump cómo son atacados y luchan, por un lado, y evitar
que los turistas e inversores se asusten con ello. Los periodistas darán con sus huesos
en las cárceles, único negocio de construcción que florece en Egipto.
Hasta el momento, el presidente al-Sisi tiene dos amigos poderosos, Trump y Putin, y un país que se le deshace entre la manos, con una economía arruinada y la libra comiéndose cualquier margen de mejora. Pese a tener la moneda tan baja, no se exporta y no hay llegada apenas del turismo. Se sigue reprimiendo con más energía que antes. Buenos amigos, pocos resultados. Un país amigo es un país que quiere lo mejor para tu pueblo; no el que busca que le cubras las espaldas, le ahorres trabajo o financia tu represión. Es deteriorar demasiado la palabra "amistad". Todo eso no se compensa con una cuantas inversiones que además acabarán favoreciendo a los de siempre.
Una vez más, el futuro de Egipto está en sus manos y no en
las de Trump. Pero para eso tienen que cambiar muchas, muchas cosas.
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