Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cuando
las democracias pasaron a ser democracias
realmente, es decir, cuando el voto llegó a todos los ciudadanos y no solo a
unos pocos privilegiados que se consideraban dueños del destino de los países
porque poseían la tierra, pronto surgieron las advertencias de lo fácil que era
manipular a la gente. La democracia es un sistema ideado con una serie de
defensas y medidas preventivas para evitar que un loco pueda contagiar al
número suficiente de personas y mandar al traste a todo el sistema. Como
sabemos, esta posibilidad se ha dado en algunos momentos de la Historia; en
ellos los locos han enloquecido al pueblo o un pueblo enloquecido ha elegido a
un loco para ponerse al frente. Para unos el pueblo siempre tiene "razón", diga lo que diga,
mientras que, para otros, se equivoca precisamente porque es fácil de seducir y
porque no identifica con claridad a aquellos que pueden ser su perdición. Respuestas hay para todos los gustos.
Donald
Trump es un peligro universal. La sola posibilidad de que pueda ser elegido ya
deja el mundo en una situación en la que, en el mejor de los casos, habrá que
preguntarse qué está pasando en el planeta para que la gente vea como deseable a
un tipejo como Trump. Sin duda, hay una involución de algún tipo.
Es
cierto que las primarias republicanas
son solo representativas de una parte del electorado norteamericano.
Pero también es cierto que hasta el momento no había habido unos candidatos tan
penosos y un elegido tan nocivo para el mundo y para los propios Estados Unidos
que se pudiera presentar como un salvador, como un mesías de la
"nueva América".
Son
bastantes los artículos en la prensa norteamericana que recuerdan las advertencias
de los Padres Fundadores sobre la llegada de una especie de "anticristo"
de la democracia, el "antipresidente". En The Huffington Post, ya en septiembre, Cody
Cain se recreaba en las prevenciones que los "padres" tenían sobre la
llegada del "antipresidente", del "Gran Demagogo" y cómo
fueron diseñando el sistema para evitar sorpresas de este tipo. Tras señalar que, en su
conservadurismo, a muchos padres les habría preocupado más Bernard Sanders y sus
propuestas, Cain se dirige al verdadero problema, Trump:
Mr. Trump, on the other hand, is exactly what
the founding fathers were worried about.
Mr. Trump is a giant megalomaniac who fails to
articulate any coherent political policies, but instead generates popular
support by appealing to less sophisticated people based upon nothing more than
his bombastic personality and the superficiality of being a celebrity and super
rich. While serious-minded people instantly recognize the nonsense in what Mr.
Trump says, Mr. Trump is nonetheless able to build support by appealing to
those who are less educated.
Founding father Alexander Hamilton expressed
concern about "demagogues" as candidates, and founding father
Elbridge Gerry declared that "demagogues are the great pests of our
government, and have occasioned most of our distresses." The definition of
a "demagogue" fits Mr. Trump to a T: A candidate who seeks support by
"appealing to popular desires and prejudices rather than by using rational
argument."
Yep, that's Mr. Trump all right.
This type of candidate is exactly the sort of
danger that the founding fathers feared. They were worried about voters going
berserk and electing a candidate with great superficial appeal but who entirely
lacks the substance to be president.*
La demagogia es el gran peligro, sí, pero ¿no lo estamos
rondando demasiado a menudo? Trump no es un ser inesperado; más bien se trata de la consolidación de lo indeseable. El éxito de Trump es el de
las técnicas de comunicación y su correcto manejo al servicio de una mala causa. Cada vez más los comentaristas se han ido centrando
en su equipo y entorno de trabajo. Trump es peligroso porque es un demagogo,
megalómano y populista. Pero su mayor peligro es el que confirma que haya
llegado hasta donde está llegando: cuenta con el apoyo de mucha gente. ¿La
suficiente para ganar? Probablemente no, pero sí la suficiente como para
preocuparse seriamente ante el tipo de personas que están creciendo en la
democracia más poderosa del mundo.
Con información de Reuters, Ahram Online recoge sus
declaraciones sobre lo que podría ocurrir si, como muchos señalan, del Partido
Republicano lo defenestrara eliminándole de la competencia por la presidencia y
eligiendo a otro:
In an interview with CNN on Wednesday, Trump said
if he got a large number of delegates yet was denied the nomination: "I
don't think you can say that we don't get it automatically. I think you'd have
riots. I think you'd have riots. I'm representing many, many millions of
people."
Party leaders are appalled at the real estate
developer and reality TV personality's incendiary rhetoric and believe his
policy positions are out of step with core Republican sentiment, such as his
vow to deport 11 million illegal immigrants, temporarily ban Muslims from the
United States and build a wall along the border with Mexico.
Trump told MSNBC's "Morning Joe" show
on Wednesday that he mostly consults himself on foreign policy issues.
"I'm speaking with myself, number one, because I have a very good
brain," he said. "I know what I'm doing ... my primary consultant is
myself, and I have a good instinct for this stuff."**
El peculiar sistema norteamericano hace posible que el
partido rechace al elegido en la primera fase. La respuesta de
Trump es la amenaza con las revueltas sociales. De nuevo, no hay que
infravalorar la capacidad de Trump, como se ha hecho otras veces ya, para
arrastrar a la gente.
Las respuestas a por qué Trump está presente en la vida
política norteamericana pueden no gustar, pero hay que buscarlas. En muchos
sentidos, Trump es el anti-Obama. Ha canalizado el odio racial de muchos
norteamericanos blancos contra un presidente afroamericano. Su liberalismo
social ha sido atacado ferozmente y aprovechado igualmente por Trump.
Trump es el resultado de la materialización de los demonios
republicanos, de las exacerbadas y prejuiciosas reacciones contra Obama. Las
paranoias conspiratorias (Obama es un musulmán,
el juego de palabras Obama-Osama, Obama
no ha nacido en los Estados Unidos
—Trump recogió esto también— contra Barack Obama han sido constantes por parte
de los republicanos que ha desatado la idea de la desobediencia a un presidente
que atenta contra los valores cristianos,
blancos de América. Son los integristas del cinturón
bíblico, los que consideran a Obama como un agente del diablo, con sus leyes del matrimonio del mismo sexo, la
sanidad, su actitud contra las armas, etc. Durante ocho años, el calentamiento ha sido grande, la tensión
palpable y sin medida. Las redes sociales han servido de vehículo de esa guerra
de intransigencia. Han creado una auténtica resistencia.
Donald Trump ha surgido en este momento porque ha sabido recoger el descontento de todos esos
grupos a los que es posible acoger bajo un discurso genérico y común (el ambiguo
"hacer a América grande") a los que creen que se ha tocado fondo con Obama. Su discurso es
agresivo, defensivo, provocador y alentador de todos los miedos primarios que
viven en un sector de la población, el sector "colonialista", aquellos
que ven a los otros como invasores, atacantes de los principios sagrados de la
república. Trump ha logrado dar el salto del integrismo encerrado al populismo
comunicativo posible en la aldea global. Trump ha seleccionado a su público mediante sus discursos radicales y ha construido su posibilidad de existir hasta convencer a los demás de que existía, de que no se iba a disolver en la nada. Y ahí está.
Frente a su eslogan de una "América grande", la
estrategia de Trump es hacerla "pequeña", provinciana, primero. Surge así ese
sentimiento de rechazo de todo aquello que se considera invasivo, cuyo miedo se
redirige hacia aquellos a los que se odia. Todos los comentaristas han señalado
ese "odio" que divide América en la "época de Trump". Trump
ha seguido la estrategia del odio, que es triunfadora porque hace que se odie
también al propio Trump, error estratégico que lleva a que sus admiradores empaticen más con él y se produzca un
enfrentamiento mayor con los otros, es decir, un refuerzo del vínculo como
compromiso defensivo. Pocas cosas unen más que el odio; Trump lo aprovecha.
La campaña de Trump está perfectamente diseñada. Se hecho
sabiendo lo que se hacía desde el principio. Ahora la presión es sobre los
republicanos, a los que se ha mostrado como débiles, incapaces de enfrentarse a
los demócratas. Por eso los republicanos temen el efecto Trump, porque aunque
lo paren saben que él se presenta como la superación del Partido Republicano, no como su éxito. Trump es Trump. Ahora la amenaza son las revueltas callejeras si se le roba la nominación.
Si consigue ser el candidato ante la presión de la gente y
de los que están de acuerdo con él dentro del Partido, que desbancarían a los
actuales, su estrategia cambiará para conseguir más votos de los que ha
conseguido hasta ahora. Si hay ocasión, pronto entrará la segunda fase, con un
Trump que se afianza, pero que llamará a toda América a planear esa grandeza
tratando de convencer a todos (y al resto del mundo) de que sus propuestas son
razonables. Será un Trump de doble cara, conciliadora e exacerbada, ambas
llevadas al extremo según las circunstancias.
Habrá quien le crea.
* "The Founding Fathers Would Deplore Donald
Trump" The Huffington Post 14/09/2015
http://www.huffingtonpost.com/cody-cain/the-founding-fathers-woul_1_b_8130850.html
**
"Trump predicts riots if denied Republican presidential nomination"
Ahram Online 16/03/2016
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/9/193117/World/International/Trump-predicts-riots-if-denied-Republican-presiden.aspx
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