Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Como
ocurre tras cada atentado en Europa, las especulaciones sobre la negligencia o
la inoperancia se desatan. Cuando escribimos, a las pocas horas, ya hablamos de
otro tipo de errores, que el que caracteriza al político: la presentación de
resultados para que no se piense que no se
hace nada.
La
dimisión de dos ministros belgas era la señal inequívoca de que algo había que
hacer tras los atentados. El Primer Ministro no las ha aceptado y aquí se acaba
esa parte de la historia. Pero el mal sigue ahí, repitiéndose en cada uno de
los momentos críticos.
Europa
está diseñada para la paz, no para la guerra. Esto es lógico porque la idea
esencial europea es entrelazar a los países que llevaban dos grandes guerra en
medio siglo y un largo historial de enfrentamientos en los anteriores. Eso ha
llevado al desarrollo de todo aquello que une para disfrutar de la paz por el
intercambio, de ahí que se haya buscado crear lazos y eliminar barreras. Eso
está muy bien. El problema se traslada entonces a las fronteras, que actúan
como límites frente a lo no-europeo.
Europa acaba donde empiezan los otros.
Los
problemas también surgen porque los otros son países como Turquía, cuyo
gobierno tiene su propia guerra montada y ha tomado la medida a Europa, que se
ha creado una dependencia de ellos para solucionar conflictos que no debería
dejar en sus manos. En el mismo post
de ese día sobre los atentados, cerrábamos lamentando el uso perverso que algunos
harían de ellos. Uno de los que teníamos en mente era Recep Tayyip Erdogan,
como se ha podido comprobar pocas horas después.
Erdogan
está usando la inoperancia del gobierno belga para confirmar la superioridad de
su política represiva y autoritaria. Erdogan no puede dar lecciones a nadie, de
ningún tipo. Carece de la transparencia debida, como le han recordado
constantemente los aliados, que han tenido que forzarle en el asunto de la
frontera.
Euronews recoge tanto el mea culpa belga como los desprecios de Erdogan:
El ministro belga del Interior consideró
inaceptable que los cuerpos de seguridad belgas no hiciesen nada desde el
momento en el que se detuvo a uno de los artífices de los atentados de Bruselas
en Turquía y el momento en el que fue deportado en avión a Holanda.
También habló el ministro de Asuntos
Exteriores de Bélgica, asegurando:
“El 14 de julio llegó una nota enviada al
Ministerio de Asuntos Exteriores, a través de la página web que sirve de
comunicación con el servicio diplomático de Ankara. En esa nota, escrita en
turco, se informaba a la embajada que El Bakraoui había sido enviado a
Amsterdam, en un vuelo a las 10,40 de ese mismo día, sin mencionar los motivos
de la deportación”.
El presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha
calificado al Gobierno belga de incompetente:
“Qué Gobiernos más incompetentes… Detuvimos a
este hombre en Gaziantep y lo deportamos. Lo enviamos de vuelto pero esos
señores no hicieron lo que era necesario y pusieron en libertad a ese
terrorista. Y ahora vienen a pedir cuentas, ahora quieren respuestas”.
El ministro de Justicia belga cree
obligatorio que la policía y los servicios de seguridad implicados en la lucha
antiterrorista compartan información para prevenir atentados.*
La
cuestión que plantea Erdogan tiene sus límites en que los países europeos no se
dedican a hacer lo mismo que él hace en Turquía. Una de las mayores
dificultades a las que Europa se enfrenta es la tentación totalitaria. Es el título de un célebre libro de Jean-François
Revel. En su obra, Revel se refería a la tentación del socialismo por acercarse
a las posturas totalitarias, entonces identificadas entonces con el comunismo.
La
tentación totalitaria hoy (algunos países todavía no han superado los 70) se
produce hoy, en cambio, por los populismos en Europa y Estados Unidos (¿qué es
Donald Trump, si no?) y en el islamismo en la sociedades musulmanas. La
tentación totalitaria es Erdogan en Turquía, es Abdel Fattah El-Sisi en Egipto,
etc., entre estas últimas. El papel de atractor
lo juega el yihadismo y las formas más extremas que, como comprobamos, no se
combaten con liberalismo, democracia y libertad de conciencia, sino con un "islamismo
de Estado", como el egipcio o el turco, supervisado por el estado o por
instituciones como El-Azhar.
La tentación totalitaria en Europa se está
produciendo ya por las derivas populistas que han llevado al poder a gobiernos
como los de algunos países, con retroceso en las libertades, que han sido
advertidos (signifique esto lo que signifique) por las propias instituciones
europeas. El temor de involución en sociedades que no tienen asentados los
principios democráticos es una realidad, como vemos cada día.
En el
"no hicieron lo que era necesario" de Erdogan, en su recriminación,
entran muchas cosas, entre ellas las que practica en su tierra el propio
presidente turco. El problema con el autoritarismo es que nunca tiene
suficiente porque se reafirma en cada acto de autoridad. Por ello es incapaz de
reconocer que muchos de los problemas son generados por sus propias acciones.
Que
Erdogan se permita insultar a los gobiernos europeos y se proponga él como
modelo de los que saben hacer "lo necesario" es un despropósito de
enorme dimensiones, casi una burla a la Historia. Lo ha hecho además, rodeado
de miles de seguidores ondeando banderas turcas reafirmando su superioridad
frente a Europa. Es la forma de tapar una dictadura como la que está
construyendo. Puede que en ese "lo que hay que hacer" se encuentren
las detenciones, cierres de periódicos y los bombardeos de poblaciones.
Recordamos a Erdogan que fue él quien rompió la tregua con los kurdos para no
tener que bombardear al estado Islámico, que fue a los kurdos a los que cerró
las fronteras mientras la dejaba expedita para el tráfico de armas, yihadistas
y petróleo, como le tuvo que decir su aliado Estados Unidos. Fue Erdogan, en
fin, el que derribó el avión ruso que iba a combatir contra el Estado Islámico,
incidente del que se siente especialmente orgulloso. Hoy una gran cantidad de
turcos viven bajo el temor de las decisiones del totalitario Erdogan, un hombre
piadoso que cree que cuando Colón llegó a América ya había allí mezquitas,
según sus propias declaraciones, y al que no le cae bien Darwin.
Un buen
conocedor de los totalitarismos, Arthur Koestler, escribió :
[...] los antecedentes históricos nos
enfrentan a la paradoja de que la tragedia del ser humano hunde sus raíces no
en su agresividad, sino en su devoción a ideales transpersonales; no en un
exceso de autoafirmación, sino en el funcionamiento defectuoso de las
tendencias integradoras de nuestra especie. Creo que fue Pascal quien afirmó:
el hombre no es ni ángel ni demonio, pero es en sus intentos de hacer de ángel
cuando se convierte en demonio. Mas ¿cómo surgió esta paradoja? [...]
En las manifestaciones patógenas de la
tendencia integradora cabe distinguir tres factores solapados: 1) la sumisión a
la autoridad que emana de una imagen paterna; 2) la identificación
incondicional con un grupo social; 3) la aceptación acrítica de su sistema de
creencias. Los tres se asoman con prodigalidad a las sangrientas páginas de
nuestra historia.**
Tras
cada atentando empezamos a rebuscar en las biografías de los terroristas
momentos de su vida que justifiquen su violencia y odio contra los demás. Es un
ejercicio absurdo, como se deriva de las palabras de Koestler, con las que
coincido. Aquí hemos insistido muchas veces en ello.
La
errónea estrategia seguida por muchos países era pensar que son personalidades
totalitarias como Erdogan las que van a acabar con el fenómeno del terrorismo.
¡Gran error! Nunca el autoritarismo ha acabado con el terrorismo sino que lo ha
fomentado directa o indirectamente.
Son los
dictadores árabes los que han creado el fanatismo que pretendían reprimir, pero
que usaban en su beneficio para mantenerse en el poder. No ha sido la
revolución que exigía libertades la que ha hecho estallar el fundamentalismo,
sino el temor de los que no quieren democracia, ya sean militares o islamista.
El ejemplo sirio es muy claro: comienza como una revolución pidiendo libertades
y pronto son desplazados por los yihadistas que vienen de todas partes. No solo
tratad de acabar con Al-Assad, sino de evitar que triunfen revoluciones impías,
occidentalistas, que quieran más constituciones y menos Sharia. Es el temor a
la Primavera Árabe lo que trae el terrorismo para evitar la democratización que haga perder el poder
y control que tienen sobre las sociedades basándose en la ignorancia, desde la
que se llega a la sumisión.
Los
islamistas temía que al igual que ocurrió en el proceso de las revoluciones
anticoloniales, de allí surgieran movimientos laicos, como lo fueron en su
momento los de Gadafi, Nasser o incluso Sadam. Solo después de llegar al poder
comprobaron el gran poder de la religión para controlar las voluntades. Lo
demás vino solo. En esa sociedad religiosa, sus sutiles enemigos comenzaron a
actuar haciéndose con las mentalidades y convenciendo a todos finalmente de que
sus dirigentes eran unos impíos que despreciaban al islam.
Los
terroristas del Estado Islámico han dejado caer que los atentados cesarían si
se deja de bombardear la zona y se les permite hacerse con ella. Es el pago por
la "tranquilidad". Si Europa hiciera eso estaría sembrando desgracias
para un futuro interminable.
La
función del terrorismo es siempre sembrar el descontento hacia los gobernantes
por parte del los pueblos que lo padecen. Al daño que pretenden hacer se suma
la guerra psicológica que se dirige a las poblaciones. ¡Dejadnos en paz y viviréis felices!, viene a ser su mensaje. Hoy
lo veo repetido como lema en algunas redes sociales. Lo repiten aquellos que
responsabilizan a Europa de lo que ocurre. Es una forma curiosa de manifestar
su antieuropeísmo trasnochado.
Puede
que Europa esté haciendo mal muchas cosas, pero hay que tener claro cuál es el
origen de esto. El terrorismo cuenta ya con ese porcentaje de tontos que todo
lo ven simple y acabarían rápidamente con cualquier problema cruzándose de
brazos, porque "ellos son así", "es su cultura", "la
democracia no les gusta", etc. Todos estos tópicos no son más que la
justificación del snob que vive muy
bien en su país y que no le gusta que le molesten.
A este
discurso masoquista se añade el de los líderes
políticos árabes, luchadores con uñas y dientes por el poder, problema del que
emanan todos los demás problemas. Son los propios historiadores árabes los que
han señalado este factor, incluso antes de que existieran los Estados Unidos o
de que Colón viera minaretes al llegar, según la versión que le gusta a
Erdogan. A ellos les viene bien por el tradicional victimismo con el que se
quitan de encima sus propias responsabilidades. Los intentos de los
reformistas, demócratas, laicos, etc., personas que han intentado crear unas
sociedades de convivencia y
tolerancia se han encontrado con la oposición frontal de los que han preferido
fomentar la intransigencia, el sectarismo y, como consecuencia, unos niveles de
corrupción tan altos que es difícil emprender una reforma porque apenas es
posible encontrar personas que no hayan colaborado con unos regímenes clasistas
en los que las élites han vivido disfrutando de grandes posibilidades mientras al
pueblo llano se le mantenía en la supervivencia y en la creencia de que era
Dios quien quería que fuera pobre toda la vida y le debiera las migajas que le
tocaran al dictador de turno. Son personas como el cesado por blasfemo ex ministro
de Justicia egipcio, Ahmed El-Zhind, que creen que solo los hijos de los jueces
deben ser jueces, o como su antecesor en el cargo, que creía que los hijos de
los pobres lo deberían tener vedado. Es ese clasismo que considera que Dios
repartió fortuna a los ya afortunados y que las desgracias vienen de Su buen
criterio.
Ese esa
la base del radicalismo, que acaba justificando la falta de apego a la vida
porque en la otra vamos a estar los
justitos y lo vamos a pasar de miedo, frente a la perdición eterna de todos
aquellos que no tienen el valor de reconocer que el acto más grandioso de la
vida es activar un disparador y hacer que salten en pedazos cientos de personas,
—hombre mujeres y niños— a las que no conoces de nada, pero que son tu camino
hacia el Paraíso. ¡Buen viaje, amigo!
El
populismo de Occidente es correlativo a la tentación
integrista de los islamistas. Los dos existen en mundos que quieren aislarse
el uno del otro. Las barreras, muros, alambradas, filtros, etc. que quieren
elevar Trump en USA y que algunos países europeos ya han puesto en marcha no es
el final del problema, solo el principio de una segunda parte. Si creemos que
el problema se evita dejando a los refugiados al otro lado, en manos de Erdogan
y otros, es que somos unos ingenuos.
El
mundo no es como queremos o nos gusta. Es el resultado de las acciones anteriores,
en donde "anterior" es un paso más allá de lo que creemos entender.
El mundo es un sistema en el que se producen interacciones constantes con
efectos complejos, difíciles de entender cuando se producen y mucho más de
prevenir (piénsese en las crisis económicas, tan "claras" después).
No hay recetas, solo prevenciones con una mayor o menor probabilidad de que
sean eficaces en su momento. Hoy disponemos de cientos de miles de analistas y
máquinas barajando miles de millones de datos. Sin embargo, para alegría de
Erdogan, el gobierno belga —sus funcionarios— no saben interpretarlos y dejan
libres a los que les mandan desde Turquía. Quizá el hecho de que la nota
estuviera en turco tuvo algo que ver. Un experto comentaba hace algunos días
que muchos de los desajustes provienen de las diferentes transcripciones de los
nombre cuando vienen de otros sistemas de escritura (como ocurre con el árabe).
No es broma, sino la constatación de que las cosas grandes ocurren por
acumulación de pequeñas que no valoramos. Como tuve ocasión de contemplar un
desastre por un desajuste de este tipo, lo entiendo perfectamente.
Es
importante que Europa siga siendo Europa. No solo la que somos (que debe
mejorar) sino la que queremos ser. El mejor favor que se puede hacer a la paz y
al futuro es que Europa, sin renunciar a su seguridad, no pierda sus perspectivas y se adentre en una senda
autoritaria que tiene el atractivo de la promesa de la seguridad. Nadie estará
seguro mientras exista el estado islámico, Boko Haram y grupos similares. Y se
seguirán produciendo mientras se apoye a los dictadores y se mire para otro
lado en la represión que llevan a cabo en sus países con la excusa de la
"seguridad", mientras hagan "lo que deben".
Hace
falta invertir en cultura, en educación, en foros de intelectuales, artistas,
etc. No creemos más que en el dinero y en las armas. Hay que crear espacios de
encuentro con aquellos que quieren para sus países desarrollo, modernidad,
tolerancia y convivencia. Son los que han estado marginados o han sido recibidos de
forma discreta para no enfadar a los "erdoganes" de turno.
Hay que
traducir y traducir y traducir. Los controles de los estados se han basado en
la censura y en evitar que entraran libros, como siguen haciendo. Solo lo han
hecho los islamistas, con fondos ilimitados para crear sus folletos, vídeos y
libros que regalan a todo el que pasa junto a ellos.
Por eso
no es una anécdota que Egipto haya eliminado de sus libros de texto a Mohamed
El Baradei, Premio Nobel de la Paz, o al ex asesor científico de la presidencia,
un prestigioso investigador de la NASA que sintió vergüenza ante las engañifas
pseudocientíficas de los militares. Por eso no es anecdótico que Erdogan
censure los libros de texto y elimine las referencias a la biología
reproductiva o al darwinismo mientras su esposa canta las virtudes de harén.
En la
Historia nada es pequeño. Solo cuando miramos de cerca la gran muralla
comprendemos que está hecha de pequeños ladrillos.
* "Bélgica admite que hubo negligencia en
la gestión del caso El Bakraoui" Euronews 25/03/2016
http://es.euronews.com/2016/03/25/belgica-admite-que-hubo-negligencia-en-la-gestion-del-caso-el-bakraoui/
** El texto pertenece a su obra Jano (1978). Un fragmento titulado "Ad maiorem gloriam..." fue publicado como artículo en España.
** El texto pertenece a su obra Jano (1978). Un fragmento titulado "Ad maiorem gloriam..." fue publicado como artículo en España.
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