Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El País
trae a sus páginas un problema real con el titular "El periodista turco
excarcelado acusa a la UE de olvidar sus valores". La primera muestra del
problema se da en el propio titular: hay muchos periodistas encarcelados por
Erdogan y su régimen enfadado. El
régimen enfadado es un nuevo tipo de estado que practican algunos gobernantes
que están siempre con un dedo levantado apuntando al de enfrente. La primera cuestión
es, pues, la invisibilidad mediática
de los señores que Recep Tayyip Erdogan mete entre rejas en cuanto que se
enfada un poco, que suele ser siempre.
La
cuestión que se plantea por parte de Can Dündar, el periodista aludido por
excarcelado, es precisamente este estado olvidadizo ante la autoritaria Turquía
de Erdogan. Sigue en la presidencia del país porque ha sido capaz de haber roto
una tregua con los kurdos causando miles de muertos y deteriorando todavía más
la situación de la zona.
Pero
Erdogan sabe que es el muro que separa del "otro lado" y eso da mucho
poder. ¡Abre la muralla, cierra la
muralla! Y ese poder lo invierte en represión a sabiendas de que se le
necesita de portero de la zona para
evitar que todo lo que no se consigue arreglar llegue al centro de una Europa a
la que le gustaría ser un continente aislado, pero que forma parte de una Eurafricasia.
Dündar
ha puesto en evidencia a Europa —y a Estados Unidos— al señalar que a Erdogan
se le consienten cosas que a otros no se le consentirían y que quienes pagan
eso son los turcos. Evidentemente es cierto. Aquí hemos resaltado muchas veces esta
paradoja occidental: dice defender las libertades, pero deja en la estacada a
todos los que intentan hacer lo mismo en sus propios países. Es la
incongruencia de las amistades con los dictadores, cuya muestra más clara fue
lo ocurrido con la llamada Primavera Árabe y lo que sigue ocurriendo.
Esa
debilidad europea la perciben pronto y comprenden que no serán sancionados por
la comunidad mientras la comunidad les necesite. No solo eso: pueden ser
premiados.
Los periodistas no son los únicos, pero sí de
los más castigados por estar entre las especies molestas para el poder. Cuando
tratan de denunciar las situaciones son atacados con todo el aparato del Estado,
acabando en la cárcel en una mayoría de ocasiones. Señala Can Dündar:
En Turquía, cualquier noticia negativa sobre
Erdogan se toma como una traición a la patria, pero el tribunal ha tomado
partido por la libertad de prensa”. Si bien la decisión del Constitucional se
refiere solo a la prisión preventiva decretada por otro tribunal y no se
expresa sobre el fondo del juicio, el abogado de Dündar, Bülent Utku,
consultado por este diario, cree que “en condiciones normales” debería conducir
a la absolución y la suspensión del juicio, cuyo inicio está previsto para el
próximo día 25. Pero el periodista reconoce que “Erdogan está ejerciendo
presión” sobre los jueces: “Veremos quién gana, si el poder político o la
Justicia”.*
Puede
que la Justicia se haya puesto del lado de Dündar en estos momentos, pero el
enfado terrible de Erdogan —eso sí que fue resaltado por toda la prensa—
señalando que "no estaba de acuerdo ni respetaba" la decisión del
Tribunal de liberarlos. Es significativo, una vez más, que la noticia
importante sea el enfado de Erdogan y no el encarcelamiento de periodistas. La
propia lógica de la escasez que también rige en el mundo de la información
tiende a infravalorar la situación por repetitiva. Dündar no es un
"periodista encarcelado"; es el "motivo" del enfado de
Erdogan. Si el presidente turco no se hubiera enfadado, las probabilidades de
que la noticia saliera a la luz serían mínimas. Nos dice la entrevista de El
País:
En este sentido, Dündar se muestra
“preocupado” por el papel de la Unión Europea y su falta de crítica hacia una
Turquía que camina hacia "un régimen autoritario". “Del mismo modo
que me siento orgulloso del apoyo recibido por la prensa europea, me siento
defraudado por los Gobiernos europeos, especialmente por el alemán”, explica.
Según el periodista turco, ante el “drama humanitario” que viven los refugiados,
la UE ha “renunciado a sus principios” y ha entrado en un “sucio regateo” con
Ankara a fin de “alquilar el territorio turco para mantenerlos aquí”. “Los
ideales europeos, como la libertad de expresión, se están defendiendo más en
Silivri [la prisión donde fue encerrado] que en Bruselas”, remata.*
Y tiene
toda la razón. Damos por sentado nuestras libertades e incluso cantamos
nuestros deseos de que sean "universales", pero se valora más la idea
de una comodidad que es, a medio plazo, suicida. Si no defendemos esos valores,
se quedan en una retórica hueca. Ese "sucio regateo" es la realidad
de la política europea hacia los gobiernos autoritarios como el de Erdogan. No
es el único caso, desde luego. Todos los dictadores comprenden que les basta
con ser necesarios para comodidad de los países poderosos para que se mire
siempre hacia otro lado en sus perversiones y maldades políticas. El caso del
secuestro, tortura y muerte de Giulio Regeni en Egipto es otra muestra más de
la incomodidad de los hechos para la política europea. Las promesas de aclarar
los hechos llevan a la negación de los hechos y al olvido de los hechos. Es la
política del olvido. Pero los que están encarcelados o en riesgo de serlo no
olvidan.
Y eso
tiene sus consecuencias: se deja de confiar en Europa. Hoy existe un gran
recelo hacia Europa precisamente por su falta de eficacia en la defensa de las
libertades. Todos percibimos que nuestras energías se van en un intento de frenar
autodestrucción de la Unión antes que en hacerla más fuerte por el camino de
los valores que se supone que son parte de nuestra Historia. Sin embargo, puede
que solo sean bonitas frases en nuestro folleto turístico institucional y que
la realidad sea otra muy diferente y mucho más pobre. La gente selo se conmueve
con la economía; un buen contrato lo borra todo. Contrata y perdona es la doctrina oficial.
Muchos
vienen a Europa con ese folleto de las libertades en la mano. Por no desafiar a
los gobiernos como el de Erdogan, muchos se encontrarán que se les recibe mal o
que no se les recibe. Son incómodos. Quedan como motivos, en el mejor de los
casos, de pequeñas noticias que se cuelan por las rendijas en los periódicos
del día, entre titulares de trivialidades.
Las libertades no deberían ser "cosa de activistas" y deberíamos elegir y exigir a nuestros gobiernos un compromiso con ellas. Las "buenas relaciones" se deben tener con quien lo merece. Olvidar selectivamente, mirar para otro lado, no es bueno para nuestra "autoestima europea".
Europa
hace mal en esto. Los valores universales que se defienden en una prisión turca o egipcia son los que pregonamos y deberíamos hacer que sintieran al menos ese respaldo, ese gesto que les ayude
a mantener la esperanza.
Cuando se ignoran fuera, se acaban ignorando dentro. Y los peligros de la indiferencia comienzan a aparecer entre nosotros.
* "El periodista turco excarcelado acusa
a la UE de olvidar sus valores" El País 2/03/2016
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/03/02/actualidad/1456927500_707464.html
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