Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Euronews
nos trae la noticia de la condena a ocho años de cárcel del espía —alemán de nacimiento,
universal por vocación— Markus Reichel. El asunto saltó hace algún tiempo —el
caso Snowden lo eclipsó un poco— y ahora se resuelve en los tribunales. Señalan
en Euronews:
La Justicia alemana ha condenado a ocho años
de cárcel a un ‘triple espía’ germano. Se trata de un exempleado de los
servicios secretos de este país, de 32 años, considerado culpable de “alta
traición” por colaborar con la CIA y proponer sus servicios a Rusia.
Markus Reichel ha justificado su doble
traición por sus ganas de “aventuras”.
Entró en los servicios secretos alemanes a
finales de 2007. Se encargaba del correo y la gestión de ficheros. No se sentía
reconocido. Unos meses más tarde, contactó con la embajada de Estados Unidos en
Berlín. Desde entonces hasta su detención, en 2014, envió más de 200 documentos
a la CIA. A cambió recibió al menos 95.000 euros.
Reichel fue arrestado cuando ofrecía sus
servicios al espionaje ruso.*
La
doble motivación, "falta de reconocimiento" y "ganas de
aventuras", son fatales en empleos como el de Reichel. Así descrito, vemos lógico que Reichel convirtiera en negocio su
frustración. En estos tiempos de crisis de las identidades, no era de esperar
que espiara por amor a la patria. Poco amores, más allá de sí mismo. tiene este joven alemán.
La
misma conclusión ha debido sacar el juez que le ha cargado los ocho años de
cárcel para que se motive de nuevo. En The Guardian señalan:
Reichel told a court in Munich: “No one trusted
me with anything at the BND. At the CIA it was different. I would be lying if I
said that I didn’t like that.”
Judge Reinhold Bayer questioned Reichel’s
motivation, saying that the fact that he had been paid a total of €90,000
(£70,000) suggested a financial motive. Before gaining a job at the BND, he had
been unemployed for several years.**
A diferencia de aquellos viejos espías a los que había que
tentar, Reichel se tienta él solo. Más bien descubrió que tenía en las manos
—como cartero que era— un negocio posible y se dedicó a llevarlo a cabo.
Hay que reconocerle que lo suyo no es el espionaje sino el
emprendimiento. Por eso no habrá visto como negativa la observación del juez.
En estos tiempos de espionaje global y tecnológico, Reichel decidió montar el
negocio con lo que pasaba por sus manos, los correos.
Tuve ocasión de ver hace unos pocos días la película
"Llamada para el muerto" (The deadly affair, 1966), una estupenda
película británica dirigida por Sidney Lumet, basada en una novela de John
Le Carré. Allí las cosas de los agentes dobles eran mucho más complicadas. Los
servicios secretos de los británicos habían trabajado codo con codo con los
rusos durante la guerra y había mucho intelectual salido de las universidades con simpatías
marxistas.
La llegada de la Guerra Fría fue un choque en el que los viejos aliados
pasaban a ser enemigos y eso descolocó
a muchos. Como le dice al inicio de la película un viejo espía al protagonista,
el personaje interpretado por James Mason:
— Please! You know, Mr Dobbs, when you're
young, you hitch the wagon of whatever you believe in to whatever star looks
likely to get the wagon moving. When I was an undergraduate, the wagon was
social justice, and the star was Karl Marx. We perambulated with banners. We
fed hunger marchers. A few of us fought in Spain. Some of us even wrote poetry.
I still believe it was a good wagon, but an impracticable star. We had faith
and hope and charity. A wrong faith, a false hope but I still think the right
sort of charity. Our eyes were dewy with it. Dewy and half shut.
A diferencia del viejo espía idealista —que hasta llegó a
escribir poesía—, Markus Reichel es el espía zangolotino, palabra poco frecuente
para un hecho imparable: la inmadurez. El zangolotino es el inmaduro, el
infantil, que creo que es lo que mejor le cuadra a este desempleado al que el
estado alemán le ofreció un empleo y que se sentía poco valorado y con ganas de
aventuras. Se aburría, dijo. Seguro que preguntó el primer día cuánto se tardaba en llegar a "doble cero".
A diferencia de los trágicos espías de Le Carré, escindidos
entre las ideologías y sus compromisos patrios, entre las fidelidades
intelectuales y el mundo cambiante, el espía Reichel es un mediocre con ínfulas
de emprendedor y pinta de que cuando sea mayor le gustaría ser Steve Jobs.
Aquellos espías daban para las novelas de Le Carré o de Graham Greene; estos no
dan ni para un sketch de José Mota.
¡Que no le valoraban! ¡Será memo!
* "Ocho años de cárcel para un ‘triple espía’
alemán" Euronews 17/03/2016
http://es.euronews.com/2016/03/17/ocho-anos-de-carcel-para-un-triple-espia-aleman/
** "No
one trusted me with anything, says German triple agent" The Guardian 17/03/2016
http://www.theguardian.com/world/2016/mar/17/german-triple-agent-markus-reichel-started-spying-because-he-felt-under-appreciated
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